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Capítulos IX y X de Un asunto de familia

Capítulos IX y X de Un asunto de familia

 

                                                                           CAPÍTULO NOVENO

 

 

La señora Sopesens no parecía tener un buen día. Llevaba un discreto vestido negro que remarcaba especialmente el tono macilento y ajado de su tez. Sus ojos se avecinaban tras unas ojeras oscuras como oscuros eran los temores que le atormentaban. Recibió a Gilabert sin el más mínimo signo de entusiasmo y, en seguida, adoptó una actitud hermética que evidenciaba que no tenía el cuerpo para charlas.

  • Señora, discúlpeme por esta intempestiva visita pero he sentido la necesidad de hablar de nuevo con usted antes de decidir si acepto definitivamente continuar en el caso.- Marcos se sentía un poco estúpido al hablar de un hipotético “caso” que no alcanzaba a perfilar con claridad. Todo en esta historia era retorcido y absurdo desde el principio. Y el reciente asesinato no podía calificarse de un hecho casual porque inexorablemente, estaba relacionado con este delirante rosario de sinsentidos en que se había convertido este trabajo. Tenía que tener más datos. Era obvio que, ambas mujeres, le habían ocultado hechos cruciales para averiguar a qué se estaban enfrentando.

  • No me encuentro muy bien, detective. Mi hija puede facilitarle toda la información que necesite. Compréndame, revivir el pasado es demasiado penoso para mí.

  • Anoche apareció asesinada una mujer.

  • ¿Y en qué me incumbe a mí eso?- Contestó con determinación pero un efluvio de temor emanó de sus palabras.

  • La mujer sufrió varias mutilaciones y además... unos versos aparecieron clavados en su corazón con una aguja de hacer media. Un crimen típico de Heráclio Silva.

  • Pero... ¿Qué me está diciendo? - Sus pupilas crecieron a la celeridad de la luz. La mujer estaba aterrorizada. Era evidente que la noticia no solo le sorprendía sino que le causaba un pánico cerval.

  • Pero hay más. Esa mujer, la muerta, estaba implicada profesionalmente con su hija Dolores.

  • ¿Lolita conocía a esa pobre mujer? !Oh Dios mío! Estaba segura de que cumpliría su palabra. No iba a permitir que siguiéramos tan tranquilas con nuestras vidas. Ha vuelto para acabar con lo que dejó a medias.

  • Señora Sopesens, si verdaderamente quieren mi ayuda necesito que me cuenten toda la verdad. Los detalles. Precisamente todo eso que ambas han intentado ocultarme desde el principio.

Magdalena Sopesens se derrumbó sobre un sillón y enterrando su rizada cabellera entre las manos, comenzó a sollozar descontrolada. Gilabert se aproximó y acarició su cabeza en muestra de comprensión. Cuando se hubo recuperado del acceso de llanto comenzó a hablar con un tono impersonal:

  • Si decidimos omitir algunos detalles de nuestra historia familiar es porque consideramos que eran excesivamente escabrosos e íntimos. Pero dadas las circunstancias, debo admitir que es posible que para hacer eficazmente su trabajo, necesite saber algunas cosas que nosotras hemos silenciado por catalogarlos como “asuntos de familia”.

  • Haremos una cosa. Yo le haré preguntas directas y usted me dará respuestas lo más directas posibles,¿de acuerdo? . Intente responder como si hablara de una persona extraña a ustedes. Para ayudarme, necesito que usted se distancie emocionalmente de los hechos que me cuenta.

  • No se si seré capaz, pero dispare.

  • ¿Cómo era la relación entre su marido y su hija?

  • No era una relación normal si es eso a lo que se refiere.

  • Escuche, yo no voy a juzgar a nadie ni debe sentir vergüenza de contarme estos secretos. En mi profesión me considero una especie de cura en quién sus clientes depositan sus más íntimas confidencias. No se trata de curiosidad. Si quiero tener éxito en mi tarea necesito saber algunas cosas. Por el conocimiento que tengo de la señora Marco y debido a los testimonios de algún otro, he deducido que su hija sufrió algún tipo de abuso en la infancia por parte de Silva, ¿me equivoco?

  • No, no se equivoca.- La voz surgió débil pero clara de los labios de Magdalena. Permaneció callada unos instantes. La mirada franca del detective la invitaba a seguir hablando.- Heráclio nunca fue un hombre normal. Yo lo amaba con loca pasión. Todo en él era especial: su porte, su ingenio, su agudo sentido del humor. Me enamoré perdidamente y me casé siendo casi una criatura. La noche de bodas ya descubrí que tampoco en “esto” era un hombre normal.

  • ¿Por qué dice eso?

  • A él le atraían solo las jovencitas, las muy, muy jovencitas. Nuestra noche de bodas me entregó un vestidito y una muda de niña pequeña y me pidió que me lo pusiera. Yo, además de ser muy joven e inexperta, tenía un aspecto infantil, rubia y menuda, escasamente desarrollada. Cuando me vestí con las prendas que me dio, empezó un extraño juego de seducción. ¿Es necesario que le cuente más detalles sobre esto?

  • Lo cierto es que no lo se. Juzgue usted, en conciencia, su importancia.

  • Está bien.-suspiró tras un momento de duda.- Heráclio se inventaba historias en las que yo era una nena pequeña, seducida y ultrajada. Todas sus…”fabulaciones sexuales” terminaban de la misma forma: él me drogaba con fingidas artimañas y, cuando yo estaba inconsciente hacía lo que quería conmigo.

  • ¡Canalla!, ¿y por qué aceptaba usted esto?

  • No voy a tratar de que me comprenda, eran otros tiempos. Tuve que enfrentarme a mi familia para casarme con un hombre viudo y mucho mayor que yo, un hombre que aunque rico, procedía de la nada. Separarse en esas circunstancias y en aquella época hubiera sido un suicidio social. Provengo de una familia burguesa, muy conservadora que no me hubiera perdonado semejante acción. Además, mi vida era muy cómoda y Heráclio era el marido perfecto en todas las demás ocasiones. Cuando quedé embarazada no me tocó durante todo el embarazo y yo pensé que las cosas habían cambiado.

  • ¿Y fue así?

  • En parte. Cuando nació la niña tardó un poco aún en buscarme. Después lo hizo muy esporádicamente. Cuando Lolita tenía unos ocho años, dejó de hacerlo.

  • ¿Qué cree usted que pasó para que cambiara así con usted?

  • Pues está claro,¿no? Empezó a asesinar niñas y jovencitas por todo el territorio español. Simplemente saciaba con ellas sus necesidades morbosas.

  • Según he leído en la prensa de la época, todas fueron brutalmente violadas y narcotizadas antes de ser asesinadas.- hizo una deliberada pausa.- Pero… ¿qué pasó con su hija?

  • Tenía que haberlo matado ya cuando lo sospeché, pero cerré los ojos.-una nube de gélida desolación se apoderó de su rostro.- Compréndame, no solo temía por mí… también por mi hija. Si lo denunciaba nadie iba a creerme. Heraclio tenía amigos muy influyentes en cargos políticos y judiciales. Era un hombre respetado y relacionado con algunos miembros de la iglesia católica. También sabía que tenía otro tipo de contactos, con menos lustre social pero que eran capaces de hacerle desaparecer cualquier obstáculo: un rival empresarial o una esposa molesta.

  • ¿Abusó de la niña?

  • Empezó a hacerlo cuando Lolita tenía unos nueve años. Yo tardé un par de años en sospechar y otro más en confirmarlo.

Esto, situaba a la niña con doce años y , contando que Silva fué detenido cuando la chica tenía catorce años de edad , quería decir que Dolores sufrió violaciones por parte de su padre durante cinco años y que al menos, durante dos de esos años, su madre fue sabedora de lo que le estaba ocurriendo.

Una oleada de indignación creció desde dentro del detective hasta conseguir sofocarle y obligarle a buscar aire fresco en la ventana.

  • ¿Le parezco a usted un monstruo, detective?

  • Mi opinión no tiene ninguna importancia en este asunto.

  • Sin embargo yo lo denuncié, no lo olvide. Yo acabé con él en su momento y es por eso que ha vuelto del pasado a buscar venganza.

  • Los muertos no vuelven, señora Sopesens.

  • Los demás puede que no, pero Heráclio sí.

  • Y, cambiando un poco de tema, ¿qué le dice a usted el nombre de Federico Angulo?

  • Un amigo de la familia, un sacerdote.- Contestó con naturalidad pero una sombra de estupor se deslizó por su rostro.

  • ¿Amigo de Heráclio?

  • Amigo de los dos. Un hombre santo.

-Eso tengo entendido. En fín, buenas tardes señora. No la molestaré más de momento.- y Gilabert se despidió sin más huyendo instintivamente de la presencia de aquella mujer que le desagradaba ahora de una forma virulenta.

 

Esperaba que con un poco de suerte, encontraría a Dolores en su despacho. Al pensar en ella y en el infierno que había sufrido en su infancia, una oleada de empatía y de inquietud se apoderó de Gilabert. ¿Cómo era posible conservar el juicio después de ese horror?, ¿Qué características tenía la relación con su madre, dadas las circunstancias de su muda complicidad en el asunto?, y sobre todo, ¿Qué había motivado a Dolores Marco a hacerse cargo de la defensa de la mujer asesinada?

