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DEFÍNAME ANTI-SISTEMA

DEFÍNAME ANTI-SISTEMA

Plaza del Pilar de Zaragoza (Foto: Primo Romero)

Ya son más de 40 las ciudades españolas donde gente de todas las generaciones, creyentes, ateos, ecologistas, parados, desahuciados, jóvenes que reniegan de su falta de futuro, familias que exigen educación y sanidad pública y, en resumen, todo tipo de ciudadanos que aspiran a una vida digna que no esté manejada por políticos corruptos que a su vez son marionetas de los agentes financieros, acampan en las calles y plazas del país reivindicando una democracia real y participativa. La cobertura mediática de este fenómeno, salvo honrosas excepciones, está siendo cicatera y trata de dar una visión peyorativa del movimiento. El calificativo de anti-sistema se usa para desprestigiar un clamor popular de justicia social y libertad que va más allá de la simplificación radical con la que algunos pretenden etiquetarle. Somos anti-sistema porque el sistema neoliberal que sufrimos está podrido y huele a cadáver. Pero no somos idiotas. Queremos otra forma de entender la política más viva y con implicación social, más humana. Es una falacia que estemos en contra de cualquier tipo de gobierno. Lo que buscamos es un gobierno del pueblo y para el pueblo. Nos negamos a ser los siervos de los siervos de los mercados. Somos seres humanos libres que tenemos derecho a la felicidad y que deseamos involucrarnos en todas las decisiones importantes que afectan a nuestra vida. El 15-M puede ser un balón de oxígeno para una democracia que se asfixia a fuerza de corruptelas e injusticia. Si en Islandia lo consiguieron a fuerza de aporrear cacerolas, los partidos mayoritarios no deberían subestimar la incipiente spanish revolution. Ellos, su borreguismo con los amos de la buchaca, son también parte del problema. El día 22 está cerca y, contra la opinión de algunos políticos lenguaraces, muchos de nosotros acudiremos a las urnas para explorar otras opciones de entender la política y la democracia que no tienen nada que ver con el bicéfalo bipartidismo al que nos quieren condenar. Hemos perdido el miedo mientras nos arrebataban el estado de bienestar, el trabajo, la vivienda y el futuro de nuestros hijos. Sin quererlo, nos han hecho más fuertes y valientes. Ahora solo tenemos que tomar conciencia de ello y seguir adelante.

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