MÁS CORNADAS DA EL HAMBRE
Según el profesor en veterianaria, Juan Carlos Llera, los toros de lidia han desarrollado una respuesta neuroendocrina que modifica su umbral del dolor. Al parecer, quienes nos horrorizamos ante la sangrienta crueldad que se ejerce contra estos animales, no somos sino unos ignorantes sensibleros que desconocen que los toros han evolucionado para minimizar su sufrimiento y no enturbiar, de esta manera, las conciencias de los que disfrutan de "la fiesta" nacional. Todo un detalle por parte de los bichos. De pronto, se me ocurre que un experimento similar podría llevarse a cabo con los seres humanos. Con esas criaturas cuyos vientres hinchados por el hambre nos conmueven desde los informativos mientras damos buena cuenta de nuestra comida. O con aquellos que mueren destrozados en los cientos de conflictos que siembran el planeta y cuyos muñones y miembros amputados, alardean obscenos desde las imágenes, con el único propósito de amargarnos nuestra beatífica digestión.
Mi propuesta es la siguiente: ¿Por qué no introducirles un microchip bajo la piel que demuestre que estos seres se han adaptado genéticamente a la hambruna y al genocidio? A lo mejor, si se consigue verificar que su umbral de sufrimiento es muy inferior al nuestro, dejaremos de inquietarnos por su infortunio y lo asumiremos como una consecuencia lógica de la evolución natural y la adaptación al medio. La ciencia, siempre al servicio de las personas (pero de las del primer mundo con prioridad , claro), daría así un salto cualitativo al suprimir empíricamente los remordimientos de la sociedad privilegiada para que pudiéramos seguir gozando de la fiesta, o el festín, sin que sus padecimientos consiguieran removernos las entrañas.
Publicado en el diario Público y en 20minutos el 23 de julio del 2009
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Seguidora y fan -
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