La similitud entre su propia madre y la muerta iban más allá de lo físico: Ambas eran de complexión delicada y de cabellos rubios, aunque en el caso de la fallecida se tratara de una rubia de “bote”; Las dos habían sido cómplices, o al menos consentidoras silenciosas, de las barbaries cometidas contra sus hijas por sus respectivas parejas y ahora, la forma en que había sido asesinada una de ellas, las vinculaba todavía más de una forma muy sospechosa. El nerviosismo del detective iba en aumento a medida que se aproximaba al encuentro de la abogada. Presagios negros como la noche se apoderaban del corazón de Gilabert acelerando sus pulsaciones. Decidió que abordaría el tema con delicadeza pero con determinación. Tenía que escuchar de sus labios alguna respuesta que le tranquilizara, que diera coherencia a este enredo.

Solo tuvo que esperar unos diez minutos a que terminara con el cliente con el que estaba reunida. Después, la secretaria le indicó que podía pasar y, de nuevo, se quedó estupefacto ante la majestuosa presencia de la mujer. Un observador agudo hubiera adivinado la palidez y unas leves ojeras bajo el maquillaje pero, la perfección del conjunto, contrarrestaba cualquier indicio de cansancio. Llevaba el cabello suelto y cuidadosamente desordenado y una blusa blanca desabrochada hasta donde el decoro recomienda .Le recibió con una sonrisa triste y con un gesto de la mano le indicó que tomara asiento. Igual que en las veces anteriores, se sintió intimidado por la natural belleza que exhalaba y tuvo miedo de comportarse con torpeza o de dejarse llevar por los complejos que sentía aflorar ante una mujer de estas características. Pero fue ella quien rompió el embarazoso silencio:

  • Mi madre me ha llamado en cuanto usted abandonó la casa.

  • Entonces ya sabe que me ha contado algunas cosas.

La sonrisa se resbaló de su boca y una mirada fría y acerada apareció en su rostro.

  • No creí que ese dato fuera vital para el caso que nos ocupa.

  • Se trata de un hecho muy grave que, sin duda, acarreó muy graves consecuencias.

  • En cualquier caso el daño lo sufrí yo y es evidente que no solo lo he superado, sino que he encauzado mi vida de forma que pueda ser útil a otros chiquillos en las mismas circunstancias.

  • Eso dice mucho y bueno de usted. Pero, ¿es cierto?, ¿ha superado y cerrado definitivamente ese capítulo?

Era evidente que esta conversación no era de su agrado y que no pensaba colaborar voluntariamente en ella pero Gilabert no iba a ceder, al menos esta vez, a sus deseos y le mantuvo la mirada un largo rato hasta que ella reanudó la conversación.

  • ¿Qué quiere que le diga?

  • Entre otras muchas cosas, ¿qué hacía usted defendiendo a la madre de Vanesa Martínez? Creía que eran las víctimas quienes le interesaban, no sus verdugos.

  • ¿Y quién se cree usted para determinar a quien le corresponde el papel de uno u otro? En el mundo real los límites no están tan claros. ¿O es que acaso conocía la vida de esa mujer para adjudicarle tan taxativamente el rol de verdugo? Hay situaciones en la vida de las personas que pueden considerarse atenuantes sobre sus actos posteriores.

  • Quizás, pero mi vida profesional me ha enfrentado con hechos para los que se me hace difícil encontrar paliativos para los monstruos que los habían ejecutado.- Ella le mantenía esa mirada neutra e inhóspita, pero prosiguió sin dejarse cohibir.- Me resulta difícil comprender qué tipo de traumas impiden que una madre defienda a su hija de un horror como el que vivía Vanesa… o usted misma.

  • ¿Qué piensa de mi madre, detective?

  • Preferiría no tener que emitir una opinión sobre ella.

  • Usted no lo puede comprender.- su rostro se relajó humanizando sus fríos rasgos.- Son personas anuladas moralmente por el miedo y la miseria espiritual en la que viven. Pierden su voluntad y su capacidad de discernir entre el bien y el mal.

  • Pues, al parecer, alguien ha querido librar a esta mujer de su miseria moral definitivamente. Supongo que no se le habrá escapado que el método empleado es muy “familiar”.

Dolores recuperó la sonrisa y un velo de ironía cubrió su cara.

  • Sospecha que la he matado yo, ¿no es cierto? Que estoy poseída por el influjo de los abusos de mi infancia y que, en vez de vengarme de mi madre por no ayudarme, he decidido hacerlo con una sustituta. Con alguien que cometió la misma falta y que no debe escapar al castigo.

Gilabert la estudiaba tratando de no evidenciar sus emociones. Era cierto que ese presentimiento le había perseguido desde que había descubierto los últimos datos pero deseaba equivocarse con todas sus fuerzas.

  • ¿Y es así?

  • Si no estuviera tan cansada y deprimida me partiría de risa. Pero lo cierto es que no me río en absoluto. Este crimen deja a la luz lo que cuando lo contraté era solo una sospecha: Heraclio Silva sigue vivo y va a vengarse de nosotras.

  • Si Silva estuviera vivo sería sin duda un anciano con escasas posibilidades de perpetrar un asesinato tan violento. Además, ¿cuál sería su móvil en este caso? Silva violaba a sus víctimas y los “efectos especiales” de sus asesinatos no eran otra cosa que un adorno enfermizo de su mente, pero el sexo era el único objetivo de sus actos.

  • Si habla con la policía averiguará que la desgraciada fue narcotizada antes de hacerle todas esas fechorías. Eso simplifica la ejecución de los hechos y, seguramente, un anciano que se mantuviera en forma sería capaz de realizarlos.- El detective conocía este dato pero fingió ignorarlo.- Y respecto al móvil… en esta ocasión utilizaría el asesinato como un contundente mensaje hacia nosotras. Uno que no diera lugar a dudas. Lo que es evidente es que con ochenta y siete años, dudo mucho que su potencia sexual corresponda a sus deseos. ¿No está de acuerdo?

  • Pero dígame: ¿Por qué contra toda lógica mantienen ustedes que Silva sigue vivo? Está claro que existe un asesino… o asesina en esta historia pero, ¿Por qué no tienen ninguna duda de que el responsable es un tipo que cuenta con un certificado de defunción desde hace veinte años?- Pau Gilabert se levantó de la silla que ocupaba frente a Dolores para dirigirse a la ventana. Tras unos segundos de observar algo indefinido en el exterior se dio la vuelta y , clavándole los enormes ojos de anuro en sus preciosos ojos, continuó: - ¡Tanta certeza! Cuando nos conocimos la justifique como un efecto colateral del trauma que sin ninguna duda, habían padecido. Pensé que era posible que alguien deliberadamente, recreara la personalidad de Silva para torturarlas psicológicamente.- Ella meneó la cabeza pero el detective siguió hablando.- Había conocido en estos días, durante la investigación, a un par de tipos relacionados con su padre que…

  • Preferiría que no se refiriera a esa escoria llamándole mi padre, por favor.

  • Lo siento. Tiene razón.- Se sintió turbado por su propia indelicadeza pero no quiso perder el hilo de su argumentación.- Le decía que esos tipos, me parecieron ambos personas mentalmente perturbadas que podían esconder alguna trastornada razón para querer molestarlas. No tiene ni idea de lo que un demente obsesionado es capaz de llegar a hacer para llamar la atención sobre sí mismo.

  • ¿Incluyendo el crimen en su repertorio?

  • Algunos, aunque la mayoría resultan ser inofensivos. Si se puede llamar inofensivo dedicarse a desestabilizar emocionalmente al objeto de su obsesión, claro.

  • Pero tras el asesinato de la madre de Vanesa las sospechas se desvían sobre mí, ¿no?

  • Su infancia tuvo que ser un infierno.- musitó Gilabert.

  • No todos los que vivieron infancias desgraciadas se convierten en psicópatas, detective. ¡Mierda!, ¿Qué le parece si nos tuteamos? Me resulta absurdo seguir manteniendo el tratamiento con alguien que conoce los secretos más íntimos de mi vida. Llámeme Lola.

 

Aquella mujer le gustaba de verdad. Tenía entereza y valentía para afrontar la vida que le había tocado vivir. Era reservada pero, en ningún caso, le parecía que respondiera al patrón de alguien alterado psicológicamente. Aunque lo cierto es que también Heráclio Silva parecía un tipo totalmente equilibrado y cabal y como su hija, dotado de un gran influjo seductor.

 

  • Está bien, Lola. Y ahora que hemos intimado… ¿Me contarás lo que me estás ocultando?

  • ¿Quieres saber por qué no tenemos dudas de que Silva no murió en ese incendio?

  • Exacto

 

  • Porque nos visitó hace doce años, en nochebuena.

Gilabert la miró estupefacto. Era difícil intuir ninguna emoción en la expresión de granito que tenía delante.

  • Si, se que no deberíamos haberte ocultado esto. Pero comprende, cuando lo vimos estaba físicamente en las últimas y a estas alturas, estábamos casi seguras de que ya habría fallecido de muerte natural. – hablaba con un matiz apagado y extremadamente triste, pero en el fondo, su confesión parecía proporcionarle un alivio deseado.- Nosotras siempre supimos que Silva no murió en ese incendio. Como ya te he comentado, gozaba de amistades con influencias políticas y económicas y algunos de sus amigos decidieron salvarlo del infortunio.

