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VOLAR LA FÁBRICA

VOLAR LA FÁBRICA

En los últimos años del franquismo y durante la transición, los españolitos viajaban para poder ver en los cines galos  "El último Tango en París" o cualquier película donde aparecieran imágenes de sexo explícito que, por estos lares, no podían visionarse debido al nacionalcatolicismo de estado que imponía una férrea censura sobre todos los asuntos carnales. Francia, liberada de la dictadura religiosa, recibía la visita de nuestros ávidos compatriotas satisfaciendo su curiosidad, fotograma a fotograma, y colaborando a volar por los aires la represión y el oscurantismo que padecíamos sobre estas cuestiones.
 
Ahora, volvemos de nuevo la vista hacia el país vecino. En un marco económico y laboral, donde los trabajadores son objeto de una violencia extrema por parte de sus empleadores, los franceses se niegan a continuar adoptando la figura del sparring frente a este sistema depredador y amagan con devolver los golpes recibidos.
 
Secuestros de empresarios, barricadas, bloqueo de puertos o amenazas de bombas en las fábricas... Los herederos de la revolución parecen dispuestos a desempolvar la guillotina para cercenar, de un feliz tajo, la posición de inferioridad a la que el supuesto diálogo social ha decidido relegarles. Esta explosión de violencia proletaria, que ya empieza a inquietar al empresariado español, es resultado de la desesperación y la impotencia. El paro y la exclusión social actúan como revulsivos de la pasividad con la que la clase obrera aceptaba su destino. Quizás se trate solo de una pose. De una legítima defensa que, a pesar de ser cuestionable tanto en las formas como en su filosofía, obtiene resultados que de otro modo son imposibles de alcanzar.  Pero, simbólicas o reales, estas estrategias han conseguido rectificar las irreductibles posiciones de algunas empresas.
 
Es posible que los trabajadores españoles, desengañados por lo estéril de las negociaciones colectivas y asustados por un futuro laboral que pinta más que negro, contemplemos el ejemplo de los franceses como la única trinchera que nos restituya a la posición de interlocutores respetados, aunque sea a costa de ejercer la coacción y el terror contra nuestros explotadores. Y esto no es un escenario deseable para nadie. Pero la patronal debe reflexionar sobre el terrorismo social que viene practicando y asumir que su violencia puede engendrar una respuesta proporcional por parte de los obreros. Porque el sueño de la justicia, también genera monstruos y no existe enemigo más peligroso que el que considera que ya nada tiene que perder.
 

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