EL COLOR DEL SENTIMIENTO

Existe gente que, por muy nívea que sea su piel, tiene un interior negro y putrefacto. Uno de estos especímenes encabeza la lista de PxC en la localidad de Manresa. Es verdad que este partido declaradamente xenófobo acoge a lo peorcico de cada casa pero, Albert Pericas, sobresale con matrícula entre la chusma racista que lo compone. Pericas es un skinhead sin complejos. Recientemente, ha saltado al estrellato de lo deleznable por colgar en su facebook unas declaraciones sobre la sospechosa muerte de un marroquí detenido por los Mossos. "Un gasto menos para el erario público" graznó el pajarraco de ala de cuervo. Y un coro de avechuchos cibernaúticos, con una esvástica por corazón, celebran el indecente chascarrillo. Si vergonzoso resulta para la sociedad en general, y la catalana en particular, que haya individuos que puedan expresar con esta alegría su mala entraña, mucho más lo es que lleguen a ocupar cargos públicos. Porque este Goebbels de pacotilla no ha medrado en política por un azar del destino sino gracias a los votos de 1.500 de sus conciudadanos. Y esto sí que es alarmante, porque demuestra que la ponzoña xenófoba  ha envenenado el sentimiento de una parte de la población. En España los artículos 510 y 607.2 del Código Penal persiguen el racismo, la xenofobia y la discriminación con penas de uno a tres años contra quienes «provocaran a la discriminación, el odio o la violencia contra grupos» por la «pertenencia de sus miembros a una etnia o raza y su origen nacional». Existen suficientes precedentes en PxC para asegurar que incita al odio racial. Entonces, ¿Por qué no se ilegaliza esta formación? ¿Por qué no se procesa a quienes desde puestos de responsabilidad inoculan este veneno? La legislación cuenta con los instrumentos necesarios. Si no se hace, será por complicidad o cobardía. De no atajarse este gérmen, no duden que acabaremos arrepintiéndonos más temprano que tarde.