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LA SOLUCIÓN FINAL

LA SOLUCIÓN FINAL

El presidente de la CEOE Gerardo Díaz-Ferrán, ese ínclito empresario cuyo contorsionismo ético le permite satanizar el gasto público a la par que solicita ayudas del estado. Ese líder espiritual de la patronal que representa al sector del empresariado más desentrañado y antropófago con sus trabajadores. El mismo que es investigado por estafa, porque continuó vendiendo los billetes de su compañía tres días después que un juez paralizara su venta, y mantiene a sus trabajadores, tras llevar diez meses sin cobrar sus nóminas, en un limbo legal que les impide hacer valer sus derechos. Ecce homo, ha lanzado las tres propuestas milagrosas para reactivar el diálogo social y darle un subidón a la economía, a saber: despido libre, reducción salarial y, esta última me encanta, alargar la edad de jubilación hasta los 70 años. Es lógico. Por todos es sabido que un sueldo miserable unido a la indefensión laboral estimulan mucho el consumo y ayuda a levantar la economía. Por otro lado, también es de conocimiento popular que los empresarios sienten debilidad por los trabajadores mayores de cincuenta y existe la posibilidad de que acaben a bofatadas por contratar a los´sexagenarios y septagenarios solo por satisfacer esa vena filantrópica que les impulsa a la hora de seleccionar a sus empleados.
Pero nada debemos temer la clase trabajadora porque, amén de la pericia que caracteriza a nuestros represantantes sindicales y ese largo e intachable historial que les avala y nos garantiza que nunca aceptarán semejantes tropelías, contamos con el consuelo que el "padrino-patrón", don Gerardo, nos ha aportado con sus pedagógicas palabras: "Los empresarios no son el problema, sino la solución". Pero al muy pícaro le ha faltado completar la frase. La solución sí, pero la solución final a todos los derechos laborales. El exterminio de la dignidad obrera como solución para satisfacer su insaciable avidez de hacer dineros. En el Holocausto, muchas víctimas fueron conducidas dócilmente al matadero incrédulas y catatónicas ante la suerte que corrían. Incapaces de reaccionar. Que no nos pase lo mismo a los trabajadores de este país porque ya se olfatea el humo del crematorio, donde quieren reducir a cenizas todos los logros de la historia de la lucha obrera.

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