  • Cuéntame eso detenidamente, por favor.

  • Estos “baluartes” de la sociedad cristiana occidental encontraron la forma de fingir un incendio en el psiquiátrico para rescatarlo.

  • ¿Con qué objeto?

  • Tenían la “piadosa” misión de rehabilitarlo. Entiende, no es que fueran exactamente amigos de Silva. Eran mucho más. Constituían una sociedad secreta que contaba con miembros infiltrados en todas las ramificaciones del espectro social español.

  • ¿Masones?

  • Digamos que podrían llamarse así.- Lola se levantó para servirse un café de una cafetera situada en una mesita auxiliar, le ofreció otro al detective que aceptó distraídamente, fascinado como estaba con el relato.- A mi madre y a mí nos adjudicaron un dinero mensual que asegurara nuestra subsistencia. También pagaron mis estudios universitarios y solo nos pidieron a cambio que lleváramos una vida discreta desvinculándonos del pasado.

  • Tenía entendido que fue la familia de tu madre quien se ocupo de vosotras.

  • ¡Joder, no sabes lo que dices! La correctísima y selecta familia de mi madre no quiso ni oír hablar de nosotras. Y desconozco la procedencia de mi familia paterna. Ellos nos enviaron un intermediario durante todos estos años para que se ocupara de nosotras. Era parte de su deber para con Silva.

  • ¿Y quién fue ese intermediario?

  • ¿Aún no lo has averiguado? El padre Angulo fue el encargado de celar por nuestro bienestar material y de satisfacer nuestras necesidades espirituales. El fue quien nos explicó que lo iban a sacar del psiquiátrico para intentar devolverlo a la luz del Señor. ¡Tendrías que haberlo escuchado! Parecía transido por un espíritu redentor y provocó en nosotras una sensación aterradora. Nos lanzó veladas amenazas ante la posibilidad de que cometiéramos alguna indiscreción. Y durante muchos años recibimos periódicamente los giros y solo nos inquietaba con sus visitas esporádicamente. Nos contaba de los progresos de Silva aunque nunca nos desveló su paradero. A nosotras la sola idea de saberlo vivo nos tenía completamente bloqueadas. Angulo nos habló de que en principio Silva vivía obsesionado con vengarse de su mujer por haberle denunciado. Luego nos dijo que, gracias al trabajo que se Pag43-8 estaba haciendo con él, había conocido el perdón y estaba sumamente arrepentido por todo el daño que nos había hecho.

  • ¿Y le creísteis?

  • Ni una palabra. Pero teníamos demasiado miedo para enfrentarnos con eso y decidimos seguir con nuestras vidas fingiendo que el pasado nunca había existido.

  • Hasta que un día…

  • Hasta que una nochebuena de hace doce años, Angulo y Silva aparecieron en la puerta de nuestra casa.

Lola tomó un sorbo largo de café. Su mirada se volvió huidiza y nerviosa. Obviamente, recordar este episodio le turbaba muchísimo. Gilabert sintió un escalofrío al imaginar el miedo intenso, el horror infinito en el que se había desarrollado la vida de esta mujer. Y se maravilló nuevamente de que pese al desamparo de su propia historia, hubiera puesto todo su empeño y energía en que otros seres humanos no sufrieran tales desventuras.

 

  • Estaba encogido y muy demacrado. Fue Angulo quien tomó la palabra para explicarnos que el motivo de esta última visita era despedirse de nosotras.

  • ¿Despedirse?

  • Sufría un cáncer de colon con una metástasis muy extendida. No le garantizaban ni seis meses de vida. Cuando él se dirigió a nosotras, rompió a sollozar como un bebé y nos pidió perdón de todas las formas imaginables. Quiso justificarse explicándonos que había estado muy enfermo del alma pero que por fin, había encontrado la paz y solo necesitaba el perdón de sus víctimas para poder descansar eternamente.

  • ¿Y le perdonaron?

  • Le dije que ojalá se fuera al mismísimo infierno. Yo ya no era una niña amedrentada. Ya era una mujer de veintiocho años que se abría paso sola en la vida. Lo odiaba con toda mi alma y así se lo hice saber, y, lo único que me impidió denunciarle fue el terror que esta especie de secta producía a mi madre y, el convencimiento de que a esa basura humana que tenía delante le quedaba muy poca vida.

  • ¿Y no volvieron a verlo?

  • Ni a él ni a ninguno de sus “amiguitos”. Comprendes ahora nuestro miedo. Creíamos que estaba muerto pero no hace veinte años.¿Y si nos mintieron? Quizás nunca estuvo enfermo y, con el tiempo, ha fraguado una venganza contra nosotras.

  • Evidentemente, me hubieras simplificado las cosas con tu sinceridad.

  • Espero que comprendas lo que me cuesta revelarte todo esto. Además tenía que conocerte mejor antes de poder sincerarme del todo.

  • Pero una mujer ha muerto.

 

La abogada se mordió los labios y lanzó una mirada desconsolada al detective. Este se creyó en la obligación de decir:

 

-Puede que, aún teniendo los datos no hubiéramos podido evitarlo. Bueno, seguiremos hablando en otro momento. Con estas novedades, tengo que revisar nuestra línea de investigación.

  • Entonces… no abandonas el caso.

  • Mira, la mayoría de mis casos son aburridos y patéticos. Esta ocasión es única y me proporcionará mayores satisfacciones intelectuales.

  • Huelga decirte que agradecería tu discreción. Si la policía o los medios de comunicación contaran con esta información mi vida se vería profundamente trastornada.

  • Te aseguro Lola, que para mí también es importante tu estabilidad.- Y luego sorprendido por lo que le había dicho, añadió:- Si alguien se merece vivir en paz eres tú.

  • Gracias.

 

Dolores Marco cogió la mano de Gilabert entre las suyas y le dedicó una lánguida sonrisa.

 

  • Y ten cuidado, por favor. Puede que la sociedad a la que pertenecía Silva siga vigente y desconocemos el alcance de sus métodos.

 

Gilabert salió del despacho de Lola sintiéndose una especie de caballero cruzado que no pensaba defraudar a su dama. Los nuevos datos le tenían sumamente agitado y no veía el momento de compartir esta información con Marga y Sempere. Estaba claro que debían volver a interrogar a Angulo y, que esta vez, no iba a consentir que fuera él quién llevara la batuta de la conversación.

Si Pau Gilabert hubiera tenido que emitir un juicio sobre los sentimientos que aquella mujer le provocaba, hubiera sido incapaz de describirlo con palabras. Quizás una hermosa canción de gospel hubiera sido más definitiva con relación al estado de embrutecimiento sensorial que sufría estando en su presencia. Pau era un hombre templado en lo referente a lo sentimental. Procuraba que sus emociones navegaran conforme a la lógica y la ley empírica natural. Se consideraba apolítico, si bien sus valores éticos fundamentales se identificaban más con la ideología representada por la izquierda. Pau Gilabert era una ácrata, que no tenía conciencia de serlo. Y procuraba transcurrir por la vida siguiendo un comportamiento aparentemente errático, basado en hacer en cada momento lo que le viniera en gana. Por supuesto valoraba el hecho de que todos los seres humanos tienen el mismo derecho, y eso establecía los límites. Por lo demás, consciente como nadie de la mezquindad inherente a la naturaleza humana, procuraba racionalizar al máximo su comportamiento y no dejarse arrastrar por emociones corrosivas.

Sin embargo, a pesar de que los abusos sufridos por Dolores-niña eran motivo más que suficiente para acicatarle en su empeño, existían otros motivos de índole muy diferente que abrumaban al maduro detective.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO DÉCIMO

 

 

Cuando Pau atravesó la puerta de la agencia de detectives no pudo evitar darse de bruces con una mujer madura y robusta que, con aspecto malhumorado y sin decir palabra, abandonaba su oficina. Dentro su leal Sempere y una circunspecta Marga, le recibieron con auténtica ansiedad.

  • Esa mujer con la que te has cruzado es Montse Arnau, la hermana de una de las víctimas de Silva.

  • ¿Y qué quería? Parecía furiosa.

  • Quería información sobre nuestros clientes. Se había enterado del crimen de esa pobre mujer y no había dudado al identificar la “firma” del asesino. Parece ser que alguien más cree que Silva no murió hace veinte años y que corretea por ahí, hecho un vejestorio, asesinando mujeres alegremente.- afirmó Marga con una mueca irónica.

  • Puede que no esté del todo equivocada.

 

Si quería captar su atención, lo consiguió. Gilabert les puso al día de la conversación mantenida con madre e hija. Sempere empezó a soltar exclamaciones poco ortodoxas ante cada nuevo descubrimiento y Marga se limitaba a escuchar con la boca abierta más allá de los límites de lo fisiológicamente posible. Cuando concluyó su relato, lo acribillaron a preguntas: por qué, cómo… y sobre todo quiénes habían orquestado esta perfecta farsa de un incendio para liberar a un psicópata asesino de mujeres.

