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¡POBRE...! ¡PUM!


Si han visto la película "La loca historia del mundo" seguro que recordarán al actor Mel Brooks encarnando al rey Luis XVI. Mosquetón en ristre, el monarca reiteraba su amor a los desfavorecidos mientras practicaba el tiro al pobre. ¡Pobre...! ¡Pum!. Yo amo a los pobres, yo cuido de los pobres- aseguraba mientras afinaba puntería con un menesteroso catapultado a tal fin. Esta delirante escena podría extrapolarse a la realidad actual. Los autores de los recortes aseguran que todo este sufrimiento es por nuestro bien. Disparan a discreción contra parados, trabajadores, pensionistas o discapacitados. No dejan títere con cabeza. Entre los pobres, evidentemente (un grupo cada vez más nutrido por la incorporación de los caídos tras el salvaje tiroteo a la clase media). Porque entre los pudientes la cosa cambia. A éstos que traicionan a su patria evadiendo capitales y sembrando fraudes, puente de plata. La situación está alcanzando un grado tan grotesco de injusticia e insensibilidad social que supera la ficción cinematográfica. Luego sale un tipo como Gordillo, con esa peligrosa inocencia que desprenden las personas de honor, y se acelera la maquinaria del odio. Arrestos, aquelarre mediático, amenazas de muerte, esa es la respuesta. La acción de los jornaleros podrá gustar más o menos por sus formas. Pero todos entendimos el mensaje. Era puro y directo: no vamos a consentir que avance el hambre. Ellos han decidido, como mujeres y hombres libres, implicarse solidariamente con los más humildes. Han tomado partido directa y honestamente. Están orgullosos de su coherencia. Eso descentra a los francotiradores. Eso de que tengan valores y sean consecuentes. No están acostumbrados los animalicos.
Un mierda que se esconde en las redes advierte al alcalde de Marinaleda: Me he comprado un pistola calibre 22 para matarte. La extrema derecha al natural sale del armario malcerrado de la historia. Balas para los sindicalistas. Muerte a los que se pasen de listos y puedan estropearles el negocio. ¿Ésto es lo que nos espera? En los años 20, los sindicalistas caían bajo el plomo de los sicarios que contrataban los amos. Era la única manera que encontraban para combatir la dignidad de esta gente. Una dignidad que, pese al hierro recibido, consiguió movilizar a la clase trabajadora para emprender la lucha por sus derechos laborales. Los que ahora hemos perdido sin apenas oponer resistencia. La dignidad de Gordillo y los del SAT los convierte en objetivo de los mismos pistoleros conocidos. Un blanco incómodo al que muchos estarían encantados de poder encañonar. Pero ¿y si les sale el tiro por la culata? ¡Pum! Hay que tener ojito al enredar con las armas. Pues ya se sabe que las carga el diablo y Satán, según se comenta, es tirando a coloraó.

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