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UN ASUNTO DE FAMILIA (Novela)

Un asunto de familia (últimos capítulos)

Un asunto de familia (últimos capítulos)

                                                              CAPÍTULO XV

Gilabert había convencido a Sempere de salir precipitadamente hacia La Cartuja nada más escuchar el relato de Marga. Conocía a Barceló como para saber que, fuesen cuáles fuesen los motivos que le impulsaban, no pararía hasta cumplir su objetivo. Barceló era hijo de un afamado comerciante catalán que se enriqueció con oportunas importaciones iberoamericanas. Con la misma facilidad dilapidó su fortuna. Se rumoreaba que en juego y otros placeres mundanos. Su extensa prole se vio con la única herencia de un pasado espléndido y poco más. El policía siempre había idolatrado a su padre. La respetabilidad que le otorgaba su apellido le habría la puerta a soñar con tiempos mejores. Años en los que los salones de la casa de sus padres se preparaban para elegantes fiestas de sociedad y una cohorte de criados adornaban la casa llenándola de flores. Años en los que era frecuente escuchar a sus hermanas bromeando con su profesor de piano. Una época en la que ser hijo de Enric Barceló significaba el acceso a relaciones selectas. El detective recordó el extraño comportamiento de Barceló en comisaría, cuando los citó para entregarles los supuestos documentos de Montalbán.

Gilabert y Sempere llamaron con insistencia pero nadie contestó desde dentro. El detective comenzó a vocear diciendo que eran policías y debían abrir la puerta. Pasaron unos instantes y tras la puerta apareció la menuda imagen del frailecillo cuidador de Angulo. Parecía sufrir algún tipo de convulsión nerviosa. Su cara se hallaba cubierta de lágrimas y balbuceaba algo incomprensible para los investigadores:

¡Muertos! Federico y ese hombre… ¡muertos los dos!

¿Qué ha pasado? ¿Dónde están?

El monje, incapaz de articular más palabras, tomó a Gilabert del brazo y lo condujo hasta la celda de Angulo. Allí, un racimo de monjes se persignaban y soltaban exclamaciones de desolado asombro ante lo que podían ver. Un fraile que parecía investido de autoridad, pidió a los detectives que se identificaran. Gilabert le enseñó su licencia y llamó ante él a la policía para tranquilizarlo.

En comisaría me han dicho que no toquemos nada, ¿están seguros de que ambos están muertos?

Desdichadamente así es, hijo mío.- suspiró profundamente consternado el superior de la Cartuja.- Cuando hemos oído las detonaciones, todos hemos acudido corriendo. El hermano encargado de la enfermería les ha tomado el pulso a ambos en cuanto los hemos descubierto. Pero ya ha visto que no hacía falta.

Gilabert asintió con la cabeza. Los cadáveres de los dos hombres tenían los sesos por los suelos. Barceló todavía sostenía el arma en su mano desmayada. Aparentemente había disparado contra el anciano y después se había suicidado. Pau sintió una punzada en el vientre cuando vio el cadáver de su antiguo compañero. Pero se repuso cuando recordó lo que tenía planeado hacer con Marga. Decididamente, este caso había estado plagado de psicópatas desde el principio. Heráclio Silva era una especie de catalizador de desequilibrados aún estando muerto. Si es que lo estaba.

La policía les entretuvo todavía un buen rato en la Cartuja. Cuando se dirigían hacia su coche escucharon una vocecilla que les llamaba tras unos arbustos. Al momento identificaron al cándido monje que se encargaba de Angulo.

¡No pueden irse aún! ¡Tengo algo para ustedes!- Y les mostró un grueso sobre dirigido a Pau Gilabert.- Federico estaba excitadísimo estos días. Extrañamente contento. Me entregó esto para que lo custodiara e insistió en que, suponiendo que algo le pasara, se lo entregaría a usted personalmente.

El atribulado monje se lo entregó y desapareció corriendo antes de que reaccionaran. El detective palpó el contenido del sobre y notó que contenía algo duro. Intuyó enseguida parte del contenido de esta misiva.

 

 

                                                                   CAPÍTULO DIECISÉIS

Marga y Sempere se daban abrazos afectuosos en el sofá de Gilabert. Aunque se hubiera dejado llevar de buena gana por la emotividad reinante, consiguió separarlos para centrar su atención en el póstumo mensaje de Angulo. Como él mismo había deducido por el tacto, el contenido consistía en unas hojas manuscritas y un objeto que no le era desconocido: el misterioso librillo con tapas de cuero que siempre manoseaba el cartujo.

La carta decía así:

“ Estimado Gilabert:

Si esto llega a su poder, significará que no he sobrevivido para poder contárselo todo personalmente. No obstante, usted me simpatiza y no he querido irme de este mundo sin desvelarle la verdad. Mi verdad.

Como habrá deducido a estas alturas, Heráclio Silva está muerto. Murió en ese incendio del psiquiátrico hace más de veinte años. Ya se, ya se que tanto su familia como yo hemos mentido miserablemente sobre este hecho. Espero que tras leer estas líneas pueda perdonar que hayamos intentado utilizarle para nuestros objetivos. Dolores y yo ideamos un delirante plan que, a estas alturas, compruebo que se nos ha ido de las manos. Queríamos resucitar el pasado para vengarnos de los que abandonaron a mi amigo a su destino, pero otros demonios se han encarnado y ya hay dos víctimas como resultado. Aunque la verdad es que ninguno de los dos, ni la madre de la cría ni el enfermero, merecen un minuto de silencio.

Como ya le dije, yo amaba a mi amigo. Sabía por supuesto de sus debilidades. Pero alguien tan excelente está exento de ciertos convencionalismos que solo valen para los adocenados y los mediocres. Pero por encima de sus vicios o depravaciones estaba su ambición. Y esta fue la que lo perdió. Parte de lo que ha ido descubriendo es cierto. La depravada sociedad de la que tanto hemos hablado existió y estaba compuesta por gente poderosa. Silva seducía jovencitas y las conducía ante ellos. ¡Pero nunca participó en las torturas y violaciones! El solo se las entregaba como corderitos. Cuando acababan con ellas, le llamaban para que se deshiciera de los cadáveres. El mismo ideó la patraña del supuesto psicópata. Le parecía divertida la puesta en escena y además desviaba cualquier sospecha.

Yo desconocía estos hechos. Sabía de sus relaciones sexuales libertinas e incluso incestuosas. No olvide que era su consejero espiritual también. Pero le mentí, nunca lo fui de ese otro grupo de degenerados que, por otro lado fueron los responsables de la destrucción total de Heráclio.

Urdieron la forma de deshacerse de él. Tras el escándalo por el asesinato de la hermana de Montse Arnau se volvieron miedosos. Ni Madalena ni Lolita conocían la naturaleza de la relación de Heráclio con este grupo de degenerados. Mandaron un emisario a casa de los Silva para que hablara con su mujer. Se trataba de una persona muy influyente: el industrial Barceló. Le contó a Madalena la clase de alianza que su marido tenía en común con ellos. Por mucho que su relación con Heráclio la hubiera convertido en un ser vicioso y sin voluntad, el relato de estos crímenes y la participación de su esposo en ellos la horrorizó. Madalena conocía bien a Barceló. Formaba parte del círculo licencioso en el que se relacionaban y no tenía ningún motivo para dudar de lo que estaba oyendo. Barceló la convenció de que su marido estaba descontrolado y actuaba por cuenta propia. Le dijo que él mismo le había confesado hace unos días que guardaba restos de las víctimas en el sótano de su casa. Por supuesto ellos se habían encargado de que, cuando Madalena fuera a mirar, estos despojos estuvieran allí. Madalena actuó como madre por primera vez en su vida. A pesar de la absoluta dependencia que tenía de Heráclio, optó por proteger de una vez a la pequeña Lolita. Lo denunció a la policía.

Aunque averiguó más tarde la verdad, no se atrevió a enfrentarse a los cómplices de su marido porque las amenazas fueron definitivas. Fui yo quién ayudé a Madalena y a Lolita a sobrevivir. La pobre niña se esforzó y se transformó en una mujer apasionante, ¿no le parece detective? No crea que se trata de una mujer mutilada por los abusos de la infancia. Heráclio la amó y ella lo sabía. Juró vengarse sobre la tumba de su padre y yo me juré a mí mismo que la ayudaría. Ella le contará el resto de la historia.

¿Ya sabe quien asesinó a la mujer y al enfermero?

Le diré algo: su amigo el inspector le puede contestar sobre este tema. Cuando nosotros destapamos la caja de los truenos contratándolo a usted, algunas personas se pusieron nerviosas. Barceló visitó a Montalbán cuando usted le puso sobre su pista. Allí descubrió que entre lo que Montalbán pretendía venderles, había una lista de nombres entre los que aparecía el de su padre. Por eso lo mató. Pero el muy estúpido no sabía que ya me había vendido una copia a mí. Ese era nuestro objetivo detective, encontrar la lista con los nombres de todos los que debían ser castigados. Ahora la tengo y resulta que todos están muertos.

En cuanto al crimen de la mujer, yo le aconsejaría que pensara en Montse Arnau. Después de años de correspondencia con ella, intentando devolver un poco de paz a su vida, no he recibido mas que muestras de una profunda alteración emocional. La creo capaz de cualquier cosa.

No espero que comprenda la naturaleza del cariño que me unía a Heráclio. Lo mismo sucede con Madalena y Dolores. Aunque usted lo vea como un monstruo y probablemente lo fue, nosotros amábamos a ese ser divino y especial que no parecía hecho para un mundo tan ordinario.

Que tenga mucha suerte:

Federico Angulo

Pdt . : Cuida de Lolita y Madalena. Se que eres un buen chico.”

 

                                                                         CAPÍTULO DIECISIETE

Después de leer en voz alta la carta de Angulo, Gilabert abrió el pequeño libro de cuero negro. En sus páginas solo encontró lo que cabe esperar en un libro de oración: versículos de la Biblia, Los tres amigos desconocían cuál podía ser la importancia del pequeño misal.

Debe tratarse de una clave o una serie de claves, ¿no creéis?- Exclamó Marga tras examinarlo detenidamente.

Puede ser.- coincidió Pau.- Pero será difícil descifrar el mensaje si no tenemos indicios de cómo hacerlo.

Aún no había acabado de pronunciar estas palabras, cuando el timbre de la puerta repiqueteó con insistencia. Cuando Sempere abrió la puerta, la turbadora presencia de Dolores Marco llenó toda la estancia.

Pensaba visitarla hoy mismo.- dijo con acento serio Gilabert.- Creo que tenemos muchas cosas de las que hablar.

Por supuesto detective.- Su tono era aterciopelado pero había un matiz de determinación en sus palabras.- Además, observo que tienen en las manos el principal motivo que ha originado todo esto.

¿Esto? - Exclamó Marga enarbolando el libro.

Ese libro contiene los nombres de todos los desgraciados que utilizaron y abandonaron a mi padre. Ese ha sido mi fin desde el principio. Por eso ideamos un plan entre Federico y yo. Mi madre nunca estuvo muy de acuerdo pero no se interpuso.

Pero, ¿Por qué?

Desde mi posición de periodista, tengo la facultad de elaborar reportajes de investigación que ayudan a desentrañar misterios. Pienso hacer públicas las actividades de este grupo y limpiar, al menos en parte, el nombre de mi padre.

Pero a estas alturas, todos deben estar muertos. ¿Qué sentido tiene todo esto?

Quizás ellos estén muertos, pero no toda su familia. Esa será nuestra postrera venganza: que sus familias conozcan todo el horror y la vergüenza como lo hicimos nosotras. - Hizo un dramático silencio en el que sus ojos brillaron con una energía espeluznante.- Yo tengo la clave para descifrar los códigos del cuaderno de Angulo. Al final, con algunos percances, el plan dio resultado y Federico consiguió la lista de manos de Montalbán. El pobre idiota le ofreció el diario personal de mi padre y ahí estaba todo. Angulo conocía la forma de descifrarlo porque mi padre lo había puesto en antecedentes de las claves.

¿Y todo por una lista de nombres? Eso no demuestra que cometieran ninguna felonía. No hay pruebas que los vinculen con esta historia.- apostilló Sempere.

Ahí te equivocas.- contestó Dolores exultante.- Con el diario de mi padre había una llave que se encontraba oculta bajo el forro de la tapa. Esa llave pertenece a la caja de seguridad de un banco. Ahí están las pruebas que necesito. Mi padre era un hombre previsor detective, guardó esas pruebas por si acaso sus influyentes amigos decidían no ayudarlo. En vez de eso, decidieron eliminarlo y nosotros perdimos el paradero de estas pruebas durante años. Ahora están bajo el forro del misal de Federico. Decidió copiar toda la información y camuflarla en este cuaderno negro que siempre llevaba encima. Aconsejó a Montalbán que continuara con la venta del diario que tenía concertada con ustedes e hizo una jugada que no pudo prever.

- ¡Barceló! - Adivinó Gilabert.

- Pues sí. Cometió un grave error. Barceló fue a visitar a Federico en el curso de la investigación. El industrial Barceló era una de las pocas personas de cuya participación en la sociedad no teníamos dudas.- Dolores, que había permanecido en pie durante la conversación, se derrumbó en un sillón.- Al tener a su hijo enfrente, no lo pudo aguantar y le contó todo sobre su padre. Barceló amenazó con hacerlo callar aunque fuese a tiros. Pero Federico, que no temía a la muerte, se burló de él diciéndole que todo iba a conocerse igualmente porque alguien iba a sacar a la luz toda la verdad.

- Después solo tuvo que sumar dos y dos, claro.- Gilabert comprendía todo con claridad meridiana.- Averiguó, igual que nosotros, que Montalbán había visitado a Angulo y luego yo mismo le conduje hasta él cuando le pedí información sobre el tipo.

- Por supuesto el infeliz enfermero no pudo darle lo que quería porque no sabía de qué le hablaba Barceló, y este decidió matarlo. La idea de decorar la escena del crimen se la dio el asesinato de la madre de Vanesa.

- Un clásico del crimen inducido, ¿no es verdad? - le interrumpió Marga.- Montserrat Arnau me dijo que fue el propio Barceló quien le puso sobre la pista de Dolores y le sugirió este asesinato para inculparla.

Desde que Federico le reveló a Barceló la verdadera identidad de su padre, inició sus averiguaciones y me localizó. – Dolores esbozó una amarga sonrisa.- Decidió que lo mejor era eliminarme y tramó el asesinato de la madre de Vanesa para incriminarme. Pensó que era mejor deshacerse de todos los testigos.

Y se sirvió de la trastornada Montse Arnau para sus propósitos.

Efectivamente. Ella fue también quien me atacó en mi casa. Al ver que su plan no avanzaba como esperaba decidió suprimirme personalmente, pero ustedes lo impidieron.

¿Y qué se supone que debemos hacer nosotros?

Entregarme el librillo y dejar que yo acabe con mi tarea.- y tras decir esto añadió con una encantadora sonrisa.- ¡Ah! Y cobrar. Les aseguro que sus honorarios van a ser muy jugosos.

De acuerdo.- contestó enseguida Gilabert sorprendiendo a sus amigos.- Pero tomemos un café en “Les Quatre Cats”. Hay algo que quiero preguntarle en privado.

 

                                                       EPÍLOGO

Dolores Marco y Pau Gilabert compartieron unos momentos en el café que tanto le gustaba al detective. Estaba claro que todo este asunto había sido un galimatías infernal que, en definitiva, solo había provocado dos nuevos asesinatos y la muerte de otras tres personas relacionadas con el caso. Todo para que Dolores pudiera ejecutar una venganza que no alcanzaba a comprender.

Necesitaba preguntarle algo.

Usted dirá.- la abogada le miraba con educada solicitud, y eso desconcertaba más a Gilabert. Parecía satisfecha, como si todo lo ocurrido hubiera valido la pena para ella.

¿Por qué todo esto? ¿Era mentira lo que usted me contó sobre la relación con su padre?

No, no era mentira. Mi padre y yo fuimos amantes. El me educó para pasar por alto algunos convencionalismos y vivir en libertad mi sexualidad desde niña. No espero que usted pueda comprenderlo.

Se hizo un incómodo silencio y Gilabert apuró su café con la intención de separarse para siempre de esta mujer que tanto le había turbado y cuya sola presencia le resultaba ahora insoportable. Pero antes le dijo:

¿Y para qué servirá hacer daño a las familias de esos tipos? Angulo dijo que estaban muertos.

Recuerda que le dije que los miembros del grupo tenían un distintivo peculiar.

Si, un tatuaje.

Le aconsejo que a partir de ahora, observe si entre políticos y financieros de este país se ha puesto de moda tatuarse motivos egipcios.

¿Quiere decir que la sociedad no se extinguió con la muerte de sus socios?

Quiero decir.- Aclaró con determinación Dolores.- que no soy la única que puede resucitar a los muertos.

Gilabert salió consternado del café. Decididamente, las cosas pocas veces son lo que parecen…

FIN

 

Capítulos XIII y XIV de "Un asunto de familia" ( novela)

Capítulos XIII y XIV de "Un asunto de familia" ( novela)

 

                                                        

 

 

                                                                               CAPÍTULO XIII

 

 

 

  • ¡Nunca debí fiarme de ti! ¡Estás como una puta regadera!

 

 

Se trataba, sin lugar a dudas, de la voz del inspector Barceló. Y estaba francamente colérico.

 

  • Debes estar loco si creías que haría lo que me habíais pedido.- Replicaba Montse Arnau sin asomo de temor ante la furia de su acompañante.- ¡Ella es inocente!, ¿no lo entiendes? ¡Es como Blanca!

  • ¡¿Y qué piensas hacer con ella?!- Las voces se aproximaban peligrosamente al detective que tenía que hacer auténticos esfuerzos para no saltar sobre ellos y golpearles hasta que confesaran qué significaba aquella conversación.- ¿vas a mantenerla eternamente prisionera?, ¿vas a suministrarle drogas de continuo para que no intente huir? ¡Por dios! No puedes retenerla ni dejarla libre, ¿no lo entiendes? ¡Sabe demasiado y es solo por tu culpa!

Hubo un breve silencio que a Gilabert le pareció una semana. Fue interrumpido por un sollozo profundo y desgarrado de la mujer que musitaba:

  • ¡Yo no queríaaa…! Ella es, es una chica muy, muy lista… como Blanquita.- Su voz sonaba desagradablemente infantil y aflautada.- Estaba muy cerca de descubrirlo todo, ¿sabes? Vino a verme y fue delicadamente amable conmigo. Muy comprensiva.

  • ¡Pero el hecho de que fuera tan amable no implicaba que tú le contaras todo!, ¡Maldita sea!- La voz de Barceló tronaba en los oídos de Pau. Desde el principio era consciente que ambos estaban hablando de Marga y, pese a las múltiples preguntas que la implicación de estos dos personajes le suscitaban, comprendió de inmediato que continuaba con vida. Estaba viva, retenida contra su voluntad y posiblemente drogada, pero viva.

  • Solo quería que entendiera nuestras razones ¡Parece tan buena y comprensiva!

  • ¡Oh, estás más loca de lo que me temía! Mira, conozco a esa chica desde que era una cría y sí es muy lista. Su tío la ha adiestrado muy bien para sonsacarle información a la gente. ¡Te engañó!, ¿no te das cuenta?

Gilabert tuvo que tragarse la impotencia que le producía el no dejar correr sus sentimientos homicidas hacia el inspector, hacia el hombre al que había considerado su amigo desde hacía muchos años, en el que siempre había confiado ciegamente. Pero consideró más oportuno continuar en el anonimato. Lo primero era rescatar a Marga, después ya ajustarían cuentas.

 

 

 

  • Ella me dijo que lo sabía todo, que confiara en ella.- La Arnau seguía hablando con una voz que no le pertenecía. El delirio se hacía patente no solo en sus palabras sino hasta en el propio tono y timbre en el que eran pronunciadas.

  • Pero no sabía nada de nada, ¡te engaño, mierda! ¡Y tú le largaste el cuento completito! Es culpa tuya si ahora tiene que morir.- Las voces se alejaron unos metros en dirección hacia donde estaban las estanterías. Luego, Pau escuchó unos ruidos y el sordo estruendo del metal al ser arrastrado por el suelo. Levantó cuidadosamente la tela que lo ocultaba y contempló la escena. Habían bajado las cajas que reposaban sobre los estantes y habían desplazado la estantería para acceder a un pequeño zulo, que permanecía camuflado en la pared detrás de unos cartones. O sea que era ahí donde tenían a Marga ¡Tenía que salvarla! Estaba seguro de que Barceló iría armado, lo cual le colocaba en desventaja frente a él. Además no debía desestimar la fuerza física de Montse Arnau. No veía la manera de enfrentarse físicamente a ambos, dadas las condiciones, y salir victorioso. ¡Se acordó de Sempere ¡ Volvió a cubrirse bajo su escondite y le mandó un breve mensaje por el móvil. MARGA EN PELIGRO. POLICÍA. APORREA PUERTA MIENTRAS LLEGAN.

Antes de que hubieran abierto la improvisada celda de Marga, se escuchó el repiqueteo del timbre y la voz de Sempere avisando de que había llamado a la policía y que pensaba echar la puerta abajo.

  • ¡Dios santo! Son esos entrometidos detectives.- Exclamó la Arnau con voz temblorosa. Pau, que los espiaba a hurtadillas, vio como volvían a colocar todo en su sitio. Barceló cogió del brazo a la aterrorizada mujer y antes de que ella misma o el detective pudieran reaccionar, sacó una pistola y le disparó en la cabeza sin mediar palabra.

  • Lo siento.- musitó, y a continuación salió del sótano a toda velocidad con el arma en la mano. Gilabert salió tras él tratando de pasar desapercibido, y pudo verle salir por una ventana trasera del edificio. El detective fue a abrir la puerta que Jordi golpeaba con todas sus fuerzas.

  • ¿Pero qué coño está pasando?- preguntó Sempere al borde del colapso nervioso.

  • ¡Corre, ven conmigo!- Y mientras ambos volaban hacia el sótano, escucharon la sirena del coche de policía. Antes de que bajaran del coche, habían violentado el candado de la improvisada celda. Allí encontraron a Marga con claros síntomas de estar drogada. Cuando su padrino la tomó en brazos abrió los ojos y al reconocer a sus amigos exclamó con dificultad:

  • No sabéis cuánto me alegro de veros.

 

Mientras Sempere acompañaba a Marga al hospital para que le fuera efectuado un reconocimiento, Gilbert explicaba a la policía todos los detalles de la escena que acababa de presenciar y tenía que lidiar con la incredulidad que les producía la intervención del inspector en los hechos.

  • ¡Pues claro que estoy absolutamente seguro! Era Barceló. No solo lo conozco perfectamente, hasta hoy mismo creía que contaba con su afecto y amistad.- Repetía una y otra vez a los dos agentes que le tomaban declaración.- ¿Por qué no le llaman por teléfono y averiguan dónde se encuentra?

  • Tranquilícese. Hemos mandado una patrulla a su casa y de encontrarse allí lo traeremos inmediatamente a comisaría para someterlo a un careo con usted.

  • ¡Está bien! Pero como dudo mucho de que den con él, les rogaría que me acompañaran al hospital para asegurarme de cómo se encuentra mi sobrina.

  • No hay ningún problema, no se preocupe. Está custodiada, no solo por su socio, también por un par de agentes que le prestarán protección el tiempo necesario hasta que aclaremos este entuerto.- contestó uno de los policías con aire incrédulo y condescendiente.- En cuanto esté lo suficientemente recuperada iremos a tomarle declaración sobre los hechos.

  • Señor, no encontramos al inspector Barceló en su domicilio y su móvil permanece fuera de servicio.- informó un policía barbilampiño que entró como una tromba en la dependencia.

  • ¡Mierda!- Exclamó el responsable de la investigación. Luego, volviendo los ojos hacia el arrebatado rostro del detective, concluyó.- Bueno. Iremos a ver como se encuentra la muchacha y si está en disposición de contarnos algo.

Cuando llegaron al hospital encontraron a Sempere en la puerta de la habitación junto a los policías que debían protegerla. Al ver a su amigo se levantó precipitadamente y le abrazó dejando correr el nerviosismo acumulado en estas horas en forma de verborrea impenitente:

  • Los médicos continúan reconociéndola, pero está bien hermano. Quería contarme cosas mientras veníamos en la ambulancia pero no se lo permití. ¡Diablo de chiquilla! Es una profesional de tomo y lomo.

Pau tranquilizó como pudo al pintoresco pelirrojo. Enseguida el médico salió para confirmarles que Marga se encontraba en perfecto estado y que el efecto de la droga que le habían administrado casi había desaparecido. Autorizó el interrogatorio haciendo hincapié en que no la agotaran demasiado. Al entrar en la habitación, vieron la carita infantil y querida de Marga que parecía aún más menuda entre las blancas sábanas del hospital. Pero les cucó un ojo con picardía y ambos supieron que realmente se encontraba bien. Tras besarla y abrazarla con auténtica fruición, todos los presentes, escucharon lo que tenía que contar:

  • Llevaba días dándole vueltas a la idea de que quizás, la señora Arnau tenía más claves de este enredo de lo que parecía a priori- Su voz era débil pero su tono poseía determinación.- Ya sabes tito, yo soy más intuitiva que racional. Así que cuando quedé con ella en su tienda, decidí ganarme su confianza explotando el intenso amor que decía tener por el recuerdo de su hermana.

  • ¡Chica lista!- Exclamó sin poder contenerse Sempere.

  • Ya os comenté lo que había leído acerca de los familiares de algunas víctimas de asesinato. Cuando no pueden cerrar el ciclo de su luto porque el asesino ha quedado impune de su crimen, entran en una rueda de desesperación muy peligrosa para su estabilidad emocional.

  • Pero Silva no resultó impune de sus delitos. Permaneció en el encierro hasta su muerte.- puntualizó el comisario Rius.

  • Ella nunca creyó que Silva hubiera muerto. Por eso mantenía correspondencia con Federico Angulo. No por que buscara una explicación al asesinato de su hermana sino porque quería descubrir lo que había pasado realmente con el psicópata.

  • ¿Y lo averiguó?- intervino Gilabert.

  • Creyó haberlo hecho pero no a través del fraile.- Marga era consciente de que su público ansiaba conocer toda la historia.- Fue el inspector Barceló, al que también había recurrido en multitud de ocasiones para indagar sobre Silva, el que le desveló la supuesta verdad.

  • ¿Pero qué podía saber Barceló sobre este asunto?- inquirió el comisario.

  • Le contó que, como sospechábamos, el incendio del psiquiátrico había sido un montaje para liberarlo de su encierro.- Marga estaba cansada pero no quería dejar de hablar.- Y que Silva continuaba vivo y oculto por su mujer y su hija.

  • Pero.¿cómo?

  • Se brindó a ayudarle en su venganza y entre ambos idearon un plan para hacerle salir de su escondrijo.

 

  • ¿Y ese plan incluía el asesinato de esa pobre mujer y de Montalbán?- Preguntó Marcos que no podía dar crédito a la intervención de su antiguo amigo Barceló en estos hechos.

  • Según me dijo, el asesinato de la mujer fue justificado por el inspector como un mal necesario para poner nerviosos a la familia de Silva. Al tratarse de una mujer que se había comportado cruelmente con su propia hija, actuó con ella sin un ápice de compasión.

  • ¡No me lo puedo creer!- Exclamó Rius sin poder dar crédito a lo que oía.

  • Eso me contó la señora Arnau. Me explicó que Barceló la había convencido de la necesidad de este crimen pues, en el caso de que Silva no diera señales de vida, él se encargaría de incriminar a Dolores Marco.

  • Entonces, ¿Montserrat Arnau sabía que Lola era la hija de Silva?

  • Desde el primer día. Fue el propio Barceló quién la puso en antecedentes de la identidad actual de Magdalena y de Dolores.

  • ¿Pero por qué iba a hacer Barceló todo esto?- El policía no podía salir de su asombro.

  • Ella me describió al inspector como una especie de ángel impartidor de justicia divina, pero yo estoy segura de que poseía motivos mucho más oscuros, aunque no pude deducirlos de nuestra conversación. Creo que ella misma los ignoraba.

  • ¿Y Montalbán?

  • Solo me dijo que había tenido que morir porque era un tipo peligroso y despreciable que podía poner en peligro sus planes. No pude averiguar nada más porque tras servirme una segunda taza de café, empecé a sentir un profundo sopor y desde entonces permanecí drogada y amordazada en su sótano. Cada vez que las tinieblas parecían deshacerse, aparecía ella con una inyección que me dejaba fuera de combate. Ignoro porque no se deshizo de mí después de haberse ido de la lengua.

  • Está claro. Por el mismo motivo por el que no pudo reprimirse de contarte todo esto: le recordabas demasiado a su hermana Blanca. Pero Barceló estaba dispuesto a ejecutarte sin ningún escrúpulo. ¡Miserable! Cuando le ponga las manos encima…- dijo Sempere sin querer reprimirse.

 

 

 

 

CAPÍTULO CATORCE

Barceló sabía que la verdad quedaría pronto al descubierto. Era consciente de que no podía silenciar a todos los que conocían la maldita lista que desvelaba los nombres de la Enéada. La reputación de un puñado de intachables y poderosos ciudadanos iba a quedar pisoteada y sometida al juicio de todo el mundo. También la de su padre. Pero antes acabaría con Angulo. Seguro que ese viejo loco estaría encantado de revelar mil detalles truculentos cuando todo saltara a la opinión pública. A las otras no les convenía significarse demasiado. Pero el viejo loco sabía que se estaba muriendo y no iba a privarse de hacerlo reventándolo todo. Le mataría aunque fuera lo último que hiciera en su vida.

Sabía que a estas alturas todo el mundo le estaría buscando. Pero no en vano se trataba de un excelente policía y se sirvió de su experiencia para caracterizarse y llegar sin problemas hasta la Cartuja. Allí mostró una identidad policial falsa al fraile que acudió a abrirle la puerta y le urgió a que le llevara ante Angulo, escudándose en una investigación en la que el anciano podía aportar algún dato.

Lo encontró en su celda sentado en la austera mecedora. Agarrando fuertemente el librillo de cuero negro entre sus huesudas manos.

Angulo alzó la mirada y reconoció inmediatamente, pese al disfraz, a la persona que había venido a visitarle. Una sonrisa espeluznante se dibujó en su desdentada boca:

  • Te esperaba Barceló.- articuló pausadamente.- ¿O debo llamarte hijo de Osiris?

  • Debería haberte matado hace mucho tiempo.

  • Posiblemente, pero tu terrible padre desde su reino del inframundo no te hubiera perdonado que acabaras con la vida de la única persona que les ofrecía paz espiritual a él y a sus macabros amigos de la Enéada.

  • Tú eres el culpable de los cadáveres que pesan en mi conciencia.

  • ¡No! Te equivocas, solo tú has sido el brazo ejecutor.- Una risa diabólica desconcertó al inspector.- Yo solo quería hacer justicia antes de morir.

  • ¡No tienes derecho a desenterrar el pasado!

 

  • Entonces ya lo sabes todo, ¿no es verdad? - Angulo se levantó con dificultad y buscó la mirada de su interlocutor.- Yo me convertí en cómplice de todas sus fechorías. Eran personas muy influyentes y corrían otros tiempos. El miedo a sus represalias enmudeció mis labios. El miedo y el profundo amor que sentía por Heráclio.

  • ¡Viejo maricón de mierda! ¡Silva era el más depravado de todos ellos!

  • ¡Te equivocas de nuevo estúpido! Heráclio era como un ángel. Un ser tocado por la gracia que no podía medirse por los mismos parámetros que el resto de los mortales.- Los ojos del anciano refulgían de la rabia.- Pero ellos lo utilizaron para luego traicionarle impunemente.

  • El aceptó su destino a cambio de que su mujer y su hija vivieran cómodamente. Tú mismo te encargaste de que así fuera.- Barceló deslizó despacio la mano debajo de su chaqueta.- ¡No tenía derecho a chantajearlos!

  • ¿No lo entiendes, verdad?- Angulo apretó el librillo negro contra su pecho.- No fue Heráclio. El efecto que las drogas del psiquiátrico originaron en su cerebro era irreversible. Desarrolló un alzheimer que borró cualquier vestigio de su personalidad. ¡Fuimos nosotros! ¡Su familia! Nosotros urdimos el plan para presionar a la Enéada a sacarlo de su encierro. Y nosotros cuidamos de él hasta que llegó el fin.

Barceló permaneció callado un largo rato. Parecía estar procesando cada palabra que el viejo había pronunciado.

  • Entonces…- pronunció al fin, mientras acariciaba su pistola bajo la sobaquera.- ¿Por qué resucitar el pasado?

  • Fue cosa de la chica.- dijo el fraile con una sonrisa casi humana.- Ella amaba a su padre desesperadamente. Aunque muchos pensarían que de una forma incorrecta. Cuando Heráclio murió en ese retiro al que estaba condenado, juró vengarse en su nombre.

  • Y tú le ayudaste.

  • Yo los despreciaba a todos y cada uno de ellos incluido tu divino padre.- buscó con la mirada el rostro del policía para valorar el efecto que le causaban sus palabras.- Ellos sedujeron a Heráclio porque conocían su devoradora ambición por progresar socialmente y su carencia de prejuicios burgueses.

  • Yo lo llamaría falta de conciencia.

 

 

  • Como quieras. No pretendo que tú puedas entenderlo.- dijo ligeramente airado Angulo, y continuó.- El caso es que cuando lo poseyeron a él, se hicieron los dueños de mi alma y se la echaron de comer a los perros.

  • Tú ya eras un depravado entonces y lo sigues siendo.- sacó la pistola fuera de su funda y apuntó directamente.- Y si te hubiera matado desde el principio nada de todo esto estaría pasando.

  • Dolores habría continuado su venganza particular. Yo solo he sido parte del “atrezzo”, ¿no lo entiendes todavía?- Angulo manoteó en el aire con ademán fastidiado.- Ella urdió un plan para que la lista de los nombres que componían la “Eneada” salieran a la luz. Desde que Silva abandonó su encierro su mujer y su hija estuvieron en contacto constante con él. Tampoco es cierto que Silva muriera hace doce años de un cáncer de colón. – hizo un dramático silencio.- Cinco días después de su huida, sufrió un ictus cerebral que lo incapacitó durante los cinco años que sobrevivió a este estado casi vegetativo. En este tiempo, fue cuando Lolita se envenenó por el resentimiento hacia los influyentes miembros de la “Eneada”.

  • Sigo sin entender.- Barceló tenía la cabeza cegada por la ira sin embargo los interrogantes se agolpaban en su cabeza.

  • Dolores, a pesar de dedicar su vida a ser una gran profesional, nunca olvidó la tragedia de su padre. Aunque perdimos el contacto durante años, decidí contactar con ella a raíz de conocer mi enfermedad.

  • ¡Decidió alimentar su odio!

  • No se equivoque. Ella lo habría hecho tarde o temprano. ¡Es la hija de Ammut!

  • Por culpa vuestra han muerto dos personas.

  • ¡Oh vamos! Ni Dolores ni yo hemos matado a nadie. Ese honor os lo hemos concedido a vosotros. Y no habéis vacilado.

  • ¡Fui tan estúpido! En vez de quitarla de en medio cuando empecé a sospecharlo, decidí presentarla como una asesina y que cayera en su propia trampa.

  • ¡Eres el hijo de Osiris! Cómo a él , también a ti te ha perdido el orgullo.