 

  • Supongo que “eso” precisamente va a ser nuestro trabajo. Debemos dar respuestas a todas estas preguntas para empezar a darle forma al rompecabezas.- Concluyó.

  • Oye, Pau- Sempere parecía sobrecogido- Me parece que este asunto se nos escapa. Deberíamos informar a la policía y desentendernos de este enredo.

  • ¿Y qué les vamos a decir?, ¿Qué tenemos serias sospechas de que el asesino que buscan es un psicópata que falleció oficialmente hace dos décadas? No olvides que yo he sido policía durante muchos años. Estoy absolutamente seguro de que con lo que sabemos hasta ahora no estamos en posición de que la policía nos tome en serio. Además, es cierto que hemos averiguado que Silva no murió en el incendio pero, ¿sabemos con seguridad que sigue vivo? En realidad no sabemos nada en concreto todavía, solo que este caso tiene muchas más implicaciones de las que pensábamos.

  • Hay algo que me preocupa- Marga había permanecido callada y pensativa- ¿Por qué les comunicaron a Dolores y a su madre que Silva seguía con vida? Hubiera sido mucho más sencillo ocultárselo a ambas. Podían haber cometido una indiscreción y que se hubiera descubierto la verdad.

  • Humm… A mí también me produjo inquietud esta parte de su historia. Pienso, como tú, que hubiese sido mucho más fácil ocultarle este hecho a la familia.- Gilabert recordó el miedo intenso que pareció apoderarse de Dolores cuando rememoraba esos años del pasado. No solo era un riesgo sino una tortura innecesaria para las dos mujeres.

  • ¿Y no te reveló quiénes formaban parte de esa sociedad secreta?-inquirió el “magras”

  • Dudo mucho que lo supiera. En cualquier caso me dijo ignorar todos los nombres excepto el del que se convirtió en su enlace con la organización: Federico Angulo.

  • Personas muy influyentes, políticos, financieros y un sacerdote. ¿Qué clase de contubernio podían traerse entre manos? Bueno, en cualquier caso la mayoría deben criar malvas desde hace muchos años y el testigo que nos interesa está a buen recaudo en un monasterio.- terminó con una sonrisa la muchacha.

  • Está claro que se impone volver a la Cartuja.

 

Inmediatamente, los socios de Pau Gilabert le pusieron en antecedentes de su cita con el enfermero. El detective tranquilizó a su ahijada enseñándole un cheque por tres mil euros que la secretaria de la abogada, le había entregado a la salida. Se decidió que pagarían el dinero que les pedía ese “pajarito” pero Gilabert tomó nota mental de pasar por la comisaría para hacer alguna averiguación sobre el personaje. Después se enfrascaron en la lectura de los informes médicos que el enfermero chantajista les había llevado. El medico que firmaba los documentos era un tal Jaume Paga, jefe del servicio de psiquiatría del penal donde fue confinado Silva. Recordaron que era el tercero del trío de psiquiatras que se encargaban de la terapia de Silva en el penal. Los otros dos habían fallecido y éste había desaparecido misteriosamente en torno a la fecha de la “supuesta” muerte del psicópata.

Las notas del médico eran muy interesantes. Reflejaban a un individuo perfectamente adaptado al medio social que le había tocado vivir. Un camaleón capaz de reproducir sentimientos y formas de comportamiento más que correctas, aún cuando sentía una imposibilidad natural para albergar cualquiera de las más mínimas emociones humanas. De una inteligencia brillante, Silva buscaba obsesivamente el control en todas las facetas de su vida. Su objetivo era dominar el ambiente que le tocaba vivir y para eso no dudaba en utilizar los más sutiles artes de la manipulación y de la crueldad.

Había algunas anotaciones sobre la relación entre los maltratadotes de mujeres y niños y los asesinos en serie. Al lado, escrito a mano, ponía: “Sería interesante hablar con la mujer y la hija”

Seguían unas páginas con los resultados de unos tets y unas conversaciones mantenidas con él cuyo comentario final era:

Nos encontramos ante un individuo carente de emociones humanas. Una especie de reptil evolucionado que no siente el menor escrúpulo en “depredar” a su propia especie. Goza especialmente al hacer referencia a los detalles humillantes y vejatorios infringidos a sus víctimas. Su evidente encanto personal y su autocontrol le han ayudado a escalar posiciones elevadas en la sociedad y del mismo modo, su total falta de escrúpulos y remordimientos y su habilidad manipuladora, lo impulsaron a subir como la espuma en el mundo financiero…”

 

 

  • Vaya, evidentemente este loquero no sentía afecto ni por Silva ni por los financieros en general.- comento Jordi.

  • Bueno, si te fijas la descripción de un psicópata como un tipo carente de la más mínima empatía humana o solidaridad, encaja con el perfil de un brillante financiero, ¿no crees?-dijo Marga

  • Lo que creo es que sus conclusiones no revelaban simpatía alguna por el asesino. Me pregunto si su desaparición fue casual o esa misteriosa “sociedad” tuvo algo que ver.

  • ¿No creerás de verdad que se trataba de una sociedad compuesta por psicópatas-financieros?- Bromeó Sempere

  • Ya no se qué creer, sigamos leyendo.

 

En todas las entrevistas aparece como alguien muy preocupado por sí mismo y su futuro y no solo no omite sino que alardea de sus “hazañas” con gran exhibición de crueldad y sin asomo de remordimiento alguno. Explica, con gran coherencia, que se relajó excesivamente en los “detalles” y que por eso fue descubierto. Hace referencia a su esposa refiriéndose a ella como: “el único amor de mi vida” y dice no guardarle ningún rencor por haberle denunciado. Aún más, manifiesta el deseo de que la vida les de la oportunidad de volver a reunirse. En resumen, el sujeto se haya tranquilo y satisfecho. Con una actitud expectante pero relajada ante su futuro.”

 

  • Si sabía que pensaban sacarle de allí no es de extrañar que estuviese relajado. Pero, ¿por qué tardarían ocho años en hacerlo? Y cuando lo hicieron, insisto: ¿por qué comunicárselo a la mujer y a la hija? Si la idea no era reunir a la familia, ¿para qué decírselo?

  • Angulo nos tiene que dar las respuestas que necesitamos. Fue su consejero espiritual durante esos ocho años y al parecer lo siguió siendo cuando lo liberaron. El era el nexo que mantenía en contacto a Silva y a su familia y, hasta el momento, no tenemos ninguna prueba de que esa hipotética sociedad secreta sea real. Estoy seguro de que ese viejo trastornado tiene la clave de todo.

  • Pero el fraile que lo cuida, me dijo que está como una jaula de grillos a causa del tumor en su cabeza. No se si nos servirá de mucha ayuda.- señaló el pelirrojo.

  • Ya veremos. El caso es que con sectas o sin ellas hay un asesino suelto que ya nos ha arrojado un cadáver a la cara. Compraremos el diario de Silva, no estoy seguro de que nos sirva de mucho pero empiezo a tener una morbosa curiosidad por la personalidad de ese tipo. Lo podéis llamar y que se pase mañana con el material para recoger el dinero. ¡Que venga aquí! Quiero traerlo a nuestro terreno por si podemos sacarle alguna cosa más.

  • ¿Y cuando vamos a visitar a Angulo?- interrumpió Marga intempestivamente.

  • Recuerda que tú no puedes entrar a la Cartuja. Iremos el “magras” y yo en cuanto hablemos con el enfermero. Para ti tengo un trabajo de recopilación de datos.

  • ¡Te odio!

 

  • Yo también te quiero, niña mía. Escucha, necesito que recopiles todos los datos que puedas sobre las mujeres asesinadas por Silva: Clase social, educación, relaciones, edad, aficiones. En fin, todo lo que puedas averiguar sobre ellas,¿de acuerdo? Supongo que tendrás que quemarte las pestañas en la biblioteca buscando en los antiguos periódicos.

  • Creo que además de visitar las hemerotecas hablaré con la mujer que te has cruzado antes.

  • ¿Montse Arnau?

  • Ella recabó mucha información sobre el asesino y las víctimas a lo largo de los años. Conoció personalmente a algunos de los familiares de las demás mujeres. Podría aportarnos algo interesante.

  • Hazlo. También te agradecería que llamaras al inspector Barceló de mi parte y que le pidieras que nos recomendará algún psicólogo criminalista versado en psicopatías. Cuando lo tengas, concierta una cita a la menor brevedad.

  • Supongo que sería bueno que ya estuviera en nuestro poder el dichoso diario de Silva.- apuntó Sempere.

  • ¿Os ha dicho en qué consistía dicho diario?

  • Solo nos dijo que desvela facetas muy interesantes de la personalidad de Silva. Por lo visto, comenzó a escribirlo apenas una semana antes de su ”supuesta muerte”.

  • Entonces es muy posible que siendo conocedor del plan que existía para sacarle de allí la lectura de ese documento nos revele algo significativo. Merece la pena pagar a ese miserable por obtenerlo.

