¡ LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD!
Como cada año, acudiré esta tarde a la manifestación del día del Orgullo. Es una cita obligada a la que desde hace varios lustros no me permito faltar. Una bocanada de aire fresco entre tanta tristeza y represión, un rayo de luz multicolor que desgarra las adoctrinantes sombras que pretenden estrangular lo más sagrado: la libertad para amar a quién queramos. Existen todavía al menos ochenta países donde ejercer esta libertad es un delito que se paga con la prisión o la muerte. En otros, como el nuestro, aún se escuchan a los apocalípticos voceros que en nombre de un dios asexual y represor califican de enfermedad o anomalía saltarse el patrón tradicional hombre-mujer en las relaciones sexuales y afectivas. ¿Por qué?, me pregunto desde que tengo uso de conciencia. ¿A quién puede afectar que yo me meta en la cama con una señora, un señor (o ambos, dado el caso) de mutuo acuerdo? ¿Por qué se abren las carnes de las gentes de orden por esta causa?, ¿Qué les da tanto miedo y provoca un odio irracional y fascista contra el colectivo LGBTI? Son preguntas inquietantes, cuyas respuestas inquietarían mucho más. Pero hoy no voy a profundizar en ese lodazal de intolerancia. No me apetece. Prefiero celebrar que, pese a los torquemadas cotidianos, mi corazón es libre como un pájaro y vuela sobre sus preconciliares calaveras hasta posarse en los labios de mi amante. Hoy bailaré hasta caer exhausta por las calles exhibiendo provocativa mi derecho a ser y sentir lo que yo quiera. A escaparme de sus jaulas de barrotes forjados con una fobia ciega y timorata. Hoy me sacudiré la rabia y la impotencia para acudir con toda mi familia a esta catarsis de luz y de alegría que es el día del Orgullo. Porque pese a quien pese, la libertad ha embriagado mis sentidos desde el minuto primero de mi vida. De nada sirvieron catorce años con las monjas, ni una sociedad empecinada en etiquetarlo todo, en tenernos a todos controlados. ¿Soy heterosexual? ¿A quien le importa? Me niego rotundamente a definirme ni a justificar lo que en la intimidad mi pobre cuerpo anhela. Hoy me pondré mi orgullo libertario por penacho y traspasaré esa estúpida línea que separa a las personas "normales" de los otr@s. Y cada día, mientras me queden fuerzas para plantarles cara a los fanáticos que nos intentan imponer su intransigencia. Hoy festejaré que nací libre, sin prejuicios ni dictados en el alma. Y también mañana.
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