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ESPE Y LA SONRISA DE MARFIL


Esperanza Aguirre no es un ser humano al uso. No se rige por los mismos parámetros que los demás mortales. De aquí a Bombay, no hay atentado terrorista o percance aéreo que consiga descongelar esa sonrisa eburna. La propia Parca retrocede amedrentada ante la chulería castiza y socarrona de Terminator-Aguirre. Sin embargo la Espe, se ha puesto estupenda por los improperios que le dedicaron un grupo de alumnos y profesores universitarios. Por lo visto gritaban: ¡Muérete! e incluso parece que alguno portaba un cartel demandando que todos los políticos acabaran en la hoguera. ¡Pamplinas! Los muy canelos ignoran que la presidenta de Madrid es inmune a tan funebres deseos. Esperanza mantiene un pacto con el diablo. Satán le proporciona la inmortalidad y ella, a cambio, transforma la vida de los madrileños en un auténtico infierno. Pero además tiene otro pacto, casi tan sobrenatural como el primero, con una dama teutona que manda mucho en estos días. Esperanza ha descubierto la forma de librarse de la chusma estudiantil que turba sus apariciones públicas. Que se vayan con viento fresco a Alemania. Allí, con la Merkel, un amplio mercado de esclavitud laboral les espera con los grilletes concienzudamente engrasados. Y para facilitar la migración de estos mirlos blancos, está decidida a proporcionar cursos de alemán a los jóvenes madrileños. Ahí es nada. Mano de obra de saldo pero bien cualificada para servir a la mayor gloria económica del Merkel-Reich. Emigrantes a la fuerza o exiliados políticos de un régimen financiero totalitario, llámenlo como prefieran. El caso es que la señora Marquesa no contempla la posibilidad de ayudar a los empresarios españoles a crear empleo. Prefiere enviar directamente al destierro a esa generación sobradamente preparada pero indigesta. Una generación perdida para España, tal vez. Pero, previa desparasitación e introducción al idioma, ganada para apuntalar el motor de la economía alemana. Así funciona el trapicheo de esclavos en el Nuevo Orden. Luego, que no se asuste la Aguirre si alguno de esos nuevos emigrantes forzosos se acuerda de Juanito Valderrama e intenta hacer un rosario con los dientes de marfil de la señora presidenta. No por rencor, (no sean malpensados) sino para disipar la nostalgia de tener que marchar a tierra extraña. Un entrañable souvenir que le recuerde, durante las gélidas noches alemanas, por qué carajo llegó allí. Quién tuvo la culpa.   

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