EL TERCER SUPUESTO
Durante el gobierno de Aznar, el tercer supuesto de despenalización del aborto servía para maquillar la legalidad de todas las interrupciones bajo una macilenta capa de hipocresía. La mujer que se acogía a al tercer supuesto debía sentarse frente a un psicólogo y urdir una mentira para justificar su decisión. Argumentar problemas psicológicos era el recurso más manido. Desde la retorcida moral de esta farisea ley, la mujer que quiere abortar tiene que sufrir algún trastorno mental. Alguna anomalía que explique el grave pecado contra-natura que cometen estas infelices.
En aquella época, si tenías que pasar por ese trance, era difícil mantener la dignidad intacta. Al ambiente semi-clandestino de las clínicas había que añadir la humillación de estar obligada a inventarte una excusa que despenalizara tus actos. Si te negabas a hacerlo, el loquero encargado de cumplir con este trámite se sacaba alguna patología de la manga. Había que cubrir el expediente.
También existía un cuarto supuesto (al que recurrían las niñas de las buenas familias nacionalcatólicas) que no estaba tipificado en ningún código penal. Lo que se vino a llamar el turismo abortivo.Era una solución discreta y nada vejatoria para los deslices de las damas de la alta sociedad. La élite que legislaba sobre la conciencia del resto de los mortales.
Pero a pesar de todo, el número de embarazos interrumpidos durante el mandato aznarino fue sensiblemente superior al de los practicados con la ley de plazos y el uso de la píldora contraceptiva. Son datos que demuestran que la libertad no aumenta el número de interrupciones.
Por eso resulta incomprensible la política de regreso al pasado que quiere acometer el gobierno de Rajoy. ¿A quién quieren engañar? ¿A sus votantes ultracatólicos, a sus aliados los Obispos, a los defensores de la doble moral tradicional de la derecha patria? Todos son conscientes de que volver a restringir la ley del aborto no salvará más almas. Solo pondrá las cosas más difíciles a las mujeres pobres. Como en todo. Combinar la feminidad con los pocos recursos te convierte en el chipo expiatorio de los beatones pro-vida. Ellos seguirán lavando sus trapos sucios aparte pero muchas mujeres pasarán de nuevo a la clandestinidad. ¿Qué clase de ética es esta? ¿Qué clase de justicia social?
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