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PROFANAS POR LA LIBERTAD

PROFANAS POR LA LIBERTAD

A las jóvenes estudiantes de la Complutense que profanaron el templo ubicado en el recinto universitario se les va a caer el pelo. ¿Acaso pensaban que la libertad de expresión, amparada por una Constitución que sostiene que habitamos en un Estado Aconfesional, era suficiente argumento para contrariar a la todopoderosa casta católica nacional? ¿En qué país creen que viven? Esas muchachas, impías pecadoras orgullosas de sus libidinosos cuerpos de mujeres, que desafiaron con sus desnudos torsos el obligado recato, la sumisión natural que a su sexo corresponde no van a salirse de rositas. Esos engendros de Satán no parecen satisfechas con que la magnánima Iglesia, en un acto de piedad que luego hicieron extensible a otros animalillos de la creación, les reconociera el alma. Esa intrínseca maldad, propia del género maldito por el pecado original, les ha vuelto insolentes. Quieren, nada más y nada menos, arrancarse el yugo que controla su predisposición al lado oscuro. Ser las dueñas de su sexualidad y manejar a su antojo los canales reproductivos que solo a dios, ese dios macho y machista que adoran los católicos, le corresponde administrar. El error fué dejarles estudiar. Llenar esas huecas cabecitas de enseñanzas no fue una buena idea. Está escrito en el sagrado libro de Corintios 14:33-34: "Como en todas las iglesias de los santos, las mujeres cállense en las asambleas; que no les está permitido tomar la palabra, antes bien estén sujetas como también la ley lo dice. Si quieren aprender algo, pregúntenlo a sus maridos en casa: pues es indecoroso que la mujer hable en la asamblea..." Pero estás brujas fueron más allá. Exhibieron sobre sus desnudas pieles el rechazo a un culto que desde su origen entendió el peligro que hembras y sodomitas entrañaban para su reino celestial. Separar la fe de los espacios públicos ¡Qué desfachatez! Para profanar las mentes, cuando no los cuerpos de nuestros tiernos estudiantes, ya está inventado el clero. Nadie puede negar la eficacia con la que cumplen con este sacrosanto cometido desde que el hombre es hombre, católico por supuesto, y la mujer un ser defectuoso que desató la furia del Altísimo. ¡Si Torquemada levantara la cabeza se iban a enterar!

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