¡MALDITA SEA!, CLARO QUE SÍ
¿Saben en qué consiste el "water-boarding". Pues se trata de una de las técnicas de tortura empleadas en Guantánamo con sus prisioneros. Se sumerge en agua la cabeza del detenido hasta producirle sensación de ahogamiento, una y otra vez. Como ocurría con la Inquisición, la democracia estadounidense usaba este refinado método de interrogatorio para sonsacar información de los presos. Y como entonces, cualquiera es capaz de confesar que no es hijo de su padre, que vuela las noches de luna llena montado sobre una escoba o que es un peligroso miembro de Al Qaeda con tal de que cese el tormento. Georges Bush lo reconoció sin ningún tipo de empacho: ¡Maldita sea!. claro que sí- contestó al ser consultado sobre el uso de estas y otras salvajadas para sonsacar información a las personas confinadas en Guantánamo. Lo de menos era que fueran inocentes. Que su crimen consistiera en hacer auto-stop en territorio Afgano en busca de medicamentos o en no llevar encima la documentación. Había que tranquilizar al "mundo libre" que tras el 11-S necesitaba saber que alguien, aunque no fuera el peligroso terrorista entrenado por la CIA, pagaba por la tragedia de las torres gemelas. La coherencia de Bush es pareja a la de Aznar cuando describe a Gadafi como ese amigo extravagante. Ellos no esconden su cínica visión de la política. Adiestraron asesinos o se aliaron con ellos dependiendo de las necesidades energéticas de cada momento y sus mentirijillas solo son plausibles para los acólitos de un orden mundial que antepone la supremacía de occidente a las miserables vidas del resto del planeta. Pero existen otros perros con diferente collar que, tras aullar a los cuatro vientos la ignominia de ambos ex-presidentes, no mueven un dedo por cambiar el establishment de la injusticia. Hombres poderosos como Obama o Zapatero. El primero, incumpliendo su promesa de cerrar la prisión de los horrores. El segundo, con esa quimérica propuesta de alianza de civilizaciones que solo se ha manifestado para continuar con los provechosos negocios que los sátrapas ofrecen a cambio de su tácita bendición. Guinea Ecuatorial, China o alguno de esos sultanatos archimillonarios que actúan como férreas dictaduras serán nuestros amigos mientras la bolsa suene y sus súbditos no decidan rebelarse como los hermanos de Siria, Egipto, Túnez o Libia. Nuestros civilizados gobernantes lo estiman necesario para sacar la cabeza de la crisis y no perder sus democráticos tronos en las próximas elecciones. Si para ello hay que renunciar a la decencia y condenar a una vida infame a millones de personas su respuesta seguirá siendo la de Georges: ¡Maldita sea!, claro que sí.
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