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UN MUFLÓN CON PINTAS

UN MUFLÓN CON PINTAS

En este país, últimamente, parece que se ha puesto de moda la caza mayor. Entre batidas y monterías, el estruendo de las escopetas parece querer silenciar otros ruidos que, la fauna política autóctona, preferiría que ninguno llegáramos a escuchar. El sonido de la corrupción, de la prevaricación y el abuso de poder pretender ser camuflados por los disparos dirigidos a cobrarse a la pieza que más molesta y que, paradójicamente, también práctica la misma afición cinegética. Este "muflón con pintas", como es nombrado el juez Garzón por el locutor estrella de la COPE Jiménez Losantos y el eurodiputado Luis Herrero, fué definido otrora como diestra arma justiciera, cuando la mira de su objetivo se posó en el caso GAL, allá por el 91. Después de la cabeza de Bermejo, otro cazador cazado, el PP afina la puntería contra Garzón y despliega toda una batería de descalificaciones e insultos contra el juez. Quizás llamarle cabrón o muflón con pintas, nos puede parecer demasiado burdo. Aunque para eso el partido popular cuenta con los perros cancerberos de la COPE que, con la bendición de dios y el perdón de Rouco Varela, vomitan sapos y culebras en defensa de la derecha más rancia y carpetovetónica. Pero este tiroteo dialéctico de adjetivos poco amables, no se ciñe solo a la persona del juez Baltasar Garzón. El coordinador popular gallego, Xose Luis Baltar, también ha obsequiado al socialista Manuel Vázquez con los calificativos de "maricón. miserable y pufero". Si Castelar levantara la cabeza y viera la bazofia verbal que asola nuestra escena política seguro que sufría un síncope y no querría volver a despertarse.
Algunos de nosotros, ciudadanos de una democracia que no parece querer crecer, valoramos las formas casi tanto como los contenidos. El insulto siempre es el recurso de los que carecen de argumentos para combatir con el verbo. Algo así como la reacción del animal herido ante el acoso. Una huida hacia adelante dirigida por la rabia y la impotencia para defenderse con el poder de la palabra y la transparencia, que exigen un estado de derecho como el nuestro. La evidencia de que, incapaces para demostrar la falsedad de los cargos que se imputan a tantos miembros de su partido, utilizan la injuria como munición y no titubean en dirigir sus rifles hacia cualquier que intuyan como una amenaza contra su presunta impunidad. !En fin!, un asco, ¿no les parece?

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