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SOFISMAS Y DEMOCRACIA

La revuelta de Túnez me provoca sentimientos encontrados. Por un lado, toda mi admiración y solidaridad hacia un pueblo que supo perder el miedo para derrocar al tirano. Por otro, me crea una aguda inquietud la deriva que puedan tomar los acontecimientos a partir de ahora. Túnez, como ocurre en otros países norteafricanos, vivía bajo el yugo de una férrea y cruel dictadura disfrazada de democracia. Occidente ha danzado impúdicamente en este baile de máscaras sin mostrarse demasiado escrupuloso a la hora de elegir pareja. Basta con un somero maquillaje para que EEUU y la UE legitimicen regímenes políticos que violan los derechos humanos y son contrarios a la libertad. Nuestra falta de escrúpulos ha colaborado en la destrucción de la imagen de la democracia como un sistema benigno. Y eso puede costarnos caro. La frustración de la ciudadanía es un potencial que el Islam no va a dejar pasar de largo. Han vivido un sofisma democrático que la comunidad internacional no tuvo valor para condenar. Ahora, es posible que no vuelvan a confiar en un sistema que les ha engañado y se dejen seducir por el fundamentalismo religioso. Ese podría ser el precio de sostener las comedias demócratas que interpretan estos regímenes. Sin embargo, hoy es un gran día. Los hermanos tunecinos han expulsado al sátrapa y se enfrentan al futuro con los ojos abiertos. Ojalá encuentren un camino despejado de toda clase de trampas políticas y religiosas y acierten a construir una sociedad más justa y plural.

Publicada en Heraldo de Aragón, Público y El Plural

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