EL FACTOR MIEDO
A lo mejor lo que les voy a decir les parece una grandísima perogrullada, pero siempre que tengo la sensación de que el mundo se tambalea a mi alrededor y un ahogo agónico trata de cerrar mi glotis y nublar mi entendimiento, recuerdo que voy a morir tarde o temprano y toda mi angustia se acaba relativizando. Saberme mortal me hace ser más libre. Me da el valor que, con frecuencia, la existencia y sus vicisitudes me arrebatan intentando reducirme a poco menos que un guiñapo tembloroso. La vida nos asusta mucho, demasiado. Tenemos miedo a perder a aquellos a los que amamos y ese sea quizás el mayor de los temores. Pero también tememos a la precariedad y al desamparo. A la caída en desgracia, al desempleo, al abandono. A mirar nuestro reflejo en los espejos y no reconocernos. A la traición ajena y a la propia. Al ridículo y la vergüenza que nos produce mostrar el rostro desnudo de artificio y maquillajes.¡ Son tantos los terrores que nos acechan!. Tenemos miedo al miedo. Y el resultado de tanta cobardía es que acabamos perdiéndonos la vida mientras intentamos resguardarla de todo lo que nos sobrecoge.
La situación laboral y económica que atravesamos no ayuda mucho, es verdad. Son tiempos difíciles, impredecibles pero, ¿cuándo fueron fáciles? La historia de la humanidad es la historia de la lucha contra el miedo. Todos los avances laborales y sociales que actualmente disfrutamos provienen de personas que, en un momento dado, reunieron el coraje para sobreponerse al pánico que pretendía dejarles catatónicos. De gente que, conocedores de su mortalidad, se atrevieron a mirar a los ojos de la bestia para mejorar sus derechos y los de las generaciones venideras. No eran super-mujeres ni super-hombres. Eran seres corrientes, como usted o como yo. Obreros, sindicalistas, activistas, maestros, amas de casa, creyentes o agnósticos, soñadores o pragmáticos. Pero siempre lúcidos y conscientes. Entre todos contribuyeron a forjar la esperanza de un mundo mejor y más justo más allá de la perspectiva de su propia existencia. Hoy, después de una asamblea en mi centro de trabajo, he vuelto a ver al miedo ganando posiciones entre los concurrentes. Intentando restarnos dignidad. Robándonos el ingrediente que más sentido aporta a nuestra especie : la capacidad de rebelarnos ante la injusticia y los atropellos. No se trata de desprendernos totalmente del miedo, es algo innato a nuestra naturaleza. Pero sí de arrinconarlo para no dejar que tome las riendas de nuestro destino. El próximo 14 de agosto, ciudadanas y ciudadanos españoles, franceses y de otras nacionalidades, también emigrantes, emprenderemos una marcha desde Zaragoza hasta Bruselas para deshacernos de ese miedo. Para reclamar el respeto que nos están arrebatando. Para enfrentarnos cara a cara con él y prender una llamarada de esperanza que alumbre esta tenebrosa etapa. Recuerden que, dentro de cien años, todos nosotros estaremos muertos. Pero podemos intentar, antes de convertirnos en polvo y calaveras, haber sobrevivido a los fantasmas que ahora tanto nos asustan. Haber acongojado al mismísimo miedo para poder gozar mejor de nuestra vida.
Publicado en Público el 9 de agosto del 2010
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