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EL DOLOR DE UN MAL SUEÑO

EL DOLOR DE UN MAL SUEÑO
Coincido plenamente con la opinión de Valle-Inclán: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.”  Desde que don Ramón María manifestó esta observación, ha bajado mucha agua por el Ebro. Pero la cruda realidad que encerraban sus palabras ha permanecido inmutable, pese a la alternancia de regímenes, épocas  y gobiernos, hasta la actualidad. El esperpento social que retrató espléndidamente en su Luces de Bohemia  es perfectamente extrapolable a  nuestros días.
Si Max Estrella pudiera vernos ahora (cosa improbable en un ciego). O mejor dicho, si el poeta bohemio, irreverente y deslenguado se encontrara con una ciudadanía supuestamente alfabetizada, con posibilidades cuasi infinitas de conseguir información y que siguiera dejando las riendas de su destino en manos de chabacanos, mediocres y amigos de lo ajeno (sobre todo si sale de lo público), se tomaría un chupito de cianuro. A Max le desgarraba esa España suya con olor a beatas y políticos corruptos. Esa España de graves conflictos y desigualdades en la que la pobreza e ignorancia de muchos engordaba la buchaca de unos pocos. La injusticia que percibía era el dolor de un mal sueño del que nos cuesta demasiado despertar.
No se qué imagen deformada podría dar este gobierno en un callejón de espejos convexos y cóncavos. Pero no necesitamos hacer un ejercicio de imaginación después de ver el vídeo de autobombo con el que el PP ha querido despedir su candidatura. Obviando que es un plagio de la campaña de un líder político iberoamericano, el trhiller pepero no tiene desperdicio. En él aparece una muchacha que llega a un hospital en estado crítico. Los profesionales sanitarios (no se aclara si pertenecen a la la sanidad pública) luchan contra el peor de los pronósticos, la muerte de la paciente, consiguiendo una milagrosa resurrección. Tras esmeradas atenciones, la paciente sale  con un aspecto ágil y saludable y vuelve su rostro hacia el sol descubriendo que, algún extraño virus contraído en los quirófanos, ha hecho que mutara el color de su tez provocando que la bandera de España se haya quedado grabada en su cara per secula seculorum. Alguno pensará que soy un poco boba y que no he entendido la sutil metáfora que representa esta historia. La cuestión es que, cuando pienso en una joven y moribunda España en manos de cirujanos como Montoro, Fátima Báñez, Guindos o Rajoy, la única resurrección que me parece creíble es la de Frankenstein. Sobre todo si consideramos que la sufrida paciente había sido previamente mutilada y recortada por sus supuestos sanadores y a la hora de volverla a montar decidieron prescindir de algunos miembros que consideraron superfluos. Como el cerebro y el corazón.
Lo del cerebro lo digo porque no paran de insultar a nuestra inteligencia. Este video es solo otra esperpéntico mueca y, porque no decirlo, un atentado al buen gusto. Y el corazón no es un órgano compatible con los planes que preparan para esa walking spanish dead que han echado a andar con la cara tatuada de su patrioterismo carroñero.
Menos mal que siempre nos quedarán los obispos para proteger a los débiles de los abusos. Cristianos intachables como el obispo Cañizares que aconseja desconfiar de los refugiados sirios y dice que lo de la pobreza en España es un cuento chino. Que él no ha notado  que haya aumentado el número de mendigos desde su atalaya. Contradice lo que dice Cáritas. Pero cómo vamos a fiarnos de esos bolcheviques que no hacen más que denunciar el incremento de la pobreza (sobre todo la infantil) y tocar las narices al señor obispo. ¡Cáritas, otros rojeras como ese jodido Jesucristo.! Como decía el Quijjote: Cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces.
Hoy he tenido inquietantes noticias sobre los activistas de las Euromarchas. Al menos 120 personas han sido detenidas en el transcurso de una acción pacífica en Bruselas. Entre ellos 30 españoles, algunos de ellos miembros conocidos y queridos de la Marea Blanca aragonesa. Han sido esposados con bridas bajo la lluvia durante horas y posteriormente arrestados en dependencias policiales. En el momento que escribo estas líneas he podido hablar con ellos y se que se encuentran en libertad y se dirigen al Parlamento Europeo.
Esa es la España que se levanta sin intervención de brujos ni matasanos. La que no se rinde, la que no rebla ante la injusticia pese a la tozudez con la que gusta de azotarnos. Luchan contra las políticas de austeridad y el TTIP. La pobreza de ahora y la que nos están preparando. Y no necesitan tatuarse una bandera ni recurrir a milagros. Tienen la razón. Y  corazón y cerebro suficiente para plantar cara a los mismos enemigos que tuvo Max Estrella. Enemigos de la patria y de patriotas como los euromarchistas que han llegado a Bruselas para dejar atrás un mal sueño. Para salir de la pesadilla de esa España deforme y deformante que asfixia todo lo grande y hermoso que tenemos intentando convertirlo en esperpento-

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