- ¡Encomiéndate a ese dios en el que dices que crees!

Barceló apoyó el frío metal de la pistola sobre la cabeza del fraile. Gilabert y Sempere llegaban en aquellos instantes a la puerta del convento. Escucharon dos detonaciones en un breve intervalo de tiempo. Marcos supo entonces que su intuición no le había fallado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulos XI y XII de "Un asunto de familia" (Novela)

Capítulos XI y XII de "Un asunto de familia" (Novela)

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                                                                                                         CAPÍTULO UNDECIMO

 

¿Quién es en realidad esta mujer? Es la pregunta que una y otra vez golpeaba la cabeza de Pau Gilabert mientras escuchaba “los detalles”de esta truculenta historia familiar. Dolores le explicó cómo había sido educada por sus padres en una total ausencia de prejuicios. Desde muy niña se le había enseñado que las inhibiciones sexuales solo son necesarias para la gente vulgar. Pero evidentemente “su familia”, estaba muy lejos de poder catalogarse como gente “vulgar”.

 

De este modo cuando empezó el acoso sexual contra Dolores niña, el clima de relajación en los tabús sexuales del hogar facilitaron los acercamientos de Heraclio. Su madre, que en aquella época ya podía considerarse una alcohólica, aceptó a regañadientes el interés de su marido por la niña. En realidad Dolores describió a su madre como a una mujer con la voluntad destruida. Otra víctima de Silva. El le había enseñado cómo y cuándo debía pensar. Había hecho un buen trabajo de demolición con la personalidad de Madalena de una forma sistemática y meticulosa. Estaba claro que por alguna extraña razón que se le escapaba al detective, Dolores no deseaba descargaba su ira contra la señora Sopesens.

 

Hablaron largo rato. Según contaba, ella ignoraba las verdaderas actividades de esa supuesta sociedad. Siempre creyó la versión de Angulo. Pero había intuido que le convenía más no hacer averiguaciones. Su madre le había advertido que las ramificaciones de este grupo se infiltraban en todas las esferas del poder.

 

  • Quizás le parezca una actitud cobarde detective. Pero estando lejos de mi padre y de su dominio de terror decidí reconducir mi vida y ayudar a mi madre a salir de las tinieblas. Exclusivamente. No quería saber nada más. Cuando volví a verlo hace doce años, tuve la certeza de que estaba ante un cadáver y creí que podía olvidarme por fin de los fantasmas del pasado y hacer algo útil con mi vida.

  • Pero todo esto, lo que está pasando… te obliga a remover en ese pozo oscuro del pasado y te está escupiendo otro abanico de horrores.

  • De alguna manera, siempre dudé que Silva fuera un asesino violento de mujeres. Sabía que era un depravado y también tenía claro que su nivel de conciencia era prácticamente inexistente. Pero un hombre con una filosofía sexual como la de mi padre no necesita convertirse en un asesino en serie para ejecutar sus fantasías. No da el perfil. Era perfectamente capaz de cometer actos ilegales, pero no por mera satisfacción sexual si además no le reportaba un claro beneficio a otros niveles.

  • ¿Le preguntaste a Madalena sobre todas las dudas que te planteaba la historia?

  • Al principio se reafirmó en la primera versión. Pero tuve la precaución de llevarle una botella de whisky de malta para vencer la resistencia.

 

  • Y el resultado fue esta delirante historia sobre una secta formada por gente poderosa cuyas aficiones eran el crímen y la perversión.

  • Creo que se bautizaron a sí mismos como “La Sala del juicio”.

  • ¿Tienes idea del significado de ese nombre?- Lola sacudió la cabeza, el detective continuó:

  • Pero, ¿por qué mantener a Silva con vida y a salvo? Tuvo que ser una tarea muy complicada. El plan y luego esconderlo durante tantos años. ¿Solidaridad entre adoradores del demonio?

  • Yo he hecho la misma pregunta hoy a mi madre. Me respondió que mi padre había escondido pruebas muy comprometedoras que implicaban a miembros destacados del grupo. En el caso de que a él o a nosotras nos sucediera algo había dejado instrucciones muy precisas para que todo saliera a la luz. Así que aceptó echarse la culpa de los crímenes, pero cuando vio que no conseguirían el indulto que le habían prometido y que tendría que pasar el resto de su vida en un manicómio les extorsionó a través de Angulo.

  • ¿Qué papel juega el fraile en esto?, ¿Es también miembro activo de la secta?

  • No se. No solo lo usaron con nosotras. También lo introdujeron en el psiquiátrico para controlar a mi padre. Creo que fue el cerebro de la fuga.

  • ¿Crees que era el cómplice de tu padre en el chantaje? Al fin y al cabo eran amigos de juventud.

  • Puede ser.

 

De pronto se vieron interrumpidos por el sonido de un móvil. Gilabert contestó al cerciorarse de que la llamada procedía de su despacho. Era Marga.

 

  • ¡Tenemos otro cadáver!

  • ¡Carajo! ¡Lo sabía! ¿Quién?- Estaba desconcertado y preso de una terrible ansiedad que le producía la certeza de saber que el tiempo jugaba en contra de ellos.

  • ¡El enfermero! Tenía un mensaje suyo en mi buzón de voz. Me decía que si no nos decidíamos a pagarle pronto nos despidiéramos porque había encontrado otro comprador.- Marga evitaba respirar mientras daba los detalles - Bueno. Cuando escuché el mensaje, que era de ayer tarde, decidí llamarlo y ¿sabes quién me contestó?

  • Dime que fue el asesino.

  • ¡La policía! Me informaron de que Montalbán había fallecido y me pidieron que me acercara a la comisaría por si podía ayudar con mi testimonio. Acabo de salir de allí.

  • ¿Y cómo y de qué forma se ha descubierto el cadáver?

  • Estaba en su casa. Bueno, un cuartucho donde acudían menores a comprarle drogas y pastillas. Era muy poco popular en su edificio, aunque no se trate de una comunidad excesivamente escrupulosa. Un chico encontró la puerta entreabierta y cuando entró halló el cadáver de Montalbán en su dormitorio. Salió gritando como un poseso. Cuando los vecinos se percataron de lo que ocurría avisaron a la policía.

 

-¿Por qué estás segura de que es nuestro asesino?

  • Porque dejó su identificación, claro. Montalbán apareció con los ojos reventados. Le habían arrancado el corazón y unos versos escritos por la mano de alguien aparecieron prendidos a su ropa.

Aunque Dolores solo podía escuchar la mitad de esta conversación, era evidente que una enorme agitación se estaba apoderando de ella.

 

  • ¿No te habrás enterado qué decían esos versos?

  • ¡Estarás orgulloso de mí!

  • Como siempre.- respondió con sinceridad el hombrecillo.

  • Le pedí a tu amigo Barceló que me dejara copiarlos.

  • ¿Y te dejó sin hacer muchas preguntas?

  • Le dije que era importante y que tú le darías todas las explicaciones del mundo.- y añadió jocosa:- No se pudo resistir a mi encanto. Además me dio la impresión de que estaban muy desorientados con el asunto.

  • Barceló no es un idiota. Ya en otras ocasiones, nuestros pequeños intercambios de información le han sido útiles par dar relumbre a su expediente.- miró hacia donde se sentaba la abogada y decidió concluir la conversación quedando con Marga en la oficina de la agencia.

 

Acompañó a Dolores hasta un taxi prometiéndole que la mantendría informada de cualquier novedad. Se alegró de saber que Jordi no iba a perderla de vista. Y si corría algún peligro no se imaginaba mejor ángel guardián que el gigante pelirrojo.

Encontró a Marga sumergida en la lectura de un libro enorme. Le explicó que se trataba de un libro de patologías criminales. Se lo había recomendado la criminalista que les había facilitado el inspector. Marga le contó a Gilabert que habían mantenido una conversación telefónica muy interesante. Ella le había indicado este libro. Decía que ayudaba a comprender la “lógica” de algunas mentes totalmente amorales como son las de los psicópatas.

Gilabert la felicitó por ser tan minuciosa con todos los detalles pero la apremió a que le leyera los versos del asesino. En esta ocasión la policía había conseguido una traducción inmediata del texto:

Todos tus enemigos han sido aplastados,

las estrellas incansables te alaban,

las estrellas imperecederas te veneran

cuando te pones en el horizonte de Manu,

feliz y vivo como siempre como mi señor”

 

Marga explicó que le habían dicho que pertenecían a una oración de “El libro de los muertos”.

  • En dicho libro se hace referencia a la “Sala del Juicio”.- continuó la muchacha.- Y es ahí donde aparece el personaje de Ammut que si recordáis, es como se hacía llamar Silva en su particular club.

  • ¡Ammut el come-corazones!- “El Magras” no pudo evitar un escalofrío.

  • Lo que no me para de rondar por la cabeza.- pensó en voz alta Gilabert.- Es la idea de que toda esta parafernalia de los versos en lengua egipcia y todo lo demás no deje de ser una cortina de humo que no nos deje ver la evidencia delante de nuestras narices, No obstante no debemos desechar ninguna línea de investigación.

 

 

 

 

Gilabert tomó nota mental de que debía facilitarle a Barceló la prueba de la grabación de las amenazas recibidas por Dolores y su madre. Aunque lo cierto es que a estas alturas, el único testimonio de que la voz de dicha grabación pertenecía a Silva era la seguridad mostrada por Dolores y Madalena. Y si teníamos en cuenta su credibilidad respecto a todas las cuestiones sobre las que habían omitido la verdad, era mejor poner en tela de juicio todas sus afirmaciones.

Después, hizo participe a la muchacha de los asombrosos descubrimientos que había hecho ese día. Marga le formulaba preguntas que no siempre obtenían las respuestas satisfactorias para la muchacha. Según ella, todo olía muy mal en esta historia. La verdad es que Pau compartía esa misma incómoda sensación. Desde que habló con Lola por vez primera había tenido esa incómoda impresión de andar sobre arenas movedizas. Sobre oscuras y terroríficas simas tapizadas de mentiras ocultas y verdades a medias. Nunca hubiera aceptado un caso similar en otras circunstancias. Siempre exigía la máxima confianza a sus clientes. El correspondía con lealtad y silencio. Pero las mentiras de Dolores Marco ocultaban una tragedia a la que no podía permanecer impermeable.

Además el misterio había tomado un cariz muy sugerente. Una sociedad integrada por personalidades de la época de la dictadura. Gente con mucho poder y “extravagantes” actividades sexuales que forjan una filosofía para justificar sus depravadas aficiones. ¿Sería posible tener acceso a los nombres de sus miembros? Era fácil que alguno al menos, se encontrara con vida en la actualidad. Ese era el caso de Federico Angulo, por ejemplo. Gilabert intentaba imaginar en qué medida podía influir la complicidad nacida de sus comunes desviaciones colectivas, en posteriores pactos de poder económico o político.

Pero nada de lo descubierto por fascinante que fuese, justificaba el asesinato de la madre de Vanesa y del enfermero. No veía la forma de encajar esas dos muertes con las nuevas revelaciones. Tampoco entendía el “presunto acoso” sufrido por Lola y la señora Sopesens. Si la secta mantuvo contacto constante con ellas a través de Angulo, no entendía por qué a estas alturas las mujeres pudieran suponer una amenaza para ellos. Además si hubieran decidido eliminarlas lo habrían hecho con discreción. No montando todo este circo. Recordó los documentos incriminatorios de los que le había hablado Dolores. ¿Habría nombres en el diario que Montalbán quería venderles?

¡Claro! Debía haber nombres o por lo menos indicios. Eso podía relacionar algún miembro de la “Sala del juicio” con el asesinato del enfermero. Pero en el caso de la mujer… eso tenía un mensaje de diferente lectura.

 

  • Llamó la señora Arnau.- Marga rompió sus divagaciones.- Estaba muy afectada. Insistía en que estos asesinatos son obra de Silva. Además dijo que esto demostraba que no murió en ese incendió y que existió una trama para liberarlo.

  • ¿Te dijo alguna vez si tenía sospechas sobre quién orquestaba esa trama?

  • Ella estaba obsesionada con Federico Angulo. Lo justifica argumentando su profunda religiosidad personal y de qué forma ésta, entraba en conflicto con la denodada defensa que Angulo hacía de Silva.

  • Sí. Tenía que resultar muy frustrante para una mujer tan conservadora y creyente que un representante de la iglesia volcara sus desvelos en el apoyo moral e incluso físico, del asesino de su hermana.

  • Vive obsesionada con él, ¿sabes? Lo responsabiliza de no haber podido elaborar correctamente su duelo por la perdida de Blanca.

  • Explícame eso.

  • Es algo que he leído en ese libraco que me recomendó la criminalista. Relata esa sensación que siente la familia de la víctima de un asesinato cuando el culpable no llega a consumar su condena. – Marga era minuciosa con los detalles psicológicos de todos los implicados en sus casos. Gilabert le reforzaba esa visión en su método de trabajo. En el escaso tiempo que llevaba trabajando para él, su aportación en la resolución de los casos había gozado de una intuición que podría definirse de superdotada.- Si el culpable se suicida, muere de muerte natural, escapa… cualquier motivo que lo exonere del castigo al que había sido condenado, se considera como una brusca interrupción del proceso natural del duelo de los familiares.

  • Y supongo que eso puede haber afectado emocionalmente a la señora Arnau, ¿me equivoco?

  • Ella nunca creyó que Silva muriera en ese incendio. Pero su convicción podría estar originada por esa frustración de la que me hablas.

  • ¿O acaso crees que puede conocer la existencia de esa sociedad secreta?

  • No se, no lo creo. Es una mujer muy fuerte que no hubiera dudado en desenmascarar a los responsables si hubiera conocido sus nombres. Pero puede que sospeche algo. Mantuvo una relación muy directa con Angulo durante muchos años. Quién sabe de qué naturaleza fue su correspondencia.

  • Al final, todo nos conduce de nuevo hacia el viejo loco.- lanzó un soplido pensando en la cara que pondría Sempere cuando conociera las novedades.- ¿Irás solo a la Cartuja?

  • Sí. Llama a Jordi y cuéntale todo el cuento, pero insístele en que no le quite ojo a Dolores.

 

  • ¡Ay tito! Es la primera vez que detecto que muestras interés por una mujer, ¡Y tiene que estar implicada en un asesinato múltiple!

Pau Gilabert siempre se sentía desnudo de corazón frente a su ahijada. Sabía que ante ella, no tenía cabida el disimulo o la negación. Era verdad que sentía una atracción intensa por la abogada pero también era cierto que nunca había tenido intención de materializar ese sentimiento. Además era evidente que ante ella, Gilabert aparecía como una especie de gnomo empeñado en desempolvar los episodios más escandalosos de su vida. Ni siquiera era posible que sintiera simpatía por él porque la obligaba a enfrentarse con lo que siempre había querido que permaneciera oculto. Recordó lo que Montse Arnau había dicho sobre ella. Decía que era igual que su padre física y emocionalmente. Marga se había quedado boquiabierta con las explicaciones que su tío le daba sobre la educación sexual que había recibido Dolores durante su infancia.

  • Me contó que sus padres siempre jugueteaban desnudos con ella en la cama. Que su padre empezó a aproximársele, con caricias y juegos sensuales y delicados, cuando cumplió los ocho años. Que la educó en la creencia de que eran los padres los que debían iniciara sus hijas en el sexo. Su madre así lo ratificaba. Ambos le insistieron en que estas cuestiones pertenecían a la intimidad de las familias y que no debía comentarlo con nadie, bajo ningún concepto.

  • Difícilmente podía hacerlo.- añadió Marga con tristeza.- Si su propia madre la convencía de que eso era normal. ¡ No entiendo cómo la ha podido perdonar!

  • Pues lo ha hecho. O al menos eso parece. – Gilabert no quería dar nada por supuesto.- Pero la verdad, a mi también me inquieta esa extraña relación entre ambas.

  • Aprovechando que vas mañana a la Cartuja me pasaré a visitar a la señora Arnau. Sería bueno averiguar si sospecha qué ha sido de la hija de Silva.

  • ¡Buena idea! Procura ganarte su confianza. ¿No es raro que no insista en que le desvelemos para quién trabajamos?

  • ¡Nadie es normal en esta esperpéntica historia! Porque si hablamos del fraile demente, ¡vaya tela!

  • Con ese tengo mañana que quemar mis cartuchos.

-¡Se me olvidaba! Mientras hablábamos he buscado en Internet algo relacionado con la “Sala del Juicio”. Y aparte de lo obvio, he encontrado una definición que se refiere al inframundo mitológico de los egipcios.- Gilabert la miró con atención invitándole a seguir.- Según “El libro de las puertas”, la “Sala del Juicio” se sitúa detrás de la quinta puerta del mundo de los muertos. Allí se sienta Osiris, en su trono, con sus hermanas Isis y Neftis. Esta cámara del juicio estaba compuesta por cuarenta y dos dioses conocidos como los asesores de los muertos.- Marga leía lo que la pantalla del ordenador le mostraba.

- Todo eso es muy interesante, aunque no sabemos si guarda relación con este caso.

- ¡Haré algo! Imprimiré toda la información que sale sobre el tema. Nunca se sabe si puede resultarnos útil más adelante.

- Me parece buena idea. No dejaré nunca de maravillarme de toda la información que se puede sacar de este trasto.- Suspiró el detective propinándole un leve golpecito a la máquina.

 

 

Federico Angulo recibió a Gilabert sentado en un sillón de mimbre en el exuberante huerto que los frailes cultivaban. El diminuto monje que se encargaba de su cuidado le condujo hasta allí. Esta vez había pedido la visita facilitando su auténtica identidad. Era evidente que Angulo, aunque tuviera alteradas sus condiciones mentales, no era un estúpido. Había decidido hablar con él sin subterfugio alguno.

 

  • ¿Sabe? Ha elegido un buen día para visitar al hermano Federico.- El hombrecillo sonreía a Gilabert con esa inocencia que revelan los espíritus simples.- Se ha levantado de un humor estupendo. ! Incluso ha bromeado! Creo que saber que usted venía a visitarle le ha puesto de un humor excelente.

Gilabert asintió con la cabeza a la par que observaba un misterioso brillo en las terroríficas cuencas de Angulo. Cuando se quedaron solos, antes de que el detective tomara asiento en otra silla que estaba allí a ese propósito, fue el viejo fraile el que empezó a hablar:

 

  • No me sorprendió nada que quisiera verme de nuevo.- Se dibujaba una expresión de pueril alegría en el rostro del anciano. Pau experimentó una aversión espontánea ante su inexplicable júbilo.- No me pareció usted completamente idiota la última vez que conversamos.

  • Supongo que debería sentirme halagado.

  • ¡Oh sí!, ¡Hágalo! Si tiene en cuenta mi valoración media de la especie humana no sale usted muy perjudicado.- Soltó una risotada ronca que desembocó en un acceso de tos. Cuando se hubo calmado prosiguió:

  • ¿Qué ha descubierto?

 

Gilabert le relató las últimas revelaciones sobre Silva y la supuesta sociedad. Angulo escuchó en silencio todo lo que el detective le estaba desvelando. Cuando terminó de hablar, Pau se dio cuenta de que el anciano parecía abstraído con la mirada perdida entre las matas de tomates y patatas.

 

  • Ha averiguado muchas cosas. – Exclamó rompiendo el silencio.- Pero aún le quedan demasiadas incógnitas que resolver y cree que yo tengo las respuestas.

  • ¿Y me equivoco?

  • ¡Nadie tiene todas las respuestas a los grandes misterios de la naturaleza humana! - Otra vez parecía haber recuperado el optimismo.- Pero pregunte, pregunte y veré si puedo complacer su curiosidad.

  • Quiero que me hable de su relación con Silva. ¿Cómo se conocieron?

 

El viejo dibujó una mueca que pretendía ser sonrisa en su enjuta y desdichada cara. Al parecer, esos recuerdos le traían a la memoria momentos muy felices.

 

  • Conocí a Heráclio en los campamentos juveniles de la falange cuando ambos teníamos dieciséis años. Hicimos amistad rápidamente. Era el más inteligente, el más audaz de todos los muchachos que estábamos allí. Yo lo amé desde el primer instante que lo vi.

 

Gilabert escuchó con perplejidad esta última declaración.

 

  • ¿Eran amantes?

  • ¡Por supuesto que no! - Su voz tronó encolerizada.- Mi adoración hacia Heráclio nunca traspasó un sentimiento meramente platónico. Además a él siempre el gustaron mucho las mujeres. Mire, yo provenía de una familia burguesa. Heráclio no. Sin embargo se trataba de un diamante en bruto que yo me responsabilicé de pulir. Le presenté a las personas adecuadas que le proporcionaron los contactos para iniciar su despegue desde la miseria hacia la abundancia. Entró en la clase privilegiada gracias a estas relaciones. Luego se complicaron las cosas y él cometió un grave error.- volvió de nuevo la mirada hacia la huerta.- Algunas de esas personas eran gente muy poderosa en esa época. Pero la necesidad de poder y dominación se convierte en una enfermedad incurable para algunos.

  • ¿Formaron una sociedad secreta?

  • Aunque se trataba de gente culta y de educación profundamente católica, creían ver en estas prácticas una fuente infinita para obtener más placer y control. Al principio se reunían en lujosas mansiones para practicar sus ritos. Las ceremonias acababan ineludiblemente en una gran orgía sexual.

  • ¿Y Silva entró en esta Sociedad?

  • ¡Por supuesto! Su nivel de conciencia se adaptaba perfectamente al patrón de sus miembros. Pero lo más importante para él era que, con la complicidad de estos personajes, conseguía articular su ascenso social. Y eso si que era una obsesión para Heráclio.

  • ¿Cómo sucedió lo de las muchachas?

  • Como ya le dije, mi amigo era un hombre audaz y con pocos escrúpulos burgueses como él solía decir. Desde su concepción de la realidad, la miserable existencia de algunas personas no tenía valor alguno. Propuso que utilizaran jóvenes para sus rituales. Se ofreció voluntario para sacarlas de sus vidas insignificantes y ofrecérselas a la Sociedad. Tenían que ser chicas de origen humilde pero nada de prostitutas. Mujeres preferentemente ingenuas, a las que fuera fácil seducir para ganar su confianza.

  • ¿Y cómo cuadra usted en todo esto?

 

 

 

  • Comprendo su desconcierto señor Gilabert. Que un individuo como yo, que ha dedicado su vida a la oración y a la búsqueda de las ovejas descarriadas, estuviera involucrado en estos asuntos debe ser algo difícil de comprender para usted.

  • Pues si quiere que le sea sincero, lo que más me sorprende no es tanto su participación como el hecho de que ahora, y de manera espontánea, me haga estas revelaciones.

  • Intuyo que no siente simpatía alguna hacia mí.- El anciano le mostró una sonrisa desdentada- ¿O es que acaso su desconfianza es extensible a todo lo que provenga de la Iglesia?

  • Soy una persona respetuosa con la espiritualidad de cada uno pero nunca me he sentido identificado con ninguna de las muchas religiones que conozco.- y añadió- y mucho menos con los doctores y sacerdotes que las representan, y que utilizan esa necesidad de trascender que posee el ser humano para encadenar su corazón y su cabeza con dogmas o mandamientos.

  • Ya, un ateo.- Sus nudosas y esqueléticas manos jugueteaban con el cuaderno de piel negra del que nunca se separaba. Gilabert pensó que sería muy interesante saber qué contenía dicho librillo.- Bien. Puede pensar de mí lo que guste, pero lo cierto es que fue el intenso amor que sentía por mi amigo lo que me obligó a guardar silencio sobre este grupo y sus actividades. Además usted no desconocerá que para los católicos existe algo llamado “secreto de confesión”.

  • ¿Actuaba usted como confesor y consejero de sus miembros?

  • Efectivamente. Ejercía mi labor entre estos descarriados amorales. Sus almas eran tan queridas para el Señor como las de las monjitas de clausura. Algunos lograron reconducir sus vidas y obtuvieron el perdón de Dios.

  • Eso es lo mejor de su religión. Se puede matar, violar, cometer cualquier barbarie que con un segundo de arrepentimiento queda garantizada la salvación del alma.- El detective se levantó, anduvo unos pasos contemplando las verduras de los monjes y dijo:

  • ¿Por eso no les denunció y se convirtió en su cómplice?

  • Por eso y por amor. Un amor tan grande que no ha podido acabar con la muerte de Heráclio. Que nunca acabará.- y tomando la libreta de piel la apretó contra su pecho. Después, de forma enérgica concluyó:

  • Me canso. Será mejor que lo dejemos para otro momento. Mi enfermedad me ha dado una pequeña tregua pero continúa implacable con su proceso.- Hizo un gesto con la mano para llamar la atención de su cuidador que contemplaba el encuentro desde la distancia.- El hermano Pablo le acompañará. Si mi salud me lo permite tengo que viajar a Barcelona en un par de días para hacer unas gestiones. Si me deja su teléfono le prometo que buscaré un momento para que continuemos esta agradable charla.

  • Sólo una pregunta más:- exclamó Gilabert con brusquedad.- Esta sociedad secreta, ¿se hacía conocer como “La Sala del Juicio”?

  • Parece usted un hombre listo.- le contestó Angulo con sarcasmo.- Estoy seguro de que averiguará cosas sorprendentes.

Pau Gilabert le tendió una de sus tarjetas. Angulo la cogió sin mirarlo. Estaba claro que para él la visita ya había concluido.

 

Mientras el detective era conducido hasta la salida, el menudo monje no paraba de parlotear:

 

_ ¿Cómo lo ha visto?- y sin esperar respuesta siguió diciendo:- ¡Mucho mejor! , ¿A que si? Está más hablador que en mucho tiempo. Creo que las visitas que ha tenido estos días le han levantado mucho el ánimo.

 

  • ¿Ha venido alguien más a verlo últimamente?

  • Pues sí. Hace unos días vino un señor que dijo conocerlo desde hace muchos años.

  • ¿No sabrá su nombre?

 

El frailecillo valoró un momento si facilitar este dato podría considerarse una indiscreción. Pero como se trataba de un espíritu puro y sin complicaciones no encontró ninguna razón para no decírselo.

  • Se apellidaba Montalbán. Lo recuerdo porque mi madre procedía de un pueblo de Teruel con el mismo nombre.

 

Pau trató de disimular la inquietud que le produjo este dato.

 

  • ¿Era un hombre de unos cincuenta años, bastante grueso y un poco calvo?

  • ¿Lo conoce? Pues si, sudaba muchísimo y no se quedó mucho rato. Me dio la impresión de que se iba un poco enojado pero cuando fui a ver como estaba Federico lo encontré de muy buen humor.

 

El inefable sonido del teléfono móvil interrumpió el diálogo. Al contestar, el detective escuchó la voz de Sempere.

 

  • ¡Pau! Alguien ha intentado atacar a Dolores en su propia casa.

  • ¿Qué le ha sucedido?- Sintió que debía acelerar sus pasos hacia el coche. Un gran desasosiego hizo presa en él al escuchar lo que su amigo le decía.

  • Está bien, no te preocupes. Solo está un poco adormilada, pero no ha sufrido ningún daño. La policía le está tomando declaración en estos momentos.

  • Salgo ahora mismo hacia allí. ¿Dónde estáis?

  • En la comisaría, pero cuando terminemos de declarar te esperaremos en casa de Dolores, ¿de acuerdo?

  • ¡Enseguida estoy allí!

  • ¡No hagas el loco por la autopista! Te aseguro que la crisis ya ha pasado.

 

 

CAPÍTULO DOCEAVO

 

 

Pau Gilabert, violó unas cuantas normas de circulación en contra de su habitual comportamiento en la carretera. Sentía una dolorosa urgencia en comprobar que a Dolores no le había sucedido nada grave. Se había prometido a sí mismo que la protegería de cualquier peligro. Que la protegería… incluso de sí misma si se diera el caso.

Llegó a Barcelona en un tiempo record y se dirigió directamente a casa de la abogada. Fue el propio Jordi quien le abrió la puerta. Lo arrolló sin contemplaciones en su prisa por encontrarse con ella.

 

  • ¡Oye! , ¡no corras!“Tu chica” está sana y salva en su dormitorio.- le dijo, entre divertido y sarcástico, su amigo.

  • ¡Cuéntame todos los detalles!- le pidió sin aliento.

 

Cuando Sempere le convenció de que Dolores estaba descansando y que se encontraba perfectamente, pasaron a la salita para conversar con tranquilidad.

 

  • Pasé la noche en la furgoneta. Montando guardia frente a su casa como acordamos. Al amanecer, observé algo raro en la ventana de Dolores. Llevaba medio termo de cafeína en el cuerpo y te juro que me orinaba con todas mis fuerzas.- Jordi observó la mirada impaciente de su interlocutor.- Pero como te había prometido que no la perdería de vista, decidí retrasar mi desahogo hasta que ella se levantara y acudiera a su despacho. Por eso miraba su ventana. Intentaba averiguar si había alguna actividad en su casa.

  • ¿Qué viste?

  • No te lo podría precisar. La persiana estaba levantada pero unos visillos me impedían ver lo que pasaba dentro con claridad. ¡Ahora! te aseguro que entre las sombras, se apreciaban dos cuerpos forcejeando.- le explicó.- Se me activó la alarma. Comencé a gritar, corriendo hacia su puerta, el nombre de Dolores mientras pedía socorro a los que pudieran oírme.

  • Cualquier persona diría que tuviste un comportamiento extremadamente alarmista en base a lo poco que habías visto. Yo no.- le dijo Gilabert mientras apretaba afectuosamente el hombro de su amigo.- Yo confiaría hasta mi alma a tu instinto de protección.

  • Tampoco es gran cosa, viniendo de un ateo.

  • Agnóstico me parece más apropiado.- bromearon para relajar la emoción.

  • Resumiendo. No pude ver al atacante. Evidentemente huyó alarmado por mis voces. Esa casa posee un ático fascinante pero poco seguro. Se puede acceder a él, con relativa facilidad, desde cualquiera de los tejados de las casas colindantes.

  • ¿Pero Dolores pudo verle la cara?

 

 

  • Negativo. Según explicó, acababa de darse una ducha y se dirigía al dormitorio para vestirse. Su atacante llegó por detrás y le tapó la cabeza con un trapo empapado en narcótico. Aún pudo debatirse un poco con su agresor, antes de perder la conciencia. Esa lucha fue lo que yo presencié a través de las cortinas.

 

Antes de que acabaran de charlar escucharon la voz de Lola que les llamaba desde su dormitorio.

Gilabert se sintió desolado cuando la vio tan pálida y vulnerable. Lola, su Lola como a escondidas empezaba a llamarla en su corazón, era una mujer llena de fuerza y energía. Ahora parecía una muñeca rota.

 

  • Hemos estado cerca, ¿eh, Pau?- susurró intentando gestar una sonrisa.

  • No hables ahora. Descansa, no vamos a dejar que te suceda nada.

 

Saltaba a la vista que su postración tenía más de abatimiento moral que de las secuelas de su encuentro con el asaltante. Gilabert paseó, curioso como era, su mirada por la alcoba y le llamó la atención una figura decorativa que estaba sobre la cómoda.

 

  • ¿Te gusta? Es curioso que te hayas fijado en él.

  • ¿Por qué?

  • Perteneció a Silva. Representa a Anubis, el dios chacal.

  • Era algo así como el dios de los muertos, para los egipcios. ¿Me equivoco?

  • Eres un pozo de sabiduría detective.- intentó ser sarcástica pero luego, siguió explicando.- Heraclio se definía como un adorador de este individuo. El dios con cabeza de chacal y cuerpo de hombre. Hasta tenía un tatuaje con su imagen. Mi madre también lo lleva. Hoy me ha confesado que era parte del rito de iniciación a la “Sociedad secreta”

  • ¿Crees que era una especie de emblema de los miembros de la secta?

  • Puedes preguntárselo a mi madre pero estoy casi segura de que era precisamente eso. De cualquier forma, me jugaría la cabeza que la idea fue propuesta por Heráclio. Vivía obsesionado y apasionado con Egipto.

  • ¿Y por qué conservas algo que solo te puede traer malos recuerdos? - Le preguntó Sempere tomando en sus manos la estatuilla.

  • Soy una superviviente. Siempre tuve la determinación de remontar la vida que me había tocado, de superar los obstáculos a pesar de mi espeluznante pasado. Por eso tengo la obligación de no olvidar. Ese mamarracho me recuerda que todavía quedan muchos demonios como mi padre sueltos por ahí haciendo de las suyas. He decidido dedicar todos mis esfuerzos profesionales y personales a que esos monstruos paguen por sus crímenes.

Pau vio fuego en los ojos de Dolores. De pronto sintió una congoja que le agarró la garganta cortándole el paso del aire.

 

 

Pau y Jordi estaban en la oficina de “Gilabert-investigaciones” intercambiando todos los pormenores de cuanto a ambos les había ocurrido. El anarquista pelirrojo especulaba con la implicación de Angulo en esta trama:

 

  • No me cuadra nada, chico. Puedo aceptar que, presa de un enamoramiento homosexual hacia Heráclio, le hubiera ayudado a escapar. Incluso puedo aceptar que lo mantuviera escondido hasta el día de su muerte real.- decía enojado.- Pero que fuera el consejero espiritual de toda esa panda de degenerados me parece retorcido y surrealista.

  • Quizás es que él formaba parte de esos degenerados. Puede que fuera uno de ellos pero que debido a su fuerte represión sexual a causa de sus creencias participara en otra medida. ¡Yo qué se!

  • ¡No em fotis! Pero si estamos hablando casi de un santo. Su labor no solo ha sido reconocida por la Iglesia. También diversas asociaciones defensoras de los derechos humanos le han concedido honores a su trabajo.

  • No se, no se. Además está muy enfermo y eso puede estar alterando gravemente sus facultades.- calló y luego dijo:

  • ¡Pero hay algo! El hombrecillo que cuida de él, ¿te acuerdas?

  • Sí, un tío simpático y muy parlanchín.- recordó Sempere.

  • El mismo. Pues me dijo que hace un par de días le había visitado un tal Montalbán que reunía todas las características de nuestro enfermero fiambre.

  • ¡No puede ser! ¿Y no pudo explicarte qué habían hablado?

  • No creo que lo supiera pero me señaló que el enfermero había salido muy enojado de la visita. Sin embargo me dijo que Angulo estaba de muy buen humor.

  • ¡Ese fraile me pone los pelos de punta! Pero es imposible que un hombre de su edad y debilidad física pudiera atacar, mutilar y colgar el cadáver de Montalbán sin ayuda de nadie. Además estabas con él cuando Dolores fue atacada. Eso lo descarta.

  • Directamente sí, pero podría tener un cómplice.

  • ¡Que el cielo nos ampare!, ¡Me voy a volver loco! Una secta satánica que sacrifica mujeres; un fraile siniestro con un no menos siniestro posible cómplice; una historia familiar llena de incestos y delirios materializados; y dos cadáveres que no conseguimos relacionar directamente con el asesino.

  • Quizás sea demasiado para nosotros.

  • ¡Ni lo sueñes! Ahora tenemos la obligación de resolver este misterio. ¡Somos buenos Pau! ¡Lo conseguiremos! - enfatizó Jordi.- Hay algo que quiero contarte.

  • ¡Suéltalo ya!- Pau sintió una punzada de aprensión.

  • El atacante de Dolores Marco dejó unos versos. La letra correspondía a la que vimos en otras notas atribuidas a Silva.

  • ¿La tiene la policía?

