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Un asunto de familia (últimos capítulos)

Un asunto de familia (últimos capítulos)

                                                              CAPÍTULO XV

Gilabert había convencido a Sempere de salir precipitadamente hacia La Cartuja nada más escuchar el relato de Marga. Conocía a Barceló como para saber que, fuesen cuáles fuesen los motivos que le impulsaban, no pararía hasta cumplir su objetivo. Barceló era hijo de un afamado comerciante catalán que se enriqueció con oportunas importaciones iberoamericanas. Con la misma facilidad dilapidó su fortuna. Se rumoreaba que en juego y otros placeres mundanos. Su extensa prole se vio con la única herencia de un pasado espléndido y poco más. El policía siempre había idolatrado a su padre. La respetabilidad que le otorgaba su apellido le habría la puerta a soñar con tiempos mejores. Años en los que los salones de la casa de sus padres se preparaban para elegantes fiestas de sociedad y una cohorte de criados adornaban la casa llenándola de flores. Años en los que era frecuente escuchar a sus hermanas bromeando con su profesor de piano. Una época en la que ser hijo de Enric Barceló significaba el acceso a relaciones selectas. El detective recordó el extraño comportamiento de Barceló en comisaría, cuando los citó para entregarles los supuestos documentos de Montalbán.

Gilabert y Sempere llamaron con insistencia pero nadie contestó desde dentro. El detective comenzó a vocear diciendo que eran policías y debían abrir la puerta. Pasaron unos instantes y tras la puerta apareció la menuda imagen del frailecillo cuidador de Angulo. Parecía sufrir algún tipo de convulsión nerviosa. Su cara se hallaba cubierta de lágrimas y balbuceaba algo incomprensible para los investigadores:

¡Muertos! Federico y ese hombre… ¡muertos los dos!

¿Qué ha pasado? ¿Dónde están?

El monje, incapaz de articular más palabras, tomó a Gilabert del brazo y lo condujo hasta la celda de Angulo. Allí, un racimo de monjes se persignaban y soltaban exclamaciones de desolado asombro ante lo que podían ver. Un fraile que parecía investido de autoridad, pidió a los detectives que se identificaran. Gilabert le enseñó su licencia y llamó ante él a la policía para tranquilizarlo.

En comisaría me han dicho que no toquemos nada, ¿están seguros de que ambos están muertos?

Desdichadamente así es, hijo mío.- suspiró profundamente consternado el superior de la Cartuja.- Cuando hemos oído las detonaciones, todos hemos acudido corriendo. El hermano encargado de la enfermería les ha tomado el pulso a ambos en cuanto los hemos descubierto. Pero ya ha visto que no hacía falta.

Gilabert asintió con la cabeza. Los cadáveres de los dos hombres tenían los sesos por los suelos. Barceló todavía sostenía el arma en su mano desmayada. Aparentemente había disparado contra el anciano y después se había suicidado. Pau sintió una punzada en el vientre cuando vio el cadáver de su antiguo compañero. Pero se repuso cuando recordó lo que tenía planeado hacer con Marga. Decididamente, este caso había estado plagado de psicópatas desde el principio. Heráclio Silva era una especie de catalizador de desequilibrados aún estando muerto. Si es que lo estaba.

La policía les entretuvo todavía un buen rato en la Cartuja. Cuando se dirigían hacia su coche escucharon una vocecilla que les llamaba tras unos arbustos. Al momento identificaron al cándido monje que se encargaba de Angulo.

¡No pueden irse aún! ¡Tengo algo para ustedes!- Y les mostró un grueso sobre dirigido a Pau Gilabert.- Federico estaba excitadísimo estos días. Extrañamente contento. Me entregó esto para que lo custodiara e insistió en que, suponiendo que algo le pasara, se lo entregaría a usted personalmente.

El atribulado monje se lo entregó y desapareció corriendo antes de que reaccionaran. El detective palpó el contenido del sobre y notó que contenía algo duro. Intuyó enseguida parte del contenido de esta misiva.

 

 

                                                                   CAPÍTULO DIECISÉIS

Marga y Sempere se daban abrazos afectuosos en el sofá de Gilabert. Aunque se hubiera dejado llevar de buena gana por la emotividad reinante, consiguió separarlos para centrar su atención en el póstumo mensaje de Angulo. Como él mismo había deducido por el tacto, el contenido consistía en unas hojas manuscritas y un objeto que no le era desconocido: el misterioso librillo con tapas de cuero que siempre manoseaba el cartujo.

