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¿SUSTO O MUERTE?

¿SUSTO O MUERTE?
Europa tiene un susto morrocotudo. Hablo de la Europa del capital, la que no entiende otro lenguaje que el de las primas de riesgo y los índices bursátiles. La misma Europa que recetó a los gobiernos del sur que se pasaran por la quilla los derechos sociales y laborales de sus ciudadanos para pagar las tropelías de la banca.
Pues bien, parece que no le llega la camisa al cuerpo con la posible victoria de la Syriza griega y el auge del Podemos español. Los PIGS se están volviendo revoltosos y, por alguna razón que los gerifaltes europeos desconocen, no se resignan al futuro de miseria y explotación que les habían asignado. 
Los mercados se apresuran a soplar las trompetas del apocalipsis. Amenazan con telúricas catástrofes si los pueblos se obstinan en intervenir directamente en el engranaje político. Un sistema que antepusiera las necesidades de la gente a las de los lobbys financieros es el escenario más espeluznante para ellos. Una pesadilla, la de la democracia real y participativa, que afectaría a sus oscuros tejemanejes económicos.
 Para superar su susto emplean la estrategia del miedo. En cada país, los garantes del bipartidismo leal a los mercados, se afanan en describir la posibilidad del cambio como un salto al vacío. Una opción descabellada que solo traerá caos e inestabilidad social. ¿Perdón? ¿Es que puede haber algo peor que aceptar bovinamente el paro brutal, la desprotección de los más débiles, la precariedad laboral, los recortes en sanidad y educación, las mordazas represoras...  y todo  bien aderezado con una sobredosis de corrupción institucional?
El sentido común dice que cuando algo está podrido hasta las trancas, no hay regeneración que valga. Rajoy, como la burra al trigo, insiste desde twitter en que España ya sale. Estoy de acuerdo, aunque no comparto los motivos de su triunfalismo. Pero sí, España sale. Está saliendo de su armario de maricomplejines democráticos y amaga con dar el temerario salto. Será que, los que meten miedo, huelen demasiado a muerto y preferimos jugárnosla a continuar siendo extras en su particular Walking Dead.
La alternativa a estos depredadores no son los jemeres rojos o una turba robespierrana tirando de guillotina. El futuro está en las manos de la gente corriente, como usted y como yo.  De las mujeres y los hombres libres que se mojan para que una sociedad más justa y humana sea posible. No debemos temernos a nosotros mismos. Seguro que se cometerán errores y habrá que aprender de ellos. Aunque si algo hemos aprendido algunas es que, seguir por la mortecina linde que marcan los mercados sería (como dicen en mi tierra) del género tonto. Personalmente, soy partidaria del salto. Y que el susto se lo lleven otros.

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