HABLEMOS DE ECONOMÍA
El ayuntamiento de Zaragoza encargará un estudio a la Universidad sobre la viabilidad de la remunicipalización de algunos servicios básicos que actualmente están externalizados.
Por lo visto es un proyecto que lleva dos años pululando por el tripartito sin que el partido socialista acabara de darle su bendición. Bueno, más vale rondar dos años que no llegar a tiempo y desprovistos de buenos propósitos para las elecciones municipales. La idea de someter los servicios privatizados al microscopio científico me parece bien para demostrar empíricamente lo que, por sentido común, es deducible. Si una prestación, como la recogida de basuras, es asumida por la gestión pública eliminamos el amplio margen de beneficios que las empresas subcontratadas obtienen de lo que, no podemos olvidar, es un lucrativo negocio por el que compiten archiconocidas multinacionales. Pero además de librarnos de otros costos en impuestos e intermediarios, se vería reducida la conflictividad que provoca la política laboral de estas empresas. Empresas que para exprimir al máximo sus beneficios pasan como elefante por cacharrería sobre los trabajadores destruyendo puestos de trabajo y reduciendo a polvo sus derechos elementales. Lo que, de forma inevitable, incide en la prestación de un servicio caro pero de mala calidad.
Me choca que el consistorio manifieste dudas ante la posibilidad de que, en caso de remunicipalizar los servicios, se pudiera surrogar al personal. ¿Qué se lo impide? Porque si nos guiamos por un mínimo criterio de justicia les correspondería a estos trabajadores, que sufren en sus carnes la tiranía de las empresas contratadas incrementada a golpes de reforma laboral, ocupar esos puestos públicos. En adelante, se podrían establecer pautas como para cualquier otro trabajo municipal.
En cualquier caso, no dudo de las buenas intenciones del consistorio pero, ya en el 2011, el Tribunal de Cuentas realizó un estudio en varios municipios españoles demostrando que la gestión privada encarece considerablemente los costes. Aunque está bien que se pongan negro sobre blanco las cifras de las contratas del ayuntamiento de Zaragoza. Y ya metidos en harina, les sugiero que hagan lo propio con las contratas autonómicas. Por ejemplo, con las contratas de limpieza de los centros sanitarios. Saquen cuentas señores y señoras de la DGA. Las limpiadoras ya las tenemos echadas. Es cuestión de economía doméstica. Si se suprimen las contratas, el SALUD podrá gestionar directamente el personal y, como en el caso de las contratas municipales, evitaría pagar un injustificable lucro a empresas que, en sobradas ocasiones, actúan como latigueras escatimando en plantillas y materiales y, como consecuencia, prestando un servicio deficiente.
Las limpiadoras y limpiadores que protagonizamos, muy a nuestro pesar, una huelga de 49 días en el 2013 (que afectó a las limpiezas sanitarias de toda la comunidad aragonesa) llamamos a muchas puertas con estos argumentos. La primera, la del consejero Olivan que no se dignó a recibirnos durante todo el conflicto y que, sin embargo, se mostraba mucho más sensible a los requiebros de la patronal. También a las de todos los grupos parlamentarios de derecha e izquierda. Nosotr@s no discriminamos. Ya se retrataron ellos solos. Unos, como IU o Chunta, tendiéndonos la mano y apoyando nuestra lucha. Otros, como el PSOE, con la ambigüedad que da tener la O (de obreristas) externalizada. Y los del PAR, como los del PP, quedándose ojipláticos y estupefactos ante la rebeldía de las limpiadoras a dejarse machacar como simples cucarachas.
Ahora queremos algo más que promesas sobre vagos estudios. Las cuentas son sencillas y reinvertir el proceso depende más de la coherencia y de la voluntad política que de asuntos pecuniarios.
Se avecinan tiempos turbulentos en los que se prevén cambios. La sociedad está saturada de loables propósitos que no se materializan. Aquellos en los que depositemos nuestro voto deberán asumir este reto. Si las urnas favorecen a las fuerzas progresistas tendrán que pasar de las palabras a los hechos. Llámenme escéptica pero, a estas alturas de la tragicomedia, no necesitamos que nadie nos coma la oreja con músicas celestiales. Hechos son amores. Lo demás, es paja. Ya no queremos más cuentos.
0 comentarios