La carta decía así:

“ Estimado Gilabert:

Si esto llega a su poder, significará que no he sobrevivido para poder contárselo todo personalmente. No obstante, usted me simpatiza y no he querido irme de este mundo sin desvelarle la verdad. Mi verdad.

Como habrá deducido a estas alturas, Heráclio Silva está muerto. Murió en ese incendio del psiquiátrico hace más de veinte años. Ya se, ya se que tanto su familia como yo hemos mentido miserablemente sobre este hecho. Espero que tras leer estas líneas pueda perdonar que hayamos intentado utilizarle para nuestros objetivos. Dolores y yo ideamos un delirante plan que, a estas alturas, compruebo que se nos ha ido de las manos. Queríamos resucitar el pasado para vengarnos de los que abandonaron a mi amigo a su destino, pero otros demonios se han encarnado y ya hay dos víctimas como resultado. Aunque la verdad es que ninguno de los dos, ni la madre de la cría ni el enfermero, merecen un minuto de silencio.

Como ya le dije, yo amaba a mi amigo. Sabía por supuesto de sus debilidades. Pero alguien tan excelente está exento de ciertos convencionalismos que solo valen para los adocenados y los mediocres. Pero por encima de sus vicios o depravaciones estaba su ambición. Y esta fue la que lo perdió. Parte de lo que ha ido descubriendo es cierto. La depravada sociedad de la que tanto hemos hablado existió y estaba compuesta por gente poderosa. Silva seducía jovencitas y las conducía ante ellos. ¡Pero nunca participó en las torturas y violaciones! El solo se las entregaba como corderitos. Cuando acababan con ellas, le llamaban para que se deshiciera de los cadáveres. El mismo ideó la patraña del supuesto psicópata. Le parecía divertida la puesta en escena y además desviaba cualquier sospecha.

Yo desconocía estos hechos. Sabía de sus relaciones sexuales libertinas e incluso incestuosas. No olvide que era su consejero espiritual también. Pero le mentí, nunca lo fui de ese otro grupo de degenerados que, por otro lado fueron los responsables de la destrucción total de Heráclio.

Urdieron la forma de deshacerse de él. Tras el escándalo por el asesinato de la hermana de Montse Arnau se volvieron miedosos. Ni Madalena ni Lolita conocían la naturaleza de la relación de Heráclio con este grupo de degenerados. Mandaron un emisario a casa de los Silva para que hablara con su mujer. Se trataba de una persona muy influyente: el industrial Barceló. Le contó a Madalena la clase de alianza que su marido tenía en común con ellos. Por mucho que su relación con Heráclio la hubiera convertido en un ser vicioso y sin voluntad, el relato de estos crímenes y la participación de su esposo en ellos la horrorizó. Madalena conocía bien a Barceló. Formaba parte del círculo licencioso en el que se relacionaban y no tenía ningún motivo para dudar de lo que estaba oyendo. Barceló la convenció de que su marido estaba descontrolado y actuaba por cuenta propia. Le dijo que él mismo le había confesado hace unos días que guardaba restos de las víctimas en el sótano de su casa. Por supuesto ellos se habían encargado de que, cuando Madalena fuera a mirar, estos despojos estuvieran allí. Madalena actuó como madre por primera vez en su vida. A pesar de la absoluta dependencia que tenía de Heráclio, optó por proteger de una vez a la pequeña Lolita. Lo denunció a la policía.

Aunque averiguó más tarde la verdad, no se atrevió a enfrentarse a los cómplices de su marido porque las amenazas fueron definitivas. Fui yo quién ayudé a Madalena y a Lolita a sobrevivir. La pobre niña se esforzó y se transformó en una mujer apasionante, ¿no le parece detective? No crea que se trata de una mujer mutilada por los abusos de la infancia. Heráclio la amó y ella lo sabía. Juró vengarse sobre la tumba de su padre y yo me juré a mí mismo que la ayudaría. Ella le contará el resto de la historia.

¿Ya sabe quien asesinó a la mujer y al enfermero?

Le diré algo: su amigo el inspector le puede contestar sobre este tema. Cuando nosotros destapamos la caja de los truenos contratándolo a usted, algunas personas se pusieron nerviosas. Barceló visitó a Montalbán cuando usted le puso sobre su pista. Allí descubrió que entre lo que Montalbán pretendía venderles, había una lista de nombres entre los que aparecía el de su padre. Por eso lo mató. Pero el muy estúpido no sabía que ya me había vendido una copia a mí. Ese era nuestro objetivo detective, encontrar la lista con los nombres de todos los que debían ser castigados. Ahora la tengo y resulta que todos están muertos.