 

 

  • Pues verás, algún vecino que había escuchado mis gritos avisó a la policía. Se armó un gran revuelo, llegó la ambulancia… nadie reparó en un papelito que estaba caído en el suelo del dormitorio.

  • Pero tú sí.

  • Acertaste.- y sacándolo de su bolsillo, lo puso sobre la mesa.

 

 

Hasta la última gota

de tu miserable estirpe

derramaré aullando mi victoria.”

 

  • Es muy corto.- señaló Gilabert.- Y está escrito en español.

  • Pero directo al grano, ¿no crees? Está claro que fuera quien fuera tenía la intención de asesinar a Dolores.

  • ¿Has tomado precauciones con las huellas?

  • ¿Por quién me tomas?

  • Le daremos esa nota al inspector Barceló.- dijo Gilabert.- Diremos que la hemos encontrado ahora, en un rincón.

  • Por cierto, me dijo que quería hablar contigo enseguida. Han averiguado la relación entre Silva y Dolores Marco. ¿Sabes?, me dio la impresión de que no creyeron su versión del ataque. Creo que Barceló la encuentra muy sospechosa.

 

¡Sospechosa! Pau sintió de nuevo un pequeño ahogo. Era una posibilidad que no había querido valorar concienzudamente. Pensaba en los estragos que una infancia como la suya pueden causar en el cerebro de cualquiera. Nadie podía evaluar el daño psicológico. Y aunque su comportamiento profesional y social eran impecables, no podía ignorar que eso sucedía, con relativa frecuencia, con muchos psicópatas. Recordó lo que Montse Arnau le había dicho. Afirmaba que padre e hija eran como dos gotas de agua. Iguales por dentro y por fuera. Al pensar en Montse Arnau se percató de que Marga había dicho que iría a verla y aún no había regresado. Era muy tarde. Decidió llamar a su teléfono móvil pero le contestaban que estaba apagado o fuera de cobertura. Decidió llamar a casa de la señora Arnau pero tampoco pudo comunicarse con nadie.

 

A Pau le preocupó no saber dónde estaba Marga. Normalmente le permitía trabajar con total libertad de acción. Pero con dos cadáveres a cuestas y un asesino o asesinos sin determinar prefería poderla localizar en todo momento.

A medida que pasaba el tiempo crecía su inquietud. No le resultó difícil convencer a Sempere de que dieran un paseíto hasta la casa de Montse Arnau. Marga había dicho que iba a ir allí por la mañana. Eran las siete de la tarde y no tenían noticias suyas. Como no habían podido comunicar con ninguna de las dos, decidieron acercarse hasta allí para ver si conseguían hablar con la mujer y averiguar si Marga la había visitado.

 

Gilabert sentía el ánimo deprimido. En cierto modo, esta sensación se trataba de una constante en su vida. Desde su más tierna infancia no recordaba un momento de felicidad que no estuviera enturbiado por dudas, remordimientos o miedos incalculables. La vida siempre le había parecido una experiencia demasiado dolorosa de comprender. Y el era un animal lógico que, aunque con un talante liberal y utópico, gustaba de racionalizar todos sus actos.

Pero en esta ocasión, el origen de la depresión estaba producido por una especie de presentimiento sobrenatural que no le auguraba nada bueno.

Les habían contratado para buscar una especie de fantasma que “aparentemente”había regresado de la tumba para continuar asesinando. Pero estos crímenes no tenían nada que ver con los originales. Estos asesinatos señalaban en dos posibles direcciones: Dolores Marco y Federico Angulo.

Recordó las revelaciones de estos días sobre su espantoso pasado. Trataba de reconstruir en su cabeza todas las piezas del mosaico que correspondían a lo que habían podido averiguar. Lo que más le inquietaba era el descubrimiento de que los crímenes de un asesino en serie no habían sido tales, sino que eran el producto de una extraña trama de asesinatos rituales perpetrados por una macabra sociedad. Silva solo había actuado como el “abastecedor” que suministraba a las víctimas para que pudieran realizar sus delirios. A cambio de sus servicios, Silva había conseguido prosperar social y económicamente. Vendió su alma al diablo. Pero porque eso no le producía mayor espanto que la humillación constante que le infringía recordar su origen miserable. Pero de algo estaba seguro: Heraclio Silva era un psicópata. Posiblemente al servicio de otros psicópatas más poderosos y peligrosos que él mismo, pero un psicópata de los pies a la cabeza. Carecía de remordimientos ni cortapisas a la hora de satisfacer sus necesidades. Había introducido primero a su mujer y luego a su hija, en un mundo de sexualidad distorsionada que pudiera encajar con la necesidad que sentía de dar forma a sus fantasías más retorcidas. En el caso de Madalena había conseguido un lavado de cerebro digno de una sofisticada secta. No solo había condicionado todo su comportamiento sexual sino que había conseguido a obligarla a admitir como natural, la relación incestuosa que mantenía con su hija.

 

Pero tanto horror, no parecía haber dañado irremediablemente a Dolores. Como una suerte de hermosa ave fénix, había sabido renacer de las cenizas de las vejaciones y del terror para aparecer como un ángel protector de los más desfavorecidos. O al menos eso parecía. Gilabert volvió a sentir el frío de la muerte al llegar a este punto de sus reflexiones.

Por otro lado estaba Angulo. Todavía no veía claro si su relación con la sociedad estaba en función de sus tendencias naturales o de la adoración personal que sentía por su amigo Heraclio. Sabía que había servido de puente entre ambos y también que se encargó de esconder a Silva tras su huida. También que cuidó de su familia. Pero, ¿por qué? ¿Acaso Angulo era un miembro activo de la siniestra secta o solo utilizaba sus contactos con ella para proteger al objeto de su obsesión?

El hecho de que Montalbán hubiera visitado al monje y que horas después apareciera asesinado, no parecía nada casual. Los personajes de esta trama se agolpaban en la cabeza del detective pero no conseguía afinar su olfato para detectar quién podía estar detrás de los dos asesinatos. ¿Por qué había decidido Lola aceptar la defensa de la madre de Vanesa? El argumento que ella le había dado estaba lleno de loables propósitos. Quizás fuera cierto que la capacidad de empatía y de compasión que podía desarrollar con los más desgraciados se sobreponía a la aversión natural que nos produce una madre que no defiende a su criatura. Y más habiendo sido, ella misma, víctima de esa misma indefensión en su infancia. ¿Se trataba de la más generosa y admirable de las mujeres o por el contrario era la dueña de una mente criminal que estaba cumpliendo alguna enfermiza venganza?

¿Seguiría Silva con vida? Y de ser así, ¿tendría con su edad, la fortaleza y la templanza para llevar a cabo estos actos? Además no alcanzaba a comprender el motivo que lo pudiera conducir a cometerlos. ¿Una venganza?, ¿contra quién? Parecía dirigida contra Dolores Marco y su madre. Y parecía una teoría consistente hasta que Gilabert descubrió que Madalena no había traicionado a su marido. La “Sociedad” había planeado y dispuesto cómo debía entregarse Silva y confesarse autor de todos los crímenes.

Y todo porque se había encaprichado de la muchacha equivocada. Había violado las normas impuestas por la organización. Estas normas especificaban que las mujeres debían de ser criaturas infelices, preferentemente marginales, para que su desaparición no conmocionara excesivamente a la sociedad. Pero conoció a Blanca Arnau y se volvió imprudente. Sus “socios” no le perdonaron que violara las normas y le condenaron a entregarse. Pero, ¿por qué le ayudaron, más tarde? Recordó que la señora Sopesens había mencionado unos documentos. Posibles pruebas de la implicación de estos personajes en las torturas y violaciones de las chicas. Según Montse Arnau, sus abogados buscaron el indulto escudándose en su enajenación mental. Pero al no conseguirlo, Silva les extorsionaba para que lo sacaran de su encierro en el penal psiquiátrico. Tenía que tener un cómplice al margen de su mujer, que poseyera esas pruebas y pudiera hacerlas públicas en el caso de que le sucediera algo a él o a su familia. Y evidentemente, ese cómplice solo podía ser Angulo. Seguramente cumplía con una doble misión: Por un lado, permanecía cerca de Silva con la excusa de tenerlo vigilado a los ojos de la secta. Y por otro, actuaba de enlace entre Heráclio y su mujer y era el receptor del seguro de vida de Silva. Los miembros del grupo ignoraban, sin lugar a dudas, que Silva sobrevivió al incendió en su celda. Gilabert sospechaba que de alguna manera, Federico Angulo había conseguido no solo liberarlo sino mantenerlo escondido un buen número de años.

Empezaba a dolerle la cabeza. Sempere caminaba silenciosamente a su lado. Cuando llegaron a las proximidades de la enorme casa pudieron ver luz en el interior y decidieron llamar a la puerta.

 

Cuando la puerta se abrió, la colosal figura de Montserrat Arnau apareció enfundada en una túnica de la que salían destellos multicolores por efecto de las luces en las lámparas de cristal de bohemia.

Tenía un aspecto que al menudo detective le recordó lo que siempre imaginó que sería un ogro de los cuentos. Sus gestos evidenciaban quela enorme corpulencia que poseía no le impedía moverse con agilidad y que seguramente tenía una enorme fortaleza física.

No parecía turbada por recibir a sus visitantes y tras dedicarles una extraña sonrisa, les invitó a pasar con un teatral gesto de la mano.

 

  • ¡No saben lo que me agrada su visita!- Comenzó a decir mientras los apremiaba a sentarse en los delicados y cómodos sillones de su salón.- He escuchado las noticias de la noche. Al parecer el monstruo ha tratado de atacar a esa abogada tan famosa… Lola Marco,¿no se llama así? ¿Es esa que sale tanto en la tele hablando de los malos tratos?

  • Sí, es esa.- Respondió lacónicamente Pau tras intercambiar una fugaz mirada con Jordi.

  • ¿Y por qué había de atacarle a ella?, ¿qué relación puede tener con él?- Sus preguntas trataban de parecer inocentes pero los dos amigos no las percibían así.

  • No sabemos quién ha atacado a la señora Marco. Tampoco sabemos quién ha asesinado a las otras dos víctimas y mucho menos los motivos que le habrían impulsado a hacerlo.- Gilabert detectó un brillo burlón en la mirada de la mujer- En realidad hemos venido hasta aquí porque no hemos podido localizarla por teléfono. Necesitamos saber si hoy recibió la visita de Marga, mi ayudante.

  • No me localizaron en toda la tarde porque acabo de volver de mi negocio. He pasado todo el día allí, aunque lo he tenido cerrado. Tenía que hacer balance de la contabilidad. Tengo que ponerme al día con Hacienda,¿comprende? Su ayudante fue más astuta que ustedes.- de nuevo esbozó esa desagradable sonrisa que empezaba a caracterizarle.- Al no localizarme en mi casa me llamó a mi local y quedamos de encontrarnos allí mismo, esta mañana temprano.

  • Entonces, ¿se vieron ustedes?- dijo Sempere con ansiedad.

  • Y estuvimos charlando. ¡Es una chica encantadora!- Clavó sus fríos ojos en los de Gilabert.- ¡Me recuerda tanto a Blanca!

  • ¿A que hora se fue?

  • Serían las once y cuarto. Lo recuerdo porque le pedí que no me entretuviera demasiado. Pero me sorprendió lo rápido que pasaba el tiempo con una conversación tan agradable.

  • ¿Y no le dijo dónde iba después, no le comentó nada? – Gilabert sentía que su estado depresivo anterior se transformaba en histerismo por momentos.

  • Pues no, no dijo nada.- y añadió con acento de preocupación:- ¿No le habrá pasado nada?

  • ¡No!- Negó Gilabert irracionalmente.- No, es solo que no se ha comunicado con nosotros en todo el día.

 

 

  • Déjenme que les diga que se trata de una joven adorable. Estoy segura de que posee cualidades para la profesión que ha escogido.- Miró a sus visitantes con expresión de franqueza al pronunciar estas palabras.- Me hizo multitud de preguntas sobre el antiguo Egipto y sus dioses, pero no logré sonsacarle si guardaban relación con el caso.

 

Sempere y Gilabert se miraron incómodos. Ambos percibían que el comportamiento de la mujer era, contrariamente a otras veces, extrovertido y deliberadamente amable.

 

- ¿De qué hablaron?- Preguntó Gilabert a bocajarro.- Me dijo que pasaría a visitarla pero no me dio demasiadas explicaciones.

- Veo que se preocupa usted por esa chica como si fuera su propia hija.- eludió la pregunta y añadió:- ¡Así velaba yo por mi amada hermana!

-¡No ha contestado a la pregunta!- le cortó enérgicamente Jorge Sempere .

 

Ella le miró unos segundos sin decir nada, sin inmutarse. Luego empezó a hablar sin perder la compostura:

 

  • Ya les conté que me llamó al negocio. Como ninguna de las dos disponíamos de mucho tiempo le propuse que viniera a tomar un café y que conversaríamos aquí mismo.- estudió la avidez que despertaban sus palabras en las miradas de los dos hombres y decidió continuar:

  • Hablamos de Blanca.- dudó un momento- También hablamos de mi relación epistolar con Angulo. Y le mostré un ejemplar del “Libro de la Vida y la Muerte” de los egipcios. Ya les he dicho que se veía muy interesada en ese tema.

  • ¿Sería tan amable de decirme exactamente qué más le preguntó?

  • Me dijo que ustedes querían documentarse mejor sobre Angulo. Que pensaban que él tenía la clave de este misterio, de estas muertes.- Su rostro mostraba interés y curiosidad por el comportamiento de los investigadores. La preocupación por el paradero de la joven era evidente en el rostro de los dos.- ¡Esperen un momento!

 

La mujer desapareció de la habitación con un rápido movimiento y regresó con la misma celeridad que había salido con un libro de grandes dimensiones entre las manos.

 

  • ¡Le enseñé esto!- y les mostró una lámina en la que aparecía un grabado que representaba al dios Anubis. Los dos amigos intercambiaron una rápida e inquieta mirada al reconocer la figura que habían visto en casa de Dolores.- Le expliqué que al principio de nuestra correspondencia, Angulo se mantuvo sereno y en su papel de cristiano caritativo. Reprobaba los actos cometidos por el monstruo pero predicaba el perdón como única solución a mi dolor.

 

Montse Arnau hablaba con un deje sarcástico. Era evidente que el perdón no estaba entre sus prioridades más inmediatas.

 

 

  • ¡El perdón!- Exclamó subiendo dramáticamente su tono de voz.- ¿Cómo perdonar algo tan salvaje y nauseabundo como el asesinato de mi hermana? Siempre le contesté puntualizándole que la satisfacción de este crimen no se podría conseguir ni aunque lo hubieran ejecutado un millón de veces.

 

Sempere examinaba la figura que la señora Arnau había traído. Gilabert le miraba inquieto, nervioso por las extensas explicaciones que la mujer les estaba dando sin concluir la relación que guardaba con el libro que sostenía.

 

  • Pero a lo largo de los años, nuestra correspondencia versó también sobre otras materias en las que ambos andamos interesados.- añadió volviendo a emplear un tono más cordial.- Angulo es un hombre muy culto, erudito en arte e historia antigua. Como saben, yo poseo una tienda de antigüedades. En una ocasión, habiéndole mencionado mi afición por el arte egipcio, recibí este obsequio de su parte. Es un libro muy valioso desde el punto de vista didáctico, pero carece de valor económico.

  • Entonces ¿Podríamos decir que su relación fue, al menos durante un tiempo, bastante cordial?

  • El libro iba acompañado de una nota que ya no conservo.

  • ¿Qué decía esa nota?-. Preguntó Jordi con brusquedad.

  • Decía que me había sido concedida la oportunidad de entrar a formar parte de una sociedad de estudiosos y mentes avanzadas que se agrupaban en una especie de macabro culto al dios egipcio de los muertos.

 

Al escucharla nombrar la palabra “sociedad”, ambos amigos sintieron que el corazón les aleteaba dentro de su pecho.

 

  • ¿Y usted qué hizo?

  • Decliné amablemente el ofrecimiento.- Contestó divertida Montse Arnau.- ¿No creerán en serio que iba a relacionarme con el asesor espiritual del asesino de mi hermana? El me contestó diciéndome que lo sentía, que hubiera sido una mejor oportunidad de conocernos y comprender. ¡Comprender! Insistió en que no rechazara su obsequio y aquí está.- Dijo mostrándoselo de nuevo entre sus manos.- Le conté todo esto a su ayudante con la intención de que tuviera más datos sobre la personalidad de Angulo. Creo que tiene serias sospechas sobre él.

  • ¿Y usted? - Le preguntó Gilabert

  • No puedo imaginarme a un octogenario demenciado y medio paralítico perpetrando asesinatos.

  • Sin embargo, está dispuesta a creer eso mismo respecto a Heráclio Silva.

 

 

  • Silva no era un hombre normal, ¡Era un monstruo! - La expresión del rostro de la Arnau se tornó sombría y beligerante.- Los monstruos son capaces de hacer cosas de las que otros seres humanos son incapaces.- Y zanjando el tema con estas palabras, se levantó con la clara intención de invitarles a salir de su casa.

 

Cuando los hombres estaban a punto de cruzar el umbral de la puerta les dirigió una pregunta:

 

  • ¿Es la señora Marco su cliente? Se lo pregunté también a la muchacha pero eludió la respuesta.

  • Sabe que no podemos darle esa información.- Contestó Sempere con acritud.

  • Por supuesto, claro. Pero creo intuir que no estoy equivocada y en ese caso ¿qué relación tiene con Silva? ¿Por qué iba a querer atacarla?

  • ¿Está segura que Marga no le comentó dónde iba a ir después de verse con usted? - Le interrumpió enérgicamente Gilabert.

  • Pues no, lo siento de veras.- Contestó con exagerado sentimiento la enorme mujer.

  • Buenas noches.

 

Mientras se alejaban, pudieron observar cómo la señora Arnau les seguía con la mirada desde la puerta abierta de su elegante casa. De mutuo y tácito acuerdo, decidieron no comentar nada hasta que no se hubieran alejado prudencialmente de la mansión. Después, en el banco de un parque cercano, intentaron comunicarse con Marga por enésima vez a través del móvil. Al no obtener respuestas decidieron dirigirse de nuevo a casa de Dolores Marco. Pau sentía una urgencia inmediata de verla. Esperaba que hablando con detenimiento, los tres juntos podrían deducir cuál había sido el paso siguiente de Marga al salir de la casa de Montse Arnau. Sempere añadió que dados los hechos, sería conveniente comunicarle al inspector Barceló la desaparición de la chica. Gilabert asintió y tragó saliva con dificultad. La peregrina idea de que le había sucedido algo terrible se estaba instalando obsesivamente en su cabeza. Telefonearon al inspector y lo pusieron al corriente de todo. Gilabert tuvo que escuchar una descarga por parte de su amigo el policía, acerca de la inconsciencia de haber dejado a Marga sola en las averiguaciones. Se trataba de un tipo chapado a la antigua que consideraba que estos asuntos policiales eran cosa de hombres. Pau siempre había disentido apasionadamente sus razonamientos pero en esta ocasión, el miedo y la culpa le hicieron soportar estoicamente los reproches. Había estado obsesionado con la seguridad de Dolores Marco y había desdeñado el peligro al que podía estar expuesta su querida Marga. Si algo le había pasado nunca volvería a encontrar la paz ni el sosiego.

 

 

Barceló dio instrucciones a un agente para que le trajera una carpeta. Cuando la tuvo en sus manos, echó una pesada y sofocante mirada a los dos detectives, sacudió la cabeza como si tratara de espantar algo que le perturbara y tras asegurarse de cerrar la puerta de su despacho, susurró misteriosamente:

  • ¡Oíd! Yo nunca, repito nunca, os he enseñado estos papeles.- dijo mientras dejaba distraídamente la carpeta sobre su mesa.- Comprended que esto se trata no solo de una investigación por un par de homicidios, sino de una maquiavélica trama que puede ensuciar virtuosas reputaciones.

  • ¿De qué va esto?- Se impacientó Sempere que no estaba para acertijos.

  • Vosotros habíais negociado la compra de una especie de diario del psicópata, ¿no es así?

  • Sí. Montalbán nos lo ofreció poco antes de morir.- Contestó Gilabert.

  • Sí, ya conozco la historia. Pues bien, este era al parecer, el objeto de vuestra compra.

  • ¿Estaba entre sus cosas?

  • No, no. Apenas poseía pertenencias personales y carecían de importancia para la investigación.- Hablaba sin elevar el tono. Gilabert pensó si esta conversación clandestina era oportuna en una dependencia policial.- Pero hace unas horas se ha presentado aquí un anciano que se ha identificado como el tío del fallecido Montalbán. Ha solicitado hablar conmigo personalmente y me ha explicado que, siguiendo las instrucciones de su difunto sobrino, debía entregarme algo.

  • ¿Qué instrucciones? ¿Qué “cullons” te tenía que dar?

  • Una llave. El anciano, que os aseguro parecía ajeno a todo esto, me contó que su sobrino al que no veía desde hacía quince años, se presentó en su pueblo hace unos días. Le dejó esta llave dentro de un sobre en el que había escrito mi nombre y la dirección de esta comisaría. Le insistió encarecidamente en que era de vital importancia poner este sobre en mi poder en el caso de que algo extraño pudiera ocurrirle. El hombre se mostraba apenado por no haberlo hecho antes, pero se enteró dos días tarde del asesinato de su sobrino.- Barceló observó la angustia que emanaba del rostro de su antiguo compañero. Sabía que a pesar de escucharle atentamente, su corazón estaba sufriendo por Marga.- Explicó que su sobrino había sido siempre un poco loco. Que a menudo se había metido en problemas y que no le tenía ningún afecto pero que en nombre del cariño que le había profesado a su madre, había decidido cumplir el deseo de Montalbán.

  • ¿A dónde correspondía esa llave? - Preguntó Gilabert mientras tomaba la carpeta y se decidía a averiguar de qué se trataba.

  • No nos supuso ningún problema comprobar que pertenecía a la caja de seguridad de un banco.- Barceló añadió apresuradamente:- No es necesario que leáis su contenido aquí mismo. Contraviniendo las normas, esta es una copia que he tenido a bien facilitaros. Espero que con esta información avancéis algo en este caso y nos ayudéis a resolver este caótico rompecabezas.

Tras decir estas palabras, Barceló se levantó y parecía haber dado por concluida la conversación. Gilabert percibió la prisa que su amigo tenía en deshacerse de ellos pero decidió preguntarle acerca de otra cuestión.

  • Supongo que al igual que nosotros, muchas de las pistas de esta historia os habrán conducido hasta Federico Angulo.- Observó un rictus de impaciencia en el rostro del veterano policía pero estaba decidido a ignorarlo.- Sigo creyendo que es él quien posee las claves de todo el asunto. Sabemos que Montalbán le visitó la víspera de su asesinato. ¿Habéis hablado con él?

  • ¿Dudas de mi instinto detectivesco? - Barceló parecía molesto aunque los dos amigos no comprendían bien el motivo.-¡ Claro que hemos hablado con él!, pero sabéis tan bien como yo que es un viejo loco que no puede echar demasiada luz en este asunto.- añadió- Y ahora por favor debéis marchaos. Os prometo que me centraré en la búsqueda de vuestra ahijada. Creo que esa y no otra, debería ser ahora vuestra prioridad.

 

Los investigadores abandonaron la comisaría con una inquietante sensación en el estómago. Jordi no paraba de lanzar improperios sobre la extraña actitud del inspector. Mientras su amigo sujetaba en silencio el portafolios que les había entregado sin decidirse a leerlo.

 

  • Bueno, será mejor que nos pongamos a leer estos papeles.- dijo el pelirrojo.

  • ¡No! - dijo tajante Gilabert.- Nuestra prioridad es encontrar a Marga. En eso tiene razón Barceló.

  • Estoy de acuerdo pero, ¿qué vamos a hacer? No tenemos ninguna pista de dónde se dirigió Marga después de hablar con Montse Arnau.

  • Exacto. Y es por eso que empezaremos a buscarla en el entorno de esa mujer. Tampoco tenemos certeza de que fuera a ningún otro lado.

 

 

Decidieron dirigirse nuevamente a casa de la señora Arnau, pero en esta ocasión para montar guardia frente a su puerta. Al cabo de un par de horas de vigilancia, vieron a la corpulenta mujer salir de su casa con una bolsa y subirse a su coche. La siguieron discretamente hasta su tienda de antigüedades dónde, lejos de abrirla al público, la vieron encerrarse a cal y canto.

Apenas habían transcurrido diez minutos, cuando la corpulenta figura del inspector Barceló enfundada en un amplio abrigo negro, surgió desde dentro de un automóvil aparcado enfrente del negocio de la Arnau.

Gilabert y Sempere contemplaron con interés la mirada soslayada que el inspector dirigió a su alrededor. Marcos percibió claramente que, fuera cual fuera el motivo que le había traído hasta allí, no le agradaba la idea de ser visto por nadie. Llamó al timbre de la tienda pero casi simultáneamente, la aporreó con insistencia. Inmediatamente, Montserrat la abrió y le instó a entrar con ademanes urgentes.

  • ¿Tú crees que viene a interrogarla?- Preguntó Sempere.- Puede que esté siguiendo la misma línea de investigación que nosotros, ¿no te parece?

 

Gilabert no respondía a su amigo. No podía oírlo. La señal de alarma que llevaba encendida desde la desaparición de Marga se había disparado nuevamente. Había algo en la conducta de Barceló en la comisaría que le había puesto en estado de alerta. Pero, ¿qué era? Abrió la carpeta que contenía el supuesto diario de Silva. Al parecer, el psicópata disponía de una máquina de escribir en el frenopático. El cotizado diario del asesino en serie Heráclio Silva, por el que al menos una persona había perdido la vida, estaba compuesto por siete folios mecanografiados relatando los delirios de un enfermo pervertido que no aportaban ninguna luz a la investigación. Ningún nombre, ninguna pista. ¿Por qué Barceló se los había entregado con tanta parafernalia y misterio?, ¿por qué Montalbán había de esconderlos con tanto celo? No incriminaban a nadie. Nada de lo que contenían esas páginas suponían la más leve preocupación para nadie. Y luego estaba su extraña actitud al llamar a la puerta de la anticuaria…

 

  • Escucha, voy a intentar oír lo que están hablando.- dijo mirando a Jordi pero sin comentarle sus sospechas.- Me llevaré este micrófono para ampliar el sonido.- dijo sacando el diminuto artilugio de un maletín en el asiento trasero.- Tú espérame en el coche. Si crees que debes avisarme de algo, llámame al móvil. Tendré puesto el vibrador. Por mi parte si necesito ayuda te haré una llamada perdida al tuyo. ¿De acuerdo?

  • ¡¿Vas a espiar al inspector Barceló?!- preguntó Sempere con incredulidad, pero su amigo no le contestó. Se deslizó rápidamente hasta la tapia que rodeaba el jardín de la elegante casa de antigüedades. Se aseguró de que no había nadie mirando y trepando como un mono se dejó caer al otro lado de la tapia.

 

 

 

El jardín no tenía un aspecto cuidado. Las zarzas y la maleza en general se habían apoderado de todos los espacios y amenazaban con devorar a los propios árboles. Una fuente de piedra se adivinaba entre el espesor de malas hierbas y mostraba unas aguas estancadas y de olor nauseabundo. Decididamente, la señora Arnau no tenía la misma pasión por la jardinería que por los trastos viejos. Buscó una ventana abierta, alguna trampilla por la que poder colarse en la vetusta casa que servía como negocio a Montse Arnau. Ventanas y contraventanas permanecían cerradas en todo el edificio. Sin embargo pudo ver una trampilla entreabierta, anexa al edificio, que sirvió de leñera un tiempo. La frondosidad del agreste jardín, cobijaba al detective de poder ser descubierto por los vecinos de los edificios colindantes. Un frondoso roble, extendía sus generosas ramas hasta la misma entrada que se encontraba cubierta por una agreste vegetación. Gilabert apartó ese maremagno arañándose las manos en la acción, pero después pudo confirmar que, a través de esa apertura, accedería sin problemas al sótano de la tienda. Se deslizó por el angosto hueco de la trampilla sin medir bien la altura a la que estaba situada con respecto al suelo, lo cuál le costó una dolorosa caída sobre las rodillas y el temor de poder ser descubierto por el ruido. Permaneció quieto en cuclillas, sumido en una oscuridad que sus ojos se forzaban en desentrañar habituándose a la escasa luz que lograba penetrar por el ventanuco. Cuando creyó que había transcurrido un tiempo prudencial, empezó a interesarse en los objetos que almacenaba el recinto. Se trataba, como era de esperar, de un cúmulo de muebles y objetos antiguos que reposaban impasibles al polvo, envueltos en telas o enormes lienzos de plástico. También distinguió unas estanterías metálicas que estaban ocupadas por cajas de cartón de todos los tamaños. Cada mueble, cada caja, tenían adherida una etiqueta identificativa señalando el objeto en sí, su procedencia, antigüedad, etc.

Pau encendió la pequeña linterna que siempre le acompañaba. Curioseó entre las estanterías y observó que muchas de aquellas cajas contenían objetos relacionados con el antiguo Egipto. El acceso al sótano desde el interior del edificio, se hacía a través de una enorme puerta de madera. Luego se accedía por una generosa rampa que, pensó, habría sido diseñada a posteriori para facilitar el almacenamiento y tránsito de los artículos. Pegó su oreja a la puerta pero no pudo distinguir ni un susurro. Comprobó que la puerta estaba sólidamente cerrada y decidió registrar hasta el último rincón del fantasmagórico almacén por si descubría otro acceso. Recorriendo concienzudamente con la linterna todas las paredes, notó una irregularidad detrás de una estantería que permanecía pegada a la pared y atestada de cajas. Se aproximó para examinar bien el lugar pero entonces escuchó un rumor de pasos y conversación que se aproximaban a la puerta y decidió esconderse cubierto por una de las sábanas que protegían una “chaisse-longue” de rojo y suave terciopelo.

Capítulos IX y X de Un asunto de familia

Capítulos IX y X de Un asunto de familia

 

                                                                           CAPÍTULO NOVENO

 

 

La señora Sopesens no parecía tener un buen día. Llevaba un discreto vestido negro que remarcaba especialmente el tono macilento y ajado de su tez. Sus ojos se avecinaban tras unas ojeras oscuras como oscuros eran los temores que le atormentaban. Recibió a Gilabert sin el más mínimo signo de entusiasmo y, en seguida, adoptó una actitud hermética que evidenciaba que no tenía el cuerpo para charlas.

  • Señora, discúlpeme por esta intempestiva visita pero he sentido la necesidad de hablar de nuevo con usted antes de decidir si acepto definitivamente continuar en el caso.- Marcos se sentía un poco estúpido al hablar de un hipotético “caso” que no alcanzaba a perfilar con claridad. Todo en esta historia era retorcido y absurdo desde el principio. Y el reciente asesinato no podía calificarse de un hecho casual porque inexorablemente, estaba relacionado con este delirante rosario de sinsentidos en que se había convertido este trabajo. Tenía que tener más datos. Era obvio que, ambas mujeres, le habían ocultado hechos cruciales para averiguar a qué se estaban enfrentando.

  • No me encuentro muy bien, detective. Mi hija puede facilitarle toda la información que necesite. Compréndame, revivir el pasado es demasiado penoso para mí.

  • Anoche apareció asesinada una mujer.

  • ¿Y en qué me incumbe a mí eso?- Contestó con determinación pero un efluvio de temor emanó de sus palabras.

  • La mujer sufrió varias mutilaciones y además... unos versos aparecieron clavados en su corazón con una aguja de hacer media. Un crimen típico de Heráclio Silva.

  • Pero... ¿Qué me está diciendo? - Sus pupilas crecieron a la celeridad de la luz. La mujer estaba aterrorizada. Era evidente que la noticia no solo le sorprendía sino que le causaba un pánico cerval.

  • Pero hay más. Esa mujer, la muerta, estaba implicada profesionalmente con su hija Dolores.

  • ¿Lolita conocía a esa pobre mujer? !Oh Dios mío! Estaba segura de que cumpliría su palabra. No iba a permitir que siguiéramos tan tranquilas con nuestras vidas. Ha vuelto para acabar con lo que dejó a medias.

  • Señora Sopesens, si verdaderamente quieren mi ayuda necesito que me cuenten toda la verdad. Los detalles. Precisamente todo eso que ambas han intentado ocultarme desde el principio.

Magdalena Sopesens se derrumbó sobre un sillón y enterrando su rizada cabellera entre las manos, comenzó a sollozar descontrolada. Gilabert se aproximó y acarició su cabeza en muestra de comprensión. Cuando se hubo recuperado del acceso de llanto comenzó a hablar con un tono impersonal:

  • Si decidimos omitir algunos detalles de nuestra historia familiar es porque consideramos que eran excesivamente escabrosos e íntimos. Pero dadas las circunstancias, debo admitir que es posible que para hacer eficazmente su trabajo, necesite saber algunas cosas que nosotras hemos silenciado por catalogarlos como “asuntos de familia”.

  • Haremos una cosa. Yo le haré preguntas directas y usted me dará respuestas lo más directas posibles,¿de acuerdo? . Intente responder como si hablara de una persona extraña a ustedes. Para ayudarme, necesito que usted se distancie emocionalmente de los hechos que me cuenta.

  • No se si seré capaz, pero dispare.

  • ¿Cómo era la relación entre su marido y su hija?

  • No era una relación normal si es eso a lo que se refiere.

  • Escuche, yo no voy a juzgar a nadie ni debe sentir vergüenza de contarme estos secretos. En mi profesión me considero una especie de cura en quién sus clientes depositan sus más íntimas confidencias. No se trata de curiosidad. Si quiero tener éxito en mi tarea necesito saber algunas cosas. Por el conocimiento que tengo de la señora Marco y debido a los testimonios de algún otro, he deducido que su hija sufrió algún tipo de abuso en la infancia por parte de Silva, ¿me equivoco?

  • No, no se equivoca.- La voz surgió débil pero clara de los labios de Magdalena. Permaneció callada unos instantes. La mirada franca del detective la invitaba a seguir hablando.- Heráclio nunca fue un hombre normal. Yo lo amaba con loca pasión. Todo en él era especial: su porte, su ingenio, su agudo sentido del humor. Me enamoré perdidamente y me casé siendo casi una criatura. La noche de bodas ya descubrí que tampoco en “esto” era un hombre normal.

  • ¿Por qué dice eso?

  • A él le atraían solo las jovencitas, las muy, muy jovencitas. Nuestra noche de bodas me entregó un vestidito y una muda de niña pequeña y me pidió que me lo pusiera. Yo, además de ser muy joven e inexperta, tenía un aspecto infantil, rubia y menuda, escasamente desarrollada. Cuando me vestí con las prendas que me dio, empezó un extraño juego de seducción. ¿Es necesario que le cuente más detalles sobre esto?

  • Lo cierto es que no lo se. Juzgue usted, en conciencia, su importancia.

  • Está bien.-suspiró tras un momento de duda.- Heráclio se inventaba historias en las que yo era una nena pequeña, seducida y ultrajada. Todas sus…”fabulaciones sexuales” terminaban de la misma forma: él me drogaba con fingidas artimañas y, cuando yo estaba inconsciente hacía lo que quería conmigo.

  • ¡Canalla!, ¿y por qué aceptaba usted esto?