Pau Gilabert intentaba conocer todos los antecedentes. Necesitaba toda la información posible para comprender. La mujer asesinada había sido obviamente un instrumento. Su sacrificio había servido para transmitir algún tipo de mensaje, pero: ¿quién se supone que debía ser el receptor?,¿Dolores?,¿su madre? Evidentemente, este crimen tenía un mensaje implícito para ambas pero… ¿qué pretendía conseguir quién lo enviaba? Si la intención era la de aterrorizar a las mujeres, entonces tenía cabida una nueva pregunta: ¿Qué móvil podía tener nadie para buscar este resultado? La teoría de la posible venganza de Heraclio Silva tomaba forma, a pesar de la poca simpatía que Gilabert tenía sobre esta hipótesis, empezaba a aparecer como la única opción lógica en este delirante caso. Pero antes de buscar a un asesino en serie octogenario, decidió que recopilarían todos los testimonios y documentos posibles, sin desestimar el valor de las informaciones. Dolores Marco era una mujer económicamente fuerte. Le había pedido que no reparar en gastos y así pensaba hacerlo. ¡Lola!, ¿estaría en peligro? Lo que parecía claro es que ella sí lo creía. Parecía muy asustada aunque fingía despreocupación con ese “savoir faire” de las personas mundanas acostumbradas a controlar sus sentimientos. Seguramente ese autocontrol es lo que la salvó de la tragedia a la que parecía condenada desde su concepción. Y ahora, como un fantasma del pasado, alguien quiere volver a sumirla en los lodos de la desesperación y el miedo.

 

  • Jordi, he pensado que sería bueno que vigilaras discretamente a la señora Marco.

 

-¿Me estás pidiendo que le haga un seguimiento?

- Más o menos. Han asesinado ya a una persona. No nos enfrentamos a una simple extorsión psicológica. Sería conveniente velar por su seguridad, haremos turnos. Quiero que averigües los pasos que da, las personas con las que se relaciona, si visita con regularidad a su madre, si tiene alguna pareja…

- Me parece que “sobre todo”, a mi tito le interesa esta última cuestión.

- Todo y nada puede ser relevante en este enigma, querida sobrina.- pero se sentía igual que un adolescente pillado mirando debajo de la falda de su prima.- Llamaremos a la Cartuja para concertar una visita en condiciones. Nada de artimañas que no engañan a nadie. Angulo sabía perfectamente quién era nuestra representada. No sabía si se trata de un agudo olfato intuitivo o de que quizás, tuviera motivos más siniestros para haberlo deducido.

- ¿Te parece sospechoso? Pero si tú mismo dijiste que no se tenía de pie.- Sempere no conseguía identificar al culpable que buscaban con ningún miembro de la tercera edad metido a carnicero humano.

- Es mi sospechoso número uno, no tanto del crimen, como de la trama en la que estamos envueltos. El sabe todo lo que necesitamos saber y si conseguimos el permiso para visitarlo mañana, no pienso irme de allí sin todas las piezas que necesito para resolver el caso. En fin, de momento no desestimo a nadie como sospechoso, ni siquiera a Dolores Marco.- y esta última frase se la dedicó a Marga que la recibió con fingido desencanto.- Pongámonos manos a la obra. Marga, tú y yo quedamos para comer e intercambiar impresiones. Tú Jordi, ya se que lo odias pero coge el móvil y mantenlo encendido. Te llamaré regularmente para que me digas cómo va la cosa. Si sucede algo extraño, algo que en tu criterio se salga de lo normal, me avisas inmediatamente llamándome al mío. ¿De acuerdo?

 

Gilabert llamó al inspector Barceló antes de salir de su oficina y decidieron quedar en una cafetería cercana a las ramblas para tomar juntos un café. Había decidido que ya que deseaba hablar directamente con su amigo, le pediría personalmente que le asesorara sobre algún criminólogo y así aliviaría a Marga , y le dejaría más libertad para hacer las indagaciones que le había pedido. Barceló no era exactamente un gran tipo pero era un viejo colega de Gilabert. Marcos repudiaba algunos de sus métodos y odiaba su filosofía moral, no obstante su lealtad como compañero había quedado más que probada en el pasado. En aquellos tiempos del cólera para Pau Gilabert, en los que su trabajo en la policía se convirtió en una especie de penitencia que lo mantenía aislado de las relaciones de camaradería con el resto, Barceló siempre le apoyó. Sentía por el feo detective una fascinación casi pueril. Representaba para él valores que no encontraba habitualmente en el mundo en el que solía desenvolverse. Su profesionalidad quedaba fuera de dudas en todas las acciones en las que había tomado parte con él. Pero había algo que le atraía especialmente: su profunda humanidad. La facilidad con la que Gilabert empatizaba con víctimas y verdugos y el impecable resultado que su compasiva visión de la vida tenía en su trabajo.

 

 

A Barceló le maravillaba esta cualidad humana, por otro lado ajena a su propia personalidad, y juzgaba a su amigo por ello situándolo en lo más alto de su escala de valores. Cuando Gilabert entró en conflicto con su profesión, el inspector no dudó nunca en manifestarle su apoyo y comprensión. Tampoco dudó en tener auténticas batallas campales contra los que trataban de desprestigiarlo en el cuerpo, que no fueron pocos. Ahora escuchaba embobado la exposición de los hechos que su antiguo compañero le estaba haciendo y no parecía dar crédito a tanto despropósito. El único dato que había ocultado al inspector, era que Dolores Marco se trataba de la hija de Silva. Se amparó en el deber de confidencialidad hacia sus clientes pero se prometió a sí mismo, que en el caso de juzgarlo necesario, le revelaría toda la información que consiguiera.

 

  • Recapitulando: La mujer y la hija de un asesino en serie muerto hace veinte años, os contratan porque dicen estar sufriendo amenazas del fiambre…

  • Exactamente.

  • Hacéis algunas gestiones y con los resultados, conseguís presionarlas para que confiesen un complot que “teóricamente”, habría liberado a Silva.

  • Una sociedad secreta habría organizado la fuga.

  • Pero apareció un cadáver que fue identificado como el del asesino, ¿no?

  • La identificación no fue muy escrupulosa, dadas las circunstancias. Al parecer se basó en el hallazgo de su dentadura postiza en el cadáver carbonizado. Además todos los acontecimientos aparecen confusos: la muerte del recluso que originó el incendio, la desaparición del psiquiatra que trataba a Silva en aquella época, la presencia de ese sacerdote, Federico Angulo, de quien las mujeres dicen recibía instrucciones de la supuesta sociedad…

  • ¡Madre mía! ¿Crees que es posible la existencia de esa sociedad secreta?

  • Aún no estoy seguro. En cualquier caso, la mayoría de sus miembros estarían muertos o con alzheimer a estas alturas.

  • Y de repente, aparece este cadáver, con todas las características “made in Silva” !qué interesante!- Barceló necesitó un momento para asimilar lo que acababa de escuchar, luego preguntó:- ¿Y qué tiene que ver esa buenorra de abogada en esta historia?

  • ¡Oh, ella! Nada, nada en absoluto. Representó a un cliente mío en un caso de malos tratos e hicimos amistad. Su relación con la fallecida es casual, solo trabajo.

 

El inspector observó el interés de su amigo por desviar la atención de Dolores Marco pero decidió fingir que no se daba cuenta y confió en su buen olfato. Tenía la certeza de que Gilabert, no solo no obstruiría la resolución del caso, sino que podía ser definitivo para cerrarlo. Pero, por encima de todas las cosas, sabía que la lealtad que les unía le impediría ocultarle hechos cruciales. Estando Barceló investigando este crimen, no dudaría de que su camarada le mantendría informado de cualquier descubrimiento que ayudara en la instrucción del delito.

 

  • Llamaré ahora mismo, a la doctora Ferrer. Es psiquiatra y una criminóloga muy reputada que ha sido clave para atrapar a asesinos de esta clase. Pero me la debes y te exijo que me tengas informado de cada paso que des. Toda esta teoría sobre un grupo que rescata a un psicópata me suena a thriller cinematográfico pero conozco tu instinto y no quiero perderte de vista, ¿de acuerdo?

  • Completamente. Te voy a pedir otro favor. Quiero que trates de averiguar si un tal Miguel Montalbán Rozas cuenta con algún tipo de antecedente.

  • ¿Es sospechoso del asesinato?

  • No lo creo, pero es un tipo turbio que nos ha vendido una información y del que sospecho podríamos obtener mucho más si conocemos la tecla donde tocar.

  • ¿Quieres algo para extorsionarle?

  • No me gusta esa palabra. Digamos que estaría bien poder canjear un oscuro secreto de su pasado a cambio de más información.

  • Te llamaré en cuanto sepa alguna cosa.

  • Gracias, siempre puedo confiar en ti.

 

Los dos hombres se despidieron afectuosamente. Como aún era pronto para comer, decidió llamar a Marga para acompañarla en sus gestiones. La pilló de vuelta de la hemeroteca. Le confirmó la visita con el cartujo para el día siguiente, sobre las doce de mediodía. También le explicó que la pillaba de camino a casa de Montse Arnau. Decidieron quedar en la puerta para verla juntos y comer más tarde.

