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HOMICIDAS LABORALES

HOMICIDAS LABORALES

El exitoso rescate de los mineros chilenos ha proporcionado su momento de gloria al presidente Piñeiro. Interpretando el papel de patriarca amantísimo de sus compatriotas, ha rentabilizado políticamente este drama en medio de un circo mediático y populista. Pero la tragedia humana de la Mina de San José no se debe a un hecho fortuito o a un retorcido designio divino. Existen unas causas objetivas que son el auténtico desencadenante de que se hayan producido el accidente. Y en el origen de estas causas podríamos encontrar una responsabilidad punible al propio Presidente chileno. A pesar de que ahora aparece ante el mundo como un héroe, prometiendo remedar las condiciones de trabajo de los mineros, la verdad es que Chile no había ratificado el convenio sobre seguridad en las minas de la OIT. Ni las denuncias sobre la nulidad de previsión de riesgos laborales, ni los frecuentes derrumbes y accidentes fueron suficientes motivos para anteponer la seguridad de las personas sobre la productividad de una empresa. Hoy todos celebramos que se hayan salvado esas 33 vidas pero, a algunos, nos produce un cierto sabor agridulce ver como los villanos se benefician de una gloria que no les corresponde. Pero podía haber sido peor. En la mina de Pasta de Conchos,(México), quedaron sepultados 63 mineros en el 2006. Ni el presidente Fox, ni el dueño o los accionistas de la empresa minera, se dignaron a acudir al lugar a apoyar las tareas de rescate o consolara a las familias. No hubo milagro para estos trabajadores. Políticos, empresarios y, por lo visto hasta el mismo dios, les dieron la espalda preservando el capital sobre la vida de estos desgraciados que fueron abandonados a su suerte.
Seguramente Fox, tras ver el beneficio que el asunto ha reportado a Piñeiro, cambiaría de estrategia y hubiera ocultado su mezquindad e indiferencia tras la máscara de la activa preocupación. En realidad, ambos han hecho gala de una absoluta negligencia criminal. Pero unos han explotado sus homicidios con un saldo a su favor, mientras a los otros solo les ha servido para engordar su truculenta leyenda negra. Depende de lo avispado que sea el presunto asesino en manipular el escenario del crimen.

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