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LA VIDA NO VALE NADA

LA VIDA NO VALE NADA
En su último programa, el "Follonero" volvió a meter el dedo en la llaga. Una llaga supurante y visiblemente infectada que llamamos democracia. Resulta que los suizos la entienden de una forma que dista bastante de la nuestra. En Suiza existe eso que aquí nos suena a chino, la democracia participativa. Las listas de los candidatos son abiertas y la ciudadanía está acostumbrada a promover iniciativas legislativas populares que se materializan en referendums populares. Para sacar adelante una ILP se necesitan 50.000 firmas (diez veces menos de lo que se requiere en España). Pero lo más sorprendente es que estas iniciativas no acaban en agua de borrajas. Tienen un carácter vinculante. Es decir, lo que el pueblo vota, acaba siendo ley. Cualquiera de los que nos hemos visto envueltos alguna vez en la recogida y presentación de firmas para una ILP, sabemos de la frustración que supone ver como nuestra labor acaba en el cubo de los sueños reciclables. En Suiza votan en 4 o 5 referendums anuales. En España solo hemos tenido 2 en todo nuestro periplo democrático. Es evidente que estamos verdes. Pero no solo en lo referente a este tema. Los suizos entienden que ellos son el Estado. Los ciudadanos se involucran directamente en la cosa pública. En alguna medida, todos son políticos. En este país es al revés. Todavía prevalece la imagen del estado como ese padre-patrón que toma decisiones en nombre de unos hijos que prefieren declararse mayoritariamente apolíticos. Es verdad que el pueblo soberano también puede equivocarse. Pero al menos será el dueño de su propio destino y no la víctima inane de decisiones ajenas a sus intereses. Si entendiéramos así la democracia no parecería tan tremendo someter a referéndum la independencia de Cataluña. Es más, en una sociedad más comprometida y con mecanismos de participación ciudadana, quizás no se habría llegado a plantear esta cuestión. Somos muchos los que, sin ser catalanes, quisiéramos la independencia de este estado casposo y parricida. En cualquier caso, de nosotros depende abandonar el sillón de las lamentaciones para agarrar el toro por los cuernos. Sacar a pasear el cuerpo para reclamar lo que nos pertenece por derecho: las riendas de la democracia.
Si no lo hacemos, seremos co-responsables de nuestro cautiverio. Nuestra vida, nuestro futuro, no valdrá nada de nada. "La vida no vale nada si en fin lo que me rodea no puedo cambiar cual fuera lo que tengo y que me ampara" (Pablo Milanés).

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