 

Montse Arnau vivía en una casa de arquitectura modernista en uno de los barrios más selectos de Barcelona. Estaba claro que gozaba de una solvencia económica muy desahogada. Todo en la decoración de su casa revelaba un gusto refinado y una exquisitez en la combinación de las formas y los colores. Una criada de rasgos indígenas les condujo hasta una sala donde unas amplísimas cristaleras iluminaban la estancia produciendo destellos de colores al rebotar la luz contra los sofisticados motivos ornamentales. Bien pudiera ser la casa de un artista pensó Gilabert, pero existía una deliberada manipulación del conjunto para lograr esa impresión, y eso acababa desluciendo la percepción de tanta belleza. Nada en la colocación de los muebles, de las obras de arte y las hermosas alfombras, daba paso a lo casual o a lo improvisado. No percibía una auténtica alegría creativa en la posesión de todas esas cosas. Más bien parecían trofeos expuestos con el único fin de engrandecer a su propietario.

 

Tampoco Montse Arnau le gustó demasiado. Apareció, con actitud desdeñosa y tras ofrecerles algo que tomar, despidió a la muchacha y les invitó a tomar asiento alrededor de una mesa de forja y mármol blanco de una pureza rarísima. Ella desmoronó su abundante humanidad en una butaca que Marga supuso, debió de pertenecer a alguno de esos” Luises” franceses que eran tan amantes de las sillas.

La esterilidad de cualquier atisbo de belleza en el rostro de esa mujer contrastaba cruelmente con todos los objetos bellos de, los que sin duda le gustaba rodearse. Pero, impaciente como estaba por hablar con ellos, suavizó su rígida expresión con una sonrisa que pretendía ser amable, y comenzó a parlotear:

 

 

  • Han hecho muy bien en venir a visitarme. Probablemente, soy la única persona viva, capaz de recordar hasta los detalles más insignificantes del proceso del monstruo.

  • Sentimos muchísimo que esta conversación le traiga recuerdos tan dolorosos para usted.

 

Montserrat Arnau dirigió una rápida y cortante mirada al detective y dijo:

 

  • Mi corazón se secó para siempre el día que descubrieron el cadáver de mi hermana.- se hizo un incómodo silencio.- Mi hermana Blanca era mi responsabilidad. Yo tenía veintidós años cuando murió nuestra madre. Nuestro padre había fallecido tres años antes. O sea que desde que Blanca tenía once años, era yo quién había ejercido de padre y madre y así fue hasta el día que desapareció.

  • ¿Qué pasó? - preguntó Marga tímidamente.

  • Era una chica preciosa, angelical. Tenía unos hermosos ojos verdes y un sedoso cabello trigueño que le caía hasta la cintura. Se que tenía muchos pretendientes, pero ella era una muchacha muy tímida que vivía volcada en su pasión por la música.

  • Usted le contó a mi sobrina que se trataba de una virtuosa del arpa.

  • Tenía mucho talento y era capaz de expresar las más sutiles emociones a través de la música.

  • ¡Una artista!

 

Gilabert lanzó otra rápida ojeada al entorno decorativo de la casa y volvió la vista de nuevo hacia su atribulada anfitriona. Quizás, esta mujer sintiera por su hermana la misma extraña adoración que parecía tener por los objetos artísticos. Esa necesidad de algunas personas, que aún siendo negadas intelectualmente para esta clase de sensibilidad, suplen esta carencia rodeándose de cosas y seres que rezuman belleza. No era un caso único. Conocía mucha gente así en las clases acomodadas. Pero también había observado que, por muy hermoso que fuera aquello de lo que se rodeaban, su espíritu permanecía impermeable a esta cualidad.

 

  • Era una chica especial, entiéndanme. Buena estudiante y muy disciplinada, nada que ver con otras chicas que se distraían con los muchachos y solo pensaban en ropa y relaciones sociales. Blanca no tenía amigas íntimas. Me tenía a mí, no necesitaba otra amiga.- expresó satisfecha Arnau.

  • ¿Quiere decir que no se relacionaba, que no salía con pandillas de su edad?

  • No iba con su personalidad. Era una chica tranquila y feliz.

  • ¿Qué sucedió el día de su desaparición?

  • Cuando volví a casa por la tarde, después de cerrar mi negocio.- Marga recordó que tenía una tienda de antigüedades y restauración en el barrio Gótico.- la muchacha me comentó que Blanca le había pedido que me advirtiera de que llegaría algo tarde. Al parecer necesitaba fotocopiar unas partituras y hacer alguna compra.

  • ¿Era algo que hacía habitualmente?

  • De vez en cuando. Lo cierto es que pasaron las horas y nunca regresó.

 

Los investigadores no pudieron evitar seguir la mirada de la mujer hasta una foto enmarcada en un delicadísimo portarretratos de marfil. Una muchacha con expresión tímida y ojos soñadores sonreía a la cámara. Montse Arnau dejó escapar un desagradable suspiro y regresó al relato.

 

  • A los quince días un pastor encontró su cuerpo en una ermita, en el Penedés. ¡Ese demonio le había cortado las manos!, ¡Había abusado de ella y luego la había mutilado sin piedad! - Se levantó encolerizada y tomó la fotografía de su hermana entre las manos.- Ni siquiera pudieron asegurarme que estaba muerta cuando le hizo todo eso.

  • ¡Es horrible!- Marga sintió que algo eléctrico le recorría la columna.

  • ¿Confesó Silva cuando lo atraparon cómo había secuestrado a Blanca?- intervino Gilabert.

  • No la secuestró. El la sedujo. La convenció con patrañas del diablo para montarla en su coche y luego…

  • ¿Cuántas mujeres asesinó Silva?

  • Eso te lo puedo responder yo más o menos.- interrumpió su ahijada.- Los medios de comunicación fantasearon mucho con el asunto. Se le atribuían docenas de asesinatos y desapariciones ocurridas en toda nuestra geografía. La verdad es que solo consiguieron probarle ocho crímenes. Los ocho que él mismo confesó después de ser delatado por su mujer. Se comprobó que los restos humanos aparecidos en su casa pertenecían a esas mismas mujeres y no encontraron nada más que lo relacionara con otras víctimas. Por otro lado, fue él mismo quien facilitó los nombres de las chicas. Recordaba todos y cada uno de ellos, además de muchas características personales y familiares. Las crónicas de la época comentaban que manifestaba un placer sádico al hablar sobre ellas. ¡Sus angelitos!, así las llamaba.

  • ¡Pero Blanca era muy diferente a todas las demás! - bramó la señora Arnau.

  • ¿Por qué dice eso?

  • Creo que se lo que quiere decir.- de nuevo era Marga quien servía para aclarar las ideas.- Por todo lo que he podido encontrar, he deducido que todas las víctimas de Silva eran adolescentes o mujeres jóvenes de un estrato social muy humilde.

  • ¿Quieres decir que mataba muchachas de la clase obrera?

  • Quiere decir que, hasta que decidió asesinar a mi hermana, sus crímenes se nutrían de mujeres proletarias, de moral relajada, que se dejaban impresionar con facilidad por el glamour de un tipo de mundo como el monstruo.

 

Gilabert, no pudo evitar sentir una profunda antipatía por ella tras estas palabras. Le parecía muy cruel la forma en la que había hablado del resto de las mujeres asesinadas. Parecía que por el hecho de ser pobres, el delito cometido contra ellas fuera menos grave que el cometido contra su hermana Blanca.

 

  • Usted estuvo presente como acusación particular en el juicio. Oyó los testimonios que allí se manifestaron.

  • ¡Ese juicio fue una patraña! Tenían que haber escuchado las declaraciones de apoyo con las que contaba el asesino. Todo el proceso parecía destinado a apiadarse del criminal y no de sus víctimas. Lo mandaron a un penal psiquiátrico y recibió todo tipo de muestras de solidaridad y de comprensión. Hasta la Iglesia le mandó un consejero espiritual !Como si esa bestia tuviera algún espíritu que mereciera la pena salvar!

  • Federico Angulo. Usted lo conoció personalmente y mantuvieron correspondencia durante años.

  • En efecto. Yo soy una mujer con unas creencias religiosas muy firmes. No entendía la actitud de misericordia y compasión que ese sacerdote desarrollaba en torno a Silva. Declaró en el juicio a favor de la defensa claro, y explicó una sarta de supuestas heroicidades cometidas por Silva durante la guerra civil. También manifestó que con su trabajo honrado y perseverante, se había convertido en un pilar financiero de esta sociedad, a pesar de que sus orígenes eran muy humildes. Hizo una exposición de decenas de obras filantrópicas que atribuía al asesino.

  • ¿Y eran ciertas?

  • Puede que sí. Pero no pierda de vista que se trataba de un economista muy hábil. Seguro que existían motivos fiscales o de otro tipo, distintos a la caridad, para involucrarse en esas obras.

  • ¿Sería muy indiscreto preguntarle en qué consistía su correspondencia con Angulo?

  • Comprenda. Yo necesitaba entender. Me resultaba muy duro ver como ese sacerdote que tenía fama de santo, se volcaba en el verdugo y olvidaba sus terribles pecados. ¿Era mi hermana más insignificante que Silva? Al principio me respondía hablándome en términos que resultaban inaceptables para mí. ¡Quería que lo perdonara! Me explicaba que las otras familias habían acabado aceptando la desgracia y que orientados por él, habían encontrado el sendero del perdón.

  • Pero usted no estaba dispuesta a seguir ese camino.

