COBARDES MADE IN ISRAEL... Y CÍA
Solo por haber amenazado de muerte a varias personas (incluida la alcaldesa madrileña), colectivos enteros, etnias, periodistas o cadenas de televisión. O por hacer arrebatadas loas a Hitler añorando esas chimeneas de los hornos crematorios que, según afirman, hoy se necesitan más que nunca para eliminar "rojos" y "guarros". Solo por unas cuantas, muchas para ser sinceros, desafortunadas frases colgadas en su chat profesional de policías municipales haciendo uso de su legítimo derecho de libertad de expresión... les llaman malas personas. ¡No es justo!
He de admitir que una tristeza bruna me oprime el corazón cuando contemplo el fantasmagórico paisaje que ha dejado el fuego a su paso por el norte. Como una fuerza diabólica e implacable arrasó con la vida de personas animales, árboles, casas, granjas, trabajo e ilusiones reduciéndolo todo a unas cenizas negras que ahora se filtran por los acuíferos y contaminan el suelo, los ríos y la costa gallega. Es lo que se denomina una catástrofe medioambiental.
Como ya es costumbre en nuestro presidente siempre que el país se ve agitado por una crisis de enjundia, Mariano pone tierra de por medio. Pero esta vez no ha sido algo tan banal como un partido de fútbol lo que le ha servido para distanciarse del problema de turno. Rajoy ha cruzado el charco hasta el mismísimo corazón del Imperio para entrevistarse con el Sumo Sacerdote, con el oráculo del tuit, con ese adonis rubio de tez anaranjada y fluido verbo que aprendió diplomacia en algún manicomio llamado Donald Trump.
Entre las docenas de chistes y memes que circulan estos días por la red, sobre las medidas que se están tomando para impedir el referéndum catalán, he leído algunos que me parecen geniales. Por ejemplo uno que sugiere a los organizadores que escondan las papeletas para votar... en las cunetas porque allí nunca miran. Humor negro, esperpéntico, como no podía ser de otra manera dada la situación valleinclanesca que atravesamos, ¡y cuándo no! los carpetovetones. Pero declarar un estado de excepción en Cataluña no tiene ninguna gracia.
Parece ser que no basta con cometer un delito para ser un criminal. Según el criterio de algún juez que vive anclado emocionalmente al franquismo, es suficiente con pensar o debatir sobre el asunto. Ya saben, como en el catecismo, que se puede ser pecador de pensamiento aunque seas un ser virtuoso en tus actos cotidianos. Hay que domesticar esas cabecitas locas que, a fuerza de darle al caletre, se pueden venir arriba y sacar los pies del tiesto. Y si no lo hace el temor a dios, ahí están algunos jueces fascistoides como el que suspendió un acto este domingo en Madrid por considerar que se hacía apología de la consulta independentista.