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UNA HIENA NUNCA LO HARÍA

Soy abiertamente animalista. Y en ese sentir incluyo mi pasión, no solo por el resto de animales, sino también por esa especie de monos parlantes a la que pertenezco.
El homo sapiens tiene la facultad del lenguaje, de poder construir un pensamiento elaborado y por ende, de mentir, distorsionar y manipular a sus congéneres. En eso no hay cacatúa que nos pueda. Se supone que, semejante talento, debiera servir para determinar la diferencia intelectual con las demás bestias. Craso error. Hay humanos que cuando abren la boca solo emiten rebuznos inconexos. Como el Obispo de Málaga, asegurando que una unió gay es similar al enlace entre un perro y un humano. A los homófobos ya no les basta con poner ejemplos sobre peras y manzanas. Ahora les va más el rollo zoofílico. Y no me extraña en absoluto. Porque algunos miembros de la iglesia parecen más alimañas que las propias alimañas.
Fue un sacerdote, llamado Jesús Calvo, quien afirmó en un programa televisivo que el cáncer del concejal Zerolo era un castigo divino por su homosexualidad. No existe bicho en el mundo capaz de superar esta bajeza. Pero en el género humano sí. Podemos doblar y triplicar nuestra maldad hasta el infinito y más allá. Y para confirmarlo, este mismo sacerdote aprovechó su presencia en la tele para pedir la pena capital para los abortistas. ¡Qué gran ejemplo de cristiandad!
¡En fin!, que como defensora de los derechos de los animales quiero hacer constar una rotunda protesta por la comparación a la que son sometidos con algunos individuos de nuestra especie. Ninguna otra criatura discrimina por la orientación sexual a sus congéneres. A  una hiena no se le margina en la manada por ser boyera. Eso es una mindundada que les da la risa floja. Ellas están a cosas importantes como garantizar la supervivencia de sus crías. Evitar que mueran de hambre. En cambio, uno de cada tres niños españoles viven bajo el umbral de la pobreza y los gerifaltes de nuestra manada humana (y espiritual) prefieren debatir sobre el sexo de los ángeles o de los concejales. ¿Evolución? Créanme, una hiena nunca lo haría.

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