  • No voy a tratar de que me comprenda, eran otros tiempos. Tuve que enfrentarme a mi familia para casarme con un hombre viudo y mucho mayor que yo, un hombre que aunque rico, procedía de la nada. Separarse en esas circunstancias y en aquella época hubiera sido un suicidio social. Provengo de una familia burguesa, muy conservadora que no me hubiera perdonado semejante acción. Además, mi vida era muy cómoda y Heráclio era el marido perfecto en todas las demás ocasiones. Cuando quedé embarazada no me tocó durante todo el embarazo y yo pensé que las cosas habían cambiado.

  • ¿Y fue así?

  • En parte. Cuando nació la niña tardó un poco aún en buscarme. Después lo hizo muy esporádicamente. Cuando Lolita tenía unos ocho años, dejó de hacerlo.

  • ¿Qué cree usted que pasó para que cambiara así con usted?

  • Pues está claro,¿no? Empezó a asesinar niñas y jovencitas por todo el territorio español. Simplemente saciaba con ellas sus necesidades morbosas.

  • Según he leído en la prensa de la época, todas fueron brutalmente violadas y narcotizadas antes de ser asesinadas.- hizo una deliberada pausa.- Pero… ¿qué pasó con su hija?

  • Tenía que haberlo matado ya cuando lo sospeché, pero cerré los ojos.-una nube de gélida desolación se apoderó de su rostro.- Compréndame, no solo temía por mí… también por mi hija. Si lo denunciaba nadie iba a creerme. Heraclio tenía amigos muy influyentes en cargos políticos y judiciales. Era un hombre respetado y relacionado con algunos miembros de la iglesia católica. También sabía que tenía otro tipo de contactos, con menos lustre social pero que eran capaces de hacerle desaparecer cualquier obstáculo: un rival empresarial o una esposa molesta.

  • ¿Abusó de la niña?

  • Empezó a hacerlo cuando Lolita tenía unos nueve años. Yo tardé un par de años en sospechar y otro más en confirmarlo.

Esto, situaba a la niña con doce años y , contando que Silva fué detenido cuando la chica tenía catorce años de edad , quería decir que Dolores sufrió violaciones por parte de su padre durante cinco años y que al menos, durante dos de esos años, su madre fue sabedora de lo que le estaba ocurriendo.

Una oleada de indignación creció desde dentro del detective hasta conseguir sofocarle y obligarle a buscar aire fresco en la ventana.

  • ¿Le parezco a usted un monstruo, detective?

  • Mi opinión no tiene ninguna importancia en este asunto.

  • Sin embargo yo lo denuncié, no lo olvide. Yo acabé con él en su momento y es por eso que ha vuelto del pasado a buscar venganza.

  • Los muertos no vuelven, señora Sopesens.

  • Los demás puede que no, pero Heráclio sí.

  • Y, cambiando un poco de tema, ¿qué le dice a usted el nombre de Federico Angulo?

  • Un amigo de la familia, un sacerdote.- Contestó con naturalidad pero una sombra de estupor se deslizó por su rostro.

  • ¿Amigo de Heráclio?

  • Amigo de los dos. Un hombre santo.

-Eso tengo entendido. En fín, buenas tardes señora. No la molestaré más de momento.- y Gilabert se despidió sin más huyendo instintivamente de la presencia de aquella mujer que le desagradaba ahora de una forma virulenta.

 

Esperaba que con un poco de suerte, encontraría a Dolores en su despacho. Al pensar en ella y en el infierno que había sufrido en su infancia, una oleada de empatía y de inquietud se apoderó de Gilabert. ¿Cómo era posible conservar el juicio después de ese horror?, ¿Qué características tenía la relación con su madre, dadas las circunstancias de su muda complicidad en el asunto?, y sobre todo, ¿Qué había motivado a Dolores Marco a hacerse cargo de la defensa de la mujer asesinada?

La similitud entre su propia madre y la muerta iban más allá de lo físico: Ambas eran de complexión delicada y de cabellos rubios, aunque en el caso de la fallecida se tratara de una rubia de “bote”; Las dos habían sido cómplices, o al menos consentidoras silenciosas, de las barbaries cometidas contra sus hijas por sus respectivas parejas y ahora, la forma en que había sido asesinada una de ellas, las vinculaba todavía más de una forma muy sospechosa. El nerviosismo del detective iba en aumento a medida que se aproximaba al encuentro de la abogada. Presagios negros como la noche se apoderaban del corazón de Gilabert acelerando sus pulsaciones. Decidió que abordaría el tema con delicadeza pero con determinación. Tenía que escuchar de sus labios alguna respuesta que le tranquilizara, que diera coherencia a este enredo.

Solo tuvo que esperar unos diez minutos a que terminara con el cliente con el que estaba reunida. Después, la secretaria le indicó que podía pasar y, de nuevo, se quedó estupefacto ante la majestuosa presencia de la mujer. Un observador agudo hubiera adivinado la palidez y unas leves ojeras bajo el maquillaje pero, la perfección del conjunto, contrarrestaba cualquier indicio de cansancio. Llevaba el cabello suelto y cuidadosamente desordenado y una blusa blanca desabrochada hasta donde el decoro recomienda .Le recibió con una sonrisa triste y con un gesto de la mano le indicó que tomara asiento. Igual que en las veces anteriores, se sintió intimidado por la natural belleza que exhalaba y tuvo miedo de comportarse con torpeza o de dejarse llevar por los complejos que sentía aflorar ante una mujer de estas características. Pero fue ella quien rompió el embarazoso silencio:

  • Mi madre me ha llamado en cuanto usted abandonó la casa.

  • Entonces ya sabe que me ha contado algunas cosas.

La sonrisa se resbaló de su boca y una mirada fría y acerada apareció en su rostro.

  • No creí que ese dato fuera vital para el caso que nos ocupa.

  • Se trata de un hecho muy grave que, sin duda, acarreó muy graves consecuencias.

  • En cualquier caso el daño lo sufrí yo y es evidente que no solo lo he superado, sino que he encauzado mi vida de forma que pueda ser útil a otros chiquillos en las mismas circunstancias.

  • Eso dice mucho y bueno de usted. Pero, ¿es cierto?, ¿ha superado y cerrado definitivamente ese capítulo?

Era evidente que esta conversación no era de su agrado y que no pensaba colaborar voluntariamente en ella pero Gilabert no iba a ceder, al menos esta vez, a sus deseos y le mantuvo la mirada un largo rato hasta que ella reanudó la conversación.

  • ¿Qué quiere que le diga?

  • Entre otras muchas cosas, ¿qué hacía usted defendiendo a la madre de Vanesa Martínez? Creía que eran las víctimas quienes le interesaban, no sus verdugos.

  • ¿Y quién se cree usted para determinar a quien le corresponde el papel de uno u otro? En el mundo real los límites no están tan claros. ¿O es que acaso conocía la vida de esa mujer para adjudicarle tan taxativamente el rol de verdugo? Hay situaciones en la vida de las personas que pueden considerarse atenuantes sobre sus actos posteriores.

  • Quizás, pero mi vida profesional me ha enfrentado con hechos para los que se me hace difícil encontrar paliativos para los monstruos que los habían ejecutado.- Ella le mantenía esa mirada neutra e inhóspita, pero prosiguió sin dejarse cohibir.- Me resulta difícil comprender qué tipo de traumas impiden que una madre defienda a su hija de un horror como el que vivía Vanesa… o usted misma.

  • ¿Qué piensa de mi madre, detective?

  • Preferiría no tener que emitir una opinión sobre ella.

  • Usted no lo puede comprender.- su rostro se relajó humanizando sus fríos rasgos.- Son personas anuladas moralmente por el miedo y la miseria espiritual en la que viven. Pierden su voluntad y su capacidad de discernir entre el bien y el mal.

  • Pues, al parecer, alguien ha querido librar a esta mujer de su miseria moral definitivamente. Supongo que no se le habrá escapado que el método empleado es muy “familiar”.

Dolores recuperó la sonrisa y un velo de ironía cubrió su cara.

  • Sospecha que la he matado yo, ¿no es cierto? Que estoy poseída por el influjo de los abusos de mi infancia y que, en vez de vengarme de mi madre por no ayudarme, he decidido hacerlo con una sustituta. Con alguien que cometió la misma falta y que no debe escapar al castigo.

Gilabert la estudiaba tratando de no evidenciar sus emociones. Era cierto que ese presentimiento le había perseguido desde que había descubierto los últimos datos pero deseaba equivocarse con todas sus fuerzas.

  • ¿Y es así?

  • Si no estuviera tan cansada y deprimida me partiría de risa. Pero lo cierto es que no me río en absoluto. Este crimen deja a la luz lo que cuando lo contraté era solo una sospecha: Heraclio Silva sigue vivo y va a vengarse de nosotras.

  • Si Silva estuviera vivo sería sin duda un anciano con escasas posibilidades de perpetrar un asesinato tan violento. Además, ¿cuál sería su móvil en este caso? Silva violaba a sus víctimas y los “efectos especiales” de sus asesinatos no eran otra cosa que un adorno enfermizo de su mente, pero el sexo era el único objetivo de sus actos.

  • Si habla con la policía averiguará que la desgraciada fue narcotizada antes de hacerle todas esas fechorías. Eso simplifica la ejecución de los hechos y, seguramente, un anciano que se mantuviera en forma sería capaz de realizarlos.- El detective conocía este dato pero fingió ignorarlo.- Y respecto al móvil… en esta ocasión utilizaría el asesinato como un contundente mensaje hacia nosotras. Uno que no diera lugar a dudas. Lo que es evidente es que con ochenta y siete años, dudo mucho que su potencia sexual corresponda a sus deseos. ¿No está de acuerdo?

  • Pero dígame: ¿Por qué contra toda lógica mantienen ustedes que Silva sigue vivo? Está claro que existe un asesino… o asesina en esta historia pero, ¿Por qué no tienen ninguna duda de que el responsable es un tipo que cuenta con un certificado de defunción desde hace veinte años?- Pau Gilabert se levantó de la silla que ocupaba frente a Dolores para dirigirse a la ventana. Tras unos segundos de observar algo indefinido en el exterior se dio la vuelta y , clavándole los enormes ojos de anuro en sus preciosos ojos, continuó: - ¡Tanta certeza! Cuando nos conocimos la justifique como un efecto colateral del trauma que sin ninguna duda, habían padecido. Pensé que era posible que alguien deliberadamente, recreara la personalidad de Silva para torturarlas psicológicamente.- Ella meneó la cabeza pero el detective siguió hablando.- Había conocido en estos días, durante la investigación, a un par de tipos relacionados con su padre que…

  • Preferiría que no se refiriera a esa escoria llamándole mi padre, por favor.

  • Lo siento. Tiene razón.- Se sintió turbado por su propia indelicadeza pero no quiso perder el hilo de su argumentación.- Le decía que esos tipos, me parecieron ambos personas mentalmente perturbadas que podían esconder alguna trastornada razón para querer molestarlas. No tiene ni idea de lo que un demente obsesionado es capaz de llegar a hacer para llamar la atención sobre sí mismo.

  • ¿Incluyendo el crimen en su repertorio?

  • Algunos, aunque la mayoría resultan ser inofensivos. Si se puede llamar inofensivo dedicarse a desestabilizar emocionalmente al objeto de su obsesión, claro.

  • Pero tras el asesinato de la madre de Vanesa las sospechas se desvían sobre mí, ¿no?

  • Su infancia tuvo que ser un infierno.- musitó Gilabert.

  • No todos los que vivieron infancias desgraciadas se convierten en psicópatas, detective. ¡Mierda!, ¿Qué le parece si nos tuteamos? Me resulta absurdo seguir manteniendo el tratamiento con alguien que conoce los secretos más íntimos de mi vida. Llámeme Lola.

 

Aquella mujer le gustaba de verdad. Tenía entereza y valentía para afrontar la vida que le había tocado vivir. Era reservada pero, en ningún caso, le parecía que respondiera al patrón de alguien alterado psicológicamente. Aunque lo cierto es que también Heráclio Silva parecía un tipo totalmente equilibrado y cabal y como su hija, dotado de un gran influjo seductor.

 

  • Está bien, Lola. Y ahora que hemos intimado… ¿Me contarás lo que me estás ocultando?

  • ¿Quieres saber por qué no tenemos dudas de que Silva no murió en ese incendio?

  • Exacto

 

  • Porque nos visitó hace doce años, en nochebuena.

Gilabert la miró estupefacto. Era difícil intuir ninguna emoción en la expresión de granito que tenía delante.

  • Si, se que no deberíamos haberte ocultado esto. Pero comprende, cuando lo vimos estaba físicamente en las últimas y a estas alturas, estábamos casi seguras de que ya habría fallecido de muerte natural. – hablaba con un matiz apagado y extremadamente triste, pero en el fondo, su confesión parecía proporcionarle un alivio deseado.- Nosotras siempre supimos que Silva no murió en ese incendio. Como ya te he comentado, gozaba de amistades con influencias políticas y económicas y algunos de sus amigos decidieron salvarlo del infortunio.

  • Cuéntame eso detenidamente, por favor.

  • Estos “baluartes” de la sociedad cristiana occidental encontraron la forma de fingir un incendio en el psiquiátrico para rescatarlo.

  • ¿Con qué objeto?

  • Tenían la “piadosa” misión de rehabilitarlo. Entiende, no es que fueran exactamente amigos de Silva. Eran mucho más. Constituían una sociedad secreta que contaba con miembros infiltrados en todas las ramificaciones del espectro social español.

  • ¿Masones?

  • Digamos que podrían llamarse así.- Lola se levantó para servirse un café de una cafetera situada en una mesita auxiliar, le ofreció otro al detective que aceptó distraídamente, fascinado como estaba con el relato.- A mi madre y a mí nos adjudicaron un dinero mensual que asegurara nuestra subsistencia. También pagaron mis estudios universitarios y solo nos pidieron a cambio que lleváramos una vida discreta desvinculándonos del pasado.

  • Tenía entendido que fue la familia de tu madre quien se ocupo de vosotras.

  • ¡Joder, no sabes lo que dices! La correctísima y selecta familia de mi madre no quiso ni oír hablar de nosotras. Y desconozco la procedencia de mi familia paterna. Ellos nos enviaron un intermediario durante todos estos años para que se ocupara de nosotras. Era parte de su deber para con Silva.

  • ¿Y quién fue ese intermediario?

  • ¿Aún no lo has averiguado? El padre Angulo fue el encargado de celar por nuestro bienestar material y de satisfacer nuestras necesidades espirituales. El fue quien nos explicó que lo iban a sacar del psiquiátrico para intentar devolverlo a la luz del Señor. ¡Tendrías que haberlo escuchado! Parecía transido por un espíritu redentor y provocó en nosotras una sensación aterradora. Nos lanzó veladas amenazas ante la posibilidad de que cometiéramos alguna indiscreción. Y durante muchos años recibimos periódicamente los giros y solo nos inquietaba con sus visitas esporádicamente. Nos contaba de los progresos de Silva aunque nunca nos desveló su paradero. A nosotras la sola idea de saberlo vivo nos tenía completamente bloqueadas. Angulo nos habló de que en principio Silva vivía obsesionado con vengarse de su mujer por haberle denunciado. Luego nos dijo que, gracias al trabajo que se Pag43-8 estaba haciendo con él, había conocido el perdón y estaba sumamente arrepentido por todo el daño que nos había hecho.

  • ¿Y le creísteis?

  • Ni una palabra. Pero teníamos demasiado miedo para enfrentarnos con eso y decidimos seguir con nuestras vidas fingiendo que el pasado nunca había existido.

  • Hasta que un día…

  • Hasta que una nochebuena de hace doce años, Angulo y Silva aparecieron en la puerta de nuestra casa.

Lola tomó un sorbo largo de café. Su mirada se volvió huidiza y nerviosa. Obviamente, recordar este episodio le turbaba muchísimo. Gilabert sintió un escalofrío al imaginar el miedo intenso, el horror infinito en el que se había desarrollado la vida de esta mujer. Y se maravilló nuevamente de que pese al desamparo de su propia historia, hubiera puesto todo su empeño y energía en que otros seres humanos no sufrieran tales desventuras.

 

  • Estaba encogido y muy demacrado. Fue Angulo quien tomó la palabra para explicarnos que el motivo de esta última visita era despedirse de nosotras.

  • ¿Despedirse?

  • Sufría un cáncer de colon con una metástasis muy extendida. No le garantizaban ni seis meses de vida. Cuando él se dirigió a nosotras, rompió a sollozar como un bebé y nos pidió perdón de todas las formas imaginables. Quiso justificarse explicándonos que había estado muy enfermo del alma pero que por fin, había encontrado la paz y solo necesitaba el perdón de sus víctimas para poder descansar eternamente.

  • ¿Y le perdonaron?

  • Le dije que ojalá se fuera al mismísimo infierno. Yo ya no era una niña amedrentada. Ya era una mujer de veintiocho años que se abría paso sola en la vida. Lo odiaba con toda mi alma y así se lo hice saber, y, lo único que me impidió denunciarle fue el terror que esta especie de secta producía a mi madre y, el convencimiento de que a esa basura humana que tenía delante le quedaba muy poca vida.

  • ¿Y no volvieron a verlo?

  • Ni a él ni a ninguno de sus “amiguitos”. Comprendes ahora nuestro miedo. Creíamos que estaba muerto pero no hace veinte años.¿Y si nos mintieron? Quizás nunca estuvo enfermo y, con el tiempo, ha fraguado una venganza contra nosotras.

  • Evidentemente, me hubieras simplificado las cosas con tu sinceridad.

  • Espero que comprendas lo que me cuesta revelarte todo esto. Además tenía que conocerte mejor antes de poder sincerarme del todo.

  • Pero una mujer ha muerto.

 

La abogada se mordió los labios y lanzó una mirada desconsolada al detective. Este se creyó en la obligación de decir:

 

-Puede que, aún teniendo los datos no hubiéramos podido evitarlo. Bueno, seguiremos hablando en otro momento. Con estas novedades, tengo que revisar nuestra línea de investigación.

  • Entonces… no abandonas el caso.

  • Mira, la mayoría de mis casos son aburridos y patéticos. Esta ocasión es única y me proporcionará mayores satisfacciones intelectuales.

  • Huelga decirte que agradecería tu discreción. Si la policía o los medios de comunicación contaran con esta información mi vida se vería profundamente trastornada.

  • Te aseguro Lola, que para mí también es importante tu estabilidad.- Y luego sorprendido por lo que le había dicho, añadió:- Si alguien se merece vivir en paz eres tú.

  • Gracias.

 

Dolores Marco cogió la mano de Gilabert entre las suyas y le dedicó una lánguida sonrisa.

 

  • Y ten cuidado, por favor. Puede que la sociedad a la que pertenecía Silva siga vigente y desconocemos el alcance de sus métodos.

 

Gilabert salió del despacho de Lola sintiéndose una especie de caballero cruzado que no pensaba defraudar a su dama. Los nuevos datos le tenían sumamente agitado y no veía el momento de compartir esta información con Marga y Sempere. Estaba claro que debían volver a interrogar a Angulo y, que esta vez, no iba a consentir que fuera él quién llevara la batuta de la conversación.

Si Pau Gilabert hubiera tenido que emitir un juicio sobre los sentimientos que aquella mujer le provocaba, hubiera sido incapaz de describirlo con palabras. Quizás una hermosa canción de gospel hubiera sido más definitiva con relación al estado de embrutecimiento sensorial que sufría estando en su presencia. Pau era un hombre templado en lo referente a lo sentimental. Procuraba que sus emociones navegaran conforme a la lógica y la ley empírica natural. Se consideraba apolítico, si bien sus valores éticos fundamentales se identificaban más con la ideología representada por la izquierda. Pau Gilabert era una ácrata, que no tenía conciencia de serlo. Y procuraba transcurrir por la vida siguiendo un comportamiento aparentemente errático, basado en hacer en cada momento lo que le viniera en gana. Por supuesto valoraba el hecho de que todos los seres humanos tienen el mismo derecho, y eso establecía los límites. Por lo demás, consciente como nadie de la mezquindad inherente a la naturaleza humana, procuraba racionalizar al máximo su comportamiento y no dejarse arrastrar por emociones corrosivas.

Sin embargo, a pesar de que los abusos sufridos por Dolores-niña eran motivo más que suficiente para acicatarle en su empeño, existían otros motivos de índole muy diferente que abrumaban al maduro detective.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO DÉCIMO

 

 

Cuando Pau atravesó la puerta de la agencia de detectives no pudo evitar darse de bruces con una mujer madura y robusta que, con aspecto malhumorado y sin decir palabra, abandonaba su oficina. Dentro su leal Sempere y una circunspecta Marga, le recibieron con auténtica ansiedad.

  • Esa mujer con la que te has cruzado es Montse Arnau, la hermana de una de las víctimas de Silva.

  • ¿Y qué quería? Parecía furiosa.

  • Quería información sobre nuestros clientes. Se había enterado del crimen de esa pobre mujer y no había dudado al identificar la “firma” del asesino. Parece ser que alguien más cree que Silva no murió hace veinte años y que corretea por ahí, hecho un vejestorio, asesinando mujeres alegremente.- afirmó Marga con una mueca irónica.

  • Puede que no esté del todo equivocada.

 

Si quería captar su atención, lo consiguió. Gilabert les puso al día de la conversación mantenida con madre e hija. Sempere empezó a soltar exclamaciones poco ortodoxas ante cada nuevo descubrimiento y Marga se limitaba a escuchar con la boca abierta más allá de los límites de lo fisiológicamente posible. Cuando concluyó su relato, lo acribillaron a preguntas: por qué, cómo… y sobre todo quiénes habían orquestado esta perfecta farsa de un incendio para liberar a un psicópata asesino de mujeres.

 

  • Supongo que “eso” precisamente va a ser nuestro trabajo. Debemos dar respuestas a todas estas preguntas para empezar a darle forma al rompecabezas.- Concluyó.

  • Oye, Pau- Sempere parecía sobrecogido- Me parece que este asunto se nos escapa. Deberíamos informar a la policía y desentendernos de este enredo.

  • ¿Y qué les vamos a decir?, ¿Qué tenemos serias sospechas de que el asesino que buscan es un psicópata que falleció oficialmente hace dos décadas? No olvides que yo he sido policía durante muchos años. Estoy absolutamente seguro de que con lo que sabemos hasta ahora no estamos en posición de que la policía nos tome en serio. Además, es cierto que hemos averiguado que Silva no murió en el incendio pero, ¿sabemos con seguridad que sigue vivo? En realidad no sabemos nada en concreto todavía, solo que este caso tiene muchas más implicaciones de las que pensábamos.

  • Hay algo que me preocupa- Marga había permanecido callada y pensativa- ¿Por qué les comunicaron a Dolores y a su madre que Silva seguía con vida? Hubiera sido mucho más sencillo ocultárselo a ambas. Podían haber cometido una indiscreción y que se hubiera descubierto la verdad.

  • Humm… A mí también me produjo inquietud esta parte de su historia. Pienso, como tú, que hubiese sido mucho más fácil ocultarle este hecho a la familia.- Gilabert recordó el miedo intenso que pareció apoderarse de Dolores cuando rememoraba esos años del pasado. No solo era un riesgo sino una tortura innecesaria para las dos mujeres.

  • ¿Y no te reveló quiénes formaban parte de esa sociedad secreta?-inquirió el “magras”

  • Dudo mucho que lo supiera. En cualquier caso me dijo ignorar todos los nombres excepto el del que se convirtió en su enlace con la organización: Federico Angulo.

  • Personas muy influyentes, políticos, financieros y un sacerdote. ¿Qué clase de contubernio podían traerse entre manos? Bueno, en cualquier caso la mayoría deben criar malvas desde hace muchos años y el testigo que nos interesa está a buen recaudo en un monasterio.- terminó con una sonrisa la muchacha.

  • Está claro que se impone volver a la Cartuja.

 

Inmediatamente, los socios de Pau Gilabert le pusieron en antecedentes de su cita con el enfermero. El detective tranquilizó a su ahijada enseñándole un cheque por tres mil euros que la secretaria de la abogada, le había entregado a la salida. Se decidió que pagarían el dinero que les pedía ese “pajarito” pero Gilabert tomó nota mental de pasar por la comisaría para hacer alguna averiguación sobre el personaje. Después se enfrascaron en la lectura de los informes médicos que el enfermero chantajista les había llevado. El medico que firmaba los documentos era un tal Jaume Paga, jefe del servicio de psiquiatría del penal donde fue confinado Silva. Recordaron que era el tercero del trío de psiquiatras que se encargaban de la terapia de Silva en el penal. Los otros dos habían fallecido y éste había desaparecido misteriosamente en torno a la fecha de la “supuesta” muerte del psicópata.

Las notas del médico eran muy interesantes. Reflejaban a un individuo perfectamente adaptado al medio social que le había tocado vivir. Un camaleón capaz de reproducir sentimientos y formas de comportamiento más que correctas, aún cuando sentía una imposibilidad natural para albergar cualquiera de las más mínimas emociones humanas. De una inteligencia brillante, Silva buscaba obsesivamente el control en todas las facetas de su vida. Su objetivo era dominar el ambiente que le tocaba vivir y para eso no dudaba en utilizar los más sutiles artes de la manipulación y de la crueldad.

Había algunas anotaciones sobre la relación entre los maltratadotes de mujeres y niños y los asesinos en serie. Al lado, escrito a mano, ponía: “Sería interesante hablar con la mujer y la hija”

Seguían unas páginas con los resultados de unos tets y unas conversaciones mantenidas con él cuyo comentario final era:

Nos encontramos ante un individuo carente de emociones humanas. Una especie de reptil evolucionado que no siente el menor escrúpulo en “depredar” a su propia especie. Goza especialmente al hacer referencia a los detalles humillantes y vejatorios infringidos a sus víctimas. Su evidente encanto personal y su autocontrol le han ayudado a escalar posiciones elevadas en la sociedad y del mismo modo, su total falta de escrúpulos y remordimientos y su habilidad manipuladora, lo impulsaron a subir como la espuma en el mundo financiero…”

 

 

  • Vaya, evidentemente este loquero no sentía afecto ni por Silva ni por los financieros en general.- comento Jordi.

  • Bueno, si te fijas la descripción de un psicópata como un tipo carente de la más mínima empatía humana o solidaridad, encaja con el perfil de un brillante financiero, ¿no crees?-dijo Marga

  • Lo que creo es que sus conclusiones no revelaban simpatía alguna por el asesino. Me pregunto si su desaparición fue casual o esa misteriosa “sociedad” tuvo algo que ver.

  • ¿No creerás de verdad que se trataba de una sociedad compuesta por psicópatas-financieros?- Bromeó Sempere

  • Ya no se qué creer, sigamos leyendo.

 

En todas las entrevistas aparece como alguien muy preocupado por sí mismo y su futuro y no solo no omite sino que alardea de sus “hazañas” con gran exhibición de crueldad y sin asomo de remordimiento alguno. Explica, con gran coherencia, que se relajó excesivamente en los “detalles” y que por eso fue descubierto. Hace referencia a su esposa refiriéndose a ella como: “el único amor de mi vida” y dice no guardarle ningún rencor por haberle denunciado. Aún más, manifiesta el deseo de que la vida les de la oportunidad de volver a reunirse. En resumen, el sujeto se haya tranquilo y satisfecho. Con una actitud expectante pero relajada ante su futuro.”

 

  • Si sabía que pensaban sacarle de allí no es de extrañar que estuviese relajado. Pero, ¿por qué tardarían ocho años en hacerlo? Y cuando lo hicieron, insisto: ¿por qué comunicárselo a la mujer y a la hija? Si la idea no era reunir a la familia, ¿para qué decírselo?

  • Angulo nos tiene que dar las respuestas que necesitamos. Fue su consejero espiritual durante esos ocho años y al parecer lo siguió siendo cuando lo liberaron. El era el nexo que mantenía en contacto a Silva y a su familia y, hasta el momento, no tenemos ninguna prueba de que esa hipotética sociedad secreta sea real. Estoy seguro de que ese viejo trastornado tiene la clave de todo.

  • Pero el fraile que lo cuida, me dijo que está como una jaula de grillos a causa del tumor en su cabeza. No se si nos servirá de mucha ayuda.- señaló el pelirrojo.

  • Ya veremos. El caso es que con sectas o sin ellas hay un asesino suelto que ya nos ha arrojado un cadáver a la cara. Compraremos el diario de Silva, no estoy seguro de que nos sirva de mucho pero empiezo a tener una morbosa curiosidad por la personalidad de ese tipo. Lo podéis llamar y que se pase mañana con el material para recoger el dinero. ¡Que venga aquí! Quiero traerlo a nuestro terreno por si podemos sacarle alguna cosa más.

  • ¿Y cuando vamos a visitar a Angulo?- interrumpió Marga intempestivamente.

  • Recuerda que tú no puedes entrar a la Cartuja. Iremos el “magras” y yo en cuanto hablemos con el enfermero. Para ti tengo un trabajo de recopilación de datos.

  • ¡Te odio!

 

  • Yo también te quiero, niña mía. Escucha, necesito que recopiles todos los datos que puedas sobre las mujeres asesinadas por Silva: Clase social, educación, relaciones, edad, aficiones. En fin, todo lo que puedas averiguar sobre ellas,¿de acuerdo? Supongo que tendrás que quemarte las pestañas en la biblioteca buscando en los antiguos periódicos.

  • Creo que además de visitar las hemerotecas hablaré con la mujer que te has cruzado antes.

  • ¿Montse Arnau?

  • Ella recabó mucha información sobre el asesino y las víctimas a lo largo de los años. Conoció personalmente a algunos de los familiares de las demás mujeres. Podría aportarnos algo interesante.

  • Hazlo. También te agradecería que llamaras al inspector Barceló de mi parte y que le pidieras que nos recomendará algún psicólogo criminalista versado en psicopatías. Cuando lo tengas, concierta una cita a la menor brevedad.

  • Supongo que sería bueno que ya estuviera en nuestro poder el dichoso diario de Silva.- apuntó Sempere.

  • ¿Os ha dicho en qué consistía dicho diario?

  • Solo nos dijo que desvela facetas muy interesantes de la personalidad de Silva. Por lo visto, comenzó a escribirlo apenas una semana antes de su ”supuesta muerte”.

  • Entonces es muy posible que siendo conocedor del plan que existía para sacarle de allí la lectura de ese documento nos revele algo significativo. Merece la pena pagar a ese miserable por obtenerlo.

Pau Gilabert intentaba conocer todos los antecedentes. Necesitaba toda la información posible para comprender. La mujer asesinada había sido obviamente un instrumento. Su sacrificio había servido para transmitir algún tipo de mensaje, pero: ¿quién se supone que debía ser el receptor?,¿Dolores?,¿su madre? Evidentemente, este crimen tenía un mensaje implícito para ambas pero… ¿qué pretendía conseguir quién lo enviaba? Si la intención era la de aterrorizar a las mujeres, entonces tenía cabida una nueva pregunta: ¿Qué móvil podía tener nadie para buscar este resultado? La teoría de la posible venganza de Heraclio Silva tomaba forma, a pesar de la poca simpatía que Gilabert tenía sobre esta hipótesis, empezaba a aparecer como la única opción lógica en este delirante caso. Pero antes de buscar a un asesino en serie octogenario, decidió que recopilarían todos los testimonios y documentos posibles, sin desestimar el valor de las informaciones. Dolores Marco era una mujer económicamente fuerte. Le había pedido que no reparar en gastos y así pensaba hacerlo. ¡Lola!, ¿estaría en peligro? Lo que parecía claro es que ella sí lo creía. Parecía muy asustada aunque fingía despreocupación con ese “savoir faire” de las personas mundanas acostumbradas a controlar sus sentimientos. Seguramente ese autocontrol es lo que la salvó de la tragedia a la que parecía condenada desde su concepción. Y ahora, como un fantasma del pasado, alguien quiere volver a sumirla en los lodos de la desesperación y el miedo.

 

  • Jordi, he pensado que sería bueno que vigilaras discretamente a la señora Marco.

 

-¿Me estás pidiendo que le haga un seguimiento?

- Más o menos. Han asesinado ya a una persona. No nos enfrentamos a una simple extorsión psicológica. Sería conveniente velar por su seguridad, haremos turnos. Quiero que averigües los pasos que da, las personas con las que se relaciona, si visita con regularidad a su madre, si tiene alguna pareja…

- Me parece que “sobre todo”, a mi tito le interesa esta última cuestión.

- Todo y nada puede ser relevante en este enigma, querida sobrina.- pero se sentía igual que un adolescente pillado mirando debajo de la falda de su prima.- Llamaremos a la Cartuja para concertar una visita en condiciones. Nada de artimañas que no engañan a nadie. Angulo sabía perfectamente quién era nuestra representada. No sabía si se trata de un agudo olfato intuitivo o de que quizás, tuviera motivos más siniestros para haberlo deducido.

- ¿Te parece sospechoso? Pero si tú mismo dijiste que no se tenía de pie.- Sempere no conseguía identificar al culpable que buscaban con ningún miembro de la tercera edad metido a carnicero humano.

- Es mi sospechoso número uno, no tanto del crimen, como de la trama en la que estamos envueltos. El sabe todo lo que necesitamos saber y si conseguimos el permiso para visitarlo mañana, no pienso irme de allí sin todas las piezas que necesito para resolver el caso. En fin, de momento no desestimo a nadie como sospechoso, ni siquiera a Dolores Marco.- y esta última frase se la dedicó a Marga que la recibió con fingido desencanto.- Pongámonos manos a la obra. Marga, tú y yo quedamos para comer e intercambiar impresiones. Tú Jordi, ya se que lo odias pero coge el móvil y mantenlo encendido. Te llamaré regularmente para que me digas cómo va la cosa. Si sucede algo extraño, algo que en tu criterio se salga de lo normal, me avisas inmediatamente llamándome al mío. ¿De acuerdo?

 

Gilabert llamó al inspector Barceló antes de salir de su oficina y decidieron quedar en una cafetería cercana a las ramblas para tomar juntos un café. Había decidido que ya que deseaba hablar directamente con su amigo, le pediría personalmente que le asesorara sobre algún criminólogo y así aliviaría a Marga , y le dejaría más libertad para hacer las indagaciones que le había pedido. Barceló no era exactamente un gran tipo pero era un viejo colega de Gilabert. Marcos repudiaba algunos de sus métodos y odiaba su filosofía moral, no obstante su lealtad como compañero había quedado más que probada en el pasado. En aquellos tiempos del cólera para Pau Gilabert, en los que su trabajo en la policía se convirtió en una especie de penitencia que lo mantenía aislado de las relaciones de camaradería con el resto, Barceló siempre le apoyó. Sentía por el feo detective una fascinación casi pueril. Representaba para él valores que no encontraba habitualmente en el mundo en el que solía desenvolverse. Su profesionalidad quedaba fuera de dudas en todas las acciones en las que había tomado parte con él. Pero había algo que le atraía especialmente: su profunda humanidad. La facilidad con la que Gilabert empatizaba con víctimas y verdugos y el impecable resultado que su compasiva visión de la vida tenía en su trabajo.

 

 

A Barceló le maravillaba esta cualidad humana, por otro lado ajena a su propia personalidad, y juzgaba a su amigo por ello situándolo en lo más alto de su escala de valores. Cuando Gilabert entró en conflicto con su profesión, el inspector no dudó nunca en manifestarle su apoyo y comprensión. Tampoco dudó en tener auténticas batallas campales contra los que trataban de desprestigiarlo en el cuerpo, que no fueron pocos. Ahora escuchaba embobado la exposición de los hechos que su antiguo compañero le estaba haciendo y no parecía dar crédito a tanto despropósito. El único dato que había ocultado al inspector, era que Dolores Marco se trataba de la hija de Silva. Se amparó en el deber de confidencialidad hacia sus clientes pero se prometió a sí mismo, que en el caso de juzgarlo necesario, le revelaría toda la información que consiguiera.

