TERAPIAS NATURALES DE CHOQUE
La economía mundial padece una mal que es muy común en las sociedades más desarrolladas: la depresión. Políticos, economistas y otros doctores en la materia pontifican sobre los posibles tratamientos que hay que administrar al enfermo. Que si la curación puede venir aplicando cataplasmas de recortes salariales, rigurosos ayunos en gastos sociales, extracciones sangrantes en forma de re-pagos de la sanidad o a base de sanguijuelas que succionen el dinero destinado a la educación pública. A pesar de que los especialistas pertenecen a distintas escuelas de galenos (unas situadas más a la derecha y otras a la presunta izquierda de la sanación) y discuten acaloradamente sobre la posología y forma de administración de sus pócimas, ninguno se atreve a desdecir a la eminencia que les susurra al oido las recetas. No, no se trata del doctor Frankenstein. Es mucho peor que el sugerente personaje de Mary Shelley. Los que sientan cátedra sobre la cuestión son unos indecentes matasanos, a los que llamamos metafóricamente los mercados, que se graduaron Cum Lauden en la siniestra universidad de don Neoliberal-mal. Y no hace falta estar versado en finanzas o en medicina para constatar que el paciente, lejos de recuperarse, cada vez se hunde más en un estado depresivo que ya empieza a parecer irreversible. Desde la más absoluta indigencia intelectual sugiero que podríamos probar alternativas naturales. ¿Porque no les parece más natural para recuperar la salud, o la economía, usar prácticas para estimular el gasto y el empleo? ¿No sería más natural gravar los impuestos a los más ricos en vez de a los más humildes o invertir en gasto público para crear empleo e impulsar así la demanda que es el motor del corazón de nuestra economía? A veces, para salir de la catatonia, es necesario someterse a una terapia de choque que desafíe los diagnósticos de los curanderos ultraconservadores. Hasta ahora, con sus tiritas y ungüentos, solo han conseguido ponernos más malitos. ¿No valdría la pena intentarlo para poder afrontar el futuro con un más poco de esperanza y eludir el luctuoso final que acompaña a muchos procesos depresivos?
Publicado en Público
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