En cuanto al crimen de la mujer, yo le aconsejaría que pensara en Montse Arnau. Después de años de correspondencia con ella, intentando devolver un poco de paz a su vida, no he recibido mas que muestras de una profunda alteración emocional. La creo capaz de cualquier cosa.

No espero que comprenda la naturaleza del cariño que me unía a Heráclio. Lo mismo sucede con Madalena y Dolores. Aunque usted lo vea como un monstruo y probablemente lo fue, nosotros amábamos a ese ser divino y especial que no parecía hecho para un mundo tan ordinario.

Que tenga mucha suerte:

Federico Angulo

Pdt . : Cuida de Lolita y Madalena. Se que eres un buen chico.”

 

                                                                         CAPÍTULO DIECISIETE

Después de leer en voz alta la carta de Angulo, Gilabert abrió el pequeño libro de cuero negro. En sus páginas solo encontró lo que cabe esperar en un libro de oración: versículos de la Biblia, Los tres amigos desconocían cuál podía ser la importancia del pequeño misal.

Debe tratarse de una clave o una serie de claves, ¿no creéis?- Exclamó Marga tras examinarlo detenidamente.

Puede ser.- coincidió Pau.- Pero será difícil descifrar el mensaje si no tenemos indicios de cómo hacerlo.

Aún no había acabado de pronunciar estas palabras, cuando el timbre de la puerta repiqueteó con insistencia. Cuando Sempere abrió la puerta, la turbadora presencia de Dolores Marco llenó toda la estancia.

Pensaba visitarla hoy mismo.- dijo con acento serio Gilabert.- Creo que tenemos muchas cosas de las que hablar.

Por supuesto detective.- Su tono era aterciopelado pero había un matiz de determinación en sus palabras.- Además, observo que tienen en las manos el principal motivo que ha originado todo esto.

¿Esto? - Exclamó Marga enarbolando el libro.

Ese libro contiene los nombres de todos los desgraciados que utilizaron y abandonaron a mi padre. Ese ha sido mi fin desde el principio. Por eso ideamos un plan entre Federico y yo. Mi madre nunca estuvo muy de acuerdo pero no se interpuso.

Pero, ¿Por qué?

Desde mi posición de periodista, tengo la facultad de elaborar reportajes de investigación que ayudan a desentrañar misterios. Pienso hacer públicas las actividades de este grupo y limpiar, al menos en parte, el nombre de mi padre.

Pero a estas alturas, todos deben estar muertos. ¿Qué sentido tiene todo esto?

Quizás ellos estén muertos, pero no toda su familia. Esa será nuestra postrera venganza: que sus familias conozcan todo el horror y la vergüenza como lo hicimos nosotras. - Hizo un dramático silencio en el que sus ojos brillaron con una energía espeluznante.- Yo tengo la clave para descifrar los códigos del cuaderno de Angulo. Al final, con algunos percances, el plan dio resultado y Federico consiguió la lista de manos de Montalbán. El pobre idiota le ofreció el diario personal de mi padre y ahí estaba todo. Angulo conocía la forma de descifrarlo porque mi padre lo había puesto en antecedentes de las claves.

¿Y todo por una lista de nombres? Eso no demuestra que cometieran ninguna felonía. No hay pruebas que los vinculen con esta historia.- apostilló Sempere.

Ahí te equivocas.- contestó Dolores exultante.- Con el diario de mi padre había una llave que se encontraba oculta bajo el forro de la tapa. Esa llave pertenece a la caja de seguridad de un banco. Ahí están las pruebas que necesito. Mi padre era un hombre previsor detective, guardó esas pruebas por si acaso sus influyentes amigos decidían no ayudarlo. En vez de eso, decidieron eliminarlo y nosotros perdimos el paradero de estas pruebas durante años. Ahora están bajo el forro del misal de Federico. Decidió copiar toda la información y camuflarla en este cuaderno negro que siempre llevaba encima. Aconsejó a Montalbán que continuara con la venta del diario que tenía concertada con ustedes e hizo una jugada que no pudo prever.

- ¡Barceló! - Adivinó Gilabert.