 

  • Recapitulando: La mujer y la hija de un asesino en serie muerto hace veinte años, os contratan porque dicen estar sufriendo amenazas del fiambre…

  • Exactamente.

  • Hacéis algunas gestiones y con los resultados, conseguís presionarlas para que confiesen un complot que “teóricamente”, habría liberado a Silva.

  • Una sociedad secreta habría organizado la fuga.

  • Pero apareció un cadáver que fue identificado como el del asesino, ¿no?

  • La identificación no fue muy escrupulosa, dadas las circunstancias. Al parecer se basó en el hallazgo de su dentadura postiza en el cadáver carbonizado. Además todos los acontecimientos aparecen confusos: la muerte del recluso que originó el incendio, la desaparición del psiquiatra que trataba a Silva en aquella época, la presencia de ese sacerdote, Federico Angulo, de quien las mujeres dicen recibía instrucciones de la supuesta sociedad…

  • ¡Madre mía! ¿Crees que es posible la existencia de esa sociedad secreta?

  • Aún no estoy seguro. En cualquier caso, la mayoría de sus miembros estarían muertos o con alzheimer a estas alturas.

  • Y de repente, aparece este cadáver, con todas las características “made in Silva” !qué interesante!- Barceló necesitó un momento para asimilar lo que acababa de escuchar, luego preguntó:- ¿Y qué tiene que ver esa buenorra de abogada en esta historia?

  • ¡Oh, ella! Nada, nada en absoluto. Representó a un cliente mío en un caso de malos tratos e hicimos amistad. Su relación con la fallecida es casual, solo trabajo.

 

El inspector observó el interés de su amigo por desviar la atención de Dolores Marco pero decidió fingir que no se daba cuenta y confió en su buen olfato. Tenía la certeza de que Gilabert, no solo no obstruiría la resolución del caso, sino que podía ser definitivo para cerrarlo. Pero, por encima de todas las cosas, sabía que la lealtad que les unía le impediría ocultarle hechos cruciales. Estando Barceló investigando este crimen, no dudaría de que su camarada le mantendría informado de cualquier descubrimiento que ayudara en la instrucción del delito.

 

  • Llamaré ahora mismo, a la doctora Ferrer. Es psiquiatra y una criminóloga muy reputada que ha sido clave para atrapar a asesinos de esta clase. Pero me la debes y te exijo que me tengas informado de cada paso que des. Toda esta teoría sobre un grupo que rescata a un psicópata me suena a thriller cinematográfico pero conozco tu instinto y no quiero perderte de vista, ¿de acuerdo?

  • Completamente. Te voy a pedir otro favor. Quiero que trates de averiguar si un tal Miguel Montalbán Rozas cuenta con algún tipo de antecedente.

  • ¿Es sospechoso del asesinato?

  • No lo creo, pero es un tipo turbio que nos ha vendido una información y del que sospecho podríamos obtener mucho más si conocemos la tecla donde tocar.

  • ¿Quieres algo para extorsionarle?

  • No me gusta esa palabra. Digamos que estaría bien poder canjear un oscuro secreto de su pasado a cambio de más información.

  • Te llamaré en cuanto sepa alguna cosa.

  • Gracias, siempre puedo confiar en ti.

 

Los dos hombres se despidieron afectuosamente. Como aún era pronto para comer, decidió llamar a Marga para acompañarla en sus gestiones. La pilló de vuelta de la hemeroteca. Le confirmó la visita con el cartujo para el día siguiente, sobre las doce de mediodía. También le explicó que la pillaba de camino a casa de Montse Arnau. Decidieron quedar en la puerta para verla juntos y comer más tarde.

 

Montse Arnau vivía en una casa de arquitectura modernista en uno de los barrios más selectos de Barcelona. Estaba claro que gozaba de una solvencia económica muy desahogada. Todo en la decoración de su casa revelaba un gusto refinado y una exquisitez en la combinación de las formas y los colores. Una criada de rasgos indígenas les condujo hasta una sala donde unas amplísimas cristaleras iluminaban la estancia produciendo destellos de colores al rebotar la luz contra los sofisticados motivos ornamentales. Bien pudiera ser la casa de un artista pensó Gilabert, pero existía una deliberada manipulación del conjunto para lograr esa impresión, y eso acababa desluciendo la percepción de tanta belleza. Nada en la colocación de los muebles, de las obras de arte y las hermosas alfombras, daba paso a lo casual o a lo improvisado. No percibía una auténtica alegría creativa en la posesión de todas esas cosas. Más bien parecían trofeos expuestos con el único fin de engrandecer a su propietario.

 

Tampoco Montse Arnau le gustó demasiado. Apareció, con actitud desdeñosa y tras ofrecerles algo que tomar, despidió a la muchacha y les invitó a tomar asiento alrededor de una mesa de forja y mármol blanco de una pureza rarísima. Ella desmoronó su abundante humanidad en una butaca que Marga supuso, debió de pertenecer a alguno de esos” Luises” franceses que eran tan amantes de las sillas.

La esterilidad de cualquier atisbo de belleza en el rostro de esa mujer contrastaba cruelmente con todos los objetos bellos de, los que sin duda le gustaba rodearse. Pero, impaciente como estaba por hablar con ellos, suavizó su rígida expresión con una sonrisa que pretendía ser amable, y comenzó a parlotear:

 

 

  • Han hecho muy bien en venir a visitarme. Probablemente, soy la única persona viva, capaz de recordar hasta los detalles más insignificantes del proceso del monstruo.

  • Sentimos muchísimo que esta conversación le traiga recuerdos tan dolorosos para usted.

 

Montserrat Arnau dirigió una rápida y cortante mirada al detective y dijo:

 

  • Mi corazón se secó para siempre el día que descubrieron el cadáver de mi hermana.- se hizo un incómodo silencio.- Mi hermana Blanca era mi responsabilidad. Yo tenía veintidós años cuando murió nuestra madre. Nuestro padre había fallecido tres años antes. O sea que desde que Blanca tenía once años, era yo quién había ejercido de padre y madre y así fue hasta el día que desapareció.

  • ¿Qué pasó? - preguntó Marga tímidamente.

  • Era una chica preciosa, angelical. Tenía unos hermosos ojos verdes y un sedoso cabello trigueño que le caía hasta la cintura. Se que tenía muchos pretendientes, pero ella era una muchacha muy tímida que vivía volcada en su pasión por la música.

  • Usted le contó a mi sobrina que se trataba de una virtuosa del arpa.

  • Tenía mucho talento y era capaz de expresar las más sutiles emociones a través de la música.

  • ¡Una artista!

 

Gilabert lanzó otra rápida ojeada al entorno decorativo de la casa y volvió la vista de nuevo hacia su atribulada anfitriona. Quizás, esta mujer sintiera por su hermana la misma extraña adoración que parecía tener por los objetos artísticos. Esa necesidad de algunas personas, que aún siendo negadas intelectualmente para esta clase de sensibilidad, suplen esta carencia rodeándose de cosas y seres que rezuman belleza. No era un caso único. Conocía mucha gente así en las clases acomodadas. Pero también había observado que, por muy hermoso que fuera aquello de lo que se rodeaban, su espíritu permanecía impermeable a esta cualidad.

 

  • Era una chica especial, entiéndanme. Buena estudiante y muy disciplinada, nada que ver con otras chicas que se distraían con los muchachos y solo pensaban en ropa y relaciones sociales. Blanca no tenía amigas íntimas. Me tenía a mí, no necesitaba otra amiga.- expresó satisfecha Arnau.

  • ¿Quiere decir que no se relacionaba, que no salía con pandillas de su edad?

  • No iba con su personalidad. Era una chica tranquila y feliz.

  • ¿Qué sucedió el día de su desaparición?

  • Cuando volví a casa por la tarde, después de cerrar mi negocio.- Marga recordó que tenía una tienda de antigüedades y restauración en el barrio Gótico.- la muchacha me comentó que Blanca le había pedido que me advirtiera de que llegaría algo tarde. Al parecer necesitaba fotocopiar unas partituras y hacer alguna compra.

  • ¿Era algo que hacía habitualmente?

  • De vez en cuando. Lo cierto es que pasaron las horas y nunca regresó.

 

Los investigadores no pudieron evitar seguir la mirada de la mujer hasta una foto enmarcada en un delicadísimo portarretratos de marfil. Una muchacha con expresión tímida y ojos soñadores sonreía a la cámara. Montse Arnau dejó escapar un desagradable suspiro y regresó al relato.

 

  • A los quince días un pastor encontró su cuerpo en una ermita, en el Penedés. ¡Ese demonio le había cortado las manos!, ¡Había abusado de ella y luego la había mutilado sin piedad! - Se levantó encolerizada y tomó la fotografía de su hermana entre las manos.- Ni siquiera pudieron asegurarme que estaba muerta cuando le hizo todo eso.

  • ¡Es horrible!- Marga sintió que algo eléctrico le recorría la columna.

  • ¿Confesó Silva cuando lo atraparon cómo había secuestrado a Blanca?- intervino Gilabert.

  • No la secuestró. El la sedujo. La convenció con patrañas del diablo para montarla en su coche y luego…

  • ¿Cuántas mujeres asesinó Silva?

  • Eso te lo puedo responder yo más o menos.- interrumpió su ahijada.- Los medios de comunicación fantasearon mucho con el asunto. Se le atribuían docenas de asesinatos y desapariciones ocurridas en toda nuestra geografía. La verdad es que solo consiguieron probarle ocho crímenes. Los ocho que él mismo confesó después de ser delatado por su mujer. Se comprobó que los restos humanos aparecidos en su casa pertenecían a esas mismas mujeres y no encontraron nada más que lo relacionara con otras víctimas. Por otro lado, fue él mismo quien facilitó los nombres de las chicas. Recordaba todos y cada uno de ellos, además de muchas características personales y familiares. Las crónicas de la época comentaban que manifestaba un placer sádico al hablar sobre ellas. ¡Sus angelitos!, así las llamaba.

  • ¡Pero Blanca era muy diferente a todas las demás! - bramó la señora Arnau.

  • ¿Por qué dice eso?

  • Creo que se lo que quiere decir.- de nuevo era Marga quien servía para aclarar las ideas.- Por todo lo que he podido encontrar, he deducido que todas las víctimas de Silva eran adolescentes o mujeres jóvenes de un estrato social muy humilde.

  • ¿Quieres decir que mataba muchachas de la clase obrera?

  • Quiere decir que, hasta que decidió asesinar a mi hermana, sus crímenes se nutrían de mujeres proletarias, de moral relajada, que se dejaban impresionar con facilidad por el glamour de un tipo de mundo como el monstruo.

 

Gilabert, no pudo evitar sentir una profunda antipatía por ella tras estas palabras. Le parecía muy cruel la forma en la que había hablado del resto de las mujeres asesinadas. Parecía que por el hecho de ser pobres, el delito cometido contra ellas fuera menos grave que el cometido contra su hermana Blanca.

 

  • Usted estuvo presente como acusación particular en el juicio. Oyó los testimonios que allí se manifestaron.

  • ¡Ese juicio fue una patraña! Tenían que haber escuchado las declaraciones de apoyo con las que contaba el asesino. Todo el proceso parecía destinado a apiadarse del criminal y no de sus víctimas. Lo mandaron a un penal psiquiátrico y recibió todo tipo de muestras de solidaridad y de comprensión. Hasta la Iglesia le mandó un consejero espiritual !Como si esa bestia tuviera algún espíritu que mereciera la pena salvar!

  • Federico Angulo. Usted lo conoció personalmente y mantuvieron correspondencia durante años.

  • En efecto. Yo soy una mujer con unas creencias religiosas muy firmes. No entendía la actitud de misericordia y compasión que ese sacerdote desarrollaba en torno a Silva. Declaró en el juicio a favor de la defensa claro, y explicó una sarta de supuestas heroicidades cometidas por Silva durante la guerra civil. También manifestó que con su trabajo honrado y perseverante, se había convertido en un pilar financiero de esta sociedad, a pesar de que sus orígenes eran muy humildes. Hizo una exposición de decenas de obras filantrópicas que atribuía al asesino.

  • ¿Y eran ciertas?

  • Puede que sí. Pero no pierda de vista que se trataba de un economista muy hábil. Seguro que existían motivos fiscales o de otro tipo, distintos a la caridad, para involucrarse en esas obras.

  • ¿Sería muy indiscreto preguntarle en qué consistía su correspondencia con Angulo?

  • Comprenda. Yo necesitaba entender. Me resultaba muy duro ver como ese sacerdote que tenía fama de santo, se volcaba en el verdugo y olvidaba sus terribles pecados. ¿Era mi hermana más insignificante que Silva? Al principio me respondía hablándome en términos que resultaban inaceptables para mí. ¡Quería que lo perdonara! Me explicaba que las otras familias habían acabado aceptando la desgracia y que orientados por él, habían encontrado el sendero del perdón.

  • Pero usted no estaba dispuesta a seguir ese camino.

  • ¡Puede jurarlo! Sospecho que buscaban el indulto. No se cómo, pero a través del perdón de la familia de las víctimas y con unos informes favorables en el psiquiátrico, ¿quién sabe? Mis intenciones eran diametralmente opuestas. La pena de muerte, en el caso de que se le hubiera podido aplicar, me parecía una solución misericordiosa para él.

  • Leí la última carta que Angulo le envió.

  • ¡Toda una joya literaria! Cuando llamé indignada al convento para exigir hablar con él, me explicaron que sufría una enfermedad cerebral y lo disculparon por las inconveniencias que pudiera haberme escrito. Quizás yo no sea una buena persona, pero les mentiría si les ocultara que me produjo una insana satisfacción saber que había perdido el juicio.

A ninguno de los dos les simpatizaba instintivamente esa mujer. Pero era comprensible que hubiera acumulado tanto rencor, y el odio es bien sabido que altera el buen juicio y las virtudes de las personas. Pau recordó que La Arnau y la familia de Silva tuvieron que conocerse forzosamente durante el proceso.

 

-¿Recuerda a la mujer y a la hija de Silva?

 

La descomunal mujer esbozó una sonrisa siniestra y enigmática.

 

  • ¿Cómo podría olvidarlas? Si hubieran escuchado la vehemencia con la que la mujer del monstruo lo defendió.

  • Pero fue gracias a ella que se pudo descubrir al asesino.

  • Es posible. Pero les aseguro que, daba la sensación de que de habérselo permitido, hubiera olvidado todo lo sucedido para saltar a sus brazos. Mire, no necesitaban haber acudido a las hemerotecas para recopilar información. Yo poseo todo lo que se publicó pero además tienen en mí un testimonio directo de lo que ocurrió en ese proceso. – Se dirigió hacia un sofisticado mueble y extrajo una torreta de diarios y publicaciones diversas.- No existen muchas fotos de la familia de Silva pero yo poseo todas las que salieron editadas. Llegaba al juicio rodeada de una cohorte de personas de aspecto respetable que no escatimaban prendas en darle consuelo y apoyo. ¿Y a mí, quién me consoló por la muerte de mi hermana?

  • Bueno, de alguna forma es comprensible entender que la mujer y la hija fueron víctimas, aunque de otra clase.

  • ¿Víctimas? Miren esto.- Y a la vez que pronunciaba estas palabras les tendió un diario donde aparecía una foto de una Dolores Marco adolescente.- ¿Les parece una niña amedrentada?

 

En la instantánea, la muchacha aparecía con gesto huraño y desdeñoso, increpando a los periodistas.

  • ¿No lo ven? El padre y la hija eran como dos gotas de agua. Pero esa semejanza no se limitaba a lo físico. Cuando compareció a declarar lo hizo con la determinación de un adulto. Durante su declaración mantuvo una actitud desdeñosa y altanera con las preguntas que le dirigió la acusación. Su mirada era tan fría como la del psicópata que la engendró. Les aseguro que la sola visión de esa criatura producía escalofríos.

 

Gilabert, siendo conocedor de la desgraciada historia de Lola, tuvo que reprimirse para no salir en su defensa pero en vez de eso preguntó:

  • ¿Sabe usted lo que ocurrió luego con ellas?

 

  • Desaparecieron. Si les soy sincera, debo decirles que hice lo imposible por localizarlas. Necesitaba hablar con ellas, aclarar cosas. Uno de los motivos que me impulsó a mantener correspondencia con Angulo fue el de averiguar qué había sido de ellas. Dónde estaban. Pero el maldito monje guardó el secreto celosamente y no accedió jamás a concederme ese privilegio.- Tras decir esto salió intempestivamente de la sala y regresó en seguida con unos papeles.- Tome. Son las trascripciones de todas las declaraciones que se escucharon durante el proceso. Pueden quedárselas, tengo copias.

Gilabert tomó los folios que le tendía Montse Arnau y, tras agradecerle su tiempo y su amabilidad se dirigieron a la salida. Pero antes de que cruzaran el umbral de la puerta, les interrumpió:

 

  • ¿Ha vuelto, verdad? Estoy al tanto de los detalles que la prensa ha filtrado sobre el asesinato de esa desgraciada. Siempre supe que encontraría la forma de zafarse del mismísimo infierno.

  • Pues le aseguro que si ha regresado del infierno, nosotros colaboraremos para que vuelva definitivamente a él. Buenas tardes señora Arnau.

 

El detective caminó, meditabundo y silencioso, sabiendo que Marga no le quitaba ojo. Pero la joven decidió no interrumpirle. Sabía que cuando Pau rumiaba sobre un caso, necesitaba de la soledad de sus pensamientos para conseguir darle sentido a las informaciones recopiladas. Y los acontecimientos estaban sucediendo tan deprisa, que no le habían dado tregua para hacerlo. Así pues, comieron silenciosamente hasta que el móvil del detective les sacó del ensimismamiento.

Tras una breve conversación telefónica en la que Gilabert se limitó a asentir a su interlocutor y darle las gracias, rompió el mutismo:

 

  • Era el inspector Barceló. Le pedí que averiguara lo que pudiera sobre el enfermero.

  • ¿Y?

  • ¡Agárrate! Montalbán, no es exactamente un enfermero. Al parecer tiene antecedentes por pedofília y tráfico de estupefacientes. Fue confinado tras una evaluación psiquiátrica en el mismo penal donde ahora trabaja. Entró en un programa de rehabilitación que abogaba por la ergoterapia. Cuando le dieron de alta, siguió trabajando en el centro como celador.

  • ¿Qué piensas hacer con esta información?

  • De momento, conseguir gratis el diario de Silva. Llámalo y dile que venga a nuestra oficina. Si te pregunta por la pasta dile que la tenemos. Además Barceló me ha dado la dirección y el teléfono de una psicóloga criminalista. Nos pondremos en contacto con ella, considero que puede sernos de ayuda.

  • ¿Y cuándo leeremos las transcripciones del juicio?

  • Puedes comenzar a hacerlo mañana, cuando yo vaya a hablar con Angulo.- Y luego, propinándole un suave tirón de la trenza añadió.- Mientras Sempere siga ocupado vigilando a Dolores nos tendremos que multiplicar. Tengo el barrunto que de no averiguar algo pronto, las consecuencias puedan ser impredecibles.

  • ¿Crees que puede haber más asesinatos?

  • Creo que hemos abierto la caja de Pandora y que debemos estar preparados para cualquier cosa.

 

Cuando finalizaron la comida se separaron y Gilabert se dirigió de nuevo a casa de la señora Sopesens. No estaba seguro de que esta mujer estuviera dispuesta a esclarecer lo que, sin ninguna duda, prefería mantener oculto. La presionaría hasta el límite. Intuía que ella conocía las claves del misterio y no estaba dispuesto a abandonar su casa sin conseguir por lo menos, alguna respuesta a las muchas interrogantes que estaban abiertas.

Cuando se encontraba amarrando la bicicleta a una farola situada frente a la casa de la madre de Dolores, escuchó un silbido que le resultaba familiar procedente de un bar cercano. Enseguida vio al gigante pelirrojo que le hacía señas desde la puerta para que entrara.

 

  • ¡Pau!- le llamó su amigo Jorge- Llevo ya dos horas aquí cumpliendo con tu encargo.

  • ¿Está Dolores en casa de su madre?

  • Exacto. Lleva ahí un buen rato. Estaba a punto de llamarte por si había alguna novedad o preferías que siguiera con la vigilancia.

  • Sigue pegado a sus pasos tanto como puedas hasta nuevo aviso. Por la noche, utiliza la furgoneta para montar guardia frente a su puerta. No me perdonaría que le sucediera algo.

  • De acuerdo. ¿Vas a subir o esperarás a que se vaya?

  • No contaba con encontrarme con las dos aquí.- reflexionó un momento mientras mordisqueaba uno de los torreznos que Jordi estaba consumiendo.- Pero creo que quizás sea mejor así.

 

Pau Gilabert cruzó la calle en dos zancadas. A pesar de la edad y de no ser un tipo atlético, presumía de tener una fortaleza física envidiable. Nunca había consumido alcohol y la nicotina y los demás estimulantes no habían sido jamás una tentación para él. La única adicción de la que el detective no podía sustraerse era la de la adrenalina. Y ahora, mientras subía de dos en dos las escaleras de la casa, sentía que chorreaba esa sustancia por los más recónditos poros de su piel.

Cuando le abrieron la puerta se encontró con una Dolores Marco desencajada. Tenía los ojos enrojecidos y era obvio que acababa de sufrir una gran conmoción. Cuando reconoció al detective trató de mantener la compostura, aunque era evidente que le suponía un gran esfuerzo hacerlo.

 

  • ¿Qué hace usted aquí?- dijo renunciando al tuteo que ya se prodigaban.

  • Se que debería haberles avisado, pero son los acontecimientos los que me llevan de un lado para otro y ahora se imponía que tuviera una interesante conversación con su madre.

 

  • ¡Está bien!- cedió con desgana- Mi madre está en el salón. Pero le advierto que independientemente de su deseo, estaré presente en esta conversación.

  • Bien. En realidad yo también lo prefiero de esta forma.

 

Al entrar en la estancia descubrió a la señora Sopesens recomponiendo su maquillaje en uno de los espejos que decoraban la habitación. No hacía falta ser un lince para deducir que había interrumpido una especie de drama familiar.

 

  • Siento molestarle de nuevo doña Madalena pero creo que usted me está ocultando cosas que puede llevarme tiempo descubrir por mi cuenta. Y la muerte de esa mujer nos dice que no podemos perderlo.

  • ¡Anda mamá! ¿Por qué no le cuentas lo que me acabas de confesar a mí?- Lola estaba como poseída y parecía querer atravesar a su madre con la mirada.

  • ¡Cállate! Tú no lo entiendes. Eso era un asunto de familia que nunca debía haber salido a la luz.

  • Sería interesante que de ser un dato imprescindible en la resolución de este misterio, cualquiera de las dos me dijera de que se trata todo esto.- Gilabert esperó unos momentos y al no obtener respuesta de las mujeres sentenció:- Creo que lo mejor será que abandone el caso. Me resulta imposible trabajar para unas personas que me ocultan tantas cosas. ¡Buenas tardes!

 

El detective se encaminó decidido hacia la salida pero Dolores lo interceptó:

 

  • Tiene razón.- y dirigiéndose a su madre, le espetó:- Si no le cuentas tu siniestro secreto lo haré yo.

Madalena Sopesens lanzó un profundo suspiro y en unos segundos parecía haber recuperado la compostura perdida. Gilabert observó que la expresión de la mujer se había endurecido y que algo similar a la sonrisa de una hiena deformaba sus exquisitos labios. Tomó un trago de un vaso en el que sin lugar a dudas, había vertido uno de sus famosos “reconstituyentes” y aparentemente más serena, comenzó a hablar:

 

  • Cuando me casé con Heraclio yo era muy joven e inexperta. Él me introdujo en un círculo de personas cosmopolitas. Ya sabe, gente asquerosamente rica a los que la monotonía de la vida acomodada no les servía de suficiente acicate para complacer sus fantasías.

  • Mi padre organizaba fiestas para satisfacer las morbosas necesidades de unos degenerados millonarios.- Interrumpió Dolores.

  • Al principio no se hacía daño a nadie. Se trataba de orgías en las que el límite estaba en la imaginación de cada uno. Sexo entre adultos.

 

  • Pero también acabaron aburriéndose de eso.- Dolores volvió a arrebatarle la palabra - Bebían, consumían drogas y fornicaban. Todo en exceso. Se consideraban una élite al margen de los convencionalismos morales de la época. Pero querían más y mi padre estaba dispuesto a ofrecérselo todo a cambio de ser admitido en ese círculo de poderosos sin escrúpulos.

  • ¿Y qué les ofreció Heráclio?

  • Muchachas. Chicas jóvenes y hermosas que se encargaba personalmente de seducir para entregárselas a estos desalmados.

  • ¿Las víctimas de Silva?

  • En realidad eran las víctimas de los depravados juegos de ese grupo de psicópatas.- Y volviendo sus ojos hacia el detective, Lola continuó:- ¿No lo entiende detective? Mi padre era un monstruo sin lugar a dudas, pero no fue el ejecutor material de todos esos crímenes.

  • Eso quiere decir…- Gilabert tuvo que hacer un esfuerzo para mantener la calma.

  • Que mi marido no fue un psicópata asesino de mujeres, detective.- intervino Madalena- La ambición de Heráclio fue siempre abandonar la miseria en la que había nacido. Durante la guerra, siendo muy joven, conoció a las personas adecuadas para introducirle en el mundo de poder y el dinero con el que siempre había soñado. Solo tenía que facilitarles la posibilidad de consumar sus más retorcidas fantasías. Utilizó su encanto personal y su inteligencia para ponerla al servicio de este grupo de personas y a cambio obtuvo lo que tanto deseaba.

  • ¡Pero usted lo delató!- el detective parecía conmocionado- Las víctimas aparecieron con sus poemas clavados en el corazón. ¡Usted encontró los miembros mutilados en su sótano!

  • Todo fue un montaje.- atajó Dolores Marco.- El se encargaba de deshacerse de los cadáveres después de las “fiestas” de la macabra sociedad. ¡Todo era una puesta en escena! Supongo que no le faltaban medios ni inteligencia para hacerlo de otro modo, pero la idea de inventarse un asesino en serie les resultó divertida hasta que…

  • Hasta que mi padre cometió un grave error.

  • Secuestró a la muchacha equivocada, ¿no es eso?- De repente, Gilabert empezó a ver encajar alguna pieza en su cabeza.- ¡Claro! Se llevó a Blanca Arnau. ¡Esa chica es la única que no encaja en el perfil del resto de las víctimas!

  • ¡Bingo detective!- Los efluvios alcohólicos, parecían surtir un efecto de euforia en la señora Sopesens que encajaba extrañamente en la situación- Heraclio se encaprichó de esa putita. Podía haber escogido a la que le hubiese dado la gana. Pero ésta tenía para él un aliciente añadido: era una muchacha con educación y estilo, con dotes artísticas y según él mismo confesó, con una pureza de espíritu angelical.- Dolores miraba a su madre con un odio manifiesto. Gilabert tuvo miedo de que tradujera este sentimiento en una agresión física contra su progenitora.- Sabía que le traería problemas con la Sociedad. Había una condición expresa con respecto al estrato social al que debían pertenecer las chicas. Pero decidió ocultárselo. Pensó que al tratarse de una joven cuyos padres habían fallecido nadie armaría demasiado revuelo.

 

  • ¡Pero no contaron con Montse Arnau!

  • Es usted muy listo, caballero.- La escena se desarrollaba en un clima surrealista. La mujer estaba haciendo unas declaraciones de una crudeza increíble y Gilabert dedujo que al menos los detalles, aparecían inauditos para Dolores Marco.- Montse Arnau no descansó un segundo desde que apareció el cadáver de su hermana. Utilizó la prensa, llamó a todas las puertas de personas influyentes en este país clamando venganza. Su familia había tenido muy buenos contactos en la alta sociedad. Entonces algunos de los socios se sintieron muy molestos. Heraclio les llevó a Blanca sin explicarles de donde la había sacado. Al enterarse de que habían violado, torturado y asesinado a uno de los suyos… ¡Estaban furiosos! Amenazaron a Heraclio, le obligaron a aceptar un retorcido plan. El sabía que los miembros de la sociedad tenían un poder cuasi-omnipotente. Supo desde el principio que aceptar su plan sin garantías, era un suicidio.

  • ¡Explícale el “plan” al detective, madre! - Lola continuaba irradiando una presencia asesina sin embargo su mirada parecía ahora catatónica, como si estuviera buscando la forma de aislarse en una esfera exterior. Su voz sonaba tan serena que daba una sensación sobrecogedora.

  • Le dijeron que debía culparse de los asesinatos. Ellos lo prepararon todo. Las pruebas y lo demás. Ellos dispusieron que sería yo quien lo denunciaría.

  • ¿Usted estaba al corriente de las actividades de su marido?

  • Yo los conocía. En ocasiones Heraclio y yo compartíamos intercambios sexuales con alguno de sus miembros.- Se la veía divertida con la situación. Encantada de tener un público tan dedicado a sus palabras.- ¡Le escandalizo detective! Heraclio me educó en una total deshinibición sexual sin pasar ni de refilón por la culpa. Así educamos también a Lolita, ¿verdad cariño?

 

Dolores Marco emitió un gemido que encogió a Gilabert.

 

  • ¡Te ha preguntado que si sabías lo que hacían con esas chicas, madre!

  • ¡Por supuesto que no! Yo nunca hubiera aprobado esos horribles crímenes. ¡Pero tienes que entenderme Dolores!, ¡Yo amaba tanto a tu padre! – comenzó a gimotear patéticamente.- ¡Estaba enfermo! Enfermo por la ambición desmedida que le obligaba a venderle el alma al diablo a cambio de salir de esa vida de desesperación y adocenamiento a la que estaba destinado por origen. ¡Era tan inteligente! Puede que procediera de un montón de estiércol pero él era un príncipe.

  • ¡Era un psicópata! ¡Y el violador de su propia hija! No olvides eso madre.

  • ¡Te defendí! ¡Tú sabes que lo hice! En cuanto tuve la certeza de lo que había sucedido, le planté cara.

  • ¡Pero ya era demasiado tarde mamá!- Lola lloraba silenciosamente mientras agarraba la mano de su madre- Ya estaba encerrado cuando tú me apoyaste.-

 

Lola acogió en sus brazos a la temblorosa mujer. Gilabert asistía a la escena estupefacto. Intentaba procesar todo el aluvión de sentimientos e informaciones vertidos en unos minutos. Lo que estaba escuchando era un galimatías demencial. Si al principio de la investigación le había parecido que era una historia de locos, ahora no tenía calificativos para definir la situación.

Dolores Marco se dirigió a un espejo para secarse las lágrimas. Luego, tratando de aparentar serenidad, le habló:

 

  • Vayámonos a tomar un café detective. Si quiere yo le puedo contar el resto de la historia. Creo que será mejor que dejemos descansar a mi madre.

El estado de ebriedad de la señora Sopesens era cada vez más manifiesto. Pau aceptó el ofrecimiento de Dolores y abandonaron juntos la casa.

Novela (Capítulos séptimo y octavo)

Novela (Capítulos séptimo y octavo)

                                                                    CAPÍTULO SÉPTIMO

 

 

Gilabert avanzó por los lóbregos pasillos de la cartuja detrás del frailecillo. Éste, le obligaba a caminar con el máximo sigilo, exagerando cómicamente las precauciones para no ser vistos.

 

Se detuvieron ante la puerta de una de las celdas, situada al fondo de un umbrío corredor. El monje llamó tímidamente con los nudillos y una voz seca y cavernosa les franqueó la entrada.

 

La estancia estaba entre tinieblas. Apenas unos rayos penetraban por la diminuta claraboya situada en la pared, encima del camastro. Angulo estaba sentado de espaldas a esa luz , en una vetusta mecedora y tapado con una manta que lo envolvía casi por completo. El detective pensó que si no se acercaba lo suficiente no podría ver el rostro de su interlocutor, y eso le molestaba mucho. En su oficio es más fiable interpretar los rostros de la gente que sus palabras. Hay que ser un contumaz actor para controlar no solo la voz, sino también el gesto. El buen observador puede descubrir al mentiroso, a no ser que éste posea talento para la interpretación y el autocontrol o… sea un psicópata.

 

El hombrecillo que les había servido de mediador musitó que volvería en una hora y los dejó solos. Gilabert intentó aproximarse al anciano pero éste le detuvo:

 

  • Manténgase donde está por favor.- Y en ningún momento sonó como una sugerencia. Era una orden.

  • Discúlpeme, soy un maleducado.- dijo Gilabert en tono amable.- En primer lugar debo presentarme. Mi nombre es Pablo Fernández. Se que no le sonará de nada pero sí el nombre de mi tío, Heráclio Silva.

  • No recuerdo haber conocido ningún sobrino suyo. Ni durante el tiempo que duró el proceso ni en el funeral apareció ningún familiar suyo exceptuando su mujer y su hija, claro está.

  • Estoy avergonzado, pero tiene toda la razón. ¡No sabe lo tremenda que fue la presión social que mi familia soportó en aquellos días! Actuamos con cobardía y ese es uno de los motivos que me ha traído a verle.

  • ¿Y tú de quién eres hijo? Que yo sepa Heráclio no tenía hermanos y sus padres habían muerto siendo él adolescente.

 

Gilabert se odió a sí mismo por no haber preparado bien esta entrevista para darle más credibilidad a su papel. No sabía si el anciano “chocheaba”, pero desde luego iba a ser un hueso duro de roer.

 

  • Soy hijo de una prima-hermana de Heráclio por parte de madre. Ellos se relacionaron mucho durante la infancia y siempre se guardaron un gran afecto. Aunque apenas mantuvieron relación, mi madre me educó en el cariño y respeto por ese tío al que solo vi media docena de veces a lo largo de mi vida.- El detective miró a hurtadillas hacia el cartujo. Este continuaba meciéndose suavemente, como si no le importara nada de lo que hablaban.

 

Gilabert, observó que el fraile mantenía algo agarrado entre las manos. Aguzando la vista pudo distinguir que se trataba de un libro con tapas de cuero negras, muy desgastadas. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, pudo adivinar la menuda silueta de Angulo debajo de la manta. Sin saber por qué le decepcionó su tamaño. Por la autoridad que emanaba de su voz no se podía deducir que pudiera tener un aspecto tan enclenque.

 

  • Mire… ¡déjese de pamplinas! Heráclio Silva no mantuvo ninguna relación afectiva con nadie de su familia desde que murieron sus padres.- Hizo un breve mutis y prosiguió: - Se avergonzaba del origen humilde de su familia. Decía que solo los miserables viven en la miseria. Durante su juventud alternó con personas influyentes. Aprendió a serles útil, y ellos se lo agradecieron suministrándole fuentes de lucro personal. En el mundo de Silva no había lugar para familiares proletarios y famélicos. Cortó todos sus lazos familiares porque sus raíces solo le provocaban desprecio.

  • ¿Puedo sentarme en esa silla?- Dijo Gilabert señalando un asiento de mimbre justo detrás de la mecedora del anciano.- He hecho un largo viaje y estoy reventado.

  • Puede sentarse.

