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LA MALA ENTRAÑA

LA MALA ENTRAÑA
Los zapatos de Alfredo Miguel Plaza (fusilado en el 36 por el mero hecho de ser interventor en el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo con el Frente Popular) permanecieron expuestos durante largos años en el bar que solía frecuentar. Simplemente los plantaron allí. Delante de sus conocidos, de sus amigos, a la vista de sus propios hijos. Los asesinos exhibían el trofeo de su macabra montería y, de una tacada, mandaban un inequívoco mensaje al respetable. Una inconfundible amenaza de muerte. El que osara cantearse, iba derechito a la fosa donde habían tirado al dueño del calzado. El mismo agujero donde su cuerpo permanece después de 76 años. Pero el cadáver de Alfredo no está solo. Entre 15 y 20 represaliados comparten la improvisada tumba donde los arrojaron sus ejecutores. Las décadas de democracia no sirvieron para escarbar la tierra abonada con tanta matanza. La cobardía, la desmemoria y la mala entraña, se han ido alternando para que ningún gobierno asuma una responsabilidad histórica pendiente. Para mayor vergüenza nacional, los gastos de las exhumaciones de los fusilados corren a cuenta de sus familiares. Entonces se pueden dar situaciones como la que acontece en Pedrotoro (Ciudad Rodrigo, Salamanca). Aquí aparece otra vez la mala entraña de esta España negra que me muerde el alma. Los propietarios del pastizal de secano donde reposan los restos de Alfredo y los demás, reclaman un acuerdo "comercial" a sus familias por dejar excavar en su terruño. Vamos, que si no les sueltan 1.600 euros, en concepto de desgaste de su propiedad, seguirán manteniendo secuestrados a estos desaparecidos del franquismo. No se por qué, lo de esta gente me ha traido la imagen de una hilera de pares de zapatos bordeando su finca. Mejor aún, rodeando el contorno de España entera. Señalando con su frágil presencia cómo se las gastan algunas alimañas. Porque aún son miles las víctimas cuyos huesos continúan rehenes de políticos sin honra o de particulares sin escrúpulos. Criaturas feroces que atesoran venerables calaveras para estercolar con ellas la memoria de estas tierras. Los de la mala entraña.

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