- Pues sí. Cometió un grave error. Barceló fue a visitar a Federico en el curso de la investigación. El industrial Barceló era una de las pocas personas de cuya participación en la sociedad no teníamos dudas.- Dolores, que había permanecido en pie durante la conversación, se derrumbó en un sillón.- Al tener a su hijo enfrente, no lo pudo aguantar y le contó todo sobre su padre. Barceló amenazó con hacerlo callar aunque fuese a tiros. Pero Federico, que no temía a la muerte, se burló de él diciéndole que todo iba a conocerse igualmente porque alguien iba a sacar a la luz toda la verdad.

- Después solo tuvo que sumar dos y dos, claro.- Gilabert comprendía todo con claridad meridiana.- Averiguó, igual que nosotros, que Montalbán había visitado a Angulo y luego yo mismo le conduje hasta él cuando le pedí información sobre el tipo.

- Por supuesto el infeliz enfermero no pudo darle lo que quería porque no sabía de qué le hablaba Barceló, y este decidió matarlo. La idea de decorar la escena del crimen se la dio el asesinato de la madre de Vanesa.

- Un clásico del crimen inducido, ¿no es verdad? - le interrumpió Marga.- Montserrat Arnau me dijo que fue el propio Barceló quien le puso sobre la pista de Dolores y le sugirió este asesinato para inculparla.

Desde que Federico le reveló a Barceló la verdadera identidad de su padre, inició sus averiguaciones y me localizó. – Dolores esbozó una amarga sonrisa.- Decidió que lo mejor era eliminarme y tramó el asesinato de la madre de Vanesa para incriminarme. Pensó que era mejor deshacerse de todos los testigos.

Y se sirvió de la trastornada Montse Arnau para sus propósitos.

Efectivamente. Ella fue también quien me atacó en mi casa. Al ver que su plan no avanzaba como esperaba decidió suprimirme personalmente, pero ustedes lo impidieron.

¿Y qué se supone que debemos hacer nosotros?

Entregarme el librillo y dejar que yo acabe con mi tarea.- y tras decir esto añadió con una encantadora sonrisa.- ¡Ah! Y cobrar. Les aseguro que sus honorarios van a ser muy jugosos.

De acuerdo.- contestó enseguida Gilabert sorprendiendo a sus amigos.- Pero tomemos un café en “Les Quatre Cats”. Hay algo que quiero preguntarle en privado.

 

                                                       EPÍLOGO

Dolores Marco y Pau Gilabert compartieron unos momentos en el café que tanto le gustaba al detective. Estaba claro que todo este asunto había sido un galimatías infernal que, en definitiva, solo había provocado dos nuevos asesinatos y la muerte de otras tres personas relacionadas con el caso. Todo para que Dolores pudiera ejecutar una venganza que no alcanzaba a comprender.

Necesitaba preguntarle algo.

Usted dirá.- la abogada le miraba con educada solicitud, y eso desconcertaba más a Gilabert. Parecía satisfecha, como si todo lo ocurrido hubiera valido la pena para ella.

¿Por qué todo esto? ¿Era mentira lo que usted me contó sobre la relación con su padre?

No, no era mentira. Mi padre y yo fuimos amantes. El me educó para pasar por alto algunos convencionalismos y vivir en libertad mi sexualidad desde niña. No espero que usted pueda comprenderlo.

Se hizo un incómodo silencio y Gilabert apuró su café con la intención de separarse para siempre de esta mujer que tanto le había turbado y cuya sola presencia le resultaba ahora insoportable. Pero antes le dijo:

¿Y para qué servirá hacer daño a las familias de esos tipos? Angulo dijo que estaban muertos.

Recuerda que le dije que los miembros del grupo tenían un distintivo peculiar.

Si, un tatuaje.

Le aconsejo que a partir de ahora, observe si entre políticos y financieros de este país se ha puesto de moda tatuarse motivos egipcios.

¿Quiere decir que la sociedad no se extinguió con la muerte de sus socios?

Quiero decir.- Aclaró con determinación Dolores.- que no soy la única que puede resucitar a los muertos.

Gilabert salió consternado del café. Decididamente, las cosas pocas veces son lo que parecen…

FIN

 

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CARLOS ARCOS CABRERA -

Publiqué una novela con el título Un asunto de familia en Editorial El Conejo Ecuador, Quito Ecuador. Primera edición, 1997. ISBN: 9978-87-170-5. Segunda edición 2006. ISBN: 99-7887-276-0.