  • ¡Usted gana! Le voy a ser sincero aunque me cueste que me echen a patadas de aquí.

  • Eso no será necesario. ¡Hable de una vez!

  • He llegado hasta usted siguiendo una pista. Soy detective privado y trabajo para alguien muy interesado en Silva.

  • ¿Y de qué forma puedo ayudarle yo? - Las palabras del cartujo resonaban fieras e imperativas.

  • En realidad, no estoy seguro. Usted fue su amigo amén de su consejero espiritual. Nadie en el mundo puede conocer mejor sus más íntimos secretos.

  • ¿Y cuál de esos íntimos secretos pretenden que yo le revele?

  • Mi cliente necesita saber varias cosas pero la que más le preocupa es una en concreto: Conocer las circunstancias de la muerte de Silva de boca de un testigo de los hechos

  • Y… ¿Puede saberse a qué viene esa morbosa curiosidad?

  • Digamos que mi cliente duda de la veracidad de esa muerte. Para ser más exactos: Mi cliente cree tener la seguridad de que Silva continúa con vida. Ha tenido indicios de que esto pudiera ser así y me ha mandado hacer unas pesquisas para descartar esa posibilidad.

  • ¡Eso es una locura! —El monje alzó su poderosa voz y volvió el rostro hacia Marcos. Se encontró con unos rasgos esqueléticos y diminutos. En mitad de ese rostro unos ojos negros y profundos emergían como engarzados de su cráneo.

  • ¿Estaba usted presente el día de su muerte?, ¿Puede contarme lo que pasó?

  • Heráclio había estado conmigo en la capilla toda la tarde. - Hablaba despacio, como en un ensueño en el que pudiera ver las escenas delante de sus ojos.- Regresó al comedor común a la hora de la cena. Allí tuvo un altercado con su compañero de celda.

  • ¿Qué pasó?

  • El otro le recriminó algo, y Heráclio le contestó hablándole al oído. No se qué le dijo pero el pobre diablo comenzó a gritar como un poseso. Le decía a Silva que se iba a encargar personalmente de que ardiera en el infierno.- calló un instante, quizás los recuerdos le dolieran demasiado.- Nadie supo cómo hizo para sacar del sótano el bote de queroseno. Se guardaba bajo doble llave, para la calefacción, ya sabe. El tipo no era un forzudo pero el marco de la puerta estaba arrancado de cuajo. Heráclio dormía profundamente, estaba medicado. El infeliz loco aprovechó esa circunstancia para rociar su cama y todo el cuarto. Cuando cundió la alarma ya era tarde para Heráclio.

  • Y ese hombre, su compañero… ¿Cree que aún vivirá?

  • Al día siguiente cuando los demás internos supieron de la muerte de Silva, se armó una especie de levantamiento. Aunque le cueste creerlo, mi amigo tenía leales adeptos dentro de ese centro. Era muy popular y respetado hasta por los más peligrosos.- Estas últimas frases fueron pronunciadas casi con orgullo por el anciano.- Se formó una algarada que tuvo como resultado que tres de los más peligrosos fueran trasladados a aislamiento. Allí estaba el pirómano. Lo mataron en las duchas, a golpes.

  • Entonces, ¿No existe ninguna duda acerca de la identidad del hombre que murió abrasado?

  • Dígale a… su cliente, que no debe temer nada de los muertos. Que el hombre, que tanto le atemoriza, lleva difunto ya más de veinte años. Tendrán que seguir otra pista.

  • Realmente esa es también mi opinión. Pero comprenda que tenía que descartar esa posibilidad por descabellada que parezca, ¿no le parece?

  • Escuche, soy un pobre viejo con pocas ganas de hablar y casi nada que contar. Estoy agotado. Esta conversación me ha traído recuerdos tristes y muy dolorosos para mí. Creo que ha llegado la hora de que se retire.

 

Pau Gilabert comprendió que el anciano fraile no iba a contarle nada más, al menos en aquella ocasión. Decidió que volvería más adelante para intentar que le aclarara un poco más la personalidad del psicópata.

Observó que el hombre abría el libro que sostenía entre las manos, decidido a ignorar desde aquel mismo instante su presencia. Optó por levantarse y cuando ya se dirigía hacia la puerta, escuchó la voz de Angulo:

 

  • ¡Ah! Y por favor, no olvide presentarle mis respetos a la pequeña Lolita. Porque ese es el nombre de su cliente, ¿verdad? Dolores Marco. Tengo noticias de que decidió cambiarse los apellidos. Su padre se hubiera sentido muy decepcionado por ello.

  • ¿Conoció usted a la señora Marco en el pasado?

  • Por supuesto. Era la hija de mi mejor amigo. Su única y muy querida hijita.- prosiguió en un tono que desagradó al detective.- Heraclio la quería de una forma apasionada. Excesivamente apasionada a los ojos de los profanos.

  • ¿Qué está insinuando?- Gilabert adivinó que estaba a punto de obtener una información que no había pedido y que no estaba seguro de querer conocer.

  • Supongo que ella no le habrá contado nada. Después del escándalo debió haberse sentido sucia y despreciable.- continuó en tono malicioso.

  • ¿Por qué?

  • ¿Y por qué no se lo pregunta a su cliente? ¿O quiere hacerme creer que no es la propia Dolores quien le ha contratado y le ha conducido hasta mí?

  • He llegado hasta usted a través de una persona con la que mantuvo correspondencia durante mucho tiempo.

  • ¡La señora Arnau! Esa histérica me acosó año tras año buscando una respuesta que yo no podía darle.

  • No creo que eso vuelva a suceder. Se quedó muy conmocionada tras la última misiva que usted tuvo a bien mandarle.

  • A veces hay que ser grotescamente maleducado para que algunas personas comprendan que están abusando de tu paciencia.

 

Angulo se incorporó con dificultad mostrando sus facciones al descubierto. Pau pensó que, a pesar de su aparente fragilidad y de lo avanzado de su edad, había algo extraordinariamente turbador en el rostro escueto de su interlocutor.

 

  • ¿Por qué no regresa en otra ocasión? Conversar con usted me ha hecho evocar recuerdos de una etapa de mi vida que añoro con frecuencia.

  • ¿Añora su relación con el señor Silva?

  • No debe olvidar que era mi amigo desde la adolescencia. Compartimos infinidad de vivencias. Con el tiempo, yo decidí seguir mi vocación, pero siempre estuvimos en contacto. No hubiera sido un leal compañero si no le hubiera acompañado también en su desgracia a causa de la enfermedad que sin duda le atrapó y le transformó en el monstruo que todos los demás pudieron conocer.

  • Supongo que eso le honra.- dijo con acento dubitativo Gilabert.- Presiento que esta no será la última vez que nos veamos.

 

 

 

 

 

 

                                                                          CAPÍTULO OCTAVO

 

 

Jorge y Pau, intercambiaron un torrente de impresiones en su regreso a Barcelona. Sempere había aprovechado el tiempo de espera para pedirle al simpático monje que le enseñara la Cartuja y, de este modo, sonsacarle algo de información. El hombre había resultado un tipo locuaz y muy afable, encantado con la oportunidad de romper un poco con su rutina y conversar con seres humanos desconocidos, para variar:

 

  • ¿Sabe? Yo he aprendido a cogerle un gran afecto al hermano Angulo. Me alegro de que disfrute de una visita que le proporcione un poco de distracción.

  • ¿Hace mucho que están juntos?

  • Hará unos veinte años que Federico tomó la decisión de ingresar en la orden, pero la mayor parte de este tiempo la dedicó al estudio y a escribir.- Sonrió a Sempere y añadió.- Yo soy un hombre sencillo, de campo. Nunca he estado capacitado para las cosas intelectuales. Por eso nuestro trato fue superficial durante la mayor parte de estos años. Pero hace unos meses me encomendaron su cuidado. Esto me concedió la oportunidad de conocerle bien y de poder brindarle mi admiración y mi respeto.

  • Hay algo que me llama la atención. Tenía entendido que su vocación religiosa se había despertado muchos años antes y no hace veinte como usted me ha contado.

  • Y así es, en efecto. Hasta donde yo se estuvo en la guerra siendo muy joven y sufrió unas terribles heridas que le obligaron a retirarse de la carrera militar que era, por aquella época, su primera opción. Así que cursó estudios en el seminario y se ordenó sacerdote. - Hizo un silencio para anunciar que venía algo interesante.- Durante muchos años desarrolló su ministerio con unos valores que solo pueden ser atribuidos a un santo. Pero por sorpresa, decidió cambiar unos hábitos por otros y dedicarse al estudio y la vida contemplativa. Se lo había ganado.¿No le parece?

  • ¿Por qué lo compara con un santo?

  • Desarrollaba una tarea ingrata y que no siempre fue bien interpretada.

  • ¿Cuál?

  • Algunas personas nacen con la marca de Caín. Ya sabe, son asesinos natos. Federico se encargaba de intentar recuperar las almas de estos pobres infelices. Frecuentaba las cárceles para ofrecer su apoyo a los criminales más crueles y sanguinarios. Hubo quien juzgaba que sus esfuerzos no merecían la pena. Que no se debía desperdiciar el tiempo y la energía con seres tan depravados. Pero él se mantuvo firme en sus convicciones y no cejó en su empeño.

  • Y si sus convicciones eran tan firmes… ¿Por qué abandonó esa labor para convertirse en cartujo?

  • La verdad es que desconozco sus motivos. Una vez me comentó que yo no podía imaginar ni remotamente, las perversiones a las que son capaces de llegar los seres humanos. Quizás ya no pudo soportar tanto horror.

  • Puede ser.

  • La verdad es que yo he intimado con él en el peor momento.

  • ¿Por qué dice eso?

  • El pobre Federico está muy enfermo. Su vida está llegando al final del camino.

  • ¿Cómo es eso?

  • Hace poco menos de un año, empezó a tener un comportamiento extraño, muy agresivo. Además decía que escuchaba voces e incluso, comenzó a tener alucinaciones.- con tono abrumado continuó.- Le diagnosticaron un tumor cerebral inoperable. Sus facultades están cada día mas disminuidas. Por eso le cuido yo.

  • Es una lástima. Pero seguro que le reconfortan sus atenciones.

  • ¡Oh, ya lo creo! Procuro complacerle en todos sus caprichos.- se aproximó a Sempere y le dijo más bajito.- Ahora se le ha metido en la cabeza arreglar sus asuntos. Debo confesarle que he infringido ya en varias ocasiones las normas de la congregación.

  • ¡No me diga! ¿Cómo es eso?

  • Pues llevándole a escondidas a realizar algunas gestiones y a hacer algunas visitas. Creo que tiene derecho a despedirse en condiciones y quedar en paz con su conciencia.

  • ¡Claro que sí! Y… ¿Dónde lo ha llevado?

  • Me parece que eso es demasiado personal, ¿no? - le miró suspicazmente.- Son recados breves e inocentes: notarios, amigos, asuntos de familia.

 

Gilabert escuchaba encantado el relato de la conversación que su amigo le hacía. Luego le comentó la entrevista con Angulo, e hizo hincapié en algo que le había dejado perplejo:

  • Angulo sabe perfectamente quien es nuestra clienta.

  • ¿Te nombró a Dolores Marco?

  • No solo me la nombró sino que me hizo una insinuación que me desconcertó bastante. Me dijo que Silva y su hija se querían de una forma “excesiva”.

  • ¿Estamos hablando de incesto?

  • Es posible. ¿ Sabes?, desde el principio sospeché que el motor de esta investigación estaba en un terrible trauma infantil. Pero claro, vivir con un asesino en serie o descubrir que se ha convivido con uno es, de por sí, un factor desestabilizador importante. Si además hubo abusos o algo así…imagínate.

  • ¿Y que te ha parecido Angulo?

  • Un viejo siniestro, sin lugar a dudas. Claro que sabiendo lo de su enfermedad se hace más comprensible su extraño comportamiento.

  • ¿Cuál va a ser nuestro siguiente paso? - Gilabert mantenía la mirada clavada en la carretera. Antes de contestar se tomó su tiempo.

  • Tener una larga y desagradable charla con Dolores Marco y con su madre. La verdad, estoy empezando a dudar seriamente de que tengamos un caso real. La idea de que todo esto se trata en algún trastorno estilo “histeria colectiva” se está fortaleciendo en mi mente.

  • ¿Dos mujeres trastornadas por el pasado que reinventan un fantasma?, ¿Y qué me dices de las amenazas telefónicas?

  • Aún no se qué pensar de todo esto. !Es tan retorcido!

 

Pero cuando llegaron a Barcelona se encontraron a una Marga alteradísima que les cayó encima antes de que pudieran deshacerse de sus abrigos:

 

  • Tengo algo muy raro que contaros.- Hablaba atropelladamente gesticulando con las manos.- No te enfades conmigo tito pero tomé la iniciativa de telefonear a la señora Marco esta mañana y explicarle que íbamos a necesitar dinero para las averiguaciones.

  • Te dije que lo haría yo personalmente.- Refunfuñó Gilabert con escasa convicción.

  • No riñas a la chica.- Intercedió Sempere.- Si toma iniciativas en cuestiones económicas, sobradas razones tiene. Gracias a su sensatez y a sus iniciativas has podido mantener tu negocio abierto en más de una ocasión.

  • Pues bien,- prosiguió Marga sin prestarles atención.- Su secretaria me explicó que había acudido a hablar con la policía.

  • ¿Por qué motivo?

  • Lo que pude sonsacarle a la secretaria fue que al parecer, la madre de una de sus defendidas había aparecido brutalmente asesinada. Utilicé todo mi encanto personal y conseguí sonsacarle algunos detalles que van a dejaros boquiabiertos.

  • ¡Habla de una vez! - Explotó su padrino con impaciencia.

  • Dolores Marco se está encargando de un caso de abusos infantiles sobre una menor discapacitada. El padrastro de la niña continúa en prisión preventiva pero la madre había salido en libertad con cargos, en espera de juicio. Ayer por la noche una vecina encontró la puerta de su domicilio abierta y cuando llamó, nadie contestaba. Así que entró y descubrió el cadáver.- les miró con suspense y añadió.- A la mujer le habían arrancado la cabellera y le habían cortado la lengua. Pero lo que más me ha conmocionado es lo que sigue.

  • ¿El qué? - gritó casi histérico el detective.

  • Alguien le había atravesado el corazón con una aguja de hacer media. Prendida de este improvisado broche había una nota con unos versos manuscritos en una lengua extraña.

  • ¡Heráclio Silva!.- El nombre nació de la boca de Sempere y sonó con una contundencia lapidaria.

  • O alguien que se empeña en hacer creer que sigue vivo.- rectificó Gilabert.

  • También podría ser un imitador. Los asesinos en serie provocan efectos de mimetismo en el “modus operandis” de otros asesinos.- Apuntó Marga

  • Pero hay algo que no podemos pasar por alto.- sentenció Pau.- y es la relación de Dolores Marco con este caso. Y eso, en ningún caso puede tratarse de una coincidencia.

  • No desde luego.- concedió Sempere.

  • Hay algo más.- Marga sonreía enigmáticamente.

  • ¿Has tomado alguna otra iniciativa?

  • Pues…si. Al comprender que esto iba a retrasar lo de conseguir el dinero para el enfermero, decidí llamarlo y explicarle que la revista para la que trabajamos necesita pruebas de que esos informes existen antes de desembolsarle ninguna cantidad.

  • ¿Y qué te contestó ese canalla?

  • Me dijo que estaba dispuesto a que echáramos una ojeada a parte de esos informes. Pero que no nos dejaría verlos en su totalidad sin la pasta por delante. También insistió en que eran muy, muy interesantes y que seguro, valoraríamos su interés en el precio adecuado. He quedado con él para tomar café y ver qué podía enseñarnos de momento.

  • Jordi te acompañará. Yo debo ir a hablar con la señora Marco, pero antes le haré una visita sorpresa a su madre.

  • ¿Por qué vas a ir a ver a la señora Sopesens?

  • Creo que ha llegado el momento de que, si ambas quieren que la investigación continúe, se quiten las caretas y sepamos de qué estamos hablando exactamente. Quiero cogerla desprevenida. Cuando la visité me pareció una mujer accesible aunque atemorizada por la opinión de su hija. Está claro que le gusta beber y eso ayuda a soltar la lengua. Puede que le acepte una copita esta tarde.

  • Entonces… ¿tenemos caso? - preguntó Sempere

  • Aún no estoy seguro. Pero está claro, que de algún modo, aquí hay un misterio que desentrañar.

  • Claro, el misterio de quién nos va a pagar las facturas este mes.- apuntilló irónica Marga.

  • No nos dejemos arrastrar por el desaliento materialista. Tenemos pendiente de cobrar ese asunto de la herencia de los Gutiérrez y el del divorcio que dejamos resuelto el mes pasado. Intentaremos cobrarlos esta semana. Aún podemos investigar un poco más de tiempo solo por el placer de saciar nuestra curiosidad.

 

Comieron y charlaron compartiendo toda la información que poseían. Más tarde, en “Les Quatre Cats”, Marga y Sempere se reunieron con el enfermero del psiquiátrico. El gordo anfetamínico devoraba con la mirada a Marga, pero eso no le impedía expresarse en términos comerciales.

 

  • Si quieren saber cuál era la verdadera personalidad de Heráclio Silva necesitan mis informes. Hablamos de mil seiscientos euros.

  • Está loco si cree que la revista le va a pagar tanto por esa información. Además, parte de lo que usted nos ofrece lo hemos averiguado por nuestros propios medios.- explicó Marga.- Sabemos ya quien era ese amigo de Silva de quien nos habló.

  • ¡Ah!, ¿de verdad?- sonrió estúpidamente Montalbán.- Si no leen esto no saben nada de nada.

  • Tendrá que mostrarnos parte del material si quiere que haya trato.- aclaró Jorge Sempere.

  • Vale, les he fotocopiado los informes redactados el último mes, antes de su muerte. El psiquiatra que los escribió desapareció poco después. Y tras su desaparición, también se volatizaron los informes.

  • ¿Y cómo los tiene usted?

  • Soy un tipo listo señorita. Intuí que, tratándose de un caso tan popular, estos papeles podrían valer algún dinero e hice unas copias antes de que se traspapelaran. Pero hasta ahora no les había sacado ningún provecho. Lo mismo hice con el diario y los apuntes personales de Silva. Me mandaron destruirlos pero decidí quedarme con ellos. Los informes se los regalo pero si quieren lo demás deberán pagarme lo acordado.

  • Mil euros y no se hable más.

 

El tipo sudaba con gesto contrariado y nervioso. Resopló y dijo:

 

  • Está bien. Mañana a la misma hora. Tú trae la pasta preciosa. Yo te traeré el material para un reportaje que no vas a olvidar en toda tu vida.

 

Gilabert decidió pasar por la comisaría central antes de visitar a la señora Sopesens. A pesar del tiempo transcurrido desde que abandonó el cuerpo, todavía conservaba al menos un par de amigos con los que solía intercambiar información sobre sus casos. Por lo general se trataba de asuntos sencillos, sin implicaciones criminales más allá de la estafa o el fraude. Delitos económicos o de espionaje industrial. Incluso un caso de secuestro en las persona de un joven que había sufrido un lavado de cerebro por parte de una secta. Eran los temas por los que a menudo, venía a charlar con sus antiguos colegas en busca de pistas que le ayudaran a su resolución.

Pero esta era la primera vez que acudía a ellos a recabar datos sobre un asesinato. El inspector Barceló le recibió en la asfixiante y sórdida habitación que denominaba su “despacho”. Y regalándole con el maravilloso mejunje laxante que salía de la máquina del café, le comentó algunos detalles:

 

  • La mujer no había sufrido abusos sexuales. El forense ha detectado un potente barbitúrico en sangre por lo que deducimos que no estaba consciente cuando sufrió las mutilaciones. Se trata de un anestésico común, utilizado en cirugía con frecuencia. Lo que si puedo decirte es que estaba viva cuando le arrancaron la lengua y le hicieron todo lo demás.

  • ¿Cuál fue la causa de su muerte?

  • Parada cardiaca. Sin duda originada por la larga aguja que le clavaron en el corazón. Oye, si sabes algo ya estás largando porque esta historia nos tiene totalmente desconcertados. No hay huellas, no hay sospechosos, ni un indicio que apunte en alguna dirección útil. Si el marido estuviera libre sería nuestro sospechoso número uno. ¿Por qué te interesa esta historia?

  • Sabes que me debo a la confidencialidad para con mis clientes, no obstante puedo adelantarte que se trata de un hecho que solo afecta colateralmente a mi investigación. Te prometo que de descubrir algo que ayudara a resolver este crimen, te lo comunicaría de inmediato.

 

Barceló lo miró con desconfiada ironía. Apreciaba a este hombre que sin embargo, no era popular en el cuerpo. Tenía fama de lunático y era sospechoso de un comportamiento ácrata tanto en lo personal como en lo profesional. Pero durante el tiempo que había estado en el cuerpo había resuelto con éxito delitos especialmente enrevesados. Sabía que tenía un olfato natural para este trabajo y no acababa de comprender los motivos de índole personal que le habían inducido a cambiar de ocupación. Le tenía un profundo afecto y admiración, y no dudaba, que de obtener pistas sobre el crimen, le proporcionaría los datos en el momento oportuno.

 

  • ¿Por qué habéis llamado a declarar a la abogada Dolores Marco? Se que lleva el caso de malos tratos en el que estaba implicada la fallecida pero no alcanzo a comprender el interés de su declaración.

  • ¿No lo sabes? Esa tía tan buena era la abogada de la víctima.

  • Espera, espera. Hasta donde yo se, defendía los intereses de su hija Vanesa. Sobre la muerta y su marido recaen unas graves acusaciones y es a la niña a quien la señora Marco representa.

  • Pues en algún momento decidió representar a la madre. Nosotros no la llamamos a declarar. Ella se presentó aquí argumentando que la fallecida era su cliente y parecía trastornada por lo sucedido. ¿La conoces? ¡Está de muerte! No veas cómo me pone esa mujer.

  • He oído que el presunto asesino dejó una nota prendida con la aguja, ¿es cierto?

  • Pareces saber bastante sobre este tema. ¿Te sorprendería si te dijera que lo que encontramos fue una especie de galimatías incomprensible?

  • En absoluto. Incluso me atrevería a señalar que estaba escrito en alguna lengua de la antigüedad, ¿no es así?, ¿Habéis podido traducirlo?

  • En ello andamos. Como supongo que no desconocerás no se trata de un idioma común. Está en manos de expertos en estos momentos. Espero tener en breve los resultados.- y con una sonrisa congelada añadió:- ¿Me equivoco si espero que me pidas que te comunique el resultado de la traducción?

  • Te quedaré eternamente agradecido.

 

El inspector trató de gestar una expresión de camaradería, pero Gilabert comprendió que no le hacía ninguna gracia su intromisión en el caso. Se despidieron con el compromiso de seguir en contacto y el detective se encaminó a casa de la esposa de Heráclio Silva.

NOVELA (Capítulos quinto y sexto)

NOVELA (Capítulos quinto y sexto)

 

                                                                         CAPÍTULO QUINTO

 

 

Dolores Marco se sentó majestuosamente delante de la mesa del detective. Tras un breve saludo, espero a que Marga abandonara la habitación para comenzar a hablar.

 

Gilabert contó con unos preciosos instantes para contemplarla pero, contrariamente a lo que dictaba su buen hacer profesional, se sintió profundamente trastornado ante la turbadora presencia de la mujer y eso le impidió captar en ella otras señales que le pudieran servir de indicadores en este asunto.

 

Ella, conocedora del impacto que causaba entre el género masculino, sonrió con encanto y dijo:

 

  • ¿Qué le ha parecido la grabación?

  • La verdad, no tengo todavía criterio para valorarla señora Marcos.- La miró de un modo neutro y escéptico para añadir:- Nada me confirma tras escucharla, que se trate de la voz de su padre. Además, aún no me ha llegado la traducción de la jerga que en ella se habla.

Dolores sintió que su pulso se aceleraba pero recuperó su autocontrol para contestar:

 

  • Preferiría que se refiriera a “ese hombre” llamándole por su nombre.- Todo asomo de sonrisa se había nublado de su rostro.- Respecto al hecho de si se trata de su voz, mi madre y yo podemos confirmárselo sin ningún género de duda.- clavó sus hermosos ojos en Gilabert y dijo sarcásticamente:- En cuanto a la traducción, creí que usted era un hombre de letras y recursos pero, obviamente me equivoqué. Yo misma se la traduciré al instante.

  • No es necesario.- le cortó Pau ligeramente susceptible.- Uno de mis ayudantes me la hará llegar a corto plazo. De momento, me conformo con que usted me haga un breve resumen.

 

Ella le miró burlonamente.

 

  • Las palabras de Silva corresponden al “libro de los muertos de Nekbed”. Utiliza la lengua de los faraones, que él conocía a la perfección, y se refiere a sí mismo denominándose Ammut.

  • ¿Y eso es todo? ¿ Dónde están las amenazas?

  • Ammut era el nombre que él utilizaba para perpetrar sus crímenes. Representa a un monstruo híbrido que devoraba los corazones de quienes no superaban el juicio ante Osiris.- hizo una pausa dramática.- En la grabación, Ammut reclama los nuestros, el de mi madre y el mío propio.

  • ¡Pare un momento!- La cabeza de Gilabert se llenaba de dudas cuanto más avanzaba la conversación.- Por lo que me ha dicho hasta ahora, nada indica que esa grabación esté hecha por su padre, excepto la palabra de ustedes dos. Además, y aún en el caso de que fuera así podría tratarse de otra persona que la poseyera y la estuviera utilizando para asustarlas a saber con qué propósito. El hecho de que esa sea la voz de Silva no confirma que siga vivo. ¿No ha pensado en ello?

  • No existe nadie actualmente que pueda relacionarnos a nosotras con Silva. Borramos cuidadosamente cualquier pista o vínculo sobre nuestro parentesco. Hace demasiado tiempo que enterramos ese capítulo de nuestra vida. Como comprenderá no hubiéramos podido salir adelante con ese lastre.

  • ¿Ningún familiar, ningún amigo con quien siguieran manteniendo contacto?

  • Nadie en absoluto.

  • De todos modos, hablaré de nuevo con su madre para asegurarme sobre esta cuestión. No tuvo que ser fácil para ella empezar una nueva vida en el anonimato al cuidado de una adolescente sin que nadie le echara una mano. Puede que haya detalles que usted misma desconozca.

 

Una sombra de vergüenza nubló temporalmente el rostro de la abogada.

 

  • Hable con ella si lo considera oportuno, pero si quiere saber como salimos adelante yo misma se lo puedo decir. Mi madre se dedicó a la profesión más antigua del mundo. A una prostituta nadie le hace demasiadas preguntas.

 

Pau Gilabert sintió un punzante dolor en el vientre.

 

  • Lo siento, no es mi intención humillarlas ni remover en heridas tan dolorosas, pero comprenda que hemos de descartar todas las posibilidades antes de lanzarnos a la quimérica búsqueda de un hombre que lleva muerto tantos años.

  • No se preocupe.- su cuerpo parecía haber encogido en la silla que la sostenía.- Usted ni se imagina lo que es vivir con ese terror ni las secuelas que todo esto dejó en nuestras cabezas para siempre. Pero ese mismo miedo estimuló nuestros sentidos y nuestra intuición.

 

Pau no pudo dejar de sentir piedad por esa mujer que ahora se le aparecía más vulnerable que una criatura. Pero no quiso dejarse arrastrar por ese sentimiento. Él era un profesional.

 

  • Y… dígame señora Marco, según tengo entendido fue su madre quien denunció a su marido tras encontrar algunos restos de las víctimas en el sótano de una de sus propiedades. Inmediatamente su padre fue detenido, no opuso resistencia y confesó profusamente…

  • ¿A dónde quiere ir a parar?.- A Dolores se le despertaron los sensores de alarma. De improvisto, no le gustaban los derroteros que estaba tomando esa conversación.

  • Usted contaba con doce años de edad cuando su padre fue detenido. A pesar de las aberraciones que fueron descubiertas, su madre y usted prestaron declaración para su defensa.- Gilabert miraba de soslayo a la abogada mientras continuaba hablando.- Ambas testificaron que Heraclio Silva era un espécimen modélico como padre y esposo. Un hombre culto y tradicional que gustaba de pasar momentos felices en familia y, que no escatimaba esfuerzos en darles la cómoda vida burguesa que sus posibilidades podían permitirle.- siguió otro incómodo silencio.- Lo que no me encaja es, por qué usted dice que temía a su padre antes de conocer sus macabras actividades. Entiendo que después tuviera motivos para no querer oír su nombre jamás pero antes, según sus declaraciones en el juicio, Silva se trataba de un dechado de virtudes y nobles sentimientos al calor de su hogar. Declararon a su favor argumentando que seguramente poseía una doble personalidad y que, solo guiado por alguna suerte de locura, podía haber cometido dichas atrocidades.

  • Las cosas no fueron exactamente así. Yo dije lo que mamá y los abogados me pidieron que dijera y callé… otras cosas.- Todo asomo de arrogancia había desaparecido de la voz de la abogada.- Estaba muy asustada. ¡Por Dios, solo tenía doce años! Lo único que deseaba era que toda esa locura desapareciera de mi vida. Olvidar… yo solo quería olvidar y comenzar a vivir como cualquier otra chica de mi edad.

 

Pau la observó por vez primera sin ninguno de sus filtros. Una corriente de simpatía nació en él hacia la niña de doce años aterrorizada que había sido un día la impresionante mujer que tenía delante. Ahora comprendía por qué se dejaba la piel en su trabajo y no escatimaba esfuerzos en conseguir duras condenas para toda suerte de maltratadotes y sádicos. Era lógico que esto se hubiera convertido en prioritario para ella.

 

  • Está bien.- el tono del detective era decididamente amable ahora.- Esta misma tarde voy a realizar unas gestiones que podrían ayudarnos a verificar la muerte de Silva. Voy a fiarme de su intuición señora Marco, pero quiero ser honrado con usted y le aseguro que no alentaré ninguna fantasía y que basaré mi investigación solo en hechos. ¿Estamos de acuerdo?

  • De acuerdo detective.

 

Dolores se levantó y le tendió la mano en gesto conciliador. Por vez primera desde que se conocían se despidieron sin demasiadas fricciones.

Inmediatamente después que hubo salido, Marga penetró en la habitación como una tromba y empezó a bombardear con preguntas al detective:

 

  • ¿Por qué no le has preguntado más detalles de su vida con el psicópata?

  • Otra vez has escuchado a través del interfono.- Le regañó Gilabert con escasa convicción.

  • Tú me enseñaste que cierta dosis de indiscreción es no solo beneficiosa, sino imprescindible para esta profesión. Saber es poder. Pero no pareces muy intrigado por conocer ciertos detalles del caso. Te muestras muy cauteloso con esta mujer. ¿Tienes miedo de que se cabree y nos mande al cuerno o es otra cosa?

  • Cada asunto a su tiempo. De momento tengo los datos que necesito, otros los intuyo y algunos no se me van a dar con facilidad por mucho que pregunte. Me moría de ganas de que me contara cómo era el trato padre-hija y, aún más, del papel que desempeñó la madre en esta relación.- Se levantó desperezándose despreocupadamente, aunque Marga sabía que se trataba de una pose.- Me ha explicado claramente que declaró a su favor en el juicio a petición de su madre. ¿Por qué una mujer que convive con un monstruo, a sabiendas de que su única hija sufría por su causa y que, además de todo esto, descubre que se trata de un asesino en serie va a querer declarar a su favor en el juicio? Y ¿por qué condicionó a la niña para que hiciera lo mismo?

  • Sin duda es una gran contradicción. La señora Sopesens fue quien lo delató pero según las crónicas de la época, siempre defendió la teoría de que su marido era un ser bondadoso que sufría la desventura de alguna enfermedad mental.- Marga tenía fruncido el entrecejo con ese gracioso gesto que delataba que su cabeza funcionaba a todo gas.- ¿Sabes?, no creo que Dolores pensara lo mismo que su madre. Creo que sabía que su padre era un sádico cabrón y que el miedo con el que vivió ha encontrado la forma para volver y seguir mortificándola.

  • Ha debido ser muy duro para ella. Ha trabajado mucho para borrar su pasado y construirse un presente sólido y con sentido. He de reconocer que, a pesar de la irritabilidad que me produce, Lola Marcos parece ser una mujer admirable.

  • Una mujer que a ti te gusta mucho.- Marga sonrió picaramente al maduro y grotesco personajillo que la miraba con ojos soñadores.

  • Aunque esta circunstancia fuera cierta, que no lo es, te aseguro que eso no cambiará un ápice las condiciones en las que se va a desarrollar nuestra relación, te lo aseguro. Además, a los ojos de una mujer como ella la única reacción que un tipo como yo puede producirle es la risa. Y créeme, no es la peor de las reacciones que suelo generar entre las mujeres.

  • Eso es porque todas las mujeres que has conocido eran unas oligofrénicas emocionales incapaces de valorar ese corazón valiente y generoso que se te sale por la boca. Si no te quisiera como a un padre te enseñaría como te mereces ser querido por una mujer de verdad.

  • Ya se que quieres levantarme la moral, pero no hace falta que añadas detalles incestuosos para hacerlo. ¿A qué hora pasará Sempere a recogerme?

  • Dijo que no se demoraría. En cuanto consiga la traducción de la cinta se dejará caer por aquí, aunque parece que ya no es necesaria.

  • No creas. Aunque no dudo de que lo que me ha dicho Dolores Marco sea cierto, prefiero tener una interpretación escrupulosa de las palabras pronunciadas en esa casete.

 

En ese preciso instante, se abrió la puerta y una voz enérgica y jocosa exclamó:

 

  • ¿Alguien requiere mis servicios? Con su roja y enmarañada cabellera, las barbas luengas y entrecanas y la improvisada indumentaria de inspiración hippie, el poeta Sempere parecía más la encarnación de un guerrero vikingo en la madurez que el ayudante a tiempo parcial de “Investigaciones Gilabert S.A.”

  • ¿Conseguiste la traducción?

  • ¿Lo dudabas acaso?.- con un gesto teatral depósito unas cuartillas encima de la mesa de su amigo.- ¡Es alucinante! Habla de un tipo que se come los corazones de la gente y…

  • O sea que ya has conocido a Ammut.- le interrumpió Marga dejándolo cortado.

  • ¿Ya sabéis lo que dice la cinta?.- preguntó Jordi entre sorprendido y desilusionado.

  • A grandes rasgos.- le atajó Gilabert.- Lo que me interesa es saber si hay alguna alusión a las dos mujeres que pueda interpretarse como una amenaza.

  • Pues lo cierto es que sí. En realidad algo más que alusiones. Leeros este párrafo:

 

“Y vosotras dos, mi amada esposa y nuestra poderosa “ta rekhet”, mi querida niña libre de pecado, habéis negado la posibilidad de abrir la puerta que propicie mi regreso de entre los no-vivos y es por ello que debéis acompañarme al mundo de los muertos”

 

  • ¿Qué significa “ta rekhet”?- inquirió Marga tras leer estas líneas.

  • En el segundo folio hay una explicación de todas las expresiones que no han sido traducidas literalmente.- Y Sempere tomó la hoja para mostrársela a sus amigos.- ¡Mirad!, aquí lo explica: Una “ta rekhet” era considerada una mujer sabia, una especie de vidente que poseía los poderes intuitivos necesarios para comunicarse con las fuerzas ocultas.

