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YO TAMBIÉN NACÍ UN DÍA QUE DIOS ESTABA ENFERMO

YO TAMBIÉN NACÍ UN DÍA QUE DIOS ESTABA ENFERMO

Tuvo que ser así. Como explicaba Cesar Vallejo en su poema Espergesia, yo también debí nacer un día que dios estuvo enfermo. Muy, muy grave debía andar el hombre. Será por eso que siento un gran vacío en mi aire metafísico. Su enfermedad no le dejó afinar conmigo. Andaba despistado por una de esas fiebres titánicas que agarran a los dioses a deshoras. ¡Y ojito con las calenturas de las deidades! Porque en pleno delirio les da por hacer revelaciones a sus capos (perdón, quise decir a sus líderes espirituales) y acaban liándola parda. Igual que ese predicador de la norteamérica profunda que define como un ángel al asesino múltiple de Tucson y solicita a su creador que nos mande una hueste de angélicales psicópatas que erradiquen del mundo a todos los impíos. Vamos, la yihad cristiana. Estos días, está claro que dios arrastra algunas décimas. Benedicto nos cuenta el lío ese de que el purgatorio no es físico sino una especie de estado mental. Pero el infierno sí ¿eh? No vayan a relajarse porque éste sí que es físico, eterno y quema un montón. Lo de que el purgatorio no es literal que se lo cuenten a los habitantes de Haití.
Tras una indisposición o travesura del Hacedor, que duró exactamente 38 segundos, su vida pasó directamente desde ese purgatorio a un infierno que parece que les va a durar una eternidad. Yo le aconsejo al altísimo que, en temporadas así, se coja la baja y guarde cama. Que no mande consignas a sus iluminados ni tome decisiones. Tampoco debería dejar que durante ese periodo naciera nadie. Sino que luego no se queje si le salen jabalíes del laicismo, como servidora, de retorcidos colmillos y heréticas conciencias. La próxima vez un antigripal y reposo absoluto hasta que recupere a salud. Seguro que ganamos todos, laicos y creyentes.

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