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ENFERMOS DE DISTOPÍA

ENFERMOS DE DISTOPÍA

Las utopías sociales nacieron de la necesidad de algunos seres humanos de creer que un mundo mejor y más justo era posible. Etimológicamente hablando, utopía significa "no lugar". Quizás sea cierto y resulte imposible encontrar ningún sitio donde la felicidad y el respeto por los derechos humanos sea factible, al menos físicamente. Pero nuestra especie posee una cualidad mágica que, desde el principio de la historia, nos ayuda a transcender por encima de lo que nos ofende e incomoda: la capacidad de crear ideales. Y aunque la sociedad que pretendemos muchos soñadores parezca imposible lo cierto es que, solo con imaginarla, podemos señalar la dirección hacia donde debemos encaminar nuestros esfuerzos para aproximarnos a ella. La utopía se comparte y toma cuerpo. Actúa como un factor crítico en un mundo plagado de iniquidad y desafueros fabricando la esperanza imprescindible para evolucionar. Soñar nos hace libres. Nadie puede arrebatarnos este don, excepto nosotros mismos. Como antónimo de la utopía está la figura de la distopía o la utopía perversa. Una corriente que trata de recortar las alas de la imaginación para estrellarnos de bruces con una realidad sucia y descarnada, tratando de convencernos de que lo contrario es una disfunción de nuestra psique o una negación de la evidencia imperturbable. La distopía ha agarrado con fuerza entre la gente consiguiendo mermar nuestras opciones de mejorar el mundo. Es un mal que, de no tratarse a fuerza de ilusión y redaños, acabará convirtiéndose en una enfermedad terminal que puede arrasar con todos los seres vivos y su entorno natural. Engendremos el antídoto en nuestros corazones. Podemos hacerlo con iniciativas como la Marcha a Bruselas por la reforma laboral y el reparto de la riqueza y el trabajo u otras similares. Si somos capaces de fabricar esa vacuna aún estaremos a tiempo de salvarnos. Muchos otros, a lo largo de los tiempos, se la inocularon y el resultado cambió el rumbo de los acontecimientos. Solo necesitamos cerrar los ojos y dejar volar a la fantasía.

Publicado en Tribuna Pública de "El Plural" el 23 de agosto y En El Periódico de Aragón el día 25

1 comentario

Damàse -

Pues sí, creo que de las distopías aprenden más quienes dañan el mundo que quienes quieren hacerlo mejor. Aveces te recetan una dosis de distopía y toca tragar aunque no quieras. Pero si alguna vez percibiste el sentido de una utopía, te das cuenta de que cualquier ácido distópico no afecta nunca enteramente a la persona y puedes vivir en la tranquilidad de estar en paz contigo mismo y tu conciencia.

"El mundo se derrumba y yo cantando";
intentaré al menos no distraerme mucho.

Besos, abrazos, mucho ánimo, utopía y sweet dreams.