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MUERTOS DE RISA

Tras las declaraciones de Silvio Berlusconi sobre el aspecto bronceado de Obama, he oído por ahí que, lo que nos sucede a algunas gentes de izquierdas, es que carecemos de sentido del humor. Va a ser eso, porque a mí me pasa lo mismo que a los gitanos italianos: que no acabamos de captar la sutil ironía del gran monologuista Berlusconi. Será que no estamos preparados para ese derroche de humor del que hace gala el fascismo italiano últimamente. El discurso del Gobierno italiano está impregnado de pinceladas xenófobas que sirven al populismo que lo alienta. El presidente italiano, desde la impunidad en la que se maneja a pesar de su controvertido bagaje, tiene propensión a soltar la lengua alegremente para ofrecernos otra pildorita envenenada. 

¿Se supone que debemos acoger sus ocurrencias como una muestra de su peculiar gracejo? Pues ya me perdonarán que no me muera de la risa. Si esto lo hubiera dicho alguien que no tuviera la siniestra áurea que envuelve a Berlusconi, no pasaría de ser una falta de tacto sin más trascendencia. Pero al salir de su boca, sus palabras adquieren unas connotaciones despectivas que no deben dejarnos indiferentes.

Yo soy uno de esos imbéciles que, según don Silvio, no somos capaces de interpretar una bromita. Pero entiendan que no me fíe, ni un pelo, de este cachondo fascista que pretende ser estrella en su particular club de la comedia.

Publicado en EL PAÍS  11 de noviembre de 2008

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