  • ¡Puede jurarlo! Sospecho que buscaban el indulto. No se cómo, pero a través del perdón de la familia de las víctimas y con unos informes favorables en el psiquiátrico, ¿quién sabe? Mis intenciones eran diametralmente opuestas. La pena de muerte, en el caso de que se le hubiera podido aplicar, me parecía una solución misericordiosa para él.

  • Leí la última carta que Angulo le envió.

  • ¡Toda una joya literaria! Cuando llamé indignada al convento para exigir hablar con él, me explicaron que sufría una enfermedad cerebral y lo disculparon por las inconveniencias que pudiera haberme escrito. Quizás yo no sea una buena persona, pero les mentiría si les ocultara que me produjo una insana satisfacción saber que había perdido el juicio.

A ninguno de los dos les simpatizaba instintivamente esa mujer. Pero era comprensible que hubiera acumulado tanto rencor, y el odio es bien sabido que altera el buen juicio y las virtudes de las personas. Pau recordó que La Arnau y la familia de Silva tuvieron que conocerse forzosamente durante el proceso.

 

-¿Recuerda a la mujer y a la hija de Silva?

 

La descomunal mujer esbozó una sonrisa siniestra y enigmática.

 

  • ¿Cómo podría olvidarlas? Si hubieran escuchado la vehemencia con la que la mujer del monstruo lo defendió.

  • Pero fue gracias a ella que se pudo descubrir al asesino.

  • Es posible. Pero les aseguro que, daba la sensación de que de habérselo permitido, hubiera olvidado todo lo sucedido para saltar a sus brazos. Mire, no necesitaban haber acudido a las hemerotecas para recopilar información. Yo poseo todo lo que se publicó pero además tienen en mí un testimonio directo de lo que ocurrió en ese proceso. – Se dirigió hacia un sofisticado mueble y extrajo una torreta de diarios y publicaciones diversas.- No existen muchas fotos de la familia de Silva pero yo poseo todas las que salieron editadas. Llegaba al juicio rodeada de una cohorte de personas de aspecto respetable que no escatimaban prendas en darle consuelo y apoyo. ¿Y a mí, quién me consoló por la muerte de mi hermana?

  • Bueno, de alguna forma es comprensible entender que la mujer y la hija fueron víctimas, aunque de otra clase.

  • ¿Víctimas? Miren esto.- Y a la vez que pronunciaba estas palabras les tendió un diario donde aparecía una foto de una Dolores Marco adolescente.- ¿Les parece una niña amedrentada?

 

En la instantánea, la muchacha aparecía con gesto huraño y desdeñoso, increpando a los periodistas.

  • ¿No lo ven? El padre y la hija eran como dos gotas de agua. Pero esa semejanza no se limitaba a lo físico. Cuando compareció a declarar lo hizo con la determinación de un adulto. Durante su declaración mantuvo una actitud desdeñosa y altanera con las preguntas que le dirigió la acusación. Su mirada era tan fría como la del psicópata que la engendró. Les aseguro que la sola visión de esa criatura producía escalofríos.

 

Gilabert, siendo conocedor de la desgraciada historia de Lola, tuvo que reprimirse para no salir en su defensa pero en vez de eso preguntó:

  • ¿Sabe usted lo que ocurrió luego con ellas?

 

  • Desaparecieron. Si les soy sincera, debo decirles que hice lo imposible por localizarlas. Necesitaba hablar con ellas, aclarar cosas. Uno de los motivos que me impulsó a mantener correspondencia con Angulo fue el de averiguar qué había sido de ellas. Dónde estaban. Pero el maldito monje guardó el secreto celosamente y no accedió jamás a concederme ese privilegio.- Tras decir esto salió intempestivamente de la sala y regresó en seguida con unos papeles.- Tome. Son las trascripciones de todas las declaraciones que se escucharon durante el proceso. Pueden quedárselas, tengo copias.

Gilabert tomó los folios que le tendía Montse Arnau y, tras agradecerle su tiempo y su amabilidad se dirigieron a la salida. Pero antes de que cruzaran el umbral de la puerta, les interrumpió:

 

  • ¿Ha vuelto, verdad? Estoy al tanto de los detalles que la prensa ha filtrado sobre el asesinato de esa desgraciada. Siempre supe que encontraría la forma de zafarse del mismísimo infierno.

  • Pues le aseguro que si ha regresado del infierno, nosotros colaboraremos para que vuelva definitivamente a él. Buenas tardes señora Arnau.

 

El detective caminó, meditabundo y silencioso, sabiendo que Marga no le quitaba ojo. Pero la joven decidió no interrumpirle. Sabía que cuando Pau rumiaba sobre un caso, necesitaba de la soledad de sus pensamientos para conseguir darle sentido a las informaciones recopiladas. Y los acontecimientos estaban sucediendo tan deprisa, que no le habían dado tregua para hacerlo. Así pues, comieron silenciosamente hasta que el móvil del detective les sacó del ensimismamiento.

Tras una breve conversación telefónica en la que Gilabert se limitó a asentir a su interlocutor y darle las gracias, rompió el mutismo:

 

  • Era el inspector Barceló. Le pedí que averiguara lo que pudiera sobre el enfermero.

  • ¿Y?

  • ¡Agárrate! Montalbán, no es exactamente un enfermero. Al parecer tiene antecedentes por pedofília y tráfico de estupefacientes. Fue confinado tras una evaluación psiquiátrica en el mismo penal donde ahora trabaja. Entró en un programa de rehabilitación que abogaba por la ergoterapia. Cuando le dieron de alta, siguió trabajando en el centro como celador.

  • ¿Qué piensas hacer con esta información?

  • De momento, conseguir gratis el diario de Silva. Llámalo y dile que venga a nuestra oficina. Si te pregunta por la pasta dile que la tenemos. Además Barceló me ha dado la dirección y el teléfono de una psicóloga criminalista. Nos pondremos en contacto con ella, considero que puede sernos de ayuda.

  • ¿Y cuándo leeremos las transcripciones del juicio?

  • Puedes comenzar a hacerlo mañana, cuando yo vaya a hablar con Angulo.- Y luego, propinándole un suave tirón de la trenza añadió.- Mientras Sempere siga ocupado vigilando a Dolores nos tendremos que multiplicar. Tengo el barrunto que de no averiguar algo pronto, las consecuencias puedan ser impredecibles.

  • ¿Crees que puede haber más asesinatos?

  • Creo que hemos abierto la caja de Pandora y que debemos estar preparados para cualquier cosa.

 

Cuando finalizaron la comida se separaron y Gilabert se dirigió de nuevo a casa de la señora Sopesens. No estaba seguro de que esta mujer estuviera dispuesta a esclarecer lo que, sin ninguna duda, prefería mantener oculto. La presionaría hasta el límite. Intuía que ella conocía las claves del misterio y no estaba dispuesto a abandonar su casa sin conseguir por lo menos, alguna respuesta a las muchas interrogantes que estaban abiertas.

Cuando se encontraba amarrando la bicicleta a una farola situada frente a la casa de la madre de Dolores, escuchó un silbido que le resultaba familiar procedente de un bar cercano. Enseguida vio al gigante pelirrojo que le hacía señas desde la puerta para que entrara.

 

  • ¡Pau!- le llamó su amigo Jorge- Llevo ya dos horas aquí cumpliendo con tu encargo.

  • ¿Está Dolores en casa de su madre?

  • Exacto. Lleva ahí un buen rato. Estaba a punto de llamarte por si había alguna novedad o preferías que siguiera con la vigilancia.

  • Sigue pegado a sus pasos tanto como puedas hasta nuevo aviso. Por la noche, utiliza la furgoneta para montar guardia frente a su puerta. No me perdonaría que le sucediera algo.

  • De acuerdo. ¿Vas a subir o esperarás a que se vaya?

  • No contaba con encontrarme con las dos aquí.- reflexionó un momento mientras mordisqueaba uno de los torreznos que Jordi estaba consumiendo.- Pero creo que quizás sea mejor así.

 

Pau Gilabert cruzó la calle en dos zancadas. A pesar de la edad y de no ser un tipo atlético, presumía de tener una fortaleza física envidiable. Nunca había consumido alcohol y la nicotina y los demás estimulantes no habían sido jamás una tentación para él. La única adicción de la que el detective no podía sustraerse era la de la adrenalina. Y ahora, mientras subía de dos en dos las escaleras de la casa, sentía que chorreaba esa sustancia por los más recónditos poros de su piel.

Cuando le abrieron la puerta se encontró con una Dolores Marco desencajada. Tenía los ojos enrojecidos y era obvio que acababa de sufrir una gran conmoción. Cuando reconoció al detective trató de mantener la compostura, aunque era evidente que le suponía un gran esfuerzo hacerlo.

 

  • ¿Qué hace usted aquí?- dijo renunciando al tuteo que ya se prodigaban.

  • Se que debería haberles avisado, pero son los acontecimientos los que me llevan de un lado para otro y ahora se imponía que tuviera una interesante conversación con su madre.

 

  • ¡Está bien!- cedió con desgana- Mi madre está en el salón. Pero le advierto que independientemente de su deseo, estaré presente en esta conversación.

  • Bien. En realidad yo también lo prefiero de esta forma.

 

Al entrar en la estancia descubrió a la señora Sopesens recomponiendo su maquillaje en uno de los espejos que decoraban la habitación. No hacía falta ser un lince para deducir que había interrumpido una especie de drama familiar.

