DESESPERANZA DE VIDA
La reforma de las jubilaciones está edificada sobre una premisa falsa: El hecho de que la esperanza de vida se ha prolongado para la población española. Y digo falsa porque no tenemos mas que desmontar este dato para darnos cuenta de su inconsistencia. Las estadísticas se obtiene sacando la media de edad de los fallecimientos de los ciudadanos. Al haber disminuido drásticamente la mortalidad en la infancia y en el periodo de la pre-jubilación, el promedio de esperanza de vida es más alto. Aunque es cierto que más personas llegan a ser ancianas gracias a los avances médicos, esos años extra que se han arañado a la muerte no garantizan que las condiciones físicas sean las más adecuadas para seguir desempeñando algunas tareas o trabajos. A partir de los 65 años, mucha gente arrastra una precaria salud como resultado de esta prórroga. En España, no es igual envejecer siendo un burgués que siendo un proletario. Hay una diferencia en nuestras expectativas de vida de al menos diez años, en contra de los que tenemos oficios no cualificados o padecemos la incertidumbre del paro. Tampoco llegamos al jubileo en las mismas condiciones físicas. Ni siquiera la salud nos reparte cartas equitativamente. Las nuestras siempre están marcadas. Por eso, este argumento para reformar las pensiones está basado, para gran parte de los españoles, en nuestra desesperanza de vida. Es un apunte sarcástico y cruel que nos anuncia que las desigualdades van a perseguirnos hasta la tumba. Que la justicia, e incluso la calidad de vida, son artículos de lujo solo accesibles para las élites sociales. A ver si nos vamos enterando.
Publicada en Periódico de Aragón y El Plural
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