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¡A LA CALLE! QUE YA ES HORA

¡A LA CALLE! QUE YA ES HORA

Pronto, muy pronto, probaremos el caldo en el que se ha cocido la nueva reforma laboral. Apenas se han filtrado los ingredientes de la pócima mariana. Pero los trabajadores ya nos hemos hecho al ánimo de que nos toca un amargo y largo trago. El propio Rajoy admite la enjundia de las medidas al vaticinar, entre visillos, una huelga general. El presidente, como servidora, debe ser un alunado visionario. Porque no escucho un enfurecido coro convocando a las movilizaciones como cabría esperar. La bicefalia sindical (que solo ha negociado sobre el tamaño de la guadaña reformista) ha perdido credibilidad entre los asalariados. Sabíamos que, más que una negociación, se trataba de una capitulación en la que exclusivamente se debatían las condiciones de nuestra entrega y posterior esclavitud.  Pero hubiéramos agradecido un poco más de rasmia en la defensa de nuestra dignidad laboral. Total, tanto claudicar, para que el gobierno acabe poniéndose la reforma por montera y nos atice doble tazón de su receta. Aún así, desde la élite sindicalista, no se alza una voz agitando a montar las barricadas. Las reacciones no pasan de tímidos amagos que dan más pena que miedo.

¿He dicho nadie? Nadie no, que ahí está Mariano desde la presidencia arengando a las masas a tomar la calle. ¿O no lo es asegurar que (pese a los sufrimientos que nos acarreará la reforma laboral y todos los recortes que padecemos) se espera una masiva pérdida de empleos en el 2012? A mí por lo menos, me ha removido algo por dentro. En pocas palabras: ¡Se me ha puesto muy mal café! Y luego me ha dado por pensar que si consiguiéramos aparcar el miedo, la frustración y el desengaño que nos paraliza para unirnos y combatir esta ofensiva, a lo mejor resulta que no todo está perdido.
 Ha llegado la hora de que salgamos a la calle con sindicatos o sin ellos. Sería deseable que nos acompañaran (aunque fuera a base de administrarles pedagógicas collejas correctivas) Pero sea como sea, ha llegado el momento de pasearnos a cuerpo, como diría Celaya. De coger al demonio por el rabo con el valor que te otorga saber que estás defendiendo el pan y el futuro de tus hijos. De aglutinar todas las fuerzas contra la solución final que nos ofrecen a la clase trabajadora.
 El que conserve un átomo de orgullo, que se apunte. Pero no esperemos a ser emplazados por consignas, siglas o toques de corneta. La hora es ahora mismo. Ya.

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