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PROBABLEMENTE,NO

La polémica sobre la existencia o no de dios, viaja en autobús urbano. Mientras unos la cuestionan y propugnan vivir libres de la culpa del pecado, otros reivindican su fé en el creador proclamando la alegría que les proporciona vivir bajo su dictado. Demasiado derroche de energía por ambas partes para una cuestión tan poco empírica como irrelevante. ¿De verdad es tan importante la constatación o no de su existencia?, ¿Determinarla, cambiaría sustancialmente nuestro concepto de la vida? Personalmente, fuí educada en un catolicismo rancio y preconciliar hasta que mi padre, tras su segundo matrimonio, abrazó el budismo con idéntico entusiasmo. El equilibrio entre mi instinto y lo que se me inculcó en ambas religiones, me inclinó perversamente hacia el agnosticismo radical. De existir dios, ¿cuál sería el bueno?. ¿ El de los israelíes que conduce a su pueblo, a sangre y fuego, a la conquista de la tierra prometida?, ¿o el de los católicos que les ha inspirado cruzadas contra el infiel y ha quemado herejes en la hoguera? No importa. De ser verdad que existe una inteligencia superior
que maneja los hilos, que sepa que cuenta con mi antipatía. Que se entere que siempre me va a tener enfrente recriminándole la creación de este juego de rol, que es nuestra vida, para entretenerse durante la larguísima y aburrida eternidad celestial. No perdería la ocasión, de poder echármelo a la cara, de decirle cuatro cosas sobre su gran obra y la megalomanía que le ha tenido que inducir a realizarla. De existir dios, se me antoja un ser caprichoso que toma decisiones crueles y aleatorias con un universo hecho a la medida de su infinito tedio. Y, como a pesar de mis recriminaciones, dios ha decidido no tenerme en cuenta para aclarar estas cuestiones, prefiero pensar que no existe. O, mejor dicho, que probablemente no existe porque, de lo contrario, estaríamos militando en bandos encontrados.

Publicado en diario Público el 11 de enero del 2009 y el 14 en Heraldo de Aragón

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