SALVARNOS A HOSTIAS
No parece de muy buenos cristianos desalojar un banco de alimentos en plena Navidad. Menos cuando el objetivo es especular inmobiliariamente con el edificio en el que se encuentra. Sin embargo esta tentativa se llevó a cabo en la comunidad de Madrid, con el beneplácito de Esperanza Aguirre y la intervención de una concejala enredada en el "Tamayazo". A una se le va la cabeza con la estomacante hipocresía de esta peña. ¿Es que andan escasos de presupuesto para los catering de los actos oficiales? Debe ser así. Por eso en el ayuntamiento del PP de San Lucar de Barrameda se sirvió un desayuno navideño con alimentos de la beneficencia. Olvidaron quitar de las cajas de zumos la etiqueta delatora de su procedencia. Son así de zafios. O de chulos. Ya ni se molestan en esconder las garras de alimaña bajo el pellejo de beatíficos corderos. No les hace falta. Compatibilizan un alma más negra que el tizón con la comunión diaria. Al fin y al cabo la iglesia católica española siempre militó en su bando. Mantienen un sucio y tradicional concubinato. Su último revolcón nos ha costado a las mujeres la pérdida de nuestro control reproductivo.
Me los imagino metidos en el lecho, a Rouco y a Rajoy, perpetrando guarradas contra la libertad de la gente. Poniéndose cachondos con las desigualdades sociales, con los dobles raseros, con los inmorales moralistas de mantilla y peineta, con los ultracatólicos ladrones que abundan en la derecha nostálgica y pre-conciliar. ¿Gozas Toñín, corazón mío?- susurra Mariano a Rouco. -Aún puedes hacerlo mejor- Contesta el arzobispo.-La ley del aborto, como preliminar, no está mal. Pero si me quieres poner como una moto, vamos a darles caña a los homosexuales.
Rouco había preparado un millón de hostias para repartir este domingo. Me entró la risa floja. ¿Un millón? ¡Pero si ya llevamos toneladas repartidas! Una somanta de hostias que llueve sobre la ciudadanía con el loable propósito de sacarnos de la crisis o de salvar nuestras almas.
Está claro que alguien olvidó ponerle concertinas a los muros del infierno. Sino, díganme ustedes de dónde sale tanto engendro.
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