REPRESIÓN EN LAS AULAS
Que la Iglesia Católica tiene graves problemas con una educación sexual sana y libre de prejuicios no es un secreto para nadie. Desconozco en qué momento de la historia decidieron que, criminalizar el sexo y contaminarlo de connotaciones perversas y pecaminosas, facilitaría a los fieles el acceso directo a una parcela en el cielo. Tiendo a pensar que la demonización con la que manejan este asunto proviene de la certeza de que, ejercer el control sobre algo tan intrínsecamente humano como la sexualidad y la reproducción, equivale a a hacerlo sobre todas las facetas de nuestra existencia. Y la Iglesia que siempre ha tenido querencia a posicionarse al lado del poder, y aún más si este se ejerce de una forma totalitaria y represiva, ha contribuido con sus principios a someter a las personas hasta en las más íntimas parcelas de su naturaleza. Ahora, en la Comunidad de Valencia, han elaborado un programa de educación sexual para niños que se impartirá también en los colegios públicos concertados.
Entre las joyas que podemos destacar del mensaje que quieren inculcar a los infantes hayamos algunas perlas como estas: "La masturbación es un vicio y la homosexualidad una disfunción". Ignoro si, desde la óptica de una sociedad plural y aconfesional, difundir este tipo de mensajes que ahondan en el odio y el oscurantismo no podría considerarse como un delito. Pero lo que sí me lo parece, a mi modesto criterio, es que se haga utilizando el dinero público de todos los ciudadanos. No opina lo mismo el conseller de Educación que asegura que los Obispos están haciendo lo que les corresponde. Pero,¿y él mismo?. ¿ No le corresponde a este responsable del Gobierno valenciano prevenir a los menores de cualquier contaminación ideológica o religiosa en las aulas? ¿Acaso no está incurriendo en una grave irresponsabilidad política subvencionando con el dinero de todos la proliferación del mensaje de intransigencia del Arzobispado de Valencia? Solo una educación sexual libre de prejuicios y falsos mitos puede garantizar una sociedad más sana y equitativa. Evitar embarazos no deseados, transmisión de enfermedades o violencia de género dependen de ello. Y patologizar a los que entienden la sexualidad al margen de los roles católicos no contribuye a formar a los menores en el clima de tolerancia tan necesario para conseguir ciudadanas y ciudadanos más respetuosos con la orientación sexual del prójimo. Por el contrario, siembran la semilla de la discordia y nos devuelven a las brumas de la ignorancia donde consiguió instalarnos la doctrina católica.
Publicado en Público
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