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LA EPIDEMIA LEVANTINA

LA EPIDEMIA LEVANTINA

Yo no se qué pasa en la tierra de las flores para que los corruptos se multipliquen con la alegría de un virus recalcitrante. Puede que sea el clima, cálido y fértil, propicio a la proliferación de agentes patógenos que se agarran como vulgares garrapatas al pellejo del poder. El caso es que el espectro, léase literalmente, político nos ofrece un bestiario de personajes nefastos cuya mayor peculiaridad consiste en revolcarse profusamente en los fangos de la corrupción. Desde el elegante Camps hasta el insumiso Valcárcel, Levante cuenta con un nutrido grupo de "ciudadanos ejemplares" empeñados en hacer de la cosa pública su negocio agostero particular. No podemos olvidar el increible caso del irreducto Fabra que resiste el asedio judicial como solo pueden hacerlo los elegidos por los hados de la suerte. O el reciente escándalo del presidente de la Diputación alicantina Jose Joaquín Ripoll, de la escuela zaplanista, sobre el que ahora planean nubarrones de sospecha que deberá despejar, si puede, en los tribunales. Amén de apropiaciones indebidas y surtidas corruptelas, otro rasgo que caracteriza a los políticos levantinos es su lenguaraz acititud. Especímenes como Rita Barberá, que parece arrancada de las páginas de una versión fasciosa del tebeo, o el provocador Alfonso Rus, licenciado con honores en la academia del improperio y que no puede, ni quiere, esconder su tórrido concubinato con la extrema derecha. De acuerdo con que la corrupción no es monopolio del PP, no obstante sus representantes levantinos se llevan la palma en el ranking nacional.

Y Rajoy, ¿qué dice de todo esto? Impasible el ademán, el líder de los peperos ha confirmado lo que todos nos temíamos: ¡ Qué calorcito nos va a hacer este verano

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