 

  • Siento molestarle de nuevo doña Madalena pero creo que usted me está ocultando cosas que puede llevarme tiempo descubrir por mi cuenta. Y la muerte de esa mujer nos dice que no podemos perderlo.

  • ¡Anda mamá! ¿Por qué no le cuentas lo que me acabas de confesar a mí?- Lola estaba como poseída y parecía querer atravesar a su madre con la mirada.

  • ¡Cállate! Tú no lo entiendes. Eso era un asunto de familia que nunca debía haber salido a la luz.

  • Sería interesante que de ser un dato imprescindible en la resolución de este misterio, cualquiera de las dos me dijera de que se trata todo esto.- Gilabert esperó unos momentos y al no obtener respuesta de las mujeres sentenció:- Creo que lo mejor será que abandone el caso. Me resulta imposible trabajar para unas personas que me ocultan tantas cosas. ¡Buenas tardes!

 

El detective se encaminó decidido hacia la salida pero Dolores lo interceptó:

 

  • Tiene razón.- y dirigiéndose a su madre, le espetó:- Si no le cuentas tu siniestro secreto lo haré yo.

Madalena Sopesens lanzó un profundo suspiro y en unos segundos parecía haber recuperado la compostura perdida. Gilabert observó que la expresión de la mujer se había endurecido y que algo similar a la sonrisa de una hiena deformaba sus exquisitos labios. Tomó un trago de un vaso en el que sin lugar a dudas, había vertido uno de sus famosos “reconstituyentes” y aparentemente más serena, comenzó a hablar:

 

  • Cuando me casé con Heraclio yo era muy joven e inexperta. Él me introdujo en un círculo de personas cosmopolitas. Ya sabe, gente asquerosamente rica a los que la monotonía de la vida acomodada no les servía de suficiente acicate para complacer sus fantasías.

  • Mi padre organizaba fiestas para satisfacer las morbosas necesidades de unos degenerados millonarios.- Interrumpió Dolores.

  • Al principio no se hacía daño a nadie. Se trataba de orgías en las que el límite estaba en la imaginación de cada uno. Sexo entre adultos.

 

  • Pero también acabaron aburriéndose de eso.- Dolores volvió a arrebatarle la palabra - Bebían, consumían drogas y fornicaban. Todo en exceso. Se consideraban una élite al margen de los convencionalismos morales de la época. Pero querían más y mi padre estaba dispuesto a ofrecérselo todo a cambio de ser admitido en ese círculo de poderosos sin escrúpulos.

  • ¿Y qué les ofreció Heráclio?

  • Muchachas. Chicas jóvenes y hermosas que se encargaba personalmente de seducir para entregárselas a estos desalmados.

  • ¿Las víctimas de Silva?

  • En realidad eran las víctimas de los depravados juegos de ese grupo de psicópatas.- Y volviendo sus ojos hacia el detective, Lola continuó:- ¿No lo entiende detective? Mi padre era un monstruo sin lugar a dudas, pero no fue el ejecutor material de todos esos crímenes.

  • Eso quiere decir…- Gilabert tuvo que hacer un esfuerzo para mantener la calma.

  • Que mi marido no fue un psicópata asesino de mujeres, detective.- intervino Madalena- La ambición de Heráclio fue siempre abandonar la miseria en la que había nacido. Durante la guerra, siendo muy joven, conoció a las personas adecuadas para introducirle en el mundo de poder y el dinero con el que siempre había soñado. Solo tenía que facilitarles la posibilidad de consumar sus más retorcidas fantasías. Utilizó su encanto personal y su inteligencia para ponerla al servicio de este grupo de personas y a cambio obtuvo lo que tanto deseaba.

  • ¡Pero usted lo delató!- el detective parecía conmocionado- Las víctimas aparecieron con sus poemas clavados en el corazón. ¡Usted encontró los miembros mutilados en su sótano!

  • Todo fue un montaje.- atajó Dolores Marco.- El se encargaba de deshacerse de los cadáveres después de las “fiestas” de la macabra sociedad. ¡Todo era una puesta en escena! Supongo que no le faltaban medios ni inteligencia para hacerlo de otro modo, pero la idea de inventarse un asesino en serie les resultó divertida hasta que…

  • Hasta que mi padre cometió un grave error.

  • Secuestró a la muchacha equivocada, ¿no es eso?- De repente, Gilabert empezó a ver encajar alguna pieza en su cabeza.- ¡Claro! Se llevó a Blanca Arnau. ¡Esa chica es la única que no encaja en el perfil del resto de las víctimas!

  • ¡Bingo detective!- Los efluvios alcohólicos, parecían surtir un efecto de euforia en la señora Sopesens que encajaba extrañamente en la situación- Heraclio se encaprichó de esa putita. Podía haber escogido a la que le hubiese dado la gana. Pero ésta tenía para él un aliciente añadido: era una muchacha con educación y estilo, con dotes artísticas y según él mismo confesó, con una pureza de espíritu angelical.- Dolores miraba a su madre con un odio manifiesto. Gilabert tuvo miedo de que tradujera este sentimiento en una agresión física contra su progenitora.- Sabía que le traería problemas con la Sociedad. Había una condición expresa con respecto al estrato social al que debían pertenecer las chicas. Pero decidió ocultárselo. Pensó que al tratarse de una joven cuyos padres habían fallecido nadie armaría demasiado revuelo.

 

  • ¡Pero no contaron con Montse Arnau!

  • Es usted muy listo, caballero.- La escena se desarrollaba en un clima surrealista. La mujer estaba haciendo unas declaraciones de una crudeza increíble y Gilabert dedujo que al menos los detalles, aparecían inauditos para Dolores Marco.- Montse Arnau no descansó un segundo desde que apareció el cadáver de su hermana. Utilizó la prensa, llamó a todas las puertas de personas influyentes en este país clamando venganza. Su familia había tenido muy buenos contactos en la alta sociedad. Entonces algunos de los socios se sintieron muy molestos. Heraclio les llevó a Blanca sin explicarles de donde la había sacado. Al enterarse de que habían violado, torturado y asesinado a uno de los suyos… ¡Estaban furiosos! Amenazaron a Heraclio, le obligaron a aceptar un retorcido plan. El sabía que los miembros de la sociedad tenían un poder cuasi-omnipotente. Supo desde el principio que aceptar su plan sin garantías, era un suicidio.

  • ¡Explícale el “plan” al detective, madre! - Lola continuaba irradiando una presencia asesina sin embargo su mirada parecía ahora catatónica, como si estuviera buscando la forma de aislarse en una esfera exterior. Su voz sonaba tan serena que daba una sensación sobrecogedora.

  • Le dijeron que debía culparse de los asesinatos. Ellos lo prepararon todo. Las pruebas y lo demás. Ellos dispusieron que sería yo quien lo denunciaría.

  • ¿Usted estaba al corriente de las actividades de su marido?

  • Yo los conocía. En ocasiones Heraclio y yo compartíamos intercambios sexuales con alguno de sus miembros.- Se la veía divertida con la situación. Encantada de tener un público tan dedicado a sus palabras.- ¡Le escandalizo detective! Heraclio me educó en una total deshinibición sexual sin pasar ni de refilón por la culpa. Así educamos también a Lolita, ¿verdad cariño?

 

Dolores Marco emitió un gemido que encogió a Gilabert.

 

  • ¡Te ha preguntado que si sabías lo que hacían con esas chicas, madre!

  • ¡Por supuesto que no! Yo nunca hubiera aprobado esos horribles crímenes. ¡Pero tienes que entenderme Dolores!, ¡Yo amaba tanto a tu padre! – comenzó a gimotear patéticamente.- ¡Estaba enfermo! Enfermo por la ambición desmedida que le obligaba a venderle el alma al diablo a cambio de salir de esa vida de desesperación y adocenamiento a la que estaba destinado por origen. ¡Era tan inteligente! Puede que procediera de un montón de estiércol pero él era un príncipe.

  • ¡Era un psicópata! ¡Y el violador de su propia hija! No olvides eso madre.

  • ¡Te defendí! ¡Tú sabes que lo hice! En cuanto tuve la certeza de lo que había sucedido, le planté cara.

  • ¡Pero ya era demasiado tarde mamá!- Lola lloraba silenciosamente mientras agarraba la mano de su madre- Ya estaba encerrado cuando tú me apoyaste.-

 

Lola acogió en sus brazos a la temblorosa mujer. Gilabert asistía a la escena estupefacto. Intentaba procesar todo el aluvión de sentimientos e informaciones vertidos en unos minutos. Lo que estaba escuchando era un galimatías demencial. Si al principio de la investigación le había parecido que era una historia de locos, ahora no tenía calificativos para definir la situación.

Dolores Marco se dirigió a un espejo para secarse las lágrimas. Luego, tratando de aparentar serenidad, le habló:

 

  • Vayámonos a tomar un café detective. Si quiere yo le puedo contar el resto de la historia. Creo que será mejor que dejemos descansar a mi madre.

El estado de ebriedad de la señora Sopesens era cada vez más manifiesto. Pau aceptó el ofrecimiento de Dolores y abandonaron juntos la casa.

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