Los tres permanecieron unos minutos en silencio leyendo el texto minuciosamente. Fué Pau Gilabert quien decidió romperlo preguntándole a su amigo:

 

  • ¿Has traído la furgoneta?

  • Había pensado que me llevarías de paquete en tu bici, pero pensándolo mejor y teniendo en cuenta que vamos a un psiquiátrico he decidido traerla.

  • Marga nos ha concertado una entrevista con un enfermero que lleva casi treinta años trabajando en ese centro. Conoció a Silva y estaba de guardia el día que se produjeron los acontecimientos que provocaron supuestamente su muerte.

  • Le he dicho que le llamaba desde la redacción de “El País”.- explicó Marga .- Que vamos a dedicar unos artículos en el suplemento dominical a algunos asesinos en serie españoles. Estuvo encantado cuando le dije que podríamos hablar de una remuneración por el tiempo que nos dedicara. Me aseguró que, sobre las seis de la tarde, puede tomarse un descanso y que sería un honor compartir ese rato con nuestros reporteros.

  • ¡Perfecto! El único problema será de dónde sacar la pasta para hacer hablar a este “querubín”.

  • No sufras Jordi. ¿Cuándo ha sido el vil metal un impedimento para nuestras pesquisas?.- Sempere parecía que iba a contestar a eso pero su amigo le ignoró dirigiéndose a Marga:- ¿Qué vas a hacer mientras tanto tú?

  • Tengo una cita con la hermana de una de las mujeres que Silva asesinó. Se llama Montserrat Arnaud. También le “largué” el cuento de la periodista, pero intuyo que no me creyó una palabra. En cualquier caso, accedió a tener una breve charla conmigo dentro de un rato.

  • Bien, seguro que si tiene algo que aportar tú se lo sonsacarás. Nos veremos esta noche en casa. Podemos cenar los tres juntos y así intercambiamos nuestra información. Me comprometo a preparaos una cena morrocotuda.- Cocinar para la gente que quería era un placer para Pau Gilabert. Hablar, comer y beber en torno a una mesa con sus amigos le proporcionaba relajo y alegría, y era de la opinión de que no se debían escatimar tales ocasiones.

 

 

Cuando llegaron al centro psiquiátrico observaron que las medidas de seguridad parecían extremas. Había guardias en la puerta y una extensa red de cámaras se desplegaba alrededor de todo el recinto. Se trataba de un vetusto edificio de piedra rodeado por un alto muro del mismo material. Su aspecto evocaba al castillo del maligno de los cuentos de hadas. Involuntariamente, ambos hombres sufrieron un estremecimiento al detenerse ante él.

 

Solicitaron a uno de los guardas que avisaran a la persona que habían venido a ver. El hombre los miró con desconfianza y los condujo a una destartalada sala en el interior donde les pidió que aguardaran un momento. Al cabo de unos minutos, una masa humana de mirada torva entró en la estancia y se identificó como Miguel Montalbán. De forma adusta, les comunicó que había cambiado de opinión. Si querían hablar con él no sería en el centro. Les deslizó una tarjeta con el nombre de una cafetería cercana al Ateneo emplazándoles a encontrarse con él a las 22,30hs. Se despidió abruptamente y se fue más deprisa de lo que había llegado.

 

 

 

CAPÍTULO SEXTO

 

 

Montalbán, libre ya del siniestro pijama de enfermero, se acercó sudando copiosamente a la mesa que ocupaban Sempere y Gilabert. Se trataba de un hombre que debía andar cercano a la jubilación. Obeso y prácticamente calvo, daba la impresión de estar profundamente marcado por el entorno laboral en el que se desenvolvía desde hacía tantos años. Pau pensó que tenía ojos de enajenado, pero confió en que fuera, al menos un enajenado con memoria que les ayudara a verter algo de luz en este asunto.

 

Se sentó, y con un susurro nervioso y entrecortado dijo:

 

  • Perdonen que no les recibiera en mi trabajo, pero me precipité cuando le dije a la chica que llamó que podíamos hablar allí. ¿No les habrán comentado a los guardias que son periodistas?

  • No tema. Lo último que queremos es comprometerle.- le tranquilizó Sempere.

  • Oiga, cuando nuestra redactora le llamó usted no puso ningún reparo a que nuestra reunión tuviera lugar en el psiquiátrico. Es más, según nos aseguró usted propuso el lugar y parecía encantado.- intervino Marcos Gilabert.- ¿Lo comentó con alguien que le insinuó que no sería buena idea o qué?

 

El enfermero tardó un rato en responder. Luego lo hizo despacio, como si midiera mucho sus palabras.

 

  • No, no es eso en absoluto. Es solo que pensé que a mis superiores… que no iba a gustarles esta clase de publicidad para el hospital. ¿Puedo confiar en ustedes? ¡Mierda, qué tonterías digo! Estoy hablando con dos periodistas. Oigan, tienen que prometerme confidencialidad, sino no podré hablar con ustedes..- Una mueca, que pretendía ser una sonrisa deformó su cara para añadir.- Y bueno… una recompensa económica por la información no me vendría nada mal. La chica me dijo que habría algo de dinero para mí.

  • Hablemos claro, señor Montalbán. ¿Cómo sabemos nosotros que su información vale un solo euro?

 

La fea cara del detective se aproximó al rostro sudoroso y desagradable de Montalbán.

 

  • Vale, de acuerdo. ¿Cuánto pagarían si yo les pusiera en contacto con el mejor amigo de Silva? Puedo darles su nombre y decirles dónde encontrarlo.

  • ¿Algún otro loco interno en el psiquiátrico?

  • Frío, frío. Se trata de su más íntimo amigo desde la juventud. Alguien con quien le unían estrechos vínculos llamémoslos “metafísicos”. Si quieren saber de quien estoy hablando acudan mañana aquí a la misma hora con seiscientos euros en el bolsillo.

  • Bueno, correremos el riesgo.- dijo Gilabert procurando sonar poco simpático.- Pero a cambio adelántenos algo más sobre la personalidad de Silva. ¿O eso tiene otra tarifa?

  • No amigo mío. Eso les saldrá gratis. Silva era el tipo con la inteligencia más despiadada y maquiavélica que he conocido. Un individuo muy culto, un erudito con un elevado poder de sugestión que podía minar las voluntades más tenaces. En el tiempo que lo tuve que tratar, no fui el único que tuvo que recurrir a los ansiolíticos para poder soportar la presión que ejercía con su sola presencia. Era un monstruo sin paliativos señores, capaz de humillar y someter a cualquiera que se le cruzaba por delante.

  • ¡Existe la posibilidad de que pudiéramos hablar con alguno de los psiquiatras que lo trataron en aquella época? Quizás, aunque estén jubilados, quieran recibirnos si usted nos proporciona sus nombres.

  • ¡Mala suerte chicos! Ninguno de los especialistas que lo atendieron está vivo para contarlo. El primero se suicidó inesperadamente a los seis meses de tener a Silva a su cuidado. Después hubo problemas porque varios loqueros se negaron a tratarle y, finalmente, decidieron hacerse cargo de él en grupo. ¿No lo entienden? Ninguno quería caer bajo su perversa influencia en solitario. Tres psiquiatras formaron una especie de alianza para tratarle al unísono.

  • ¿Y qué pasó, funcionó eso? - Sempere pensó que iba a comerse los muñones por el suspense.

  • Al principio parecía que la cosa iba bien, pero poco antes del incendio en el que Silva falleció ocurrió otra tragedia. Resulta que, al parecer, uno de los médicos se había liado con la mujer de otro de sus colegas. El “carnudo” resolvió el conflicto disparando a los adúlteros con una escopeta de caza y suicidándose luego.

  • ¿Y el tercero?

  • El tercero desapareció a los pocos días de la muerte del psicópata y nunca se supo más de él. Se especuló con otro suicidio, pero en realidad nunca apareció un cadáver que confirmara esa teoría.

  • ¿Y usted culpa directamente de todas estas desgracias a Silva?

  • Sin ningún género de dudas señores.- Dictaminó con solemnidad Montalbán.

  • Pero tienen que quedar archivos, informes…- A Gilabert le incomodaba el estilo del enfermero. Presumía que debía de padecer alguna clase de adicción y que toda la parafernalia que exhibía era un método para sacarles los cuartos.

  • Todo se destruyó hace unos pocos años. La administración no lleva tanto informatizada y no se guardan los historiales de enfermos fallecidos hace más de veinte años. Sin embargo casualmente, yo guardo unos documentos que podrían ayudarles a definir la personalidad del asesino.- Su sonrisa se tornó más siniestra si cabe.- Pero entonces hablaríamos de mil euros más.

  • ¿De qué documentos se trata?.- Pau empezaba a perder la paciencia con ese tipo, miró a Sempere y se dio cuenta de que se reprimía las ganas de incrustarle un cenicero en la cabeza.

  • Apuntes personales. Una especie de diario con notas, poemas, pensamientos… Muy ilustrativos sobre su personalidad, créanme. Les diré qué podemos hacer: Si me dejan su tarjeta les llamaré, y si me confirman que su redacción está dispuesta a pagar la información, pues perfecto. Yo les doy los escritos y el nombre de su amigo y ustedes me dan mil seiscientos euros. Y no me miren así. Estamos en una sociedad en la que todo se puede comprar y vender. Ayer pensé en darles gratis la información pero, ¡ostias!, un periódico tiene mucha pasta y este mercadeo no debería resultarles raro. Al fin y al cabo, yo no pido demasiado.

 

Los dos amigos se levantaron y estrecharon, no carentes de aprensión, la mano que les tendía ese montón de grasa titubeante. De camino hacia la furgoneta se escuchó la voz de Sempere que mascullaba entre dientes algo sobre el “puto neoliberalismo” que abarataba la dignidad de los seres humanos.

 

Cuando llegaron a casa de Gilabert eran casi la una de la madrugada. Marga, que tenía llaves del apartamento de su tío, había improvisado una frugal cena con espárragos y unos cachos de jamón que había rescatado de la nevera. Pau sacó una botella de rioja que guardaba en la alacena, y los tres se sentaron a conversar y dar cuenta de las escasas viandas con la avidez de una manada de lobos.

 

  • Estaba a punto de llamaros al móvil por si habíais tenido algún percance.- La muchacha pronunció estás palabras con acento de reproche y mirando directamente al investigador.

  • Sabes de sobra que no debes preocuparte por nosotros.- Le dijo dulcemente Jordi Sempere.- Somos zorros viejos y sabemos escabullirnos de todos los problemas.

  • ¡Que el cielo nos asista!.- Exclamó Marga dramáticamente.- Bueno, está bien, ¿qué habéis averiguado?

 

Y entre trago de rioja y taco de jamón,, fueron contando lo acaecido con el enfermero a una cada vez más interesada Marga. Cuando concluyeron, pudieron observar como se quedaba callada, pensativa…

 

  • Si estás preocupada por saber de dónde vamos a sacar el dinero para pagar a ese tipo, olvídalo. Mañana a primera hora me comunicaré con la señora Marco y le explicaré la situación. Ya le advertí que no escatimaríamos en gastos y creo que ella pagará gustosamente.

  • No estoy preocupada por eso. Veréis, esta tarde fui a visitar, como acordamos, a la hermana de una de las víctimas de Silva. Se llama Montserrat Arnau. El cadáver de su hermana Blanca apareció suspendido de un arnés en la capilla de una pequeña ermita del Penedés. Tenía diecinueve años.- Marga tuvo que recuperar el aliento antes de continuar.- Blanca tenía según su hermana, unas manos bendecidas para la música. Tocaba el arpa con un talento natural. El monstruo se las había cortado, le arrancó el corazón (no se llego a verificar si ya estaba muerta cuando lo hizo) y le sacó los ojos. La pobre chica apareció completamente desnuda, cubierta por un manto blanco similar a los que llevan las vírgenes de los grabados. Prendida de esta indumentaria apareció una nota escrita con unos signos que se verificaron correspondían a escritura jeroglífica egipcia. Unos macabros versos que decían algo así como:” Yo te conduzco criatura, y te transformo en un espíritu digno de Ra , libre de todos los impedimentos terrenales, gracias a la intervención del devorador serás recordada eternamente”

  • ¡Ammut “el devorador”! Es natural que estés impresionada. Imagino lo duro que habrá resultado rememorar estas infamias con la hermana de la pobre chica.- Sempere tomó una de las trenzas de Marga y jugueteó con su extremo haciéndole cosquillas en la nariz.

  • La verdad es que la señora Arnau resultó ser una mujer muy templada. Me dio un montón de información sin el más mínimo amago de sentimentalismo. Cuando llevábamos un buen rato conversando, me sorprendió al decirme que no me daría más información si no le decía quién era yo en realidad. No se por qué, me sentí obligada a decirle que trabajaba para una agencia de investigación, pero me negué en redondo a facilitarle el nombre de nuestro cliente.

  • Hiciste bien.- intervino Pau.- La sinceridad es, en muchas ocasiones, un arma más efectiva que la mentira.

  • Esta vez, al parecer, funcionó bien.- la pecotosa cara se iluminó con una sonrisa intrigante.- Montse Arnau intervino como acusación particular en el juicio contra Silva. Personalmente, se encargó de hacer averiguaciones para aportarles más madera a los abogados. Tenía unos treinta años cuando sucedieron los hechos y le resultó decepcionante que el asesino acabara recluido en un psiquiátrico. Ella mantuvo siempre la teoría de que el monstruo no estaba loco y esperaba un castigo ejemplar para él. Por aquella época el código civil todavía contemplaba la pena de muerte y ese era el objetivo de su lucha.

  • ¡Cómo olvidarlo!.- Exclamó Jordi.- En el 75 aún le quedaban fuerzas al general para firmar sentencias de muerte a pie de tumba.

  • Me comentó que algunos personajillos públicos de la derecha más tradicional acudieron movidos por impulsos “caritativos”, a declarar a favor del asesino. Alegaron a su favor su generosa adhesión al Régimen y su rectitud moral y empresarial.- Siguió hablando cada vez más rápido, emocionada por la atención que su relato despertaba en los dos hombres.- Incluso un fraile declaró sobre la inestimable calidad de su fe. Explicó que se conocían desde la adolescencia y que, aunque llevaban años sin verse, no había dudado en acudir en su auxilio cuando conoció los detalles de su caída en desgracia. La señora Arnau era una mujer muy religiosa. Le repugnó escuchar como un servidor de Dios defendía al ser más abyecto creado por la naturaleza. Intentó hacerle llegar sus reproches, pero el fraile la obvió con displicencia cada vez que ésta se le aproximaba. El monje se hizo popular porque solicitó un permiso especial del arzobispado para prestar sus servicios en el centro en el que Silva fue internado. Después del incendio en el psiquiátrico, obsesionada con el religioso, Montserrat acudió a buscarlo a estas dependencias, pero ya no lo encontró. Había regresado a la Cartuja de “Aula Dei” en Zaragoza, y es sabido que allí no se admiten visitas femeninas.

  • ¿Te dijo cómo se llamaba? - Preguntó ansioso Gilabert.

  • Pues…sí. Y eso es lo que os quería decir. No necesitamos pagarle a ese individuo para conocer el nombre del amigo de Silva. Se llamaba, bueno se llama porque aún está vivo, Federico Angulo. La señora Arnau mantuvo correspondencia con él a lo largo de todos estos años. Se habrán cruzado una docena de cartas en este periodo. En las primeras, Angulo le hablaba a la mujer en términos de perdón y caridad cristiana. Pero en la última, recibida apenas hace dos meses, el contenido tomó un giro radical.

  • ¿Te dejó leer esa carta?

  • Mucho mejor que eso. Me la escaneó para que pudiera llevarme una copia. La verdad es que estuvo muy amable y colaboradora conmigo.- Mientras decía esto se levantó para sacarla de su mochila y mostrársela a los dos amigos. Estaba redactada a máquina, pero la firma estaba hecha con estilográfica y destacaban las iniciales F.A.

 

!Pedazo de zorra!

 

Durante veinte años he recibido tus estúpidas cartas cargadas de odio y represión histérica. El asesinato de tu hermana debe ser lo único verdaderamente excitante que te ha pasado en la vida, ¿no es cierto?.

Ese debe ser el motivo por el que no puedes pasar página sobre este asunto, porque te pone cachonda y se te mojan las bragas cuando te imaginas a tu hermanita siendo follada como un animal por un tipo como Heráclio.

Lamento la crudeza de mis palabras, pero te lo tenía que decir de una buena vez. Estoy hasta los cojones de ti y de tus reclamos. Te aconsejo que te busques una buena polla que llene tu pacata existencia y no vuelvas a molestarme en tu puta vida. ¿Está claro?

F.A.

 

  • ¡Vaya con el fraile! No parece un lenguaje propio de un siervo de dios.- exclamó Sempere.

  • El tipo tenía la misma edad de Silva, en consecuencia, ahora debe ser un octogenario y es posible que se le vaya un poco la “chaveta”.- argumentó Gilabert.- Acostémonos. Mañana debemos emprender viaje hacia Zaragoza. Vamos a visitar la Cartuja de “Aula Dei”.

 

En la madrugada emprendieron ruta hacia la capital maña. Apenas habían dormido unas horas, pero Pau insistió en levantarse antes del amanecer para aprovechar bien el tiempo.

 

Decidió que llamaría a Dolores Marco cuando regresaran y que trataría de quedar con ella para pedirle algo de dinero. La verdad, le apetecía mucho verla. Desde su primera impresión sobre ella las cosas habían cambiado. Ella empezaba a desembarazarse de esa actitud de fría profesional sin sentimientos y empezaba a asomar el ser humano herido y asustado que en realidad debía ser. Por otro lado, Gilabert había relajado mucho sus maneras. Era algo que le ocurría con frecuencia con este tipo de mujeres: siempre se ponía a la defensiva. Sabía en carne propia, que los tiempos que corren exigen que el aspecto físico sea la tarjeta de presentación por la que se juzga al prójimo. Políticos, abogados, médicos, camareros…todos compiten por poseer un físico que les avale delante de los demás. Una presencia física “socialmente aceptable” parece augurar otras virtudes morales en el individuo.

 

Pero Pau Gilabert era condenadamente feo, sin paliativo alguno. Con buen criterio intuía que ni en manos de los más prestigiosos esteticistas, tenía posibilidades de resultar medianamente atractivo. Tampoco ignoraba, por amarga experiencia, que pocas mujeres eran capaces de sobreponerse a la repugnancia inicial de su presencia para bucear en otras facetas más gratificantes de su personalidad. Esa era la causa de que cuando se encontraba frente a una fémina que le despertaba algún interés, su comportamiento era la de un auténtico borde sin poder evitarlo. Trataba a través de algún recurso inconsciente, establecer ante ellas que él tampoco se mostraba interesado, evitando así el doloroso y conocido rechazo.

 

Cuando les faltaban unos treinta minutos para llegar, se hallaban enzarzados en divagaciones teológicas. Sempere siempre se apasionaba hablando pestes sobre la iglesia católica y sus representantes. En realidad, era un ateo recalcitrante y tenía pésima opinión de todas las religiones. Gilabert se mostraba más templado sobre este tema. Admitía intuir cierta espiritualidad y no se atrevía a negar, tan taxativamente como su amigo, la existencia de un orden de naturaleza superior. Pero tampoco simpatizaba con las religiones que conocía y no le temblaba el pulso a la hora de calificarlas de sectas.

 

  • Es como lo de los cartujos estos.- Seguía despotricando Sempere.- Aquí encerrados, aislados del mundanal ruido, sin tentaciones, sin necesidades mundanas, sin noticias… Entregados a una vida de contemplación estéril para rendirle culto al creador pero sin ningún acto que refleje una mínima solidaridad con el género humano. Que yo sepa,.- prosiguió con entusiasmo.- el líder de su secta les aleccionó para que estuvieran al lado del que sufre y es desfavorecido por la justicia. No creo que esperara de ellos que se dedicaran la vida entera a engordar el ego de un ser que por su naturaleza divina y superior, debería estar muy por encima de estos gestos de sumisión inútil.

  • Pues verás, a mí es un estilo de vida que no me desagrada del todo. En mi caso, elegiría una congregación que ejerciera el voto de silencio y dispusiera de una buena biblioteca. La lectura, el trabajo en la huerta, el mantra relajante de la oración…

  • ¡No digas bobadas! – Le cortó indignado “el Magras”. A los dos meses, como máximo, serías capaz de asesinar tú mismo a uno de los frailes para montarte una buena intriga que averiguar.

 

Cuando vieron la señal que anunciaba la proximidad de “Aula Dei”, Gilabert reflexionaba divertido sobre la impresión que iban a recibir los monjes de las pintas que se traían los dos amigos. Fijó la vista en su pantalón a cuadros rojos y negros para luego desviarla hacia su pintoresco compañero. Decididamente, parecían un par de patéticos y trasnochados hippies. Esperaba que esta circunstancia no incomodara demasiado a tan santos varones.

 

La Cartuja tenía un protocolo para ser visitada por el público. Había que concertar una cita previa, requisito que ambos investigadores decidieron saltarse a la torera. Esperaban urdir alguna excusa que facilitara esta intromisión. Otra cosa hubiera sido si en vez de dos hombres, las visitantes fueran mujeres. Gilabert sabía que el acceso a éstas estaba totalmente prohibido. Creía recordar que una sola vez, se había abierto la estancia para las damas con motivo de alguna exposición y de forma restringida.

 

Cuando llamaron a la puerta, fueron recibidos por un fraile de aspecto bonachón y talante parlanchín al que rogaron encarecidamente que les mostrara alguna de las reliquias y otros recuerdos fabricados por los monjes con la intención de adquirirlos. Mintieron como bellacos arguyendo que una tía moribunda, extremadamente piadosa, les había suplicado que le trajeran un rosario hecho por los santos hombres que moraban en tan piadoso lugar. El fraile conmovido por el cuento, los introdujo en una estancia que albergaba alguno de esos objetos que se vendían al público. Resultó ser un personaje extremadamente afable y de talante ingenuo con el que iniciaron una conversación aparentemente inocente:

 

  • En realidad.- siguió mintiendo impúdico Gilabert.- El hecho de que nuestra tía nos haya enviado hasta aquí tiene una explicación que data de hace muchos años. Aquí es donde reside una de las personas que más influyó en el fortalecimiento de su fe.

  • Pues si es así, debe tratarse de un cartujo.- Los inocentes y redondos ojos del fraile sufrieron una dilatación debida a la curiosidad. Era un hombrecillo anciano, calvo y extremadamente delgado que hablaba con acento calmo y afectuoso.- ¿De quién se trata?

  • Su nombre es Federico Angulo. El esposo de mi tía y él fueron grandes amigos de juventud. Después ocurrieron acontecimientos terribles y tras fallecer su marido, reconfortó espiritual y emocionalmente a nuestra querida tía, hecho este que ella nunca dejó de agradecerle.- y luego añadió:- Estoy seguro de que cuando sepa que soy sobrino de su amigo Heráclio, se dará una alegría.

 

El monje se quedó callado un momento y luego dijo con acento desenfadado:

 

-Miren… ¡Está bien! Voy a hablar con él. Pero les ruego que sean discretos y que si decide recibirlos, no prolonguen por más de una hora su visita. Me salto más de una norma arreglando este encuentro, pero estoy muy preocupado por él. De un tiempo a esta parte se ha encerrado en un obstinado mutismo. A lo mejor, esta visita es un estímulo para el pobre Federico.

-¡Es usted un buen amigo suyo! - Afirmó Gilabert con un tono ligeramente conmovido.

- En realidad no lo soy. En todos estos años de convivencia no hemos mantenido una estrecha relación, precisamente. En cambio desde que se encuentra en ese estado de ensimismamiento, solicitó que fuera yo el encargado de ayudarle en sus necesidades.- sonrió iluminando su cara de niño-viejo.- He aprendido a sentir por él una especie de cariño no correspondido. Pero no se lo tengo en cuenta. Yo creo que ha perdido un poco el juicio y quizás los recuerdos de los que conversen, le ayuden a dulcificar un poco su carácter.

 

El fraile les abandonó solo unos minutos. Cuando volvió les dijo con rotundidad:

 

  • Me ha dicho que estará encantado de hablar con usted. Al mencionarle el nombre de su tío fue como si saliera de un largo sueño.

 

 

UN ASUNTO DE FAMILIA (Novela)

UN ASUNTO DE FAMILIA (Novela)

                                             CAPÍTULOS III Y IV

 

(Capítulo tercero)

Gilabert se sentó en la desvencijada butaca de su despacho y Marga, su querida Marga, le plantó una torreta de diarios encima de la mesa. Era una muchacha escandalosamente joven, muy delgada y con un atractivo que no se plegaba a los cánones establecidos. Como su jefe, vivía al margen de las tiranías de la moda. Su indumentaria estaba compuesta por una miscelánea de colores, unas deportivas y una larga cabellera que se precipitaba en dos trenzas por su espalda.

 

Pau Gilabert adoraba a esta criatura. Había perdido a sus padres en un accidente cuando contaba quince años. Pau, que era un antiguo amigo de ambos, había aceptado la tutela de la niña que no contaba con ninguna otra familia. El antaño solitario y un tanto misántropo, había acogido a una inquieta e inteligente adolescente sin cuestionarse demasiado lo que hacía. Lo cierto es que todo había salido excelentemente bien. Desde el principio simpatizaron y aunaron fuerzas para apoyarse mutuamente en el camino de la vida. Desde hacía tres años trabajaban juntos en la agencia y en este tiempo, ya había demostrado cualidades de sabueso y se había convertido en un ingrediente precioso para la resolución de los casos más complicados.

 

El detective observó el rostro pecoso y aniñado de su ahijada. La encontró agitada y exultante, tal y como siempre se mostraba cuando se encontraba con la pista de algo que sacudía su curiosidad insaciable. Normalmente, y a pesar de su alarde delante de la abogada, se veían obligados a aceptar casos mediocres sobre cuernos o estafas para poder salir adelante.

 

  • ¡Vas a flipar cuando veas toda la información que he recogido en la hemeroteca sobre esta historia! He fotocopiado cuanto he encontrado porque pienso que deberías darle una ojeada antes de entrevistarte con esa mujer. Heraclio Silva está reconocido como uno de los asesinos en serie más despiadados de la historia de nuestro país. Tienes que acordarte, de haber sucedido en los Estados Unidos hubieran hecho una película estilo “El silencio de los corderos”.

  • Al contrario que a ti querida niña, siempre me han aburrido los asesinos de ese tipo. Aunque la literatura y el cine se empeñen en presentarlos como superdotados y geniales, te aseguro que la mayoría de los crímenes que perpetran esos monstruos son burdos y repetitivos. Sin un ápice de creatividad.

  • Este no era así. Estamos hablando de una especie de alma sensible que se encargaba de preparar el lugar donde aparecerían los cadáveres y dejarles unos versos. Por eso le llamaban el asesino de los versos.

  • ¡Vaya! Yo pensaba que era porque ejecutaba a sus víctimas aporreándolas con un tomo de Garcilaso.

  • ¡Ja,ja, ja!- exclamó sarcástica Marga.- En serio tito. Silva siempre asesinaba a mujeres muy jóvenes de las zonas más deprimidas de Barcelona y alrededores. Adornaba delicadamente el lugar donde dejaba los cadáveres y remataba la faena dejándoles prendida una poesía en el sitio donde debería encontrarse su corazón. ¿Romántico el tipo no?

  • Siempre he presentido que es harto difícil para un poeta dar a conocer su obra, pero este método de marketing me parece un tanto excesivo.

 

 

  • En un periodo de cinco años, en la década de los setenta, asesinó a ocho mujeres de entre catorce y veinticuatro años. Cuando lo atraparon, aseguró que todo lo había hecho por amor. Dijo que, de este modo, había inmortalizado para siempre a sus víctimas redimiéndolas de la mediocridad a la que estaban condenadas sus existencias. Fue juzgado y condenado de por vida a un encierro en un penal psiquiátrico de alta seguridad.

  • ¿Y que pasó?

  • Eso es lo que te va a dejar pasmado. Heráclio Silva murió en su encierro a manos de otro recluso en 1980.

  • Y si está tan claro… por qué su hija nos pide que le busquemos.

  • Lo ignoro, pero las circunstancias del siniestro fueron bastante extrañas. El cadáver apareció parcialmente calcinado pero fue reconocido por el capellán del psiquiátrico y un sanitario encargado de los reclusos.

  • Lo mejor será que vaya a visitar a la mujer de Silva.

  • No debe tener más de sesenta años en la actualidad. En las fotos de prensa hay varias instantáneas suyas. ¡Parecía una cría! También hay un par de fotos de tu cliente por aquella época. ¿Quieres verlas?

 

Marga extendió sobre la mesa las fotos de los periódicos. En una de ellas se veía a Heraclio Silva esposado, conducido por una nube de policías a la entrada de la Audiencia. Aunque era una imagen mala y poco definida, se adivinaba la arrogancia y cierto estilo en el porte del psicópata, dato que acompañaba con una enorme presencia física. Por el contrario, las fotos de Magdalena le mostraban una criatura menuda y delicada. Muy joven, con el cabello rubio y deliciosamente ondulado, aparecía con gesto ausente y abrazando con fuerza a la pequeña Dolores.

 

Gilabert utilizó la lupa que guardaba en su escritorio para observar mejor el rostro de la niña. Comprobó el enorme parecido físico que guardaba con su padre. Era una preadolescente alta y bien formada, con el cabello corto y muy negro, que miraba desafiante a las cámaras que le estaban fotografiando.

 

Gilabert trato de imaginar cómo, algo de esta envergadura, habría afectado a una muchachita tan joven. La estuvo viendo la noche anterior en televisión, en un coloquio que trataba sobre los abusos en la infancia. Estuvo regia. Apasionada pero sin perder el control en ningún momento. Su imagen y su voz cautivaban a las cámaras. Los espectadores la adoraban. La veían como una Juana de Arco contemporánea, defensora de cualquier tropelía o injusticia cometida contra mujeres y niños.

Pau meditó sobre la certeza de que el origen de ese énfasis combativo, servía para ahuyentar a los fantasmas de su propia infancia. O tal vez no.

Gilabert se rascó la cabeza tratando de librarse de sus pretensiones psicoterapéuticas. Apenas conocía a su cliente, no estaba capacitado para deducir nada en absoluto. Iría a hablar con la señora Sopesens y trataría de averiguar por qué le habían contratado para buscar a un hombre que había fallecido hace más de veinte años.

 

Recogió su cazadora y le pidió a Marga que le clasificara toda la documentación sobre el caso para revisarla después. Así que, tras darle un cálido beso en la frente, bajo a la calle, recogió su fiel bicicleta amarrada a una farola y se sumergió pedaleando en el tráfico de Barcelona al encuentro con la mujer del celebre asesino de los versos.

 

(CAPÍTULO CUARTO)

 

 

 

Magdalena Sopesens recibió al detective con una especie de negligée rosada y unas zapatillas a juego que rizaban el rizo de la cursilería y el mal gusto. Sus cabellos, un día dorados y abundantes, eran ahora escasos y grises. El rostro estaba surcado por una red de delgadas arrugas que formaban extrañas formas geométricas en torno a sus ojos y su boca. Gilabert tuvo la desagradable impresión de que pese a ser solo mediodía, se encontraba en estado de embriaguez. Decidió aprovecharse de esta circunstancia para poder esclarecer esta intrigante y absurda historia.

 

  • No salgo de mi asombro.- exclamó entre divertida y pastosa.- Que mi hija le haya contratado y le haya hablado de su padre es un hecho insólito créame.

  • Bueno, es lógico que con un progenitor como el suyo haya hecho cuanto esté en su mano para enterrar el pasado. Está en su derecho.

  • ¡Pues claro! Si la prensa descubriera quién es en realidad, su carrera y su futuro se irían a paseo. Sería un gran escándalo. Lolita es muy famosa.

 

Gilabert no podía precisar si el tono de su interlocutora estaba marcado por el orgullo o el sarcasmo.

 

  • Señora Sopesens, me gustaría que nos centráramos en lo más trascendental, si no le importa. La señora Marco me ha confiado que usted lleva una temporada recibiendo amenazas de muerte. ¿Podría precisarme de qué tipo?

 

Ella le ofreció una mirada burlona y contestó arrastrando las palabras:

 

  • Del tipo del que suelen ser las amenazas de muerte. Poco tranquilizadoras.

  • Su hija me dijo que se trataba de llamadas telefónicas.- apuntó paciente el detective.- Y que usted aseguraba que se trataba de la voz de Silva. ¿puede explicarme eso?

  • No me cree, ¿verdad?. Sin embargo yo no tengo ninguna duda.- mientras hablaba, mantenía sus ojos, estúpidos y azules, clavados en los de Gilabert.- Ha vuelto para matarme, estoy segura.

  • Señora Gilabert, Silva murió hace veinticuatro años. No es posible que, quien la está molestando, sea él.

 

Su pie izquierdo tamborileaba nervioso en el suelo del apartamento. Se levantó con parsimonia, para dirigirse al mueble-bar y servirse una copa. Mejor dicho, otra copa que añadir a las que ya inundaban su metabolismo.

 

  • ¿Le apetece una copa detective? Yo tengo que tomarme algún licorcito estomacal de vez en cuando. Ayuda a combatir mis problemas de baja tensión.

  • No señora, pero le aceptaría gustosamente un café… después de que me explique por qué acusan a un difunto de lo que está ocurriendo.

 

Magdalena tomó un largo trago del vaso que se había servido. Después, se aproximó tambaleante hasta Gilabert para susurrarle al oído:

 

 

 

  • ¿Sabe usted cómo murió o dónde está enterrado su cadáver?

  • Se que fue asesinado por otro recluso en 1980.

  • Su celda apareció totalmente calcinada. El cuerpo estaba tan deteriorado que no comprendo cómo pudieron identificarlo sin lugar a dudas. Incineraron los restos.

  • Usted no cree que fuera él, ¿verdad?

  • Y si usted lo hubiera conocido tampoco le creería.- dijo acompañando sus palabras con un estremecimiento de todo su cuerpo.

  • Pero estaba en una prisión de alta seguridad y, evidentemente, hubo un cadáver. Si hubiera faltado algún otro recluso lo habrían advertido. Además, el homicida reconoció haberlo asesinado.

  • Efectivamente. La palabra de otro loco homicida…

  • Qué quiere decir exactamente?

  • Heráclio tenía unas altas dotes de persuasión. Podía convencer a cualquiera de cualquier cosa. ¿Ha leído sobre sus crímenes? Sin esa capacidad no hubiera asesinado impunemente durante tanto tiempo. Las seducía y conseguía que le acompañaran a cualquier sitio que él quisiera. Eran como dóciles corderitos en sus manos. Siempre lo conseguía todo de la gente.

  • Volviendo a las llamadas telefónicas, ¿qué tipo de amenazas le dirige la persona que llama?

  • Sutiles para los oídos de los demás, pero escalofriantes para mí.- se dirigió hacia el ventanal y dirigiendo una rápida mirada añadió:- Oiga, Lolita no viene, debe tener mucho trabajo en los juzgados. Ella podría explicarle todo mucho mejor.- Luego tomando una libreta que descansaba sobre la mesa, se la ofreció a Gilabert.- ¿Le gusta la poesía detective?

  • No soy un erudito, pero tengo afición desde niño.

