PABLO, PABLITO, PABLETE
Se puede ser una persona instruida, incluso profesor universitario, y actuar como un tonto de capirote. Es lo que le ha pasado al líder de Podemos con sus desdichadas declaraciones sobre IU. Te lo digo, Pablo, desde el cariño. Igual que le hablaría a uno de mis hijos al oírle soltar un estupidez de ese calibre. Te ahorro la pedagógica colleja que administraría a mis vástagos. No tenemos confianza para eso. Pero simbólicamente, te la has ganado a pulso.
Antes de que Podemos apareciera en escena, los trabajadores y los activistas de los movimientos sociales ya peleábamos para que la sociedad sobreviviera al rodillo que pulverizaba nuestros derechos. Durante la huelga de las limpiezas sanitarias aragonesas, IU y Chunta fueron las únicas puertas que se nos abrieron cuando solicitamos ayuda. Estuvieron ahí, a pie de calle con nosotras. Pero también defendiendo en las Cortes nuestra causa. Hombro con hombro, hasta que conseguimos desbaratar los funestos propósitos de la consejería pepera de sanidad.
En aquellos días, fuimos muchos y muchas los que intuimos que una coalición de las izquierdas era imprescindible. Durante esa época se estaba gestando Podemos y un rayo de esperanza empezó a dibujarse en el horizonte. La gente corriente, como servidora, se ilusionó con el proyecto. Al fin el pueblo dispuesto a gestionar su propio destino. La posibilidad de crear un frente unido contra el neoliberalismo inhumano imperante del que, partidos como IU, formarían parte activa.
Alberto Garzón así lo entiende. Por eso insiste en encontrar una fórmula que lo propicie. Por eso, pese a las humillantes negativas de Pablito, se traga el orgullo una y otra vez y vuelve con la burra al trigo. Pero no está solo. La bofetada dialéctica que le propinaste, Pablo, restalló en la mejilla de muchos hombres y mujeres que también apostamos por aunar fuerzas. ¡Zas! En toda la jeta.
Yo no entiendo gran cosa de política. Solo soy una humilde curranta iletrada que aspira a vivir en una sociedad más justa. Como además soy atea, no me gustan nada los mesías. Menos aún cuando se visten de arrogancia para determinar quienes son los buenos de la película. España no es Hivernalia ni tú, Pablito, eres un Stark. A la gente de la calle no nos interesan los juegos de tronos. De la misma forma que nos importa un carajo quien la tiene más grande (la bandera).
Desde nuestra humilde formación, hemos comprobado que allá donde las coaliciones de izquierda se han presentado conjuntamente a las municipales han conseguido triunfar. Eso les da la oportunidad de hacer ese anhelado cambio con el que tantos soñamos. ¿Qué pasará en las generales? ¿Estamos dispuestos a la derrota por no entender lo que la mayoría social está pidiendo a gritos? ¿Perderemos a causa de la legendaria disidencia de la izquierda? ¿De la prepotente estulticia de alguno de sus líderes?
¡Ay Pablete! Tú mismo te estás moviendo el trono incluso antes de sentarte. El problema es que las esperanzas de mucha gente corren peligro de quebrarse con él. Y eso no te lo perdono. Las formas son tan importantes como los fondos. Si nosotras, las limpiadoras, no fuimos machacadas durante nuestra huelga fue porque entendimos que debíamos configurar un único frente sindical contra los abusadores. Dejando a un lado las siglas y las rencillas añejas. Todos juntos. Lavando los trapos sucios en la trastienda y tratando con respeto a todas las organizaciones.
Puede que sea solo el consejo de una mindundi pero hasta los clásicos opinaron sobre ello:" Uno a uno somos mortales, juntos somos invencibles", dijo el bueno de Apuleyo. Reflexiona un poco sobre ello, Pablo, la próxima vez que la soberbia pugne por brotar de tus labios. Aún PODEMOS ser invencibles. Solo hace falta que no nos derrotemos a nosotros mismos. La estupidez es el mayor de todos los enemigos. Por favor: ¡No seamos tontos!
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