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DERECHO NATURAL

La polémica sobre los matrimonios gays se reaviva con las declaraciones de la reina Sofía y la derogación de este derecho en California. Pero lo que me causó más estupor fue observar la alegría que embargaba a los opositores a la legalidad de dichos matrimonios al conseguir su objetivo. La alegría irracional de la satisfacción que produce a los intransigentes poner trabas y barreras a la libertad y al derecho natural.

Si entendemos el matrimonio como un derecho civil, estamos hablando de un contrato privado entre dos seres que aceptan un compromiso. Porque eso, desnudo de la interpretación religiosa o romántica del asunto, es el matrimonio: un contrato legal que formaliza un compromiso. Decidir quién puede o no hacerlo en función de su sexualidad es un agravio comparativo y una vulneración de los derechos fundamentales. Por mi parte, estoy orgullosa de pertenecer a una nación que ha reivindicado un asunto que era de justicia. Reconocer este derecho ha supuesto un salto cualitativo para el país en cuanto a la búsqueda de una sociedad más libre y equitativa.

Y a los que les molesta esta ley o gozan con la prohibición de la misma, mis condolencias, porque debe de ser muy triste vagar por las mazmorras de la intolerancia.

Publicado en EL PAÍS  8 de noviembre de 2008

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