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EL SÍNDROME DE CAMPS Y EL DE ESTOCOLMO

EL SÍNDROME DE CAMPS Y EL DE ESTOCOLMO

Freud definía el síndrome narcisista como la valoración desmedida de uno mismo. Se puede diagnosticar porque el sujeto muestra rasgos evidentes de megalomanía, fantasías de grandeza y necesidad de atención o admiración constantes. Son individuos que distorsionan la realidad a su antojo para forzar a que las piezas encajen ensalzando siempre su figura. Justo lo que le está pasando a Paco Camps. De otra forma no se entiende que vaya el hombre y suelte una boutade de talla XXL como la de que Valencia es el faro que ilumina el futuro de España. Porque de no ser un delirio propio del cuadro freudiano, el porvenir de España no se barrunta mejor que el del Titanic.

El inocente ciudadano Camps concedió una entrevista a la revista Telva que incluía posados que opacan en glamur a la propia Isabel Preysler. En ella se mostró tal y como es él: dicharachero en su desfachatez, populista hasta la arcada y encantado de haberse conocido. Un ejemplar en estado puro. Digno para desarrollar una voluminosa tesis sobre el síndrome del tal Narciso. Admito, no obstante, que en algunas cosas coincidimos. En lo de su impresionante bagaje político, sin ir más lejos. ¿O no les parece impresionante que, pese acumular múltiples presunciones de corruptelas, el ex-president valenciano volviera a ser reelegido? Yo lo definiría casi como un milagro. Pero seguro que la piscología diría que los valencianos que le re-votaron padecen otro tipo de síndrome, el de Estocolmo sin duda. Esa parece la única explicación a este inexplicable hecho.
Desde las páginas de Telva, un Camps iridiscente sobre las aguas de La Albufera, nos deleita con la última alucinación parida por el desorden que le asola. Asegura sentirse preparado para ser presidente del Gobierno de España. A ver, a ver Paquito. Te has librado de una buena, es verdad, pero aún queda mucho Gürtel por diseccionar. Y aún suponiendo que evites dar con tus santurronas carnes en el trullo ( algo que no es impensable en el país de los indultos sorpresa donde un monarca de las mil y una noches nos contó que la justicia es igual para todos), ¿piensas que el resto de españoles estamos preparados para tu presidencia? 
Aunque ahora que lo pienso bien, si tenemos en cuenta la escasa incidencia que la corrupción ha tenido en el voto ciudadano, será porque sufrimos un brote epidémico de la patología sueco-valenciana en casi todo el territorio. Vamos, un generalizado síndrome de Estocolmo que mantiene secuestrado el buen juicio de este pueblo impidiendo que nos deshagamos de toda la caterva de presuntos (y no tan presuntos) carteristas que pululan por los cuatro puntos institucionales.
Alguno tendría que dar el primer paso para psicoanalizarse antes de que caigamos a una sima más profunda todavía. Pero sinceramente, a los corruptos narcisistas les está yendo bastante bien con su trastorno. Hasta cuando los pillan con las manos en la masa.
 Osea que me temo que la cura debe venir del otro lado. Y que el desencadenante será una terapia de choque similar a la que experimentan los estudiantes valencianos que tiritan en las aulas y son tan generosamente calentados por las fuerzas del orden que les envía su gobierno. Si a pesar del saqueo y los apaleamientos aún seguimos votándoles, habrá que valorar el electroshock en masa. Quizás, con una buena tanda, se nos quiten las ganas de seguir haciéndonos los suecos.

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