  • Heráclio era un poeta. Aquí tengo algunos de sus versos, quédeselos. Le darán una idea de la personalidad del que fue mi marido.- Y dando por finalizada la conversación, le empujó suavemente hasta la salida.- Seguro que disfruta de su lectura. Adiós detective, hablaremos otro día, cuando mi hija pueda estar presente

 

Gilabert salió de la casa más confuso de lo que había entrado. Decidió empaparse de toda la documentación sobre la familia que Marga hubiera podido recoger y se dirigió a su despacho pedaleando frenéticamente entre los coches.

 

La oficina de “investigaciones Gilabert” se hallaba en la calle Montsió, próxima a Les Quatre Gats. Muchos de los casos resueltos, habían tomado forma delante de una buena taza de café en este recinto, Pau Gilabert se había hecho tan adicto a este brebaje como al famosos local del barrio gótico de Barcelona.

Allí se encontraba a diario con su amigo Jorge Sempere. A ambos les gustaba participar de las animadas tertulias del lugar.

 

Sempere era un poeta en la más amplia extensión de la palabra. Aunque los desgarrados poemas surrealistas que había conseguido publicar, no contaban con la aceptación ni la crítica deseadas. En consecuencia, viendo la imposibilidad de vivir de este talento, hacía varios años que se había convertido en un mercenario escritor de novela negra. Compatibilizaba esta escasa fuente de ingresos con el trabajo que su amigo Gilabert le ofrecía en la agencia. Muchos de los casos en los que participaron sirvieron de inspiración para sus relatos.

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Cuando Pau entró en el recinto, su amigo se levantó rápidamente de la mesa que ocupaba y salió a su encuentro. Sempere poseía un porte esperpéntico, cabellos rojos e hirsutos, y altura y delgadez extremas. De joven, se había ganado el sobrenombre de “ El Magras”. Así era conocido en los archivos policiales de los años setenta y ochenta, mérito que debía atribuir a sus actividades anarquistas fundamentadas en la protesta pacífica. Fue durante este periodo que se fraguó su amistad con Gilabert, y aunque militando en bandos bien distintos, fueron más las cosas que les unieron definitivamente.

 

  • Pau, ¡menos mal que apareces por aquí! Marga se dejó caer hace un momento para decirme que salía a hacer unas gestiones y que la llamaras al móvil si era necesario. Parecía emocionada. Me ha dicho no se qué de un caso extraordinario y qué tú me lo contarías todo.

  • ¡La pasión de la juventud! Sin embargo, yo tengo la viva intuición de que solo tenemos un montón de mierda.

  • ¡A ver, a ver! Explícame todo desde el principio y déjame que opine.- Jordi mostraba ansiedad, escudriñaba la mirada de su amigo invitándole a hablar.

  • Nos pagan para que busquemos a alguien que falleció hace veinticinco años.- y dicho esto, Pau levantó la vista del botellín de cerveza y esperó unos segundos el efecto dramático de sus palabras.

  • ¡No em fotis! – rió Sempere.- ¡Dejad que los locos se acerquen a Gilabert!

  • ¿Te suena el nombre de Dolores Marco?

  • A bote pronto… no tengo idea de quién se trata.

  • Olvidaba que eres un militante anti-televisivo. Dolores Marco es una brillante abogada especialista en abusos contra la infancia.- notó que había captado el interés del pelirrojo.- Se ha convertido en una especie de heroína mediática que interviene en charlas y debates reclamando el endurecimiento de las penas para los abusadores.

  • Eso no me suena mal en principio. Esta clase de cosas hace que relegue al inframundo mi talante pacifista.

  • Quiere contratar nuestros servicios porque insiste que su madre ha recibido dos amenazas serias de muerte vía telefónica. ¿Y sabes a quién achaca dichas llamadas? Nada menos que a un asesino en serie muy popular en los años setenta: Heráclio Silva, “el asesino de los versos”

  • ¡Caramba! Oye, ¿y por qué había de amenazar a la madre de esta mujer?

  • Porque el auténtico apellido de Dolores Marco es Silva, y su madre fue la esposa del psicópata durante casi veinte años.

 

En es mismo instante, la colorista presencia de Marga irrumpió en el local dejando en suspense la conversación de los dos hombres. Con una sonrisa encantadora, se dirigió a la mesa que ocupaban los amigos.

 

  • ¿A qué no sabes de dónde vengo tito?- Gilabert observó el rostro agitado de la muchacha. Aparecía pletórica y excitada. Observó con satisfacción que no podía ocultar su genética de sabueso.

  • Sorpréndeme, ¡anda Jordi, pide un té con limón para la niña!- “La niña” sonrió con ternura a los maduros rostros que tenía delante y luego explicó:

  • Mientras visitabas a la señora Sopesens, su hija llamó a la oficina. Se disculpó porque se le había complicado la mañana en los juzgados y no podía llegar a tiempo a casa de su madre. Me propuso que me acercara al juzgado para traerte un material que calificó como “muy importante”. Me dijo que la llamaras más tarde, cuando hayas revisado lo que contiene el sobre que me dio.

 

Los saltones ojos del detective se clavaron en el objeto que Marga le tendía. Desgarró rápidamente el papel y extrajo una pequeña casete, similar a las que se instalan en algunos tipos de contestador automático. Junto a la cinta, un folio manuscrito por Dolores Marco:

 

“Esta cinta corresponde a la grabación de la segunda vez que mi madre fue amenazada. Ambas reconocemos perfectamente la voz de quien profiere las amenazas. Créame, no es solo su voz lo que reconocemos en esta cinta.”

 

Cuando llegaron a “investigaciones Gilabert”, marga se apresuró a desempolvar rebuscando en un armario empotrado repleto de cachivaches, el antiguo teléfono con lector de casetes.

 

Escucharon una voz cavernosa que recitaba una impertinente letanía en lengua extraña para ellos. Quedaron perplejos. La comunicación se interrumpía sin que una sola palabra fuera inteligible para los investigadores.

 

  • ¡Bueno!- interrumpió Jordi jocoso.- Al menos el tono, si parece amenazante, sí.

  • ¡Esto es absurdo!

  • A lo mejor no lo es, tito.- Y Marga adoptó esa postura de colegiala marisabidilla a punto de dar una lección magistral.- He estado leyendo una pequeña parte de la documentación recogida sobre Silva. Al parecer, no solo era un empresario emprendedor. También era una especie de erudito especializado en historia del arte. Se había rodeado de expertos en el antiguo Egipto, civilización por la que sentía verdadera pasión.

  • Pero era un hombre que había tenido que trabajar duro para llegar alto. Su hija me dijo que no tenía fortuna familiar y se había abierto paso a codazos en la alta sociedad.

  • Exacto.- Marga continuó su argumento.- Uno de esos codazos, para entrar en sociedad, fue su primera boda. Se casó con la única hija de un catedrático de lenguas clásicas. La madre había pertenecido a la nobleza, pero una vez fallecida, la vida social de padre e hija se había visto muy limitada.

  • ¡Un momento! ¿De dónde has sacado toda esta información?, ¿es verdad que solo has echado una ojeada a lo que has encontrado?.- exclamó Jordi admirado.

  • Es increíble, lo que interesó este caso y todo lo que se escribió sobre él.- contestó Marga.- El caso es que Silva cursaba estudios universitarios y comenzó a frecuentar la casa del catedrático. La excusa era la traducción de un texto o la posibilidad de admirar alguno de los incunables que poseía el profesor. Pero la realidad era muy distinta.

  • Quería ligarse a la chica.- apuntó Gilabert.

  • ¡Bingo! Aunque la chica era diez años mayor que el joven Silva y no era, según un retrato de su boda que aparece en una publicación, ninguna belleza de mujer. No obstante el matrimonio parecía funcionar muy bien. Silva entró en los salones de las personas adecuadas y eso elevó su rango y su poder. Por otro lado, su mujer tuvo acceso a ciertas diversiones que fueron muy criticadas en su época. Se la tildó de demasiado liberal. Cuando apareció su cadáver, fueron muchos los testigos que aseguraron haberla visto en estado de embriaguez. No escuchó ninguno de los consejos que la trataban de disuadir de que montara. Fue una tragedia anunciada.

  • ¿Sabéis una cosa?.- dijo de pronto Gilabert.- Dolores me ha hablado por encima de la primera mujer de su padre y de su trágico accidente. Me ha dado la impresión de que sabía algo sobre eso.

  • Después de saber la clase de tipo que era su padre es normal que tenga dudas sobre todo.- Afirmó Sempere.

  • Entonces… ¿tú crees que las palabras de esta cinta pertenecen a una lengua clásica o algo así?

  • Aunque soy profana en la materia, me atrevería a asegurarlo.

  • ¿Y por qué iba a amenazar a su mujer en una lengua clásica? ¡Esto es una gilip..!

  • Porque tanto su mujer como su hija eran iniciadas en la materia. Silva había compartido esta pasión con su familia. Habían hecho varios viajes a Egipto y pasaban grandes temporadas en una de sus propiedades, “Per Netcher”, que significa “El hogar de Dios”. Una construcción digna del megalómano que era. He visto una foto de una especie de templo de piedra de dimensiones escandalosas.

  • ¡Ya me acuerdo! - casi gritó Sempere.- Fue allí donde su mujer encontró restos de las muchachas asesinadas.

  • ¿Ella le delató?.- Preguntó Pau interesadísimo.

  • Fue ella, en efecto. Pero por lo que he podido leer hasta ahora, madre e hija cerraron filas junto al monstruo a la hora de su defensa. Argumentaron que, aunque obviamente estaba muy enfermo, Silva era un individuo ejemplar y un padre incomparable.

  • ¿También declaró la hija? Debía ser una adolescente.

  • La defensa la subió al estrado y describió a su padre como a un hombre afectuoso delicado y sensible.

  • Que torturaba y violaba a sus víctimas hasta la muerte. Un hombre sensible que asesinaba a muchachas de edad similar a la de su hija.- remarcó Gilabert.

 

Tras un corto silencio preñado de preguntas en el aire, el maduro detective decidió:

 

  • ¿Qué te parece si tú y yo nos vamos mañana de excursión.- dijo mirando al pelirrojo.

  • ¿Y dónde será?

  • Iremos al Centro Psiquiátrico donde presuntamente falleció Silva. Ha pasado mucho tiempo pero quizás quede alguien que recuerde lo que pasó.

  • ¿Qué te parece si me aprovecho de mis colegas de la universidad para traducir la cinta? Puedo llamarlos ahora mismo.- añadió Sempere.

  • Iba a pedírtelo a continuación. En cuanto a ti.- dijo mirando a su ahijada.- Te encargo que intentes hablar con gente que tuvo contacto con el asesino. No se, familiares de sus víctimas, policías…

  • Hay una mujer con la que creo que sería interesante hablar.

  • ¿De quién se trata?

  • Es la hermana de una de las víctimas de Silva. Al contrario que las otras, esta chica pertenecía a una clase social muy acomodada. Su hermana se presentó como acusación particular en el caso. Gastó una fortuna en enterrar de por vida al asesino.

  • Me parece bien, intenta visitarla.

  • Esta mujer mantuvo la teoría de que Silva sobrevivió al incendio. Hablaba, a todo el que le quisiera escuchar, de una teoría de la conspiración que había liberado al psicópata.

  • ¡Qué interesante! Seguro que nadie prestó atención a su advertencia. Todos creerían que deliraba empujada por el dolor.

  • ¿Y tú?.- dijo Marga mirándole a los ojos.

  • Yo solo se que tenemos un caso sin pies ni revés y que, si en veinticuatro horas no le veo color, lo mejor será recomendarles a mis clientes una buena terapia de grupo.

  • Tito, recuerda que tienes que llamar a Dolores Marco para concertar otra cita.

  • Hazlo tú, por favor. Esa mujer tiene un no se qué de prepotente que me pone de los nervios.

  • ¿Y no será lo buena que está lo que te pone nervioso?.- Y Marga acompañó con un guiño estas palabras.

  • No seas boba. Ya sabes que las mujeres y yo somos como el aceite y el agua.- Masculló entre dientes el detective con un melancólico suspiro.

UN ASUNTO DE FAMILIA (Conato de novela)

UN ASUNTO DE FAMILIA  (Conato de novela)

                                                               CAPÍTULO PRIMERO

Dolores no pretendía llamar la atención de aquel hombre tan pintoresco. Pero era evidente que lo había hecho. Y ahora, no sabía qué hacer para librarse de esa mirada blanda de carnero que le producía una incómoda inquietud.

Se había citado con un desconocido por un motivo sumamente importante y la descarada actitud de ese individuo, acrecentaba su nerviosismo.

De repente, sucedió lo que tanto había temido: El hombrecillo se levantó de la mesa que ocupaba en el pub, y dirigió su antiestética existencia hacia ella. Cuando estuvo realmente cerca, susurró roncamente:

 

-¿Es usted la señorita Marco?,¿Lola Marco?

 

Dolores se tomó un largo sorbo de gin-tónic antes de contestar. Trataba de valorar si este personaje podía ser el hombre que esperaba. Y en tal caso, no comprendía cómo unos informes tan excelentes de su trabajo podían corresponderse a un aspecto tan desaliñado. Se trataba de un tipo de cincuenta y tantos, con la mirada acuosa y unos labios carnosos en exceso. De poca envergadura e indumentaria anárquica. El cabello le escaseaba en las sienes y caía, abundante y canoso, recogido en una coleta que se balanceaba entre sus omoplatos.

 

  • Entonces…usted debe de ser Gilabert!,¿Sabe? Pensé que se me estaba insinuando.-rió pudorosamente.- ¡ Ha tardado un buen rato en decidirse a abordarme!

 

Era cierto. A Pau Gilabert le apasionaba observar a la gente. Le gustaba sentarse en las terrazas de los cafés y mirar a los desconocidos inventándose, cuáles serían sus miserias, sus pasiones, sus misterios más inconfesables. Se jactaba de poder descubrir una personalidad psicopática exclusivamente, a través de la observación.

 

  • Perdóneme por favor, no quería ofenderla.- se disculpó con gesto preocupado.- Es pura deformación profesional. Sí, soy Pau Gilabert.

  • En ese caso, ya sabe lo que me preocupa.

Efectivamente, Gilabert había recibido en su despacho un correo certificado con el remite de Dolores Marco, solicitando sus servicios para buscar a su padre al que decía no ver desde hacía más de veinte años. También sabía que se trataba de una mujer de reconocido prestigio profesional. Abogada especializada en malos tratos y abusos en la infancia se había convertido en una especie de heroína mediática que aparecía, con relativa frecuencia, en sangrantes debates televisivos y tertulias radiofónicas. Rondando los cuarenta, era una sensual morena de ojos hermosos e inteligentes que sacaba partido de su belleza con la misma profesionalidad que lo hacía de sus otros talentos.

  • Pues sí, recibí su carta. Pero siento tener que rechazar su trabajo.

  • ¿Por qué?- Casi gritó Dolores.

  • Nuestra agencia de detectives está especializada en la resolución de desapariciones, pero no nos interesan los “asuntos de familia” a los que usted hacía referencia.

Dolores, pese a su delicado aspecto, era una hembra curtida en los asuntos comerciales. Ella había requerido contratar un servicio y esa gárgola fatua y parloteante le estaba rechazando.

 

  • Escúcheme bien… “caballero”.- dijo a la vez que se estiraba voluptuosa en su banqueta.- es cierto que le nombré un tema de herencias, un asunto familiar. Pero no quisiera ser descortés al decirle que los motivos de mi búsqueda son terriblemente delicados incluso para hablarlos personalmente.

 

Gilabert no había decidido realmente si se ocuparía de su encargo, aunque la intriga que le producía la abogada iba creciendo por momentos.

 

  • Mire, llevo más de treinta años en esta profesión. Primero como policía y luego como investigador privado. Ahora dirijo mi propia agencia. En todos estos años, me ha tocado enfrascarme en algunos casos que no han contribuido, en absoluto, a mejorar mi calidad humana. Actualmente me doy el gusto de seleccionar mi trabajo, en lo que cabe, y aún más cuando son mis servicios personales los que se demandan.

  • ¡Por favor!- rogó ella con ansiedad infantil.- Me he informado antes de decidirme a contratarle. Todos los que me dieron su nombre me aseguraron que se trataba del mejor. ¡Estoy decidida a aceptar sus condiciones!

 

Gilabert sintió una cruel satisfacción con las súplicas de la abogada. Esta sensación se tornó en remordimiento cuando recordó que, últimamente, se habían visto obligados a aceptar casos de escasa categoría para pagar las facturas. Estaba claro que aceptarían el encargo, era una cliente solvente y no creía que se tratara de nada complicado. Sería un ingreso limpio y rápido para la agencia.

 

  • Cuénteme todos los detalles, aparte de los datos personales de su padre, quiero saber por qué hace tantos años que no le ve y por qué es tan importante encontrarlo ahora.

  • ¿No cree que eso atañe a la intimidad de mi familia?

  • Soy un detective señora, me nutro de los detalles, los grandes y los pequeños, no existe parcela de intimidad para el que investiga, y si no vamos a entendernos…

 

Gilabert se dio la vuelta y se dirigió a la salida. Pero ella lo interceptó con agilidad y lo condujo hacia una mesa apartada en un rincón del bonito local. Eran las cuatro y media de la tarde y el café estaba prácticamente desierto. Al fondo, unos adolescentes se devoraban a besos en la penumbra de un sofá, y el camarero leía con interés una novela, mientras la música de manu-chao llenaba cálidamente todos los rincones poco iluminados.

 

  • Le contaré todo.- le dijo al detective con expresión de abandono en el rostro.- Solo espero que comprenda que, algunas cosas son desconocidas por la mayoría de la gente y si usted faltara a su confidencialidad, mi carrera profesional y mi vida personal se verían seriamente comprometidas.

  • No tema. Sus secretos estarán a salvo conmigo.- y ofendido por la duda,añadió:

  • Además, la confidencialidad va incluida en la tarifa.-sonrió con una mueca codiciosa.

 

 

Ella lo miró largamente antes de hablar. Sacó un cigarrillo y lo encendió con parsimonia, después se inclinó hacia su acompañante y le ofreció un relato que lo mantuvo como embrujado durante un largo tiempo.

 

  • Quiero que encuentre a mi padre porque mi madre está recibiendo amenazas telefónicas y sospechamos que se trata de él.

  • ¿Por qué? En qué fundamentan sus sospechas.

  • Mi madre, que es quien ha contestado a las llamadas, asegura que es su voz.

  • ¿Por qué desapareció?

  • Mi padre se llama Heraclio Silva.- Dolores observó el rostro de su interlocutor antes de continuar.- Silva…¿recuerda?, el famoso asesino múltiple de finales de los setenta, “el asesino de los versos”. Creo que ha encontrado la manera de volver del más allá para vengarse de mi madre.

 

El detective trató de vencer el estupor y escudriñó en su memoria lo que recordaba de ese asunto.

  • Pero eso no puede ser. Según alcanzo a recordar Silva murió unos años después de ser confinado en un centro psiquiátrico.

  • Sí, así es.- le contestó Dolores con expresión angustiosa.- Esa es la versión oficial, pero nosotras tenemos serias dudas sobre ella.

  • ¿Tienen pruebas de lo que me está diciendo?

  • Si usted hubiera conocido a mi padre, no necesitaría pruebas para creerlo capaz de cualquier cosa.

  • Pues cuénteme el cuento completico, tenemos tiempo… y yo trabajo por horas.

 

Dolores decidió obviar la grosería del investigador atribuyéndosela a la sorpresa. Recostó la espalda en el cómodo sofá y comenzó a hablar con la mirada perdida:

 

  • Mi madre era una jovencita de dieciséis años cuando conoció a Heráclio. Tenía la cabeza llena de pájaros. Su familia pertenecía a la alta burguesía catalana, aunque su liquidez no era precisamente señorial. Silva no pertenecía al círculo social de mi madre, pero tuvo oportunidad de conocerla a raíz de unos negocios que mi abuelo hizo con él. Por aquel entonces, Heráclio era un hombre casado y afortunado en los negocios que prometía maneras en política. No se le conocían antecedentes familiares ni nadie osaba pedírselos. Debido a su habilidad financiera contaba con influencias que le abrían nuevos caminos a su ambición.

  • ¡Sí, ya me acuerdo! Aunque no participé en el caso, lo seguí con interés. Se trataba de un ciudadano ejemplar con muchos amigos en puestos destacados del régimen y de la alta sociedad catalana de la época.

  • Mi madre se quedó fascinada por él. Al poco tiempo, la mujer de Silva falleció en un desafortunado accidente de equitación…- buscó la mirada de Gilabert.

  • ¿Cree que el accidente no fue tal accidente?

  • A los seis meses, y de manera insólita para mis abuelos, solicitó la mano de Magdalena.- continuó, soslayando la pregunta.- Veían asegurado el futuro de su hija pero la edad del pretendiente, cuarenta años ya, frente los dieciséis de la niña… además estaba la oscuridad total sobre sus orígenes, dato que no dejaba de mortificarles. No obstante, decidieron apostar por la estabilidad económica de su hija. Ella se volvió loca de alegría y dos meses antes de cumplir mi madre diecisiete años, se convirtieron en marido y mujer. ¿No le parece que no hay patraña más cruel que el amor?

Gilabert contempló a la hermosa mujer que tenía al lado. Se había hecho muy popular persiguiendo el cumplimiento íntegro de las condenas impuestas a pederastas y maltratadores. Los canales mataban por tenerla de invitada en sus tertulias. Era sencillamente perfecta: inteligente, sarcástica, arriesgada y, sobre todo, arrebatadoramente sexy. Lo cual era un hecho nada despreciable que también influía en los niveles de audiencia durante sus intervenciones.

 

  • Oiga, mi madre asegura que ha escuchado la voz de Silva y yo la creo.- dijo subiendo involuntariamente el tono. El detective miró a su alrededor y comprobó que el camarero y los otros parroquianos seguían a lo suyo.

  • Pero Silva murió oficialmente hace más de veinte años en un incendio en el que se vió involucrado. !Ya recuerdo! Otro recluso lo provocó para matarle.

  • Créame detective, mi madre y yo tenemos fundadas sospechas de que sobrevivió al incendio. Si acepta el caso, llámeme para concertar una cita en casa de mi madre, tenemos mucho de qué hablar.

 

Cada vez venían a su cabeza más datos sobre el “asesino de los versos”. En aquellos años, Gilabert era un joven oficial de policía y, aunque de lejos, puesto que Silva actuó siempre en los alrededores de Barcelona, siguió los detalles del asunto con interés. Se trataba de un psicópata de libro. No podía imaginarse cómo habría sido la vida de esas dos mujeres a su lado. No solo aceptaría el caso, algo le decía que no podría dejar de implicarse emocionalmente en él. Cuando se despidieron volvió a sentirse turbado ante la hechicera mirada de Dolores Marco.

  • La llamaré.- se apresuró a prometerle.

  • Sí, creo que lo hará.- Y tras una enigmática sonrisa, desapareció por la puerta del establecimiento.

 

 

 

 

 

 

                                                                     (CAPÍTULO SEGUNDO)

 

 

Dolores se miró en el espejo del ascensor y se sintió satisfecha de la imagen que éste le devolvía. Sin ser una belleza clásica, todo su físico exultaba feminidad y armonía. Aunque el tiempo avanzaba con su implacable deterioro, su atractivo no parecía verse afectado. Ella colaboraba con la genética sometiendo a su cuerpo a cuidados luteranos y con un guardarropa del que emanaba una sutil provocación.

 

 

Dolores Marco era una mujer muy inteligente. Poseía un cociente intelectual de escándalo y usaba, sin ningún prejuicio feminista, todas las ventajas de su tentadora anatomía y un nivel para la interpretación digno de un oscar.

Sabía que dichas virtudes, habían sido decisivas en su carrera como letrada. Desde hacía un par de años aparecía en programas de gran audiencia, y era en ellos dónde se sentía más consciente del poder que le inferían estas cualidades.

 

Cuando salía a un plató de televisión, lo hacía para seducir. En este arte, su técnica había sido depurada desde la más tierna infancia. Seducir era algo que no solo sabía hacer con los hombres, también con las mujeres conseguía ejercer su influjo hipnótico y llevarlos a todos a su terreno.

 

Se sentía contrariada por la entrevista con Gilabert. No respondía al perfil que había imaginado. No era solo su aspecto, que a ella le parecía una macabra broma de la naturaleza. Ni su inadecuada forma de vestir o la falta de higiene que le suponía… No, era otra cosa. Lo que la desquiciaba era esa actitud displicente, rayando en la grosería, que adoptaba con ella.

 

Al llegar a la puerta de su casa se entretuvo buscando las llaves. Entonces recordó que debía haber llamado a su madre y se mordió el labio involuntariamente. Se había convertido en parte de su rutina cotidiana. Tres veces al día, la telefoneaba para comprobar que todo marchaba bien.

 

Pero la verdad es que, casi nunca nada, había marchado bien en su familia.

 

 

Durante años, su madre y ella habían vivido una existencia de anonimato y destierro. Alejadas de todo lo que había constituido su círculo social y afectivo. Enterradas en vida, cambiaron sus identidades y reinventaron una historia. Dolores había experimentado el odio y el rechazo de la sociedad y era consciente del daño irreparable que todo esto había originado a Magdalena.

 

Luchó muy, muy duro. Siempre obtuvo las mejores calificaciones y con veintidós años acabó con éxito sus estudios de derecho y criminología. Ella le devolvió a su madre la acomodada posición que le correspondía. Barcelona es una ciudad increíble para pasar desapercibido. Además nadie recordaba ya al tristemente celebre “asesino de los versos”. Habían pasado muchos años.

Al principio, sobrevivieron con recato. Pero al finalizar sus estudios, Dolores fue contratada por un prestigioso bufete catalán. Se desenvolvía en los pleitos como pez en el agua. Y a la vez que su carrera progresaba, se fue involucrando más en asociaciones, de carácter altruista, para la protección de la mujer y del menor.

 

Ya se disponía a coger el aparato para llamar a su madre, cuando un estridente timbre la sobresaltó.

 

  • Hola mamá.- Su voz, como era habitual, sonó triste y fastidiada.

  • ¿Cómo sabes que soy yo?.- El tono de Magdalena aparentaba ser imperativo, pero los influjos del alcohol eran evidentes.

  • En primer lugar, porque tengo rastreador de llamadas…

  • Podía ser cualquiera, podía ser él…- le interrumpió sin escucharla.- El querrá ponerse en contacto contigo, tú lo sabes,¿verdad?.

 

Dolores sintió que algún órgano le estallaba dentro de su cuerpo. Tenía que sobreponerse. Ella mejor que nadie, sabía que el miedo lo jodía todo. Y su vida se había convertido en un auténtico postulado de dedicación y comprensión hacia su madre.

 

  • Madre, he contratado a un investigador.- nadie contestó al otro lado del teléfono.- ¿Me oyes?

  • Pero…¿Cómo se te ocurre?.- susurró Magdalena.- Tú sabes que hay cosas que no…

  • Está bien mamá, no te preocupes. Se perfectamente la información que le puedo dar.- Cortó Dolores.- Eres tú, quien tiene que tener cuidado y no irte de la lengua. Mañana sobre las doce del mediodía pasará por tu casa. Intentaré escaparme del juzgado para estar presente.

  • Pero,¿por qué quiere hablar conmigo?- su acento emanaba una gran aprensión.

  • He dicho que no te preocupes. Quiere saber detalles sobre la supuesta muerte de tu marido, y es de eso,y solo de eso, - recalcó con énfasis.- de lo único que tú le debes hablar, ¿entendido?.

  • ¡Está bien! - se rindió Magdalena con acento pueril.- Pero sigo sin entender para qué necesitamos un investigador. ¡Sería mejor comprarnos un arma!

  • Procura estar sobria mañana a las doce, ¿vale?

  • ¡Me tratas como si fuera basura!

  • No dramatices madre. Escucha, el nombre de ese detective es Pau Gilabert.-y a continuación suavizó el tono para añadir.- Hasta mañana mamá, que descanses.

 

Una de cal y una de arena. En eso se había convertido la relación con su madre. La adicción al alcohol de la que era víctima su progenitora, tenía un antiguo historial. Era difícil comprender el comportamiento de un alcohólico, y aún más justificarlo. Pero era plenamente consciente de la fuerza que había empujado a su madre a vivir al margen de la realidad. Y haber sido testigo y víctima de la misma fuerza, le empujaba a cerrar filas con Magdalena. Las dos habían sucumbido al encanto de la serpiente… hasta que descubrieron que se trataba de una víbora buscándoles la garganta.

 

 

 

Decidió darse un tonificante baño de espuma. Aún le quedaban un par de horas antes de ir al estudio. Sin duda, iba a tener una actuación estelar. Se trataba de un debate en torno a los abusos sexuales en menores.

 

Ella era una decana en el tema. Demostraría que la única forma de proteger a los niños está en encerrar a los pederastas de por vida. Si no, volverán a hacerlo inevitablemente. Dolores estaba preparada para aportar todas las pruebas que avalarían su discurso. Sentencias de pederastas y violadores reincidentes, informes psicológicos y forenses de los daños infringidos a los menores…todo el arsenal.

 

Desnuda y sumergida, su pensamiento viajó hasta el último caso de oficio que había aceptado. Le interesó desde que escuchó la historia, y los servicios sociales estuvieron encantados de contar con ella cuando llamó para ofrecerse.

 

La niña se llamaba Vanesa Martínez. Se trataba de una criatura retrasada de diez años que había sido violada, de forma reiterada y mantenida en el tiempo, por su padrastro con la connivencia de la madre.

 

Recordaba perfectamente el abanico de agravios, en forma de lesiones e informes psicológicos, que los servicios sociales desplegaron ante sus ojos.

 

Pero lo más escalofriante no fueron los documentos, sino la charla que sostuvo con los acusados en la cárcel, donde aguardaban al juicio por sus felonías.

 

Dos funcionarias acompañaban a la mujer hasta la sala donde Dolores esperaba. Aunque sabía que un monstruo no tiene por qué parecerlo, sintió una leve decepción cuando se encontró con ese ser menudo y acobardado. Todo su cuerpo temblaba, y unos ojillos huidizos y diminutos asomaban entre la maraña de pelo rubio oxigenado.

 

  • Mi nombre es Dolores Marco y represento a su hija Vanesa en el juicio que el Estado está preparando contra ustedes.- Le espetó sin más contemplaciones.

  • ¡Oiga, yo no he hecho nada malo!- gritó con una vocecilla desagradable.- No sabe lo que cuesta sacar adelante a la familia. Yo no tengo nada que ver con lo que pasó. Tenía que trabajar fuera de casa y era mi pareja quien cuidaba de la cría.- en un tono más confidencial, añadió:- Además, no pueden creer todo lo que les diga esa chica. No está bien de la cabeza,¿no lo entienden?

  • Lo que entiendo es que su hija tenía hematomas crónicos en partes muy específicas de su anatomía debido a la violencia a la que era sometida muy a menudo.

 

La mujer la miró despacio, tratando de traducir lo que acababa de escuchar. Dolores decidió acabar con su incertidumbre.

 

  • Su hija Vanesa tenía moraduras en los muslos producidas por la fuerza con la que su marido le separaba las piernas para poder violarla,¿me entiende ahora?

  • Ella es una niña muy torpe, siempre se está cayendo…

 

 

 

  • ¡Oh vamos! Sabe perfectamente de qué le estoy hablando,- Luego, suavizando el tono para simular preocupación añadió: - Contamos con el testimonio de unos vecinos que aseguran haberle visto zarandear a la niña acusándola de coquetear con su marido.

  • ¡Mienten!.- Contestó desafiante pero rehuyendo los ojos de la abogada.

  • ¿Estaba borracha y quizás no puede recordarlo?

  • ¡Maldita hija de p…! ¿Qué puedes saber tú de nuestra vida para juzgarnos tan fácilmente?

  • Tiene razón señora. Yo no soy nadie para juzgarle y, ¿sabe una cosa?, debería darle gracias al cielo por ello.- Luego se levantó y antes de que la funcionaria le condujera fuera de la habitación, se volvió para decir: - Pero confíe en que pondré todo mi empeño para que ninguno de los dos vuelva a acercarse jamás a Vanesa.

 

La última imagen que se llevó de la detenida, fue su expresión de comadreja bobalicona.

La conversación con el padrastro removió en ella el instinto de reptil que subyace en el neocórtex cerebral. Sintió como durante la entrevista, le afloraban sus pasiones más sanguinarias.

Se trataba de un tipo gordo y sudoroso. Tendría alrededor de treinta y cinco años, algo menor que la madre de Vanesa. Apareció por la ventana del locutorio de la cárcel, con una sonrisa estúpida que pretendía ser seductora y le preguntó:

 

  • ¿Cómo es posible que una hembra como tú sea abogada?

  • Su nombre es Carlos Martínez, y convive con Vanesa y su madre desde que la niña tenía dos años de edad, ¿correcto? – Dolores, apenas podía controlar las náuseas que le producía el personaje en cuestión. Pero decidió sobreponerse. Ella era una profesional y la vida le había colocado por delante una interminable lista de monstruos tan deleznables como aquél.

  • Correctísimo muñeca. Me hice cargo de esa familia hace ya ocho años. ¡Siempre cuidando de esas dos!, ¿y para qué? Ya ves las calumnias que tengo que aguantar.

 

Era un estereotipo archiconocido para Dolores. Un individuo acostumbrado a mentir con la mayor desfachatez, un fanfarrón negador de la evidencia.

 

  • Según estos informes.- le dijo mostrándole un legajo de papeles que llevaba en una carpeta.- Los abusos empezaron cuando la niña tenía cuatro o cinco años.

  • ¡Yo no he abusado de esa estúpida! Hable con su madre. No sabe cuidarla. La dejaba suelta en la calle para irse a beber. Cualquiera puede haberle hecho lo que usted dice.- sacudía la cabeza como alejando esas acusaciones con el gesto.- Yo la enseñé a comer y a vestirse, le di el calor que todas las criaturas de dios se merecen, ¡pregúntele a la chica! Habla poco pero algo le podrá decir.

  • No creo que dios pensara en ese tipo de amor para sus criaturas.- le respondió Dolores sin pestañear.- En cuanto a Vanesa, será imposible que me cuente nada. Ha entrado en una especie de mutismo catatónico del que será difícil rescatarla.

  • Entonces… No tienen ninguna prueba,¿no?.- preguntó satisfecho el seboso personaje.

 

 

 

-Pues sí. Encontramos restos de semen en el ano de la niña. Compararemos una muestra de su ADN con estos residuos y obtendremos al agresor de la niña sin ningún lugar a dudas.

 

La abogada se dispuso a irse sin más contemplaciones cuando a su espalda, escuchó la voz del pederasta:

 

-¿Tienes hijas pequeñas? Seguro que son preciosas, !cómo me gustaría conocerlas!

 

Y mientras escuchaba el desagradable sonido de su risa, deseó que se tragara la lengua y se ahogara lenta y dolorosamente

                                                      Continuará la próxima semana...

!ATENCIÓN!

!ATENCIÓN!

A partir del próximo viernes día 29 de enero, y todos los viernes siguientes, empezaré a ofreceros un par de capítulos semanales de mi novela de misterio: UN ASUNTO DE FAMILIA. La escribí sin pretensiones, jugando, por divertirme. Mi única ambición es que, quien se atreva a leerla, pase un rato entretenido.

Espero que os guste y me déis vuestras opiniones. Es un regalo para mis dos o tres fieles lectorres. !Va por vosotros!

Salud y un fraternal abrazo:

Ana