PSICOPATÍA Y TRADICIÓN
Desde que recuerdo, siempre me ha resultado más sencillo empatizar con el resto de animales que con los de mi propia especie. Supongo que ayuda el hecho de que las demás bestias no hablan. Al contrario que el ilustre alcalde de Tordesillas que estaría mejor mudito. Por ejemplo, cuando afirmó que el Toro de la Vega siente dolor, pero no sufre. Yo le invitaría a demostrarlo empíricamente en sus carnes morenas. Ocupar el lugar de "Elegido" para ser acosado por más de cien energúmenos sedientos de sangre dispuestos a lancearle hasta la muerte. A lo mejor sí que sufriría un poco, ¿no?. Pero el tipo, no satisfecho con la garrulada anterior, acusa a los defensores del toro de ser unos inadaptados, politizados y echadicos a perder. Menos mal que en su pueblo, no hay gentuza como esta. Ni que se les ocurra manifestarse, vaya, Porque otra hermosa tradición de Tordesillas, aparte de torturar animales indefensos, parece ser la lapidación de anti-taurinos. Donde ponen el ojo, clavan la lanza o la pedrada. Que no hay que hacer ascos con el objetivo. También valen animalistas perro-flautas. Es lo que tiene esta encantadora localidad de Tordesillas, crisol de la defensa numantina de una de las más vergonzantes de las tradiciones patrias: el maltrato animal. Y sí, lamentablemente no es la única. En estas tierras está muy extendido aquello de mantener las tradiciones. Sobre todo en festejos populares en los que se exalta la crueldad con otros seres vivos. La fiesta unida al sadismo. Una verdadera orgía para tarados, sádicos y matracos descerebrados. Algo que por lo visto, abunda en nuestra geografía. Brutos y orgullosos. Alardeando de su insensibilidad como un aval de raza hispana. De esa España profunda, sobre todo mentalmente, que ofrece su cara cavernícola y violenta. Erradicar estas prácticas y educar en el respeto a todas las especies nos haría mejores seres humanos. Cualquiera sabe que un rasgo típico de la psicopatía es el sadismo con los animales. No parece buena idea fomentarlo.
Seguro que alguien como Anibal Lecter disfrutaría mucho en Tordesillas con un espectáculo así de sangriento y primitivo. Ahora, creo que a la hora de comer, no se iba a conformar con pedir rabo de toro. También es un tipo muy conservador en lo tocante a sus gustos gastronómicos. Le van más las vísceras humanas. Cada uno, fiel a sus costumbres. Es lo que tienen en común los asesinos en serie, ya sean de personas o animales. Que siempre defienden a ultranza sus entrañables tradiciones. Aunque sea a pedradas. Como los cientos de Anibal Lecter que asesinaron salvajemente a Elegido en Tordesillas. Unos sentimentales.
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